Rosa Montero - Amantes y enemigos

Здесь есть возможность читать онлайн «Rosa Montero - Amantes y enemigos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Amantes y enemigos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Amantes y enemigos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Todos los textos tratan sobre ese oscuro lugar de placer y dolor que es la pareja, esto es, tratan del amor y del desamor, de la necesidad y la invención del otro. Son historias que hablan del deseo carnal y la pasión, de la costumbre y la desesperación, de la felicidad y del infierno. Estos relatos, a menudo inquietantes, agridulces, llenos de sentido del humor y de la melancolía del amor, componen un sugestivo espejo de nuestra intimidad más turbia y más profunda, de ese territorio abisal e incandescente que siempre se resiste a ser nombrado.

Amantes y enemigos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Amantes y enemigos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Entonces a Paco y a Pilar les entró de repente una prisa tremenda por salir. Tenían que hacer unas compras de última hora para los Reyes del niño, le dijeron, aprovechando que la criatura estaba visitando a los abuelos. Así que Pedro tuvo que apurar el whisky a toda velocidad, y ponerse el abrigo a trompicones, y salir con ellos a la calle, gélida calle invernal, noche cerrada; y ellos se marcharon cogidos del brazo, dejándole allí tirado en mitad de la acera, con la cabeza llena de vapor y maldiciendo a ese repugnante niño de siete años que aún no había aprendido que los Reyes son siempre los padres.

El acomodador le despertó más bien de malos modos: «Que se ha acabado la sesión». Pedro parpadeó, atontado, y se asombró de encontrarse en mitad de un cine vacío. Sí, ahora lo recordaba: se había metido aquí por pasar el rato. Y, entre cabezada y cabezada, aún había alcanzado a ver en la pantalla breves escenas inconexas de chicos y chicas felicísimos. Como las fotos de Lola, aquella noche. Se levantó torpemente y salió de la sala. La cabeza le pesaba como un plomo, pero el nivel de alcohol de su sangre parecía haber descendido notablemente. Entró en un bar que había junto al cine y se tomó un cubalibre y dos pinchos de tortilla. Era un local miserable y siniestro, con luces de neón y un camarero sucio y mal encarado tras la barra. Pedro era el único parroquiano, y el camarero simulaba limpiar el mostrador con una bayeta cochambrosa, moviendo de un lado para otro unos roscones de Reyes de aspecto pétreo. Pedro miró el reloj. Las 12.15. Era el momento de animarse. Se daría una vuelta por el Jamaica, que era el lugar de copas que más frecuentaba. El dueño era un conocido, y allí siempre aparecía algún amigo. Salió del bar. Las calles estaban llenas de gente con paquetes. Sintió náuseas. Seguro que las repugnantes tortillas que acababa de tomar se encontraban en malas condiciones.

El Jamaica estaba animadísimo, con actuaciones en vivo y fiesta especial de noche de Reyes. Navegó hasta la barra entre el gentío, siendo saludado en el trayecto por unos cuantos hombres a los que no creía conocer. Un par de copas más tarde ya conocía a todo el mundo. Conversó largamente sobre coches con un tipo medianamente borracho, y sobre las reformas económicas de Gorbachov con otro tipo borracho por completo. Una mujer muy gorda con un vestido de florecitas a la última moda del 68 le colocó un cucurucho de papel dorado en la cabeza. Un poliomielítico que decía ser amigo íntimo suyo le convidó a una raya de coca en los retretes.

Sus neuronas navegaban ya medio licuefatas por los anchos espacios siderales cuando cayó sentado en un sofá junto a una chica rubia y pálida. La chica sonrió y pestañeó con entusiasmo. «Una fiesta estupenda», dijo ella. «Estupenda», corroboró pastosamente él. Se encontraban en un rincón especialmente oscuro del local, pero Pedro pudo advertir, aun a pesar de la penumbra, que la mujer no era rubia natural, sino teñida; que sus pestañas tenían una longitud demasiado tiesa y sospechosa, y que su propio rostro se encontraba sepultado bajo una gruesa capa de maquillaje a medio derretir. Llevaba un bolero de lentejuelas de plástico y tenía los dientes manchados de carmín. «¿Y tú qué haces?», preguntó la mujer. «Despreciarme», contestó Pedro amablemente. «Noooo», rió ella, «digo que a qué te dedicas». «Soy economista.» «Ahhhh, qué interesante», exclamó la chica, con aspecto de encontrarse verdaderamente interesada. «¿Estás solo?», añadió después, mirándole escrutadoramente por debajo del rígido toldo de sus pestañas. ¿Lo estaba?, se cuestionó Pedro mentalmente. Era una pregunta demasiado difícil de responder. Contempló la atestada pista de baile, en la que se agitaba espasmódicamente una muchedumbre heterogénea, con sombreritos de papel charol en la coronilla y expresiones de tonta satisfacción en el semblante. De cuando en cuando, una batería de luces estroboscópicas recortaba sus figuras en el tiempo, una colección de imágenes congeladas, cromos de envidiable felicidad, imposibles fotos de la dicha.

Pedro se volvió hacia la mujer. En realidad, pensó, debe de ser bastante joven. Si se lavara el pringue de la cara; si se quitara las pestañas postizas y se restañara el carmín violento de los labios. Si se dejase crecer el pelo de su color, que debía de ser castaño tierno, la chica podía estar bien, incluso muy bien. Tenía algo en los ojos, y en el tímido nerviosismo de sus rasgos, que la hacía frágil, deseable. En el fondo, se dijo Pedro, es una prisionera de sí misma. Como yo. Dentro de ella, por debajo de la mujer pintarrajeada, se encuentra su yo más dulce y delicado. Del mismo modo que él, Pedro, guardaba en su interior lo mejor de sí mismo, un Pedro más noble, más sensible, digno de no dudar de ser amado. Sólo que nadie había sabido mirarle tan profundo. Esta muchacha, sin embargo, esta chica de las pestañas de cemento, quizá fuera capaz de verle como nadie. Desterrada de sí misma ella también, podía ser la única mujer del mundo que le entendiera en todas sus arruguitas interiores. Suspiró, emocionado, observando con inmensa ternura los dientes manchados de rojo de la chica. Sí, seguro que sí: ella podría materializar el sueño de la gemelidad, del otro idéntico. Era una mujer para vivir y para morir, para amar y para envejecer con ella, la compañera para siempre, por los siglos de los siglos. Así que la cogió vehementemente de las manos y le dijo: «Tienes que ser mía, mía para toda la vida. Nada podrá hacernos daño si estamos juntos». Y la chica primero rió, luego tosió y después gruñó, porque Pedro le estaba retorciendo las muñecas, y empezó a agitarse, molesta, e incluso dio un gritito, y al final él la soltó, y la chica se puso en pie, dijo que iba un momento al servicio y desapareció para no volver a regresar.

Así que al poco rato Pedro abandonó el sofá y se dirigió hacia la barra como el pájaro desplumado por la tormenta que acude por instinto a un bebedero. Pero por el camino se cruzó con un camarero que estaba sirviendo porciones de roscón. Se detuvo, encandilado por el antiguo olor a bollo recién hecho. Cogió un pedazo: estaba tibio aún y tenía un aspecto formidable, coronado de almendras y de crujientes láminas de azúcar. Se contempló en el dulce como quien se mira en el espejo mágico de un cuento: el aromático roscón reflejaba su imagen infantil, un Pedro perdido en el pasado. Iba a dar un bocado a la esponjosa masa cuando alguien dejó caer una mano sobre su espalda: «Hombre, Pedro, por lo que se ve te has curado milagrosamente de tu cólico». Era Camacho, su jefe inmediato. Precisamente él, de entre los cinco mil millones de seres de este mundo. Sonreía, pero su voz era un bloque de hielo. «Sí, gracias, parece que estoy algo mejor», contestó Pedro dignamente, intentando modular la frase sin farfulleos. «¿Algo mejor, dices? Qué curioso.

Yo, sin embargo, te veo cada vez peor. Te vas devaluando, chico. A estas alturas apenas si vales dos pesetas. ¿Qué opinas tú, Teresa?» Fue en ese momento cuando Pedro advirtió su presencia. El prototipo de la hembra estupenda: joven, elástica, trigueña natural, carnal y lánguida. Era Teresa, la secretaria de Camacho y también su amante secreta. Secreta tan sólo en el sentido de que Camacho estaba casado; porque, por lo demás, era público y notorio que andaban juntos. Desde que Teresa entró en la firma, un par de años atrás, ya se sabía que Camacho la había contratado sólo porque era su querida. «Yo lo veo más bien poquita cosa», comentó la muchacha con sonrisilla vengativa. «No te lo tomarás a mal, ¿verdad?», añadió Camacho palmeando su espalda jovialmente: «Es sólo una broma… Como tu cólico.

Por cierto, creo que me voy a comer tu roscón. A ti no te conviene nada, ¿sabes? Tengo entendido que es malísimo para los riñones». Y, arrebatándole el bollo de las manos, Camacho dio media vuelta y desapareció con Teresa entre el gentío.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Amantes y enemigos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Amantes y enemigos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
Rosa Montero
libcat.ru: книга без обложки
Rosa Montero
Rosa Montero - Bella y oscura
Rosa Montero
libcat.ru: книга без обложки
Rosa Montero
Andrés Sánchez Padilla - Enemigos íntimos
Andrés Sánchez Padilla
Natalia Silva Prada - Pasquines, cartas y enemigos
Natalia Silva Prada
Vicente Blasco Ibáñez - Los enemigos de la mujer
Vicente Blasco Ibáñez
Отзывы о книге «Amantes y enemigos»

Обсуждение, отзывы о книге «Amantes y enemigos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x