• Пожаловаться

Juan Saer: Cicatrices

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Saer: Cicatrices» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Juan Saer Cicatrices

Cicatrices: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cicatrices»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Luis Fiore, obrero metalúrgico, asesina a su mujer en la noche de un 1ª de mayo. El episodio sirve de base a las cuatro historias que integran esta novela de Juan José Saer, publicada originalmente en 1969. Una interrogación sobre el funcionamiento del mundo, sobre el conflicto entre el caos y el orden, sobre la posibilidad del conocimiento y la irrisión de la experiencia humana.

Juan Saer: другие книги автора


Кто написал Cicatrices? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Cicatrices — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cicatrices», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Doy el golpe, esta vez por la colorada, y por baranda, y después de pegar a la colorada y a la baranda, mi bola atraviesa en diagonal la mesa verde y se dirige hacia la de punto.

– Siete -digo.

– Mucho -dice Tomatis, felicitándome, sin siquiera mirar la mesa.

La bola blanca choca contra la de punto y el golpe resuena con su sonoridad peculiar en el gran salón plagado de ruidos, de murmullos, de gritos y de voces. El cono de luz artificial que cae sobre la mesa verde nos aísla como en el interior de una carpa. Hay varios conos luminosos a lo largo del salón. Cada uno de ellos está tan aislado de los otros, y moviéndose con tan perfecta autonomía, que parecen planetas con su sitio fijado en un sistema, girando en él, ignorando cada uno la existencia de los otros. Tomatis está parado en el límite mismo de esa carpa de luz, y tiene detrás la gran claridad de febrero, porque nuestra mesa es la que está más próxima a la ventana.

Me preparo para tirar la octava carambola. Me inclino sobre la mesa, apoyo parte de la palma de la mano derecha sobre el paño, y tres de los dedos, introduzco el taco en una especie de puente que formo con el pulgar y el índice y con la mano izquierda sacudo el taco desde su base. Mi mirada va, alternativamente, del punto de mi bola en el que el extremo del taco tiene que golpear al punto de la bola colorada contra el que va a chocar mi bola y al lugar en el que está la bola de punto, o sea la contraria y, en este caso, la de Tomatis.

– Muy bien apuntada -dice Tomatis, que ni mira. No presta la menor atención al juego, y yo ya he hecho treinta y seis carambolas y él únicamente dos. Las dos que ha hecho las ha hecho de pura casualidad y la impresión que da al tirar es que quiere errar su tiro lo antes posible para ponerse a un costado de la mesa y hablar. Da la impresión de que para él, cuantas más carambolas haga el contrario, mejor, ya que eso le permitirá vocalizar un párrafo más largo. No parece ser torpe, sino simplemente no prestar atención. Yo hasta diría que maneja el taco bastante bien -uno se da cuenta por la forma en que lo agarran- en relación con muchos otros tipos que se ponen a jugar al billar de sobremesa. Pero, teniendo en cuenta que revela bastante experiencia en el juego, que siempre es él el que invita a jugar y que todos los tipos a los que invita -Horacio Barco, por ejemplo- juegan más que él, la conclusión que he sacado es que Tomatis usa el juego de billar para hablar todo el tiempo él solo y a sus anchas. Después agrega:

– A menos que uno sea un tipo fuera de serie, pero ésos no cuentan para la humanidad.

Alzo la cabeza antes de tirar y le digo: -He aquí un demócrata.

– Me he hecho famoso por pasarme por las bolas a la pendejada piola que me quiere agarrar de punto -dijo Tomatis, riéndose.

Y así por el estilo. Entré a trabajar en el diario el siete de febrero gracias a él, y me encomendaron la sección Tribunales y la sección Estado del Tiempo. Él hacía información general y corregía la página literaria de los domingos. Mi relación con Tomatis databa de un año atrás. Yo acababa de leer uno de sus libros y una vez me lo encontré en la calle y lo seguí hasta que me le puse a la par. Él fumaba un cigarro y no se dio cuenta de que yo estaba al lado suyo hasta que se detuvo frente a una agencia de lotería y se puso a mirar el extracto.

– Usted es Carlos Tomatis, ¿no es cierto? -le dije.

– Así dicen -dijo él.

– Quería hablar con usted porque me ha gustado mucho uno de sus libros -le dije yo.

– ¿Cuál de ellos? -dijo Tomatis-. Porque tengo más de tres mil.

– No -dije yo-. Uno de los que ha escrito. El último.

– Ah -dijo Tomatis- Pero no es el último. Es apenas el segundo. Pienso escribir otros.

Después se puso a mirar el extracto mordiendo su cigarro.

– Dos cuarenta y cinco, dos cuarenta y cinco, dos cuarenta y cinco -canturreó mirando la lista de números-. Ni figura, el dos cuarenta y cinco.

Me saludó y se fue. Pero después nos vimos varias veces, y si bien nunca pudimos hablar de su segundo libro, cuando murió mi padre y me quedé solo con mi madre, fui a verlo para preguntarle si me podía conseguir trabajo. Yo conocía otras personas, mucho más influyentes que él, para ir a pedirles que me consiguieran algún trabajo, pero quería pedírselo a él. Quería que él me diera algo. Y me lo dio, porque no sé de qué manera, el siete de febrero a las diez de la mañana yo estaba con el viejo Campo, el antiguo encargado de la sección, que estaba a punto de jubilarse, recorriendo las oscuras galenas de los Tribunales, subiendo y bajando las escaleras de mármol pulido, entrando y saliendo en unas oficinas desoladas de techo altísimo, atestadas de expedientes.

– Éste -me decía el viejo Campo, arrugando su nariz de mono- es el Juzgado Civil de la Segunda Nominación, y aquél es el secretario. Ahí está el Colegio de Abogados. Por cualquier duda que tengas vas al segundo piso donde está la Oficina de Prensa, que ahora está cerrada por la feria judicial, y pedís hablar con el encargado, un señor Agustín Ramírez, que él va a prestarte toda su colaboración.

Marcaba con lentitud algunas palabras como "Nominación", "feria judicial", "Prensa", "Ramírez", esperando que yo tratara de grabármelas. Yo ni lo escuchaba. Mientras la cara de mono del viejo Campo (un mono pacífico, dulce, ajeno a este mundo) gesticulaba poniendo en movimiento todos sus pliegues arrugados, yo paseaba mi mirada distraída por los corredores oscuros en que las siluetas borrosas de litigantes y funcionarios entraban y salían, los altos armarios de expedientes que evocaban en mí la imagen fácil de Kafka, las escaleras de mármol que ascendían hacia el primer piso con una curva amplia y anacrónica, el sol de febrero que penetraba en el vestíbulo a través de la gran puerta de entrada.

En cuanto a la sección Estado del Tiempo, ahí mi función era aproximadamente la de Dios. Yo tenía que ir cada tarde, alrededor de las tres, a la terraza del edificio del diario y tomar los datos de los aparatos de observación meteorológica. Nunca los entendí. De modo que cuando fui a preguntarle a Tomatis, que había comenzado también haciendo esa sección en el diario, me dijo que tampoco él los había entendido nunca y que a su juicio lo más razonable era inventar o copiar. Usé los dos métodos. Durante veinte días, en el mes de febrero, pasé al taller la misma información sobre el estado del tiempo, que copié en forma textual de la aparecida el día anterior a mi entrada en el diario. Durante veinte días según los aparatos de observación del diario La Región, las condiciones meteorológicas de la ciudad fueron las siguientes: a las ocho de la mañana presión atmosférica, setecientos cincuenta y seis con ochenta; temperatura, veinticuatro grados dos décimas, y humedad relativa sesenta y cuatro por ciento; a las tres de la tarde: presión atmosférica; setecientos cincuenta y cuatro con cuarenta; temperatura, treinta y seis grados una décima y humedad relativa ochenta y dos por ciento. Encontré un título ingenioso para la noticia, gracias a la ayuda de Tomatis: “Mantiénense invariables las condiciones del tiempo en ésta”. El veintisiete de febrero una lluvia puta me hecho a perder todo el trabajo. Por desgracia; yo ya había pasado toda la información, porque me las tomé antes de hora, de modo que cuando llegué a la oficina del director llevaban ya llovidos ciento cincuenta milímetros desde el mediodía del día anterior, y eran apenas las once de la mañana. El director tenía sobre el escritorio el paquete de diarios del mes de febrero y todas las secciones Estado del Tiempo aparecían en cada ejemplar señaladas con un furioso círculo rojo hecho a lápiz.

– No vamos a echarte -dijo el director-. Vamos a suspenderte por cinco días. No por bondad. No queremos problemas con el sindicato. Pero el día que yo llegue a sentir que está más fresco que de costumbre y que me parezca que sopla alguna brisa, aunque más no sea porque me he levantado de buen humor, y aunque el sol esté partiendo la tierra, y esa sensación mía no aparezca registrada al detalle en la crónica meteorológica, no te van a alcanzar las dos piernas para llegar a la calle.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Cicatrices»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cicatrices» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Juan Saer: El entenado
El entenado
Juan Saer
Juan Saer: La Pesquisa
La Pesquisa
Juan Saer
Juan Saer: Palo y hueso
Palo y hueso
Juan Saer
Juan Saer: Lo Imborrable
Lo Imborrable
Juan Saer
Juan Saer: The One Before
The One Before
Juan Saer
Juan José Saer: Scars
Scars
Juan José Saer
Отзывы о книге «Cicatrices»

Обсуждение, отзывы о книге «Cicatrices» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.