Juan Saer - Glosa

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Saer - Glosa» — ознакомительный отрывок электронной книги совершенно бесплатно, а после прочтения отрывка купить полную версию. В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Glosa: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Glosa»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

¿Qué fue lo que realmente sucedió esa noche en la fiesta donde se festejó al poeta Jorge Washington Noriega? En una caminata por el centro de la ciudad, Ángel Leto y el Matemático reconstruyen esa fiesta en la que no estuvieron pero que conocen bien: circulan distintas versiones, todas enigmáticas y un poco delirantes, que son revisadas y vueltas a contar y discutidas o rectificadas.

Glosa — читать онлайн ознакомительный отрывок

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Glosa», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– De las que Tomatis sería el ejemplo típico -dice Leto.

– Eso es -dice el Matemático. Se ríen. Según Botón, de Noca, cuando se había armado la discusión sobre el caballo que tropezaba, Tomatis había dicho: Si el caballo iba hacia el boliche cuando tropezó, la culpa es del caballo; si volvía, la culpa es de Noca. Todos se reían, según Botón, pero en realidad no se sabía. En realidad, dice el Matemático, el caballo de Noca y, sobre todo, el testimonio de Noca, son heterogéneos al razonamiento. Basta con plantear el problema en general: los caballos tropiezan sí o no. Y después, como bien dice Barco, qué se entiende por tropezar.

A la vuelta de Europa, el sábado anterior, el Matemático se ha tomado la balsa para ir a ver un partido de rugby a Paraná. Apoyado en la borda de la cubierta superior, con la pipa encendida bien agarrada entre los dientes, mientras está mirando maniobrar los grandes camiones con acoplado que estacionan en varias filas en la cubierta inferior, ve entrar corriendo a Botón, con un bolso en la mano y el estuche de la guitarra en la otra, y que, a juzgar por la rapidez y la infalibilidad con que sube las escaleras y viene a instalarse a su lado, sin levantar la cabeza una sola vez, ya ha de haberlo visto desde el atracadero mismo, antes de subir a la balsa -Botón que, como el Matemático lo adivinó al verlo cuerpear, limpio y recién peinado y afeitado, los camiones que maniobran, ruidosos y casi a paso de hombre, para subir y estacionar en la balsa, Botón, de quien el Matemático, digo, ¿no?, ha adivinado que se dispone a pasar el fin de semana en Entre Ríos con su familia, y que, apenas se sientan en un banco de madera de la cubierta superior, en la popa, se pone a contarle, con todos sus pormenores, el cumpleaños. Han tomado la balsa de mediodía por razones diferentes; el Matemático porque, como la travesía dura dos horas y el partido empieza a las tres y media, calcula que le quedará tiempo para hacer una caminata hasta la cancha; y Botón porque, según él, hubiese debido tomar la de las diez, puesto que la combinación del colectivo para Diamante sale a las dos y media, pero se ha quedado dormido, y ahora tendrá el tiempo justo para llegar desde el puerto hasta la estación de ómnibus y saltar al colectivo. Está nublado, pero no hace frío: doble razón que les permite permanecer en el puente a mediodía. Enceguecidos por la costumbre, no ven retroceder, paulatinos, a medida que la balsa se aleja, el puente colgante en el fondo, el club de Regatas, el atracadero, Alto Verde en la orilla de enfrente, los riachos, las islas, las canoas o las lanchas que, en sentido inverso al que ellos llevan, navegan hacia la ciudad. El nublado del cielo es singular: son nubes chicas, casi cuadradas, pegadas unas a otras por los lados, que son de un gris más oscuro que el del centro un poco protuberante de cada una de ellas; inmóviles, cubren el cielo entero, hasta el horizonte, casi todas del mismo tamaño, de modo tal que el firmamento, al que nunca le ha convenido mejor la denominación, aunque ella se aplique al cielo estrellado y no, justamente, a las nubes, da la impresión de ser una bóveda cóncava y empedrada. Ese cielo pétreo, estable, durará todo el día, hasta que al anochecer, sin ruido, se irá disolviendo, no sin antes pasar por una fase lisa de un gris bien oscuro, en una llovizna cada vez más espesa que durará hasta el domingo a la noche. Pero en el mediodía del sábado, sobre la balsa, el río y las islas, conserva todavía esa inmovilidad de pavimento. Botón, que ha dejado el bolso y la guitarra sobre el banco en el que están sentados, saca del bolsillo una tableta de chocolate y, desnudándola hasta la mitad de su, y por qué no, doble vestimenta de papel impreso y de papel plateado, se la extiende al Matemático que, con cortesía distante y pensativa, la rechaza. Sin maniobras dilatorias, Botón le lanza, a quemarropa, la pregunta inevitable: ¿cómo le ha ido en el viaje? Y el Matemático, unos segundos después, con la vista fija en el punto en que la estela que va dejando la balsa empieza a borrarse de la superficie del río, se oye a sí mismo, no sin cierto desaliento, repetirle a Botón la ristra de ciudades que traen en su reverso las imágenes supuestamente empíricas que desde su paso por ellas acompañan los nombres: Venecia, la verdadera puerta de Oriente y no Estambul; Varsovia, no dejaron nada; Brujas, pintaban lo que veían; Madrid, lo que uno siente haber perdido en el extranjero lo vuelve a encontrar ahí. Botón lo observa unos segundos, sin parpadear, con la cabeza un poco inclinada, pensando ya en otra cosa, masticando su chocolate, y cuando el Matemático termina, sin hacer ningún comentario, empieza a contar algo a su vez, como si sus relatos, que no tienen nada que ver, fuesen complementarios, Botón digo, ¿no? -ese muchacho crespo pero rubio, de bigotito rubio, de ojos azules casi transparentes, que cuando canta acompañándose con la guitarra lo hace tan bajito que hay que inclinarse hacia él apoyando la mano en la oreja y poner de lado la cabeza para oír algo-; Botón, en quien, según Tomatis, la única transgresión a una observancia nacionalista rigurosa es la ingestión desmedida de cognac y de caña paraguaya que, aunque de fabricación nacional se manifestaron, en tanto que idea, más allá de nuestras fronteras. Botón dice que, a principios de septiembre, o fines de agosto tal vez, ya no se acuerda bien, se juntó un grupo numeroso en la quinta de Basso, en Colastiné Norte, para festejar el sexagésimo quinto aniversario del nacimiento de Jorge Washington Noriega (los sesenta y cinco años de Washington, dice textual Botón); que él se había encontrado a la tarde con el Gato en Bellas Artes y que el Gato lo había invitado diciéndole que llevara también la guitarra; que los invitados habían ido llegando de a poco -él primero que todos y se había puesto a puntear en el fondo del patio con Basso que recién se levantaba de la siesta. Que la cosa había durado hasta el amanecer.

– Claro -dice Leto-. Me doy cuenta.

– Sí -dice el Matemático.

Más o menos así, ¿no?: qué se entiende por tropezar. ¿Hay un simple pie exterior y un pozo o una piedra exteriores en un lugar de pura exterioridad en el que gracias a la intervención de diferentes factores espacio-temporales se produce un encuentro indebido entre la punta del pie y la protuberancia saliente de la piedra semienterrada de modo tal que la normalidad motriz se ve perturbada por el choque acarreando un desequilibrio en el sujeto, sin que nociones tales como error o intención hayan intervenido para nada en la producción del acontecimiento, considerándoselo por lo tanto como un mero hecho físico en el que coinciden masa, pero específico, velocidad, movimiento, inclinación, etc., o bien, encarándolo desde una perspectiva interna o subjetiva, se trata de un acto cuyo acaecer es únicamente posible si se admite la existencia, entre los atributos del sujeto, de una tendencia contraria a la que le permite desplazarse erguido sobre sus miembros inferiores y sortear los obstáculos sin accidente? Ni Barco bajo el quincho de lo de Basso, ni ningún otro de los presentes, ni el Matemático ni Leto en la calle recta y soleada por la que avanzan a paso regular, ha formulado así, con esas palabras, la disyuntiva, pero su esquema, irrefutable y descarnado, flota, idéntico a pesar de las carnaduras ocasionales con que cada uno lo reviste, en sus cabezas. Sí, repite el Matemático. Y Washington, que fumaba tranquilo un Gitane Filtre (Caporal) de uno de los paquetes que le había regalado el día anterior el director de la Alianza Francesa, no decía nada. Sonreía, pensativo, pero no decía nada. Mutis por el foro de Noca, del caballo de Noca, de todo ente individual de hombre o caballo: bajo el quincho de Basso, en el anochecer benigno de fin de invierno, y en la calle recta y soleada, queda el residuo duro del acontecimiento, la armazón, el límite óseo o pétreo contra el que se choca, el problema. Cohen manipulaba leña y brasas. Barco, de un solo trago, vació su vaso de cerveza y, saliendo de bajo el quincho, se dirigió a su puesto, junto al barril y la serpentina. También otros se dispersaron. Botón y Basso fueron a la heladera a verificar que el vino blanco estuviese enfriándose como era debido; Beatriz, Tomatis ,el Centauro Cuello y la Chichito, se paseaban fumando, con un vaso en la mano, entre los mandarinos. Silvia Cohen y Marcos Rosemberg conversaban en el interior de la casa, cerca de la biblioteca. Bajo el quincho quedaban Nidia Basso, Cohen, Washington y los mellizos. Después, necesariamente, vuelve Botón, porque de otro modo, ¿no? -Botón, que en la popa de la balsa, le va diciendo al Matemático: Washington siempre pensativo; los mellizos presentes, Nidia Basso, y Cohen, satisfecho de haber, con su objeción, etc., etc. -los otros dispersos por el patio y la casa; en el anochecer benigno, en la quinta de Colastiné, a la que Leto, que escucha ahora al Matemático, le ha debido agregar el quincho imprevisto con la parrilla, del que ya casi no podrá prescindir puesto que la mayor parte del relato transcurre bajo su techo de paja, un quincho genérico, idea de quincho más bien, sin forma demasiado precisa, emplazado en un patio en el que no calza del todo bien, bajo el que personas conocidas y desconocidas que poseen, según las va evocando el Matemático, distinto grado de realidad, toman una cerveza que Leto nunca ha visto, olido, tocado o gustado, pero que se estampa, inequívoca, en su interior, dorada, con su borde de espuma blanca, en vasos probables y globales que, sin darse cuenta, Leto hace coincidir con, o deduce más bien, de sus recuerdos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Glosa»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Glosa» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Juan Saer - The Clouds
Juan Saer
Juan José Saer - Scars
Juan José Saer
Juan Saer - The One Before
Juan Saer
Juan José Saer - La Grande
Juan José Saer
Juan Saer - Lo Imborrable
Juan Saer
Juan Saer - Palo y hueso
Juan Saer
Juan Saer - Las nubes
Juan Saer
Juan Saer - La Pesquisa
Juan Saer
Juan Saer - Responso
Juan Saer
Juan Saer - Cicatrices
Juan Saer
Juan Saer - El entenado
Juan Saer
Отзывы о книге «Glosa»

Обсуждение, отзывы о книге «Glosa» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x