Carlos Fuentes - Los años con Laura Díaz

Здесь есть возможность читать онлайн «Carlos Fuentes - Los años con Laura Díaz» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Los años con Laura Díaz: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Los años con Laura Díaz»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Un recorrido por la vida íntima de una mujer y sus pasiones, los obstáculos, prejuicios, dolores, amores y alegrías que la conducen a conquistar su libertad propia y su personalidad creativa. Una saga familiar, originada en Veracruz. Laura Díaz y otras figuras de la talla de Frida Kahlo y Diego Rivera comparten aspectos centrales de la historia cultural y política del país, y nos llevan a reflexionar sobre la historia, el arte, la sociedad y la idiosincrasia de los mexicanos. En esta novela, como nunca antes, Fuentes es fiel a su propósito de describirnos el cruce de caminos donde se dan cita la vida individual y la colectiva.

Los años con Laura Díaz — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Los años con Laura Díaz», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Puro atole con el dedo, José Miguel. Lo que quería Obregón era usarnos como aliados contra los campesinos, contra Villa y Zapata. Y lo logró, nos convenció de que los campesinos eran reaccionarios, clericales, traían a la Virgen en los sombreros, qué sé yo, eran el pasado…

– Puro atole con el dedo, Pánfilo. Carranza era un hacendado que odiaba a los campesinos. Con razón Zapata y Villa empezaron a distribuir tierras sin pedirle permiso al viejo barbas de chivo.

– Pero ahora ganó Obregón, él siempre nos defendió, aunque fuera para ganar apoyos contra Zapata y Villa. Dense cuenta, ca-maradas. Obregón le ganó la batalla a todos…

– Mató a todos, dirás.

– Ya estaría. La política es así.

– ¿Tiene que ser así? Vamos a cambiarla, Dionisio.

– Ganó Obregón, ésa es la realidad. Ganó y se va a quedar. México está en paz.

– Cuéntaselo a los generales levantiscos. Todos quieren parte del gobierno, el poder todavía no acaba de repartirse, Palomo, nos falta ver unas cuantas maravillas, a ver a cómo nos toca.

– Puro atole con el dedo, eso nos toca. Atole. Babas de perico.

– Camaradas -puso fin a la discusión Juan Francisco-. A nosotros lo que nos importa son cosas muy concretas, la huelga, los salarios, la jornada de trabajo y luego otras conquistas por lograr, como son las vacaciones pagadas, la maternidad compensada, la seguridad social. Eso es lo que nos importa obtener. No lo pierdan de vista, camaradas. No se extravíen en los vericuetos de la política.

Laura dejó de tejer, cerró los ojos y trató de imaginar a su marido en el comedor de al lado, de pie, cerrando el debate, diciendo la verdad, pero la verdad inteligente, la verdad posible: había que colaborar con Obregón, con la CROM y con su líder nacional, Luis Napoleón Morones. Arreció la lluvia y Laura aguzó el oído. Los compañeros de Juan Francisco usaron las escupideras de cobre que eran parte indispensable de un hogar bien instalado, de lugares públicos y, sobre todo, de salones donde se reunían hombres.

– ¿Por qué las mujeres no escupimos?

Luego desfilaban fuera del comedor y saludaban a Laura sin decir palabra y ella trataba en vano de atribuir las razones que

había escuchado a las caras que veía pasar, los ojos enterrados de éste (¿Pánfilo?), la nariz estrecha como la entrada a las puertas del cielo de aquél (¿José Miguel?), la mirada solar de uno (¿Dionisio?), el andar a ciegas de otro (¿Palomo?), el conjunto y sus detalles, el renguear disimulado, las ganas de llorar a algún ser amado, la saliva salada, el pasado catarro, el paso antiguo de horas recordadas porque nunca tuvieron lugar, la juventud queriendo ser más de una sola vez, las miradas hipotecadas con sangre, los amores pospuestos, el puñado de muertos, las generaciones ansiadas, la desesperanza sin poder, la vida exaltada sin necesidad de alegría, el desfile de las promesas, las migajas sobre las camisas, el hilo de pelo blanco sobre la solapa, la cornisa del desayuno de huevos rancheros en los labios, la premura por regresar a lo abandonado, la morosidad para evitar el retorno, todo esto vio Laura en el paso de los camaradas de su marido.

Nadie sonreía y esto la alarmó. ¿No tendría razón Juan Francisco? ¿Era ella la que no entendía nada? Quería darles palabras a los rostros que se iban yendo de su casa, despidiéndose sin decir palabra, se sintió inquieta, llegó a sentirse culpable de buscar razones donde quizás sólo había sueños y deseos.

Le caía bien el presidente Obregón. Era astuto, inteligente y aunque ya no se veía tan guapo como en las fotos de las batallas, tan rubio, joven y esbelto como cuando combatía con los dos brazos, ahora, manco y encanecido, había ganado peso como si le faltara ejercicio o la banda presidencial no supliese del todo la mano perdida. Pero mientras recorría los parques de mañana, antes de los aguaceros, con los niños en el carrito, Laura sentía que algo nuevo ocurría, un filósofo exaltado y brillante era el primer ministro de educación del gobierno revolucionario y le había entregado los muros de los edificios públicos a los pintores para que hicieran con ellos lo que se les antojara, ataques al clero, a la burguesía, a la Santísima Trinidad o, peor tantito, al propio gobierno que les pagaba el trabajo. ¡Había libertad!, exclamaba Laura, aprovechando la presencia de la tiíta encargada de los niños para excursionar a la Preparatoria donde Orozco pintaba y al Palacio Nacional donde pintaba Rivera.

Orozco era manco igual que Obregón, era cegatón y triste. Laura lo admiraba porque pintaba los muros de la Prepa como si fuera otro, con una mano vigorosa y la mirada puesta sin pestañear en el sol: pintaba con lo que le faltaba. La mirada sin nubes, otro Orozco habitando el cuerpo de este Orozco, guiándolo, iluminándolo, desafiando a Laura Díaz: imagínate cómo ha de ser el genio

ígneo y fugaz que maneja el cuerpo del pintor, comunicándole un fuego invisible al artista tullido, cegatón, de labio severo y entrecejo agrio.

En cambio, apenas se sentó Laura con su nuevo traje de escote bordado de pedrería y falda corta en la escalera del Palacio Nacional a ver pintar a Diego Rivera, el artista se distrajo, y la miró a ella con tal intensidad que la ruborizó.

– Tienes cara de muchacho o de madona. No sé. Tú escoge. ¿Quién eres? -le preguntó Rivera en un descanso.

– Soy muchacha -sonrió Laura-. Y tengo dos hijos.

– Yo tengo dos hijas. Vámolos casando a los cuatro para que ya libres de mocosos yo te pinte ni como mujer ni como hombre, sino como hermafrodita. ¿Sabes la ventaja? Te puedes amar a ti mismo, misma.

Era lo contrario de Orozco. Era un sapo inmenso, gordo, alto, con ojos saltones y adormilados y cuando ella se presentó otro día toda vestida de negro con una banda negra amarrada a la cabeza por la muerte de su padre Fernando Díaz en Xalapa, un ayudante del pintor le pidió que se retirara: el maestro tenía miedo a la jetta-tura y no podía pintar con las manos haciendo cuernitos para exorcizar la mala suerte…

– Ah, porque ando de luto. Cómo será usted supersticioso, maestro rojo, que le asusta una mujer negra.

No tuvo tiempo de llegar a Xalapa para el entierro. Su madre Leticia, la Mutti, le mandó un telegrama. Tienes tus obligaciones, Laura, un marido y dos hijos. No hagas el viaje. ¿Por qué no añadió algo más, tu padre pensó en ti antes de morir, pronunció tu nombre, volvió a hablar por última vez sólo para decir Laura, Dios le dio ese don al final, volvió a decir?

– Era un hombre decente, Laura -le dijo Juan Francisco-. Tú sabes cómo nos ayudó.

– Lo hizo por Santiago -le contestó Laura con el telegrama en una mano y con la otra apartando la cortina para mirar a lo largo de la lluvia casi negra de las seis de la tarde como si la mirada pudiese llegar hasta un cementerio de Xalapa. Las cimas de los dos volcanes del valle sobrenadaban a la tormenta con sus coronas blancas.

Cuando regresó la tiíta María de la O le dijo que Dios sabía lo que hacía, Fernando Díaz quería morirse para no estorbar, ella lo supo porque la mirada entre los dos era directa e inteligente,

cómo no iba a serlo con el hombre que salvó a la madre de María de la O, la apoyó y le dio una ancianidad digna.

– ¿Vive tu madre?

La tía se turbaba, negaba con la cabeza, decía no sé, no sé, pero una mañana que Laura se quedó en casa a hacer las camas y la tiíta sacó a los bebés a dar la vuelta en el cochecito, encontró debajo de la almohada el viejo daguerrotipo de una negra garrida y esbelta, descotada y con lumbre en los labios, desafío en la mirada, una cintura de avispa y dos senos como melones duros. La escondió rápidamente cuando oyó a María de la O de regreso, cansada a las tres cuadras, tambaleándose sobre los tobillos hinchados.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Los años con Laura Díaz»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Los años con Laura Díaz» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Carlos Fuentes - Chac Mool
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - En Esto Creo
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Vlad
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Hydra Head
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Christopher Unborn
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - Instynkt pięknej Inez
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - La cabeza de la hidra
Carlos Fuentes
Carlos Fuentes - La Frontera De Cristal
Carlos Fuentes
Отзывы о книге «Los años con Laura Díaz»

Обсуждение, отзывы о книге «Los años con Laura Díaz» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x