Antonio Molina - El Invierno En Lisboa

Здесь есть возможность читать онлайн «Antonio Molina - El Invierno En Lisboa» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Invierno En Lisboa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Invierno En Lisboa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Esta historia es un homenaje al cine «negro» americano y a los tugurios en donde los grandes músicos inventaron el jazz, una evocación de las pasiones amorosas que discurren en el torbellino del mundo y el resultado de la fascinación por la intriga que enmascara los motivos del crimen.
Entre Lisboa, Madrid y San Sebastián, la inspiración musical del jazz envuelve una historia de amor. El pianista Santiago Biralbo se enamora de Lucrecia y son perseguidos por su marido, Bruce Malcolm.
Mientras, un cuadro de Cézanne también desaparece y Toussaints Morton, procedente de Angola y patrocinador de una organización ultraderechista, traficante de cuadros y libros antiguos, participa en la persecución. La intriga criminal se enreda siguiendo un ritmo meticuloso e infalible.
El Invierno en Lisboa confirmó plenamente las cualidades de un autor que se cuenta ya por derecho propio entre los valores más firmes de la actual novela española. El invierno en Lisboa fue galardonada con el premio de la Crítica y el premio Nacional de Literatura en 1988 y fue llevada al cine, con la participación del trompetista Dizzy Gillespie.

El Invierno En Lisboa — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Invierno En Lisboa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Biralbo no dijo nada. Tenía sed y le escocían los ojos, había demasiado humo en el aire. Daphne lo miraba con un cierto interés, como se mira a quien viaja en el asiento de al lado. Él debía mantenerse firme, sin pestañear siquiera, fingir que lo sabía y lo ocultaba todo. Recordó una carta de Lucrecia, la última, un sobre que encontró vacío varios meses después de marcharse para siempre de San Sebastián. Burma, repetía en silencio, Burma, como diciendo un conjuro cuyo sentido ignorase, una palabra indescifrable y sagrada.

– Burma -dijo Toussaints Morton-. Es doloroso que nada sea ya respetable. Alguien alquila este local y usurpa ese nombre y lo convierte todo en un prostíbulo. Cuando vimos el letrero desde la calle se lo dije a Daphne: «¿Qué pensaría el difunto dom Bernardo Ulhman Ramires si levantara la cabeza?» Pero noto que usted ni siquiera sabe quién fue dom Bernardo. La juventud lo ignora todo y quiere saltar por encima de todo. El mismo dom Bernardo me lo dijo una vez, en Zurich, me parece que estoy viéndolo como lo veo a usted. «Morton», me dijo, «por lo que respecta a los hombres de mi generación y de mi clase, el fin del mundo ha llegado. No nos queda otro consuelo que coleccionar bellos cuadros y libros y recorrer los balnearios internacionales». Tenía usted que haber oído su voz, la majestad con que decía, por ejemplo, «Oswald Spengler», o «Asia», o «Civilización». Poseía en Angola selvas enteras y plantaciones de café más grandes que Portugal, y qué palacio, amigo mío, en una isla, en el centro de un lago, yo nunca lo vi, para mi desgracia, pero contaban que era todo de mármol como el Taj Mahal. Dom Bernardo Ulhman Ramires no era un terrateniente, era la cabeza de un reino magnífico levantado en la selva, supongo que ahora esos tipos lo habrán convertido todo en una comuna de harapientos comidos de malaria. Dom Bernardo amaba Oriente, amaba el gran Arte, quería que sus colecciones pudieran compararse a las mejores de Europa. «Morton», me decía, «cuando veo un cuadro que me gusta no me importa el dinero que deba pagar para tenerlo». Amaba sobre todo la pintura francesa y los mapas antiguos, era capaz de cruzar medio mundo para examinar un cuadro, y yo los buscaba para él, no sólo yo, tenía una docena de agentes recorriendo Europa en busca de cuadros y mapas. Dígame un gran maestro, cualquiera: dom Bernardo Ulhman Ramires tenía un cuadro o un dibujo suyo. También amaba el opio, a qué ocultarlo, eso no le quita grandeza. Durante la guerra había trabajado para los ingleses en el Sudeste de Asia y de allí trajo el gusto por el opio y una colección de pipas que nadie en el mundo igualará nunca. Recuerdo que me recitaba siempre un poema en portugués. Un verso decía así: «Um Oriente ao oriente do Oriente…» ¿Se aburre? Lo siento, yo soy un sentimental. Desprecio una civilización en la que no tienen sitio hombres como dom Bernardo Ulhman Ramires. Ya sé: usted no aprueba el imperialismo. También en eso se parece a Malcolm. Usted mira el color de mi piel y piensa: «Toussaints Morton debiera odiar los imperios coloniales.» Error, amigo mío. ¿Sabe dónde estaría yo si no fuera por el imperialismo, como dice Malcolm? No aquí, desde luego, cosa que a usted lo aliviaría. En lo alto de un cocotero, en África, saltando como un simio. Tocaría un tam tam, supongo, haría máscaras con cortezas de árboles… No sabría nada de Rossini ni de Cézanne. ¡Y no me hable du Bon Sauvage, se lo suplico!

– Que nos hable de Cézanne -dijo Malcolm-. Que nos diga lo que él y Lucrecia hicieron con el cuadro.

– Mi querido Malcolm -Toussaints Morton sonreía con sosiego papal-, alguna vez te perderá tu impaciencia. Tengo una idea: reclutemos al amigo Biralbo para nuestra alegre sociedad. Propongámosle un trato. Admitamos la posibilidad de que sus relaciones mercantiles con la bella Lucrecia no hayan sido tan satisfactorias como las sentimentales… Ésta es mi oferta, amigo mío, la mejor y la última: usted nos ayuda a recuperar lo que es nuestro y nosotros lo incluimos en el reparto de beneficios. ¿Te acuerdas, Daphne? La misma oferta le hicimos al Portugués…

– No hay trato -dijo Malcolm-. No mientras yo esté aquí. Cree que puede engañarnos, Toussaints, se sonreía mientras le hablabas. Dinos dónde está el cuadro, dónde está el dinero, Biralbo. Dilo o te mato. Ahora mismo.

Apretaba tan fuerte la culata de la pistola que tenía blancos los nudillos y le temblaba la mano. Daphne se apartó despacio de Biralbo, se puso en pie deslizando la espalda contra la pared. «Malcolm», decía en voz baja Toussaints Morton, «Malcolm», pero él no lo escuchaba ni lo veía, sólo miraba los ojos quietos de Biralbo como exigiéndole miedo o sumisión, afirmando en silencio, tan rígidamente como sostenía la pistola, la pervivencia de un antiguo rencor, la inútil, la casi compartida rabia de haber perdido el derecho a los recuerdos y a la dignidad del fracaso.

– Levántate -dijo, y cuando Biralbo estuvo en pie le puso la pistola en el centro del pecho. De cerca era tan grande y obscena como un trozo de hierro-. Habla ahora mismo o te mato.

Biralbo me contó luego que había hablado sin saber qué decía: que en aquel instante el terror lo volvió invulnerable. Dijo:

– Dispara, Malcolm. Me harías un favor.

– ¿Dónde he oído yo eso antes? -dijo Toussaints Morton, pero a Biralbo le pareció que su voz sonaba en otra habitación, porque él sólo veía frente a sí las pupilas de Malcolm.

– En Casablanca -dijo Daphne, con indiferencia y precisión-. Bogart se lo dice a Ingrid Bergman.

Al oír eso una transfiguración sucedió en el rostro de Malcolm. Miró a Daphne, olvidó que tenía la pistola en la mano, la verdadera rabia y la verdadera crueldad contrajeron su boca e hicieron más pequeños sus ojos cuando volvió a fijarlos en Biralbo y se lanzó sobre él.

– Películas -dijo, pero era muy difícil entender sus palabras-. Eso es lo único que os importaba, ¿verdad? Despreciabais a quien no las conociera, hablabais de ellas y de vuestros libros y vuestras canciones pero yo sabía que estabais hablando de vosotros mismos, no os importaba nadie ni nada, la realidad era demasiado pobre para vosotros, ¿no es cierto…?

Biralbo vio que el cuerpo grande y alto de Malcolm se le aproximaba como si fuera a derribarse sobre él, vio sus ojos tan cerca que le parecieron irreales, al retroceder chocó contra el diván, y Malcolm seguía aproximándose como un alud, le dio una patada en el vientre, se hizo a un lado para eludir su caída y entonces tuvo ante sí la mano que aún apretaba la pistola, la golpeó o la mordió y la oscuridad se hizo sobre él y cuando volvió a abrir los ojos la pistola estaba en su mano derecha. Se puso de pie, empuñándola, pero Malcolm aún seguía encorvado sobre el vientre, de rodillas, la cara contra el diván, y Daphne y Toussaints Morton lo miraban y retrocedían, «tranquilo», murmuraba Morton, «tranquilo, amigo mío», pero no llegaba a sonreír, fijo en la pistola que ahora estaba apuntándole, y Biralbo dio unos pasos atrás y tanteó la puerta en busca del pestillo, pero no lo encontraba, Malcolm volvió la cara hacia él y comenzó a levantarse muy lentamente, al fin la puerta se abrió y Biralbo salió de espaldas, acordándose de que era así como salían los héroes de las películas, cerró de un portazo y echó a correr hacia las escaleras de hierro y sólo cuando cruzaba la penumbra rosada del bar donde bebían las mujeres rubias se dio cuenta de que aún llevaba la pistola en la mano y de que muchos pares de ojos sucesivos lo miraban con sorpresa y espanto.

Capítulo XV

Salió a la calle y al recibir bruscamente en la cara el aire húmedo de la noche supo por qué no tenía miedo: si había perdido a Lucrecia nada le importaba. Guardó la pesada pistola en un bolsillo de su abrigo y durante unos segundos no corrió, apaciguado por una extraña pereza semejante a la que algunas veces nos inmoviliza en los sueños. Sobre su cabeza se apagaba y encendía en breves intervalos el rótulo del Burma Club alumbrando un muro muy alto de balcones vacíos. Echó a andar de prisa, con las manos en los bolsillos, como si llegara tarde a alguna parte, no podía correr, porque una muchedumbre como de puerto asiático ocupaba la calle, rostros azules y verdes bajo los letreros de neón, esfinges de mujeres solas, grupos de negros que se movían como obedeciendo un ritmo que sólo ellos escucharan, cuadrillas de hombres de pómulos cobrizos y rasgos orientales que parecían congregados allí por una turbia nostalgia de las ciudades cuyos nombres resplandecían sobre la calle, Shangai, Hong Kong, Goa, Jakarta.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Invierno En Lisboa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Invierno En Lisboa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Antonio Molina - In the Night of Time
Antonio Molina
Antonio Molina - A Manuscript of Ashes
Antonio Molina
Antonio Molina - In Her Absence
Antonio Molina
Antonio Molina - Sepharad
Antonio Molina
Antonio Molina - Los misterios de Madrid
Antonio Molina
Antonio Molina - El viento de la Luna
Antonio Molina
Antonio Molina - Ardor guerrero
Antonio Molina
libcat.ru: книга без обложки
Antonio Molina
Antonio Molina - Córdoba de los Omeyas
Antonio Molina
libcat.ru: книга без обложки
Antonio Molina
Antonio Molina - El jinete polaco
Antonio Molina
Отзывы о книге «El Invierno En Lisboa»

Обсуждение, отзывы о книге «El Invierno En Lisboa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x