Ayn Rand - Los que vivimos

Здесь есть возможность читать онлайн «Ayn Rand - Los que vivimos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los que vivimos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los que vivimos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Los que vivimos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los que vivimos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Bien -dijo él-. Puede combinarse. Los intereses serán el veinticinco por ciento mensual.

Kira se apresuró a asentir. Pero ¿qué garantía podía darle la ciudadana? ¿Garantía? Kira ya sabía que no le prestarían el dinero por su cara bonita. Podían ser pieles o brillantes, pieles finas o brillantes de cualquier clase. Pero ella no tenía nada que ofrecer. El hombre le volvió la espalda como si nunca hubiera hablado con ella.

Mientras iba en busca del tranvía, a través de los estrechos callejones del mercado llenos de barro, entre dos hileras de barracas, se quedó atónita al ver, en una barraca de próspero aspecto detrás de un mostrador lleno de pan blando, de jamones ahumados y de pirámides de mantequilla, a una cara conocida: unos grandes labios rojos bajo una nariz chata, de fosas casi verticales: el especulador del abrigo forrado de pieles y perfumado de esencia de clavo que ella y Leo habían encontrado en la estación Nikolaevsky. El hombre se había abierto camino en la vida. Sonreía a su clientela bajo una cortina de salchichones.

De vuelta a casa se acordó de alguien que había dicho: "Gano más dinero del que necesito."

¿Había algo que tuviera importancia en aquel momento? Iría al Instituto e intentaría ver a Andrei.

Cambió de tranvía para dirigirse al Instituto. Vio a Andrei. Le vio que venía por un corredor y la miraba, de tal modo que ella iba ya a saludarle sonriendo cuando él, bruscamente, se volvió y entró en una aula cerrando la puerta con violencia detrás de sí.

Ella se quedó inmóvil en su sitio, largo rato.

Cuando llegó a casa, Leo estaba en medio del cuarto, con una

hoja de papel en la mano, y su rostro era lívido.

– ¡Ah!, ¿conque esas tenemos? -farfulló-. Ahora resulta que te ocupas de mis asuntos? ¿De modo que escribes cartas? ¿Quién te pidió que escribieras?

Kira vio encima de la mesa un sobre con un sello alemán: ¡el sobre estaba dirigido a Leo!

– ¿Qué dice, Leo?

– ¿Quieres saberlo? ¿De veras quieres saberlo?

Leo le arrojó la carta a la cara.

Ella sólo vio una frase: "No hay razón para que debas esperar que te ayudemos. Tanto más cuando vives con una mujer del arroyo, una descarada que tiene el atrevemiento de escribir a personas respetables…"

A principios de otoño, una delegación del Círculo de Obreras Textiles visitó la Casa del Campesino. La camarada Sonia era miembro honorario de la delegación. Al ver a Kira en la oficina de la camarada Bitiuk, se echó a reír.

– ¡Bien, bien, bien! ¡Una leal ciudadana como Kira Argounova en la Casa Roja del Campesino!

– ¿Qué sucede, camarada? -preguntó obsequiosamente la camarada Bitiuk, nerviosa.

– Una broma -exclamó riendo la camarada Sonia-, una broma. Kira se encogió de hombros, resignada.

Cuando hubo una reducción de personal en la Casa del Campesino y Kira vio su nombre entre los de los despedidos como "elementos antisociales", no se sorprendió. Ahora todo le era indiferente. Gastó la mayor parte de su última mensualidad en comprar huevos y leche para Leo, que ni siquiera quiso probarlos.

Durante el día, Kira permanecía serena, con la calma de un rostro vacío, de un corazón vacío, de un alma vacía de todo pensamiento, excepto uno. No tenía miedo porque sabía que Leo necesitaba ir al Sur y que iría; no tenía la menor duda y por esto no tenía nada que temer. ¡Pero durante las noches…!

Sentía a su lado el cuerpo helado y sudoroso de Leo, le oía toser. A veces, dormido, Leo se acercaba a ella y posaba la cabeza sobre su hombro, confiado y con abandono, como un niño, mientras su respiración parecía un continuo gemido.

Kira creía ver las burbujas en los labios agónicos de María Petrovna y le parecía oírla gritar: " ¡Quiero vivir, Kira, quiero vivir!" Sentía sobre su cuello el aliento de Leo, y no sabía si era Leo o María Petrovna quien estaba junto a ella y gritaba, cuando ya era demasiado tarde: " ¡Quiero vivir, Kira, quiero vivir!" ¿Se habría vuelto loca? ¡Era tan sencillo!

Necesitaba dinero, necesitaba una vida. La vida "de él" y el dinero.

"Gano más dinero del que necesito…" " ¡Quiero vivir, Kira, quiero vivir!"

Hizo una última tentativa para lograr dinero. Andaba bajo la lluvia otoñal por la calle húmeda y resbaladiza: luces amarillas iluminaban las negras aceras. El doctor había dicho que ahora cada semana, cada día de retraso era grave. En la luz anaranjada que proyectaba el vestíbulo de un teatro, vio detenerse un auto lujoso y bajar de él a un hombre. Su abrigo de pieles resplandecía como los faros de su coche. Kira se paró ante él, y su voz resonó muy clara: -Por favor, deseo hablar con usted. Necesito dinero. No le conozco. No tengo nada que ofrecerle. Sé que no hay que obrar de este modo. Pero usted me comprenderá… ¡es tan importante! Se trata de salvar una vida.

El hombre se paró a su vez. Nunca había oído una súplica que se pareciera tanto a una orden. Le preguntó, guiñando un ojo con aire de asentimiento: -¿Cuánto necesita? Ella se lo dijo.

– ¿Cómo? -replicó él, asombrado-. ¿Por una noche? ¡Pero si sus iguales no llegan a ganar tanto en toda su vida! Y no pudo explicarse por qué la extraña muchacha dio la vuelta y escapó a todo correr, sin fijarse en los charcos, como si él la persiguiera.

Dirigió una última súplica al Estado.

Necesitó varias semanas de visitas, cartas de presentación a secretarios y empleados, pero por fin obtuvo una audiencia de uno de los más poderosos funcionarios de Petrogrado. El podía ayudarla; entre él y su poder no había más que la habilidad de Kira en convencerle.

El funcionario estaba sentado detrás de su escritorio. Detrás de él había una ventana por la que entraba un estrecho rayo de luz, como en una catedral. Delante de él estaba Kira. Ella le miraba: sus ojos no eran ni hostiles ni suplicantes; eran limpios, confiados, serenos; su voz era tranquila, joven, clara.

– ¿Ve usted, camarada comisario? Yo le amo, y él está enfermo. ¿Sabe usted lo que es la enfermedad? Es algo extraño que ocurre en nuestro cuerpo y que no se puede detener. Y entonces viene la muerte. Ahora, la vida de él depende de un pedazo de papel. Si se mira así, ¡todo se va tan sencillo! No quieren enviarlo a un sanatorio porque no escribió su nombre en un papel, entre otros muchos nombres, y no pertenece a ningún sindicato. Se trata únicamente de tinta, papel, y en suma de algo que, bien considerado, puede escribirse, rasgarse, volverse a escribir. Pero aquello otro, lo que sucede en nuestro cuerpo, aquello no se puede detener. No es cuestión de presentar instancias. Camarada comisario, ya sé que aquellas cosas son muy importantes, el dinero, los sindicatos, los papeles y todo lo demás. Y si hay que sufrir, si hay que hacer algún sacrificio por ello, no me importa. No me importa tener que trabajar todas las horas del día. No me importa que mi vestido sea viejo. No lo mire, camarada comisario; ya sé que es feo; pero no me importa. Tal vez alguna vez no les he comprendido a ustedes ni tantas cosas como hay que comprender, pero puedo ser obediente y aprenderlas. Pero… pero cuando se trata de la vida, camarada comisario, entonces hay que ser serios, ¿no es verdad? No hemos de permitir que estas cosas cuesten una vida. Una firma suya, y él podrá ir al sanatorio y no morírrCamarada comisario, pensemos en las cosas con la calma y la simplicidad que merecen… ¿Sabe usted lo que es la muerte? ¿Sabe que la muerte quiere decir… nada… nada…, nunca más… irremediablemente? ¿No comprende que él no puede morir? Le amo. Todos tenemos que sufrir; todos debemos perder cosas queridas. Bien. Pero, desde el momento que vivimos, en nosotros hay algo, algo que es como el verdadero corazón de la vida, y este algo no se puede tocar. Es algo muy sagrado, de que no se debe decir el nombre, algo de que no se puede ni hablar. Usted me comprende, ¿no es cierto? Bien; él es esto para mí, y usted no puede quitármelo, porque no puede dejarme ahí delante de usted, mirándole, hablándole, respirando y viviendo, para decirme después que se lo lleva. No estamos locos, ¿no es verdad, camarada comisario? El camarada comisario contestó:

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los que vivimos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los que vivimos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Los que vivimos»

Обсуждение, отзывы о книге «Los que vivimos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x