Xavier Velasco - Diablo Guardian

Здесь есть возможность читать онлайн «Xavier Velasco - Diablo Guardian» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Diablo Guardian: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Diablo Guardian»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El sepelio de Violetta o Rosa del Alba Rosas Valdivia es observado por Pig, escritor compulsivo, perfeccionista, y sin carrera literaria. Pig cede la palabra a la muerta y hace narrar a Violetta, que cuenta su historia en primera persona. Desde niña, el personaje tiene dos diferentes apelativos y una vocación de lo que ella entiende por la palabra puta que cobra diferentes significados durante toda su vida (mismos que ella lleva a la práctica). La niña vive en un ambiente de mentira (su padre tiñe de rubio la cabellera de cada uno de los integrantes de la familia desde los primeros años de la infancia). Las apariencias rigen a la familia de Violetta. El papá planea un robo a la madre, que a su vez ha estado robando a la Cruz Roja y guarda el dinero en una caja fuerte en el clóset. La jovencita-niña empieza a vivir aventuras desde que se escapa de su casa con los cien mil dólares robados. Contrata a un taxista anciano para que viaje con ella por avión y a partir de ese momento, manipulará a los demás. Cruza la frontera con los Estados Unidos, siempre usando a alguien, comprando favores y voluntades. Como todos los hombres que se topan con Violetta, Pig también es usado por ella, que lo domina como escritor y le exige escribir la novela en que ella aparece. Una obra divertida, sin concesiones, despiadada como observación de la sociedad y de los individuos, que tiene el buen gusto artístico de no caer en sentimentalismos o en?denuncias?. Una novela de la globalización.

Diablo Guardian — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Diablo Guardian», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

A los cinco minutos de haber entrado al Waldorf ya me moría de ganas de ir a buscar un taxi, pero necesitaba probarme. Si una sola persona me trataba bien, yo podía regresarme al departamento con la tranquilidad de que todavía no era todo lo que me sentía. Y en esas paranoias andaba cuando se apareció el nuevo ángel de la historia. Era un señor bajito, decentísimo, vestido como rey. Llegó conmigo de lo más ceremonioso, diciéndome Young Lady para todo, rogándome que me sentara dos minutos a hablar con él. No acabé de entender el cuento, pero al final salió con que necesitaba setentaicuatro dólares. Si yo se los prestaba, él después me los iba a enviar a mi suite. Hablaba chistosísimo, no decía: Tengo un problema, sino algo así como: So víctima de un desafortunado contratiempo. Yo veía sus labios moverse, sin tratar de entender lo que me hablaba porque así ya me estaba sintiendo perfecto. Yo decía: Éste es el limosnero más elegante del mundo. Y si un menesteroso de esa categoría creía que yo era rica, decente, Young Lady, seguramente todos pensaban así. Por eso ni siquiera se acercaban a decir nada. Qué palurda, ¿verdad? Qué poyuela, más bien. Total que el Superlimosnero me hizo sentir tan bien que le di los setentaicuatro dólares. Y claro, me sentí riquísima. Otra vez millonaria, repartiendo billetes en el lobby del Waldorf ¿Sabes cómo me fui a dormir? Llamé a un botones y le pedí que me llamara una limo. Suena idiota, idiotísima, pero para que veas lo que hace la prosperidad, en esa limousine se arregló mi futuro.

El feliz poseedor de mis dólares se quedó en la banqueta, despidiéndose con las dos manitas. Igual de sorprendido que yo. Porque en esos momentos Violetta, estaba dando el salto: fue en aquel viajecito del hotel a mi casa que decidí quemarme mi dinero en seis meses. Y no creas que resolví el problema con la fuerza del puro caprichito; en realidad la bomba se desactivó sola. O sea, vino el ángel. Porque si ese señor superdecente me había sacado setentaicuatro dólares en dos minutos, seguro yo podía sacar más por menos. Sin tener que pedir limosna, ¿ajá? Una chicuela buena, rica, decente y momentáneamente desamparada nunca pide limosna; basta con que se sepa que es víctima de un desafortunado contratiempo. Sólo que para lograr eso yo necesitaba dos cosas: parecer decentísima y no tener ni un centavo. Y todo eso podía conseguirlo con la misma estrategia, que consistía en sobrevivir al crudo invierno quemándome doscientos dólares al día. O trescientos, o hasta más, de repente. Pero había que estirarlos de enero a junio. Y adiestrarme, ensayar, inventar lo que fuera. Tenía seis meses para enviciarme con la buena vida, y ese asunto sólo podía empezar como Dios manda en Saks. Ya en mi depto hice cuentas: me había gastado casi doscientos dólares en un taxi, dos películas, un mendigo y una limo, pero había regresado con un plan armado: Cómo saltar ahora mismo y no hundirse en los próximos seis meses. Salta, Violetta. Nunca, antes ni después, hice planes tan largos. Estoy acostumbrada a no saber ni madres de la semana que entra, pero al menos un día de mi vida me preparé para seis meses. Una noche, un ratito: lo que tomó llegar del Waldorf a West End y la 92: Residencia Invernal de la Dulce Violetta.

Nunca supe muy bien quiénes eran mis vecinos. Me escurría al entrar igual que al salir. Pensaba: Soy ilegal y menor de edad, see you later, pendejos. Lo que si nunca quise dejar de hacer fue impresionarlos. Por eso, aunque yo no los conociera, suponía que todos me tenían fichadísima. Yo era la pelirroja que una o dos veces por semana llegaba en limousine. ¿Dónde, si no en New York, consigues limousines por el doble de lo que cuesta un taxi? ¿Dónde más puedes pararlas en la calle? Aunque eso igual no debería decirlo. Seguro hay más ciudades llenas de taxis-limo y yo aquí presumiendo un mundo que no tengo. Es más, mejor ni pongas lo de las limos. Sí yo leyera una novela donde un personaje de dieciséis años se pasea en limousines para impresionar a sus vecinos, seguro esa pendeja me caería tan gorda que acabaría quemando el pinche libro. Como que suena de lo más ordinario. ¿Cuántos millones de papanatas habrá en el mundo decididos a demostrarles a sus vecinos que tienen algo más que ellos? ¿Cómo vas a engañar a un fulano que paga la misma renta que tú? Pero qué iba yo a hacerle, traía conmigo mañas de coatlicue; sólo una vida nice me las iba a quitar.

Bonito plan, ¿ajá? Lástima que en el fondo lo único que quisiera fuera quemarme la lana. Me hacía cosquillas todo el tiempo, sentía que no me iba a pasar nada interesante mientras no me gastara todo lo que tenía. No entendía por qué, sólo sabía que me urgía botarlo. Eric decía que era mi parte buena buscando penitencia. Supongo que porque Eric era todo una sola parte buena. Too bad he was too good, ¿ajá? Y yo ya no podía estar en la cama lloriqueando por Supermán. Tenía que matar a Luisa Lane, o Louise, o Lois, o como se llamara esa pendeja, y eso sólo podía lograrlo dando el salto, bajando, metiéndome en honduras que ninguna babosa de cómic se imagina. Tenía que poner en ridículo al Hombre de Acero. Y una cosa como ésas sólo la consigues cuando estrenas la ropa que jamás te compraría Clark Kent. ¿Te acuerdas del vestido de seda de bolitas? Uno entallado, negro, con escote en la espalda. Lo compré en mayo, ahí se fueron mis últimos dieciocho billetes de cien dólares. Me miraba en el espejo del baño y decía: Te apuesto los ochenta dólares que nos quedan a que nadie adivinaría que eres una muerta de hambre. Tampoco es que me hubiera comprado el gran ajuar. Tenía una pulsera, tres pares de zapatos, un abrigo. Cosas que además de ser caras se veían caras. Yo quería que se vieran, pero no sólo para impresionar a los vecinos, también a la ciudad. Estaba decidida a demostrarle a New York lo mismo que a mis papás, y para eso necesitaba mucho más presupuesto del que la Cruz Roja gentilmente me había cedido. Necesitaba casbflow. Un río de dinero pasando por la tina de mi baño. Y si no era dinero, que fuera por lo menos algo de lo que el dinero compra. Si yo no iba a poder pagar una sopa ramen de medio dólar, alguien tenía que invitarme a comer al Plaza.

O a cenar al Four Seasons. ¿Sabes para qué hace una bajar al elevador? ¿Por qué siempre me voy al agujero? Para saber que ya no hay más abajo. Para obligarme a mirar hacia arriba. Para salir huyendo en la primera limousine que se me ponga enfrente. Aunque siempre hay un más abajo, que ni qué.

Todos los días veía de menos una de las películas. Ponía pausa, me iba de cuadro en cuadro, me clavaba en las caras que iban poniendo las actrices y juraba que nunca iba a hacer esas cosas. Siempre me ha dado asco la gente que vive del porno. Claro que todo el mundo vive un poco del porno, pero en New York lo ves mucho más cerca. Ves sus fauces, sus garras, sus tentáculos. No te voy a decir que de repente no me llamara la atención la idea de hacer una locura inmensa. Pero siempre pensaba que eran eso, no sé, cosa de locos. Porque te mentiría si te contara que no me puse loca con esas dos películas. Eran muy malas, como todas las porno, pero también muy buenas. Como todas las porno. Por eso, así como me daba pavor la idea de que cualquiera me viera encuerada en el cine, coge y coge, me gustaba soñar que me filmaban. Veía las películas y en la noche soñaba que era Porno Queen. ¿Sabes cuál era el título de la que más me gustaba? Gang Bang 7. Snow White Does The Horny Seven. O sea Blanca Nieves oliendo a manada. Como que las películas porno te enseñan tus alcances. Parece que son límites, pero no, son alcances. Cuando veía a esos puercos manoseando y babeando los senos de las Porno Queens, me acordaba del limosnero del Waldorf ¿Qué no habría conseguido ese hombre tan decente con unos senos firmes y de buen tamaño?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Diablo Guardian»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Diablo Guardian» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Diablo Guardian»

Обсуждение, отзывы о книге «Diablo Guardian» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x