Alfredo Echenique - La amigdalitis de Tarzán

Здесь есть возможность читать онлайн «Alfredo Echenique - La amigdalitis de Tarzán» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La amigdalitis de Tarzán: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La amigdalitis de Tarzán»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Juan Manuel Carpio, cantautor peruano probando suerte en París y María de la Trinidad del Monte Montes, joven aristócrata salvadoreña, narran la historia de su relación a través de cartas en La amigdalitis de Tarzán. Ella fracasará en su intento de llevar una vida plena en el matrimonio con un fotógrafo chileno. Él tendrá aspavientos internacionales a través de sus canciones. Pero ninguno imaginará lo indispensable que se tornará para cada cual la lectura del cariño del otro en las misivas, las cartas, que protagonizan La amigdalitis de Tarzán.

La amigdalitis de Tarzán — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La amigdalitis de Tarzán», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Palma de Mallorca,

enero de este feliz año nuevo

Fernanda María fabulosa y grandaza,

Veo que mi disco te puso la bandera al tope, como te corresponde en tu calidad de amiga que me perdonaría hasta que me casara con otra mujer y te nombrara testigo por lo civil, lo penal, lo militar y lo ocular. En fin, si te despachas con cuchara grande con mi Motel Trinidad, peor tantito, por aquello que los gringos llaman higo y que ha hecho de la Argentina un país tan necesariamente grande en su geografía, ya que hay que darle cabida a tan tremendo y freudiano higueral, repleto además de angustia psicoanalítica, sin duda alguna porque más al sur, Patagonia abajo, como quien dice, los espera le néant del fin del mundo congelado. En conclusión, mi ego está que sobrepasa los límites de la mayor de las islas Baleares y empieza a proyectarse hacia las Ibizas y las Menorcas, las Cabreras y Formenteras.

Te oprime con un abrazo sostenido, al tiempo que te estruja y apachurra tu ínfimo en Xpo. y capellán.

Juan Manuel

Berkeley, 2 de febrero de 1982

Mi adorado Juan Manuel Carpio,

No sé cuándo te llegará esta carta con tanto ir y venir de Palma a París. Pero me gustaría que te llegara rápido, por dos razones. Una, que pronto tendré que viajar yo también. Parece que la mamá de Enrique sigue grave en Chile y está reclamando a sus nietos. De manera que el viaje se hace ya inevitable. Saldré con los niños a fines de este mes. Con mil temores de que quieran acapararnos allá, pero pensando que es una injusticia saber la gravedad de la pobre señora y tener aquí a sus únicos nietos asoleándose en California. Se supone que estaría en Chile más o menos un mes. Camino al sur, pasaremos dos semanas en San Salvador para ver a mi familia (el peligro directo, para nosotros, ha pasado por completo, y además me interesa ver con mis propios ojos cómo va mi pobre paisito), de manera que estaremos llegando a Chile a mediados de marzo. Me parece bien pronto, y no deja de asustarme. Ojalá sea un buen viaje.

Bueno, no dejes de escribir. Si puedes hacerlo antes de que salga a este horrible viaje, será muy alegre siempre saber de ti. Estaremos aquí todavía todo febrero.

Tu disco sigue y sigue sonando en esta casa de música.

Te quiere cada día más y más,

Tu Fernanda

California, todavía un ratito más. 18.2.82

Mi queridísimo Juan Manuel Carpio,

Tienes razón y así lo he sentido también, que al dejar esta linda, soleada, pacífica tierra, que ha sido buena, tranquila y solitaria para mí, dejo en cierta manera tu casa, tan parecida a la mía, siempre llena de música, de nostalgia y de soledad. No sé cuándo nos encontraremos otra vez. Tampoco sé a lo que voy, ni por qué, para decir la verdad. Pero de alguna manera este reposo tan necesario se ha terminado. Ha sido tan bueno para mí que a veces pienso que esta soledad es mi verdadero aire de vida, y que en este aire estoy bien. Siendo tan torpe con los contactos habituales.

Pero, en fin, a lo habitual volvemos. Cediendo hasta el fin a todas las presiones. Y pienso que por eso no estamos juntos. Los dos lo hemos respetado todo de una manera increíble. Nunca nos hemos permitido presionar al otro. Por temor, por respeto, por amor, por todo lo que tú eres y yo amo en ti, como una presencia tan cercana, como un espejo que sólo conoce mi más bonito yo. Y es por amor también a ese bonito yo que no he hecho presión en tu vida en momentos en que quizás un leve peso hubiera cambiado la balanza a favor nuestro. Ni tú ni yo nos hemos atrevido a ser ese peso.

Sea como sea, te quiero para siempre y eso ya es algo.

No sé si te veré pronto. Créeme, Juan Manuel, que nada en esta vida me gustaría como verte muy pronto, encontrarnos incluso antes de que esta carta llegue a tus manos. Pido imposibles, lo sé, y no voy a insistir para no desesperarme y que los niños lo puedan notar.

Y sin embargo, sigo: creo que por esa cita misteriosa que me gustaría tener contigo sería capaz incluso de retrasar mi llegada a Santiago. ¿Será todo eso pura locura, tú crees? ¿Será posible que los dos nos encontremos siempre con manos más urgidas que las nuestras, más posesivas y más exigentes?

Creo que la vida nos dirá eso. Por suerte, todavía confío en la vida y esa confianza me salva de mucho.

Además, confío en que todo lo que suceda entre nosotros será bueno, y eso me da una gran tranquilidad.

Te abrazo y te beso, buenas noches por hoy y hasta no sé cuándo,

Tu Fernanda María

La suerte nos acompañó y mucho, aquella vez, a Fernanda y a mí, porque justo cuando estaba leyendo su carta sobre el viaje a Chile y la escala en El Salvador, recibí una muy correcta oferta para cantar en un hotel de la ciudad de México. Nada más lógico, pues, que improvisar una pascanita en el Distrito Federal, con niños y todo, para que a Fernanda no se le complicaran aún más las cosas. Linda, Mía creo que lo adivinó todo en el momento mismo en que descolgó el auricular, allá en Berkeley, y escuchó mi voz.

– ¡Genial, Juan Manuel! ¡Genial, genial, y genial! ¡Y lo más alegre que he oído en muchas muchas lunas!

– ¿Sabes que me gustaría que Enrique lo supiera? Preséntaselo, si quieres, como un picnic de unos cuatro o cinco días, con carpas en el Zócalo, con tamales y tacos y Coca colas y huevos duros. Pero me siento mejor sabiendo que está enterado hasta de que los chicos harán esa escala antes de la escala en El Salvador y que todo ello retrasará la llegada del clan del Monte Montes unos días más.

– La verdad, Juan Manuel, tu idea me gusta. Me parece correcta y limpia. Pero no sé cómo va a reaccionar Enrique, sobre todo por aquello de la gravedad de su madre.

– Te juro, Mía, que con todo el cariño y respeto que siento por él, a mí aquello de la gravedad de su señora madre me suena a tongo, a trampa que les ha tendido a ti y a los niños para arrastrarlos hasta Chile y tenerlos a su lado. En fin, no sé qué decirte, Mía, pero digamos que es la gravedad menos grave que he logrado imaginar en mi vida. Pero bueno, el tiempo lo dirá. Yo, en todo caso, los estaré esperando a partir del primero de marzo, en el Gran Hotel del Centro. Creo que queda en una calle llamada 17 de septiembre, pero en todo caso está a pocos metros del Zócalo y cualquier taxista los llevará. Pero avísaselo a Enrique, por favor.

– ¿Tú cómo crees que lo tomará?

– Actuará como los amigos deben actuar con las mujeres que aman o amaron a sus amigos.

– Yo pertenezco a la primera categoría.

– En eso y en todo, Mía. O sea que nos vemos en México lindo y querido antes de que el tren silbe tres veces. Lo tendré todo reservado y listo.

– Y los niños serán felices en el bosque de Chapultepec y en el Museo de Antropología. Y yo escuchándote cantar cada noche.

– Y también yo seré feliz cada noche, pero cuando termine de cantar y los niños ronquen suavecito en la habitación de al lado.

Y así fue todo en la Ciudad de México. Tan perfecto como aquel inolvidable fin de semana con los niños, en Cuernavaca, cantándoles viejas nanas españolas, a veces, volando cometa, otras, hartándonos de tacos y enchiladas, matándonos todos de risa con los payasos de un circo tan pobre que de pronto el prestidigitador negro salía teñido de rubio y era el rey del trapecio alemán, Herr Boetticher, y unos minutos más tarde el domador ruso Vladimir Popov, e incluso al final se dio el lujo de perder raza, sexo y nacionalidad, para convertirse en la abominable mujer con barba del circo y de mentira.

Después, de regreso al Distrito Federal, y camino a otro aeropuerto más, para más adioses, Mía y yo vivimos la única despedida no triste de todas cuantas nos correspondieron en tantos y tantos años de vernos y de tener que dejar de vernos. Y es que los niños estaban encantados conmigo y yo con ellos y ahora el viaje para ellos iba a seguir igual de feliz en El Salvador, donde iban a volver a ver a los abuelos, a los tíos y a las tías, e igual de feliz iba a seguir también cuando llegaran donde papi, a Chile, donde eso sí, desgraciadamente, la abuelita paterna que iban a conocer se hallaba delicada de salud. Todo esto, para qué negarlo, si además es cierto que habla bastante bien de nosotros, hizo que Mía y yo nos despidiéramos, casi diría que encantados de la vida. En fin, el par de imbéciles que fuimos siempre en todo lo de nuestro amor y en lo del debido respeto a los demás, a sus caprichos y sentimientos, a sus virtudes y defectos, a sus exilios y borracheras, a sus portazos y hasta a sus botellazos en la cabeza. Definitivamente, Mister David Herbert Lawrence, los elefantes, esas gigantescas bestias, esos tremendos mastodontes, son lentísimos de domesticar.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La amigdalitis de Tarzán»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La amigdalitis de Tarzán» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Alfredo Echenique - Cuentos
Alfredo Echenique
Alfredo Echenique - El Huerto De Mi Amada
Alfredo Echenique
Alfredo Sanfeliz Mezquita - La democracia de las emociones
Alfredo Sanfeliz Mezquita
Luis Alfredo Landavere Vergara - Guía de supervivencia audiovisual
Luis Alfredo Landavere Vergara
Alfredo Gaete Briseño - Nadie en cuarentena
Alfredo Gaete Briseño
Alfredo Echenique - Un mundo para Julius
Alfredo Echenique
Alfredo Sánchez Gutiérrez - La música de acá
Alfredo Sánchez Gutiérrez
Alfredo Tomás Ortega Ojeda - La bruja
Alfredo Tomás Ortega Ojeda
Alfredo Gaete Briseño - El regreso del circo
Alfredo Gaete Briseño
Raquel Echenique - Yo soy un refugiado
Raquel Echenique
Felipe I. Echenique March - Una historia sepultada
Felipe I. Echenique March
Отзывы о книге «La amigdalitis de Tarzán»

Обсуждение, отзывы о книге «La amigdalitis de Tarzán» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x