Carmen Laforet - La Isla Y Los Demonios

Здесь есть возможность читать онлайн «Carmen Laforet - La Isla Y Los Demonios» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Isla Y Los Demonios: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Isla Y Los Demonios»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

`La propia Carmen Laforet comentó en una entrevista concedida al diario Falange de Las Palmas de Gran Canaria (el 18 de enero de 1959) que La isla y los demonios es la novela «que más he acertado, tiene mayor madurez, sentido del humor y poesía que Nada».
Laforet escribió La isla y los demonios impulsada por «un peso que estaba en mí hacía muchos años: el encanto pánico, especial, que yo vi en mi adolescencia en la isla de Gran Canaria. Tierra seca, de ásperos riscos y suaves rincones llenos de flor y largos barrancos siempre batidos por el viento».
El título de La isla y los demonios corresponde a las dos fuerzas que propulsaron su escritura: el recuerdo mágico del paisaje de la Isla y la red de pasiones humanas o «los demonios».
El hilo argumental de la novela, con el telón de fondo de la guerra civil española, está unido a la maduración de una adolescente, con sus ensueños, cegueras, intuiciones y choques. La acción acontece en Gran Canaria, pero, simultáneamente, la nostalgia de Madrid, traída a la Isla por los peninsulares, se va apoderando del relato de manera paulatina hasta que se incorpora a la persona de Marta Camino, quien, dejándose llevar por el deseo de escapar de la opresión familiar, empieza a sentir la atracción de esa tierra desconocida, la gran ciudad.`

La Isla Y Los Demonios — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Isla Y Los Demonios», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La zahorina siguió la mirada.

– Mi yerno, el que murió en la guerra.

Vicenta la miró ahora y la vio bajar los ojos.

– Y… Oiga, dígame. Su hijo, el que era rojo, ¿ése no lo tiene, Mariquita?

– Ése lo tengo en mi alcoba.

Mariquita, la zahorina, sabía que no había más que simple curiosidad en la pregunta de Vicenta, que a la majorera se le importaban muy poco de rojos y nacionales, de guerra y de paz, y que sólo tenía en el mundo una ansiedad.

– Para algo vino usted, Vicentita.

– Quiero las cartas.

– ¿Es para el porvenir?

– Para el porvenir.

– ¿Cosas de la finca?

– Sí.

– ¿Siempre señorita Teresa?

– Sí.

– Y… ¿cómo le dio?

– Un sueño que tuve.

– ¿Bueno?

– Malo.

Vicenta fumaba como un barquero. Bien sentada en su silla de respaldo negro, veía cosas familiares todas a su alma. Sillas alineadas junto a las paredes, una rinconera con figuras de yeso, un cojín con una cabeza de muñeca pegada. La luz de la vela temblaba. Se veía en la pared la sombra de la zahorina barajando las cartas y echándoles el rezado… Con las barajas en alto, se detuvo. Su sombra daba un gran perfil de nariz corva.

– Se ven mejor las cosas que ya pasaron en un plato de agua.

– Ya las vi, hace tres años, y por eso vine hoy. Quiero las cartas.

Hubo un silencio casi suspirante. Los ojos de la zahorina parecían grandes. Vicenta acercó el cigarro a la vela: se le apagaba. La otra esperó a que entrara bien el humo en los pulmones de la majorera, a que quedara quieta. Luego empezó. Pero algo debía de turbarla. Miraba a la puerta y por el respiradero al cielo de la tarde. Luego quería abstraerse, echaba la baraja, miraba, dudaba.-No sale nada. -Siga.

– Un hombre que se va. ¿Es algo? -No.

– Tengo que barajar otra vez. -Baraje.

Ahora nada en el mundo existía más que esta callada habitación, cavada en la tierra, envuelta en ese hálito casi animal que las cuevas rezuman. Ese olor subterráneo, fresco en verano y tibio en invierno, que parece incomparable a los que se acostumbran a él. Nada más que las sombras de las dos mujeres: grandes sombras frente a frente, inclinadas. La cabeza con gran moño y la cabeza con pañuelo doblándose y temblando en lo redondo del techo.

Detrás estaba la montaña abierta, herida por el crepúsculo ya, sangrante en el crepúsculo. Detrás, los caminos frescos. Allá lejos, la finca, la gente peninsular y sus enredos, y Pinito, la hija de Antonia, y la niña Marta con sus amigas. Y más lejos, la ciudad y el mar. Detrás del mar, otras islas. Pero dentro de las paredes cerradas había un mundo distinto. El único mundo en aquel momento.

Las gastadas figuras de la baraja hacen muecas. En tono bajo dice la zahorina: -Piénseme en sus cosas.

Vicenta piensa. Fuma y piensa. El humo amargo le caldea el pecho enteramente. Ve los grandes ojos verdes de Teresa, oye su voz cuando le dice: "Vicenta, no tengo más que a ti." El humo deja de calentar, el cigarro no tira.

– Me está saliendo. Me sale un hombre y muchas mujeres.

– Siga.

– Hay una mujer morena a quien quieren mal.

La zahorina se detuvo. La llama, que temblaba a sus palabras, se fue haciendo derecha. Vicenta sintió la saliva amarga del tabaco con la colilla, apagada ya, en el labio.

– Me sale una muerte.

Vicenta susurró:

– ¿A cuchillo?

– Dije una muerte.

– ¿De mujer?

– Sí.

La majorera está anhelante; aquí, en este mismo cuarto, en un plato de agua, ella vio cosas hace años, cosas terribles y olvidadas.

– Dígame -dice enronquecida-. ¿No es lo que ya pasó…?

– Es lo que va a pasar.

Entonces la pena y la sombra pesan como el plomo dentro del pecho de la majorera.

Una luna agria salía de detrás de las montañas, siguiendo el último suspiro del crepúsculo. Se agarraba con los dos pálidos cuernos a las últimas nubes oscuras. Ascendía. Se transformaba, se abrillantaba para los ojos de quienes quisieran mirarla aquella noche de diciembre.

Por los caminos su luz era vacilante. Faroles eléctricos, amarillos, mortecinos, alumbraban la noche del campo. Los ojos de los automóviles, a veces, desde una lejana carretera, deslumhraban los ojos fijos de Vicenta. Vio desde muy lejos subir dos faros de automóvil por entre la avenida de eucaliptos de la finca. Un rato después se cruzó con el alto coche del médico, cargado de gente. Don Juan se llevaba al pintor cojo y a todos los jóvenes por lo menos hasta la carretera principal, porque hasta Las Palmas era imposible que llegase con aquella alegre carga humana que desbordaba a los guardabarros. Iban cantando; don Juan ensordecería.

Luego, un silencio muy grande quedó en el campo. Llegó el olor de los eucaliptos.

En el cuarto de música estaba Marta, sola. Vicenta la vio desde la oscuridad del jardín. La niña estaba en medio de la habitación desordenada. Miraba con atención unos papeles: un bloc de papel blanco. Era la hija de Teresa. Sin la gracia ni la belleza de Teresa, y rubia como su padre, pero era hija suya. Una niña esbelta, de cejas rectas y manos tostadas.

En aquel momento el alma de la majorera se atormentó viéndola. Tenía una cara abstraída y curiosa, mirando bajo la luz de la lámpara lo que sostenía en las manos. Tenía una cara joven y desamparada, algo clamaba en ella que atraía también a Vicenta. La había visto nacer, y había tenido, en tiempos muy lejanos, unos oscuros celos de la niña, por ser hija de quien era. Ahora, también por serlo, tenía esta misma criatura suficiente fuerza para clavarla allí, en lo oscuro, mirándola.

La majorera pensó acercarse y decirle algo. Pero Marta levantó la cabeza como para escuchar, cerró el bloc de papel blanco y fue a esconderlo debajo del colchón de su cama turca. Luego apagó la luz.

SEGUNDA PARTE

VII

Marta se escapó de la compañía de sus amigas a la salida del Instituto. Siempre se reunían en casa de una de ellas a charlar. De cuando en cuando, alguna de las "niñas" hacía rabona a estas reuniones en que ellas arreglaban el mundo: era cuando el novio estaba en la ciudad… o cuando decidían ir a pasear por Triana. Triana es la calle comercial, donde, como en muchas ciudades españolas, se organiza el paseo, despreciando los parques que están para eso. Bandadas de jóvenes cruzan la calle lentamente en uno u otro sentido, entorpeciendo el tráfico, mirándose fascinados al cruzarse, cambiando palabras, anudando noviazgos o amistades de esta manera.

Marta no había comprendido nunca el encanto de este paseo lento e incómodo; de modo que cuando aquella tarde se escapó en dirección a él, las otras chicas la miraron sorprendidas y risueñas. Pero ella subió a una guagua con dirección al puerto y se esfumó misteriosamente en el atardecer.

Llevaba unos días sufriendo obsesiones mucho más agudas que las que tuvo aquel verano cuando se enteró de la llegada de los peninsulares. Mucho más agudas, extrañas y hermosas porque no hablaba de ellas con nadie. Ahora pensaba en Pablo, el pintor, como el único amigo posible. Y quizá ni siquiera como amigo pensaba en él, pues esta palabra trae intimidad en ella y la chica sentía hacia aquel hombre un extraño respeto. Cuando sentía por casualidad su nombre empezaba a latirle el corazón de tal manera que llegó a pensar si no estaría enferma. Recordaba sus ojos bondadosos, que se daban cuenta de todo, y tenía en su poder el bloc de notas donde sus ágiles dedos habían dibujado cosas que la turbaban.

Ahora sabía también la dirección de su casa. Iba hacia allí en aquella guagua, en aquel pequeño autobús traqueteante, con todos los cabellos revueltos por el viento y el corazón golpeándole como siempre. Iba a devolverle aquello que era suyo, y con una mezcla de terror y de alegría pensaba en verle de nuevo.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Isla Y Los Demonios»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Isla Y Los Demonios» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Isla Y Los Demonios»

Обсуждение, отзывы о книге «La Isla Y Los Demonios» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x