¿Distingue aún más formas de sueños?
¡Por supuesto! Es posible lograr el «sueño generoso», en el que compartes con el resto de la humanidad lo que has aprendido. Por ejemplo: «Me encuentro en un espacio inmenso, sobrevolando una marcha por la paz a la que asisten miles de manifestantes. Al percibir que estoy soñando, comienzo a girar en el aire para llamar la atención. La gente, admirada, observa cómo levito. Entonces les pido que se den las manos y formen una cadena, a fin de volar conmigo. Al tocarlos, los hago elevarse y trato de hacerlos volar por la fuerza de mi pensamiento, pero ellos no se mueven. Tengo que tomarlos con ternura y no soltarlos. Entonces, ellos vuelan hacia mí y empezamos a evolucionar por el aire formando figuras, todos en cadena, hasta que despierto».
Aprender no solamente a dar sino también a recibir, aceptar el favor que pueda hacernos el otro es también una forma de generosidad, como comprendí en el siguiente sueño: «Estoy en París. Los periódicos tienen un problema con el gobierno, que no les suministra la materia prima para imprimir. France-Soir tiene que salir con la primera plana escrita a mano e impresa por un procedimiento primitivo, a base de azúcar. Al lado del quiosco de revistas, sentada a una mesa de madera, está Bernadette, la difunta madre de Brontis, mi hijo mayor. Me siento frente a ella y la veo bella y feliz como pocas veces en la vida. Ahora siento confianza, sé que puedo contar con ella. Dándome cuenta de que estoy soñando, me digo: "Bernadette murió, pero en el sueño vive. No me da miedo hablar con una muerta. Confío en ella. Es un arquetipo que puede servirme porque ella conoce bien los asuntos políticos que yo ignoro por completo, y siempre estará disponible cuando quiera consultarle sobre esto". Bernadette comienza a explicarme por qué la situación es tan tensa y por qué el presidente se equivoca al confiar en el ministro que acaba de nombrar. Después me habla del futuro: "Vivimos con la idea de que el futuro no nos pertenece -me dice-, que no es para nosotros… Y sin embargo, estamos ligados a él. En el futuro seremos muy activos". Pienso que se refiere al futuro en general, a los millones de años que aún ha de conocer el universo».
Después de este sueño, plenamente lúcido, me alegré de haberme reconciliado con la madre de mi hijo, especialmente después de todos los conflictos que vivimos. Bernadette se ha convertido en una aliada que se ofrece a colaborar con lo mejor de sí misma en el perfeccionamiento de mi espíritu. Así pues, gracias al sueño, acepté una nueva presencia suya en mi vida.
Sueño lúcido, sueño terapéutico, sueño sabio, sueño humilde, sue ño generoso… ¿Qué es para usted lo último del sueño, el nec plus ultra onírico?
El sueño mágico, creativo. Durante todos estos años de exploración onírica no he conocido más que uno, a saber: «Estoy en mi dormitorio. Apoyándome en el aire con las palmas de las manos, alzo el vuelo. Entonces, decido sentir toda la potencia de mi voz. Dejando que el canto brote de mí, emito con una fuerza casi ilimitada unos sonidos que van mucho más allá de la ópera. No he de esforzarme en emitir la voz, la invoco y viene. Solamente debo dejar que me salga por la boca para descubrirla, viva y mágica… Profundamente emocionado, siento que me abro a una dimensión de mí desconocida hasta ahora. Con plena lucidez, abro los ojos y despierto. Siento mi corazón latir con fuerza. Sin moverme, rememoro todos los detalles del sueño. De pronto, llega a mis oídos un canto que no es cercano ni lejano. No es emitido por una voz humana, pero no por ello deja de tener sonoridad humana, es como si todo un barrio de la ciudad cantara. Me parece que el canto llega desde otra dimensión. Pienso que todavía estoy medio dormido y tengo que observar más lúcidamente lo que ocurre. El fenómeno se repite y me abandono a la escucha, a pesar de que el carácter totalmente nuevo de la experiencia modifica mi ritmo cardíaco. Por un lado, me siento víctima de una alucinación; por otro, me parece que se abre una puertecita hacia lo que podríamos llamar el tercer oído, no el tercer ojo, el oído de la "clariaudición". Me duermo profundamente y, en sueños, me veo en una calle de Montmartre. Camino murmurando: "Era una voz divina, la voz de una diosa. No salía de una garganta, sino que era exhalada por la realidad misma. Provenía de las calles, de las casas y del aire"».
Formidable. Pero ahora volvamos a ese sueño que se llama realidad. ¿Podemos, como afirman algunos sabios, ver nuestra vida como un sueño del que habría que despertarse?
Yo diría más bien que de este sueño inconsciente que suele ser nuestra vida hay que hacer un sueño lúcido. Hubo un tiempo en que, antes de dormir, tenía la costumbre de pasar revista a todos los sucesos del día. Visualizaba la película de mi jornada, primero de principio a fin y, después, a la inversa, según el consejo de un viejo libro de magia. Esta práctica de la «marcha atrás» tenía el efecto de permitir ubicarme a cierta distancia de los sucesos del día. Después de haber analizado, juzgado y tomado partido en el primer examen, volvía a repasar el día en sentido inverso y entonces me encontraba distanciado. La realidad así captada presentaba las mismas características que un sueño lúcido. ¡Entonces me di cuenta de que, al igual que todo el mundo, en buena medida yo soñaba mi vida! El acto de pasar revista a la jornada por la noche equivalía a la práctica de rememorar mis sueños por la mañana.
El solo hecho de acordarme de un sueño es ya como organizarlo. Yo no veo el sueño completo, sino aquello que he seleccionado de él. Análogamente, al repasar las últimas veinticuatro horas, no tengo acceso a todos los actos del día, sino a los que he retenido. Esta selección constituye ya una interpretación sobre la cual baso luego mis juicios y apreciaciones. Para hacernos más conscientes, podemos empezar por distinguir nuestra percepción subjetiva del día de aquello que constituye su realidad objetiva. Cuando ya hemos dejado de confundirlas, somos capaces de asistir como espectadores al desarrollo de la jornada, sin dejarnos influir por juicios y apreciaciones. Desde esta actitud de testigo se puede interpretar la vida como se interpreta un sueño. Por ejemplo: un día Guy Mauchamp, un alumno mío, me pidió consejo; no sabía qué hacer para que unos inquilinos jóvenes y desaprensivos desalojaran una casa que era de su propiedad. Después de expresar mi extrañeza porque no hubiera acudido a la policía, puesto que la ley estaba de su parte, le dije: «En cierto modo, esta situación te conviene. Gracias a ella, expresas una vieja angustia. Te propongo este planteamiento: considera esta situación como un sueño que hubieras tenido y trata de interpretarla como interpretarías un sueño de la noche anterior. ¿Tienes un hermano menor?». Me contestó que sí, y entonces le pregunté si, de niño, no se sentía postergado cuando ese nene captaba toda la atención de sus padres, y él respondió que así era, efectivamente. Después le interrogué sobre las relaciones que ahora mantenía con su hermano. Como yo imaginaba, Guy me confesó que no mantenían buenas relaciones ni se veían nunca. Entonces le expliqué que era él mismo quien propiciaba la invasión de los inquilinos, a fin de exteriorizar la angustia que en su niñez le causaba la presencia de su hermano. Añadí que, si quería que se resolviera la situación, era preciso que perdonara a su hermano, que lo tratara bien e hicieran las paces. Le di un consejo de psicomagia y, al cabo de una semana, recibí una postal de Estrasburgo («Fuegos artificiales en la catedral, explosión de sagrada alegría») con el siguiente mensaje: «En respuesta a mi consulta, me prescribió un acto de psicomagia y, para concluirlo, le doy el resultado. Tenía que ofrecer un ramo de flores a mi hermano y almorzar con él, a fin de establecer una relación fraternal y dejar a un lado el pasado en el que me sentía desplazado por su causa. El objetivo era conseguir la marcha de los inquilinos ilegales de mi casa. Envié las flores a mi hermano y hablé con él el viernes a mediodía. El viernes por la noche los dos inquilinos se marchaban… ¡llevándose mis muebles! Pero, en fin, se fueron, y pude recuperar mi casa. Gracias». Interesante, ¿no? Llevarse los muebles era como llevarse una parte de su pasado.
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