Dantón sabía que su padre iba a gozar las historias de cantinas, desafíos y serenatas que, a nivel suburbano, repetían las hazañas del Charro Cantor. En la Prepa, lo castigaban por estas escapadas. Juan Francisco, en cambio, se las celebraba y el hijo se hacía cruces imaginando si su padre añoraba aventuras de su propia juventud o si, gracias al hijo, por primera vez, tenía la juventud que le faltó. De su pasado más íntimo, Juan Francisco nunca hablaba. Si Laura apostaba a que con su hijo menor el marido revelara el secreto de un origen, nunca fue así, había una zona reservada de la jornada vital de López Greene, y era el despertar mismo de su personalidad: ¿había sido siempre el líder atractivo, elocuente y bravo que ella conoció en el Casino de Xalapa cuando era una muchacha de diecisiete años, o había algo antes y detrás de la gloria, una censura que explicase al hombre parco, indiferente y miedoso que ahora vivía con ella?
Al hijo mimado lo instruía Juan Francisco en la historia gloriosa del movimiento obrero contra la dictadura de Porfirio Díaz. Desde 1867, cuando cayó el imperio de Maximiliano -mira no-más, hace apenitas más de medio siglo-, Juárez se encontró en la capital con grupos bien organizados de anarquistas entrados subrepticiamente con las tropas húngaras, austríacas, checas y francesas que apoyaban al archiduque Habsburgo. Se quedaron aquí cuando los franceses se fueron y Juárez mandó fusilar a Maximiliano. Se habían reunido en «Sociedades de Resistencia», formadas por artesanos. Desde 1870 se constituyó el Gran Círculo de Obreros de México, luego el grupo secreto bakunista La Social celebró, en 1876, el primer congreso general obrero de la República Mexicana.
– Ya ves, hijo, que el obrerismo mexicano no nació apenas ayer, aunque tuvo que luchar contra añejos prejuicios coloniales. Había una delegada anarquista, Soledad Soria. Quisieron vetarla porque la presencia de una mujer violaba los antecedentes, dijeron. El Congreso llegó a tener ochenta mil miembros, te das cuenta. De qué enorgullecerse. Con razón Díaz empezó a reprimir, culminando con la terrible represión contra los miembros de Cananea. Don Porfirio comenzó a reprimir allí porque los grupos americanos que dominaban a la compañía de cobre enviaron desde Arizona casi cien hombres armados, los rangers, a proteger la vida y la propiedad americana. Es la cantinela de siempre de los gringos. Invaden un país para proteger la vida y la propiedad. Los mineros también querían lo de siempre, jornada de ocho horas, salarios, techo, escuelas. Ellos también querían tener vida y propiedad. Los masacraron. Pero la dictadura se cuarteó allí mismo para siempre. No calcularon que una sola cuarteadura puede derrumbar todo un edificio*.
A Juan Francisco le encantaba tener un escucha atento, su propio hijo, para rememorar estas historias heroicas del obrerismo mexicano, culminando con la huelga textil de Río Blanco en 1907, donde el ministro de Hacienda de Díaz, Yves Limantour, apoyó a los patrones franceses a fin de prohibir libros no censurados y requerir pasaportes de entrada y salida de la fábrica, como si fuera otro país, consignando en ellos la historia rebelde de cada obrero.
– Otra vez fue una mujer, de nombre Margarita Romero, la que encabezó la marcha a la tienda de raya y le prendió fuego. El ejército entró y asesinó a doscientos trabajadores. La tropa se concentró en Veracruz y es entonces cuando yo llegué a organizar la resistencia…
– ¿Y antes, papá?
– Yo creo que mi historia empieza con la Revolución. Antes no tengo biografía, hijo.
Llevó a Dantón a las oficinas de la CTM, un cubículo donde Juan Francisco recibía llamadas que terminaban siempre con un «sí señor», «como usted diga», «usted manda, señor», antes de que Juan Francisco se marchase al Congreso para pasarle las consignas de la Presidencia y las Secretarías de Estado a los diputados obreristas.
En esto se le iba el día. Pero en el trayecto de las oficinas de la central obrera a la Cámara y de vuelta a la oficina, Dantón vio un mundo que no le gustaba. Todo parecía una gran feria de complicidades, una pavana de acuerdos dictados desde arriba por los verdaderos poderes y repetida acá abajo, en el Congreso y los sindicatos, de manera mecánica, sin discutir o dudar, sino en un círculo interminable de abrazos, palmadas en los hombros, secretos al oído, sobres lacrados, risotadas ocasionales, leperadas que tenían la obvia intención de rescatar la hombría maltrecha de los líderes y diputados, citas constantes para grandes comilonas que podían culminar a la medianoche en casa de La Bandida, guiños de tú-me-entiendes para cuestiones de sexo y de lana, y Juan Francisco circulando a su vez entre todos.
– Son instrucciones…
– Es lo más conveniente…
– Claro que son tierras comunales, pero los hoteles en la playa le van a dar chamba a toda la comunidad…
– El hospital, la escuela, la carretera, todo integra mejor su región, señor diputado, sobre todo la carretera que va a pasar junto a su propiedad…
– Bueno, ya sé que es un capricho de la señora, vamos dándole gusto, ¿qué perdemos?, el señor secretario nos lo va a agradecer de por vida…
– No, hay interés superior en detener esta huelga. Eso se acabó, ¿me entiende usted? Todo se puede obtener mediante las leyes y la conciliación, sin pleitos. Dése cuenta, señor diputado, que la razón de ser del gobierno es que en México haya estabilidad y paz social. Eso es lo revolucionario hoy.
– Yo sé que el presidente Cárdenas les prometió una cooperativa, compañeros. Y la vamos a tener. Sólo que las condiciones de producción requieren una gerencia fuerte y ligada nacionalmente a la CTM y al Partido de la Revolución Mexicana. Si no,
camaradas, se los vuelven a tragar los curas y los latifundistas, como siempre.
– Tengan fe.
¿No iba a pedir una oficina, pues, un poco más chicha?
No, le contestó Juan Francisco a Dantón, me conviene un lugar así, modesto, desde donde operar mejor. Así no ofendo a nadie.
Pero yo creo que la lana es para lucirla.
Hazte contratista o empresario entonces, a ésos se les perdona todo.
¿Por qué?
Crean fuentes de trabaja. Es la fórmula.
¿Y tú?
Todos tenemos que desempeñar un papel. Es la ley del mundo. ¿Cuál te agrada, hijo? Político, empresario, periodista, militar…
Ninguno, padre.
¿Entonces qué vas a hacer?
Lo que más me convenga.
XVI. Chapultepec-Polanco: 1947
La inauguración del presidente Miguel Alemán en diciembre de 1946 coincidió con un hecho asombroso en la casa de la Avenida Sonora. La tía María de la O volvió a hablar. «Es jarocho. Es veracruzano», dijo del nuevo, joven y apuesto mandatario, el primer presidente civil después de la sucesión de militares en el poder.
Todos -Laura Díaz y Juan Francisco, Santiago y Dan-tón- se maravillaron, mas no terminaron allí las sorpresas de la tiíta que se dio a bailar sin ton ni son La Bamba a cualquier hora, a pesar de los tobillos hinchados.
– A la vejez, viruelas -dijo con sorna Dantón.
Finalmente, a principios del año nuevo, María de la O hizo su anuncio sensacional.
– Se acabaron las tristezas. Me voy a vivir a Veracruz. Un viejo novio del puerto rne ha propuesto que nos casemos. Es un hombre de mi edad, aunque yo no sé cuál es mi edad porque mi mamá no me registró. Quería que creciera pronto para seguirla en la vida alegre. Vieja pendeja, ojalá se achicharre en el infierno. Lo único que me consta es que Matías Matadamas -es el nombre de mi galán- baila danzón como un ángel y me ha prometido sacarme a bailar dos veces por semana a la Plaza de Armas y entre el público y la gente.
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