Carlos Fuentes - Cambio De Piel

Здесь есть возможность читать онлайн «Carlos Fuentes - Cambio De Piel» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Cambio De Piel: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cambio De Piel»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El Domingo de Ramos de 1965 cuatro personajes inician un viaje hacia Veracruz y se detienen en Cholula, ciudad de las pirámides aztecas. En el laberinto de sus galerías se internarán las dos parejas, como en un descenso a los infiernos, que concluirá con una tragedia ritual inesperada. `Ficción total` en palabras del propio autor, `Cambio de piel` indaga en el mito del México prehispánico y en el holocausto europeo a través de la memoria de sus protagonistas para decirnos que, en definitiva, todas las violencias son la misma violencia. Un retrato del hombre de nuestro siglo, atormentado por las dudas sobre el presente, la carga del pasado y el miedo del porvenir.

Cambio De Piel — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cambio De Piel», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Me abracé a la roca de ese baúl negro con chapas de cobre ennegrecidas, también, por el viejo aliento del mar, por el nuevo óxido de la meseta mexicana. Lo toqué como a un talismán. Me permitió mirar de nuevo a las figuras alucinadas sin temor de convertirme en estatua de hielo y decir con todo el propósito de la razón, mientras tiraba de los ganchos enmohecidos:

Un judío sonriente que se tapaba con la lengua el vacío de la dentadura -mientras, de rodillas, lograba abrir el baúl con un crujido de puente levadizo, trampa, portón de cárcel -que vivía en una vecindad de Tacuba, que vendía objetos viejos e inservibles- mientras ese viejo mundo con las etiquetas rotas de un vapor de la Lloyd Triestino y de la aduana griega ofrecía sus dos hojas abiertas, una con varios cajones pequeños, la otra un solo compartimento vasto, apilado con bultos y objetos indescifrables -como este baúl.

Ahora yo sería la Medusa.

Ahora todos dejarían de canturrear y columpiarse y serían las estatuas de mi mirada plácida, llena de sentido común.

Se fueron acercando. Zafé las correas y mostré el primer objeto: una redecilla para el bigote. El Barbudo llegó hasta el baúl. Se la ofrecí, se la probó, riendo. Y todos se acercaron, como a un árbol de Navidad de donde yo sacaba el roto violín que le di a Jakob, el cartel quebrado con el anuncio Garbo loves Taylor, que me arrebató el Rosa, el calendario de Currier amp; Yves -los trineos, la nieve, los techos georgianos de la Nueva Inglaterra – que le tendí a la Pálida, el catálogo de la Montgomery Ward, 1928, que el Rosa tomó entre las manos, el programa de un concierto en los jardines de Waldjstein, que le regalé al Barbudo -“En 1856, Brahms encontró el título del Requiem alemán en un viejo cuaderno de su maestro, Schumann”-y la bolsa de cuero que le di a la Negra, la pesada talega que ella abrió y vació en su mano: esas piedras aún húmedas, los guijarros brillantes como espejos, hemisferios de las horas del mar, huevos esculpidos, pastillas de mostaza, lunas sepia, tesoro de los niños y de los pobres.

La Pálida alargó los brazos para arrebatarle los guijarros a la Negra; ésta los apretó contra el pecho y ahora todos se fijaban en el Negro que reía mirando por los visores de un viejo kinescopio o estetoscopio o madrescopio o chinguescopio, dragónica, metiendo y sacando las tarjetas que yo le iba dando desde uno de los cajones del baúl y todos alrededor de él pedían ver esas fotografías desteñidas que la ilusión bifocal en movimiento convertía en perspectivas realistas: el castillo de Hradcany en Praga, una confitería de la Avenida Santa Fe en Buenos Aires, Central Park en Nueva York, los leones del ágora de Delos, un desnudo de Modigliani, el palacio de Minos en Creta, la foto del cadáver de León Trotsky, un still de Joan Crawford en Gran Hotel, otro de John Garfield en El gorrión caído (con Maureen O’Hara y Walter Slezak), la entrada a la pequeña fortaleza de Terezin: el rótulo, Arbet macht frei.

Se arrebataban el viejo aparato de las ilusiones, unos sólo vieron una parte de ese recorrido heterogéneo, otros tuvieron que contentarse con imágenes parciales, aisladas, de las tarjetas que el Negro metía y sacaba rápidamente, sin orden, sin dar tiempo al goce o a la contemplación. Nadie hizo caso de los retratos de los viejos monarcas, Guillermo y Francisco José, que extraje del baúl-¿qué diablos hacían aquí esos tiranos de opereta? -ni de la hermosa foto de la Bella Otero, desnuda, coloreada con un tinte rosa, calzada con babuchas turcas. Y luego saqué las latas renegridas de viejas películas con los títulos escritos a mano y pegados con una cola maloliente. El Golem, Nosferatu, El ángel azul, Vampyr, Das Rheingold. Hice correr entre las manos las imágenes quebradizas de Caligari, la lenta sucesión de cuadros amarillentos, sepia, azulados que relataban en cinco actos la historia de la autoridad y sus fantasmas, de la razón y su locura, del crimen y sus placeres, de los actos repetidos en el manicomio y la pesadilla como la única realidad de los actos representados en la calle y en la oficina.

Llegué a la ropa. Arrojé a un lado ese suéter de cuello de tortuga, húmedo, y esos pantalones de pana; esa bufanda y ese gorro de estudiante alemán; ese vestido de los treintas con chaquetilla de piqué; ese gorro frigio y esa peluca empolvada; el batón de monje ruso, el casco encornado, los zuecos, el corpiño tirolés, el uniforme pardo; ese gabán aceitoso y ese saco gris con la estrella de David cosida al pecho. Ya iba llegando al fondo, a la ropa que en realidad quería ofrecerles, el capelo cardenalicio que se puso el Negro Hermano Tomás, el tocado negro y escarlata que engalanó al Rosa, las telas góticas en las que se envolvió la Pálida, la capa pluvial que la Negra Morgana dejó caer sobre sus hombros, la albardilla del Apocalipsis que vistió al Barbudo Güero Boston Boy.

Ahora sí, todos a la mano, todos como los quería, mis títeres, frente al cúmulo de objetos inútiles que nos cierran el camino, puedo hablar con mi voz y ser el ventrílocuo del último objeto, el que yace en el fondo final del baúl, el objeto rigoroso y fláccido a la vez, tránsito entre el feto y la calavera, que arranco con pena a su nido arrinconado, debajo de la lápida de esos muñecos con pelucas rubias y negras, faldas de tul, zapatillas de charol y ojos de porcelana, con crinolinas y botas y fuetes, con pequeños falos de yeso, debajo de esos dibujos de buques entrando a puerto y trigales bajo el sol.

Pequeño y pesado, envuelto en el edredón rojo que le arranco con menos furia que expectación, inseguro de que sea él, de que siga allí, de que la fiesta no haya terminado.

Lo muestro. Trato de enderezar su nuca tiesa. Todos dan un paso atrás, agitan las albardillas y las capas y yo lo obligo a sentarse sobre mis rodillas y meto los dedos dentro de su boca para convertir ese gesto furioso en una sonrisa amable. Después de todo, ha venido de visita.

Los Monjes se han retirado hasta el fondo de la sala. Todos menos el Barbudo que lentamente se ha hincado cerca de las velas. Detrás de él, a espaldas de su blanca albardilla, brilla el roce agitado de los ropajes que se iluminan a sí mismos. Frente a él, mi pequeño amigo con los labios contraídos y rodeados de un bigote y una barba ralos pero cuidadosamente recortados, sentado sobre mis rodillas. Acusará al Barbudo con una voz hermosa y grave, la voz sorprendente que nada tendrá que ver con ese cuerpo contrahecho, del que se esperaría un tono chillón. Los ciudadanos tienen derecho al reposo. La dueña del baúl le había asegurado que era un lugar tranquilo.

El Barbudo, de rodillas, pidió perdón. Dijo que no sabía que en el baúl había un huésped.

Le quitaré los guantes a mi hombrecito, haré que su mirada cortés pero inquisitiva se pasee por la sala. Si se le aprieta, dulcemente, el diafragma, suspirará.

– De manera que nos volvemos a encontrar. El Barbudo inclina la cabeza y asiente y el hombrecito suspira. Las piernas le bailan en el aire, por más que sus botines protegidos por polainas se estiren para alcanzar el piso.

– Me preguntaba qué había sido de ti. Me preguntaba qué habían hecho tú y tu amigo con mis muñecas y mis cuadros.

– Creo que siguen allí, con usted. Nadie tocó nada.

– Ah, sí. Seguramente eso pasó. Pensaba regalarles todo, como un recuerdo, pero el ataque vino demasiado pronto. No tuve tiempo. No supe medirlo. Desde que los conocí, me dije: voy a regalarles mis obras a esos muchachos tan simpáticos. Pero no debo hacerlo hasta el último minuto. Será un regalo pero también una herencia. Sólo en el lecho de la muerte puedo legar todo esto, para que entiendan que es algo más que un obsequio. Pero no tuve tiempo. Perdí el cálculo y me precipité.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Cambio De Piel»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cambio De Piel» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Carlos Fuentes - Chac Mool
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - En Esto Creo
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Vlad
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Hydra Head
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Christopher Unborn
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Instynkt pięknej Inez
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - La cabeza de la hidra
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Inquieta Compañia
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - La Frontera De Cristal
Carlos Fuentes
Отзывы о книге «Cambio De Piel»

Обсуждение, отзывы о книге «Cambio De Piel» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x