Tu soledad, en cambio, ya no te ayuda. Me preocupo muchísimo, aunque pienso que el verano que te espera, con amigos como Charlie Boston y don Julián d'Octeville, te ayudará bastante. Es tan bueno sentir el viejo y cómodo amor de los amigos que ya le conocen a uno todas las canciones, y sin embargo mágicamente sigue siempre la alegría al verse y la emoción.
No pierdo la esperanza del viaje a Milán en septiembre. Aunque a veces uno pierde todo en este terremoto que vivimos.
Saludos grandes y jugosos para don Julián y Charlie.
Y claro, también para el Maestro Bailarín, si aparece.
Mi amor para ti,
Fernanda Tuya
San Salvador, 1 de agosto de 1979
Querido Juan Manuel Carpio,
Efectivamente, el correo se puso pésimo, porque no he escrito nada en este último mes de saber y no saber lo que pasa. De manera que nuestras quejas con la oficina de correos, la desorganización centroamericana, etcétera, no podrán ser tan vehementes, en esta oportunidad. Es más, es posible que la carta que hoy te escribo recién la leas en septiembre, por tu vacación, tan necesitada y que ojalá te devuelva a París con buen sol y con buenos ratos cuerpo adentro.
Cuánto lamento que Ernesto Flores haya llegado en mi lugar a tus tierras. Supongo que ese sucio cantautor colombiano llevará con él, como siempre, su fuerte dosis de delirante, carcajeante vulgaridad y cinismo. Pero si él ha optado en su vida y en sus canciones por agarrar el mundo por los pies, por los sobacos, por el culo, no debería hacerte esto nunca daño. Creo, además, que él respeta y admira tu capacidad contraria de tocar la vida profundamente por medios menos crudos, saber acariciar su cabellera al viento. Son simplemente pasiones distintas, maneras distintas. Pero creo -puesto que nada es SÍ ni NO del todo, en esta vida- que Ernesto Flores es tu amigo, si pudiera llamarse amistad algún sentimiento suyo. Dentro de lo posible, digamos. Claro que a veces su amistad es una patada en el culo.
En cuanto a mí, y Lima hace como mil años, y Luisa y todo eso. Tú me dices que Ernesto Flores andaba por allá, cuando yo pasé, pero la verdad es que no recuerdo si lo busqué. No lo creo. En todo caso, en este momento realmente no puedo pensar en Ernesto Flores. Tengo cupo lleno en mi mente, en mi vida, en mí. Aunque, por supuesto, no lo desprecio y lamento lo que me dices de que dejó de escribir y componer canciones, o por lo menos de hacerlo bien. ¿Cómo desperdiciar ese exceso de vulgaridad, esa tal cantidad de bajas pasiones y malos sentimientos?
Te cuento de mí. Enrique partió este domingo. Triste y sin saber exactamente cuál será el futuro. Yo tampoco lo sé. El paisito no ofrece mucho elemento. Como tú bien dices, una mierda. Cuesta sudor y sangre vivir aquí, y no hay tiempo para las lágrimas. Cualquiera de nuestros amigos salvadoreños bien te lo puede contar. Aun conociendo las mañas y torpezas del medio, siempre cuesta y duele sentir la mezquindad a cada vuelta de la esquina, las pequeñas envidias y la mediocridad que es el elemento general. Claro que se encuentran mejores personas, y eso da placer. Pero la vida diaria cuesta. Quizás por todos lados cuesta. Por otra parte, el país es un vicio difícil de abandonar. No sé si podría de nuevo vivir en otro lugar. Por lo menos no este día, que amaneció tan lindo. Tal vez otro día, mi amor.
Los niños están rebién. Pero los dos tienen soplo al corazón. Hay que cuidarlos, ni mucho ni poco. Enrique se fue destrozado por ellos, que realmente son muy lindos niños, y con la idea de que no iba a aguantar más de un mes.
Para mientras estas cosas pasan y se deciden, para mientras Centro América entera acaba de explotar o no, para mientras cada cual busca afianzar y ahondar y fortalecer su sede en algún mundo íntimo, yo crío niños y visito tías en este pueblo: lindo, feo, horrible, loco, mediocre, explosivo, fácil, dificilísimo, peligroso, con lindo y tibio mar con ricas ostras y conchas, con un calor del demonio en el tráfico del mediodía. Hoy por hoy éste es mi mundo.
Cuánto me gustaría saber de tu verano. Me gusta tanto poder hablar contigo. Siempre.
Mía, pero bastante Tuya
San Salvador, 16 de agosto, de 1979
Querido Juan Manuel Carpio,
De tantas amigas que ya viven fuera, Silvia fue la única que al fin llegó. Charlotte se quedó en París y mis hermanas no vinieron tampoco. Todo el mundo le tiene terror al país estos días. Vieras cuánta gente se va. Una vendezón de casas. Yo también he tenido que abandonar mi casa estos días, pero no por irme. Tuve que hacer unos trabajos que son sucios porque se levanta bastante tierra. La situación del agua se volvió insoportable. No llega agua todos los días y cuando llega es sólo en la noche. De manera que hubo que hacer la cisterna de captación, con bomba y todo, para tener la cisterna de agua. Esperemos que sea una solución. Por lo menos es una gran ayuda y es terrible no tener agua para bañarse, etcétera. Esta semana terminan los trabajos y volvemos a casa. Los niños se desquician un poco mientras están fuera.
Sobre todo Marianita, que es una gran sentimental. Hace unos días, Rodrigo durmió en casa de una amiga, y ella se despertó toda la noche buscándolo. «¿Y mi hermanito, mamá?» Seguro se asustó de que él se le fuera también. Después de la partida de Enrique está sentimental, perdida y llorona. En cambio Rodrigo es el hombre liberado. Anda más suelto que nunca. Y ya va a entrar en primer grado. ¡Mi bebe! Parece mentira pero ya va a tener seis años, en enero. Y es mimoso y muy enamorado, eso sí, sobre todo de su mamá. Todavía. Ahora que Rodrigo va a pasar a un colegio serio, ella se quedará sola en su kínder. Seguro eso la va a hacer más fuerte, aunque al principio le cueste. La ida de Enrique sí que le ha costado. Se ha puesto muy llorona y taciturna, aunque nunca lo menciona. A veces dice, y me sorprende, que se va a ir al aeropuerto, ese terrible lugar que se traga a la gente. El nuevo colegio de Rodrigo parece que es bueno. Les dan clases de natación y tienen buenos profesores. Queda cerca de la casa, con bastante jardín con árboles. Después ahí mismo iría Mariana. Aunque por lo general, los colegios son un desastre. Sólo van a aprender malas palabras y a agarrar bichos en el estómago (palabras de Mariana). Mira qué mamá reaccionaria salí. En realidad, se ve bonito el colegio, tiene naranjales, una arboleda grande. La casa del colegio es más bien chica y con muchas ventanas, casi es toda de vidrio. Tienen bastantes clases al aire libre -danza, teatro, pintura, natación-. Todo eso lo hacen afuera, en los gramales. Ya me dan ganas de ir a mí.
Tu Fernanda está hecha un desastre. He llegado a la más completa bancarrota. Debo dinero por todos lados. El carro se arruinó y que volviera andar fue casi como comprar otro. Debo cada centavo que me entra y más y ya no se puede. De manera que la semana próxima me voy de bancos, a ver si alguno me da un buen préstamo a largo plazo, para salir del hoyo, y tener unos seis meses de tregua para buscar un empleo mejor pagado. Al final, habrá que ser mujer ejecutiva. Si no nos ahogamos de un todo. Para decirte que le debo hasta a la gasolinera. Ya cuando uno llega a necesitar préstamos de ese tamañito, casi limosnas, es que no se puede más. La bancarrota. Aunque una cosa sí que es cierta. Mi situación no puede más que mejorar. El lunes parto a colocar mis solicitudes en varios bancos. Necesito unos veinticinco mil dólares. No es ni tanto ni tan poco, y me puede poner de pie otra vez. Luego habrá que pagar las cuotas, pero una vez enderezada mi senda tropical.
Saludos y mil abrazos a los amigos, y a ti los recuerdos de mil años atravesando puentes desde tu casa a la mía.
Fernanda
San Salvador, 21 de septiembre de 1979
Muy querido Juan Manuel Carpio,
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