Lorenzo Silva - Del Rif al Yebala - Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos

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Del Rif al Yebala: Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos: краткое содержание, описание и аннотация

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Para el autor recorrer Marruecos es hacer realidad un sueño de infancia y, a la vez, adentrarse en el impresionante escenario de la aventura bélica de su abuelo, combatiente a pie en la llamada guerra de Africa. A lo largo de ocho jornadas, y con la compañía de su hermano y un amigo, el escritor explora el interior del país para descubrir la áspera región del Rif y la zona no menos agreste del Yebala, y de paso lugares como Melilla, Annual, Alhucemas, Xauen, Larache, Alcazarseguer, Tánger, Fez, la antigua ciudad romana de Volúbilis o Rabat. El viaje desvela el Marruecos presente y lo anuda a la historia de la guerra pasada, que acude a estas páginas con la enfebrecida claridad del espejismo: combates reducidos a cacerías, al heroísmo inútil, el desdén de los gobernantes, el horror.

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– Como esto siga así, nos veo cavando trincheras en Axdir.

Mientras paseamos por la playa, viendo a nuestra derecha el mar y a nuestra izquierda las áridas colinas de la tierra de los beniurriagueles, recuerdo lo que fue aquella breve república independiente que aquí tuvo su capital. Después de la espectacular victoria de Annual, Mohammed ben Abd el-Krim disipó totalmente la desconfianza que inspiraba a su propia gente, debido a la larga colaboración que había tenido con los españoles. Además de ese sentimiento de recelo, debía cuidarse de las eternas intrigas del Rif, que ya en 1919 habían acabado con Abd el-Krim padre, muerto al ingerir unos huevos envenenados en casa de un rifeño que le había hecho gran festejo (varios historiadores afirman que la muerte le sobrevino por causas naturales, y que la versión del envenenamiento se inventó por razones políticas, pero los hijos del difunto sostenían que era cierta). Aunque la victoria lo volvía todo más fácil, Abd el-Krim aplicó su talento y su conocimiento de sus compatriotas. Sabía que el amor al líder era una pasión efímera en estas montañas, e instauró rápidamente un despotismo impla cable. Así consiguió extender su poder en los años siguientes a todo el Rif y al Yebala, desbancando en esta última zona al Raisuni, que la había dominado durante dos décadas. El 1 de febrero de 1923 Abd el-Krim se proclamó emir (príncipe), y más adelante, aunque él lo negaría furiosamente, se le llegó a atribuir la intención de proclamarse sultán. Sus detractores decían que ese propósito le había hecho inventarse una ascendencia que lo emparentaba con Omar Jatab, el tercer califa, sin tener en cuenta que en efecto había nacido dentro de la fracción de los Ait Jatab de Beni-Urriaguel (una familia que supuestamente procedería de Hedjaz, en Arabia). Y se le criticaba que se hiciera llamar sidna ("nuestro señor", como el sultán), pero consta que la mayoría de los rifeños, como los españoles antes de que se convirtiera en su más odiado enemigo, lo llamaban simplemente Si Mohand. Lo que en todo caso es cierto es que fue el primero en establecer un orden firme y duradero en el Rif, y que los impuestos que en su nombre se exigían se pagaban puntualmente (lo que nunca había pasado con los del sultán). A ello contribuyó sin duda la crueldad que no se privó de ejercer, por ejemplo en el Yebala, donde para escarmentar a los caídes insumisos y desalentar a quienes quisieran imitarles hizo que los castrasen delante de sus mujeres. Pronto fue tan odiado como amado, y los atentados que sufrió le persuadieron de la conveniencia de mantener siempre secreto su paradero. Pero no aflojó. Se permitió incluso reformas en las costumbres, con el inequívoco propósito de introducir algo de orden en su pueblo, al que sabía desorganizado y anárquico por naturaleza: obligó a los hombres a calzarse y afeitarse, hizo efectiva la oración cinco veces al día, prohibió el Rif y los blocaos domésticos que muchos rifeños levantaban en los aduares para defender su derecho a vivir a su antojo. Cuando los españoles le derrotaron, según Woolman, se encontraron con que les había hecho el trabajo de sometimiento, y se limitaron a suplantar con su propia autoridad la del depuesto emir. Así, irónicamente, vino a ser Abd el-Krim quien cumplió la siempre ardua tarea de integrar el levantisco Rif en el territorio del Majzén.

La forma que le dio a su creación, la República del Rif (o Yammahiriya Rifiya ), se estableció sobre el modelo de las naciones modernas. Tenía su propia bandera, de color rojo brillante, con un rombo blanco en el centro y dentro del rombo una media luna y una estrella de seis puntas de color verde (la estrella, por cierto, era de seis puntas, como las estrellas de las divisas de los oficiales españoles, y no de cinco como la estrella del imperio jerifiano). Acuñó su moneda (el riffan) y disponía de un gobierno, una cámara de ochenta representantes y un ejército regular. Mantuvo relaciones con partidos comunistas europeos (singularmente el francés de Doriot), pero a la vez con importantes grupos empresariales británicos y alemanes. Toda una constelación de agentes y espías se movía alrededor de la república rifeña: Walter Harris, corresponsal del Times en Tánger; Hacklander, agente de los alemanes Mannesmann; los británicos John Arnall, Gordon Canning y Percy Gardiner, del Servicio Especial del Almirantazgo, que tenía conexiones con los alemanes a través de Hacklander. Sus intenciones eran a veces humanitarias, y en ese sentido trabajó sobre todo el Rif Committee , impulsado por Canning, una especie de grupo de apoyo de la rebelión ante organismos internacionales, que hizo gestiones ante la Cruz Roja, en Ginebra, para que los combatientes rifeños tuvieran atención sanitaria (sin éxito: la Cruz Roja nunca reconoció a la República del Rif el estatuto de beligerante, y jamás le prestó la menor asistencia). Pero en general, los planes de todos estos aventureros estaban menos claros. Hacia la primavera de 1924 el yate de bandera británica Silver Crescent , con el capitán Gardiner a bordo, atracó en esta misma bahía. Después de las negociaciones que la comisión que viajaba a bordo sostuvo con el emir, el buque Sylvia , con base en Gibraltar, efectuó un desembarco de municiones. Según otras fuentes, el Sylvia, un navío de buen porte, hizo múltiples viajes a Alhucemas entre 1922 y 1924, transportando suministros diversos, combustible y armamento procedente de los sobrantes de la Primera Guerra Mundial. Se afirma que Abd el-Krim otorgó a los británicos concesiones mineras a cambio de 300.000 libras esterlinas. Esa suma debía ingresarse en la cuenta corriente del propio Abd el-Krim en un banco francés. El hierro del Rif, que entre 1914 y 1918 había servido para alimentar la Gran Guerra europea (España, neutral, exportaba por igual aquel hierro a ambos bandos, con pingües beneficios para el conde de Romanones y sus socios), alimentaba ahora una nueva contienda sobre suelo marroquí. Incluso cabe imaginar que los fusiles de segunda mano que recibía Abd el-Krim estuvieran fundidos a partir de hierro extraído en su día de las funestas minas del Uixán.

Muchos años después, en El Cairo, al ser consultado sobre sus tratos económicos con los británicos y los alemanes, Abd el-Krim no los desmintió rotundamente. Parece que los británicos intrigaban contra Francia, que los alemanes maniobraban en favor de sus importantes intereses comerciales y que Abd el-Krim se prestó con cierto candor al juego de unos y otros sin obtener grandes rendimientos. Las 300.000 libras nunca llegaron a ingresarse en su cuenta, y cuando Francia entró en guerra abierta con él los británicos se apartaron prudentemente. La política europea en África permitía pequeños enredos y travesuras, pero nunca colisiones frontales entre las grandes potencias coloniales. En un memorándum de diciembre de 1924, el inglés Chamberlain reconocía que había que dejar que Francia pacificara Marruecos y ayudase a España a sofocar la rebelión del Rif. El desarrollo de la aviación restaba importancia estratégica a Gibraltar: para los intereses de Su Graciosa Majestad, empezaba a resultar más peligrosa la existencia de ese miniestado rebel de en el norte de África que la consolidación de Francia al otro lado del Estrecho. El contrato de Gardiner con Abd el-Krim quedó roto. El líder rifeño comentaría amargamente que los ingleses se habían cambiado de chaqueta. Siempre los había recibido con afecto y honores en Axdir, incluso se daba con cierta frecuencia al placer (uno de los pocos que se le conocían) de fumar cigarrillos ingleses. Pero Abd el-Krim pagaba aquí su ingenuidad en asuntos internacionales. Creer que Gran Bretaña perjudicaría seriamente a Francia era una muestra de ignorancia de los vínculos que existían entre las dos potencias, algunos de ellos más que poderosos. Francia estaba endeudada hasta las cejas con Gran Bretaña por los gastos de la Primera Guerra Mundial, y aunque la deuda nunca llegaría a restituirse, no era precisamente interés de los británicos arruinar a Francia.

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