– Nadie contó, trae desgracia contar.
– Contar sí, trae desgracia… -Era una voz de mas lejos, que acababa de meterse en la conversación.
– Ponéle que seamos cientos, raro con tanto cristiano criado en puro campo, no habemos ni uno que se dea maña para baquiano…
– Culastrones sí que debe de haber…
– Seguro que eso usté lo conoce en carne propia, paisano…
– Será cuestión de que se arrime y pruebe, aparcero… -Habló una voz cercana, que como parecía venir de arriba, a alguno mas debió darle impresión de que era uno se cabrió. Por eso salió a calmar los ánimos:
– En Mercedes, por mentar algo parecido, mataron a dos…
– Un baquiano sabría decir, mirando la suciedad, para donde iba el hombre, y si era un pampa o un cristiano… -Otro que quiso cambiar de tema.
– Baquiano es el que se da ánimos para inventar siempre, y tiene la fortuna de embocar todas las veces… -Pasó el tema de la carne propia, por suerte.
– Dice que la mierda del indio es seca, porque no come verde, nada mas carne y grasa come…
– Seca y dulzona, como la bosta de caballo es la mierda del pampa, porque el salvaje no usa sal…
– No sé… Yo no probé… -Era un chiste pero nadie lo festejó.
– Eso de no usar sal fue antes… Ahora el pampa copia todo al cristiano… ¿No es verdad?
– Sí que es verdad… Yo en la frontera vi uno que no mas le quitó el facón, la bota y las espuelas a un oficial muerto y hay mismo se los calzó…
– Yo vi indios con reloses y cadena de plata…
– No sabía andar calzado… Andaba como pisando abrojo y agarrame que me caigo… Grandote, el pampa, se pegaba en la panza como si en vez de esquilmarle, se lo hubiera comido al oficial…
– Al indio le gusta mas el aguardiente en botella que el de ellos mismos, ese de los jarritos de barro horneado… ¡Son capaces de cambiarte dos mujeres nuevas por una libra de chocolate del Brasil…!
– ¿Se atreverá de veras un baquiano a sentirle el gusto a una mierda de indios…?
– Se atreve, o hace como que se atreve: toca con este dedo, y lo lengüetea con este otro… -Seguro que sacaba una mano de abajo del poncho, pero nadie lo iría a mirar.
– El baquiano bolacea y acierta siempre…
– Adivinan… Hay gente que tiene el don…
– Pero ahora los indios saben ponerle sal a todo a todo… ¡Seguro que también se roban sal en los malones!
– Hacen de todo menos sembrar… Si nos vieran comer patata y chaucha, ya andarían ellos alzándose con toda la verdura en los malones…
– Podridos de lo verde tendrían que estar los pampas si se criaron aquí…
– ¿Pescado comen che en la flota…?
– Casi jamás…
Fácil se reconoció la manera de hablar del Marinero y ahora se me hace que se sintió el ruido de varios acomodándose los cueros y los ponchos para taparse y aguantar mejor la cantilena que se vieron venir. SI fue así, acertaron porque el hombre fue arrancando de a poco:
– Pez casi jamás se come… El la flota de mar no hay quien quiera pescar, en la flota de mar se caza el pulpo y el pez vaca, que es como un perro que acompaña a las naves y se lo arrebata con lanza y cabo engarfiado… Sabe como a la carne de ternera… Pero el marino…
– Ahí arrancó… -Confirmó uno…
– No… No… Oye tú… Aprende esto… ¡Que los marinos no gustan de comer al pez vaca pues cuando lo alzan con garfio y cabrestantes, gime como personas…! ¡Llora y quien lo haya oído gemir no puede hincarle el diente!
– Suerte que no canta el pez vaca…
– Te he dicho que llora y es como un perro… La carne se la dan a los prisioneros… Y el oficial de mar… -Era la voz hispana.
– ¡Canta…!
– No… El oficial pide para sí los sesos y la partes de bajo vientre, si es macho… Oid esto…¡El macho tiene sus partes como las de un burro y los oficiales las cuecen en aceite y las devoran…!
– Como los correntinos que se comen la criadilla del toro antes que nada…
– Los marinos prefieren el pulpo y la langosta canastera que se le dice la calamara… El canto dice así… -Iba a cantar.
– ¡A babor en la jarcia, que la carne esta triste…!-Se le adelantó una voz áspera, como de tomador, aunque aquella noche nadie había dispuesto de ración de caña ni de vino.
– ¡Y a los libros del mar tu también los leíste! -Era alguien que habló desde lejos, y que imitaba bastante bien.
– No es así… El canto dice:
Calamar Calamar a la mesa
que te quiero comer la cabeza
a mi pies a mis pies hubo un pez
que boqueaba diciendo tal vez
cuando bajes al fondo del mar
serás tu quien esté en mi lugar
Aquel día el Marino había andado por la vanguardia y con una monta de reposta. El caballo era un mañero de esos que mas vale dejar que engorde y venderlo para que lo cocinen vivo en el autoclave de una fábrica de velas. Medio ignorante de animales, le creyó al pingo que se había resentido una pata y, -cosa de viejos- se negó a venir de vuelta en el anca de alguno de los chiquilines que habían salido a otear con él. Ya estaba por caer noche, y se hizo sus leguas de a pata, trayendo al mañero del cabestro y con la carabina terciada en la espalda.
Debió ser por eso que se durmió de los primeros: gallegueó dos o tres veces la Calamara y no se lo escuchó mas ni entro en las ultimas conversaciones.
Eran unos que hablaban bajito pero, por eso de empujar cada palabra con el aliento, se los oye mejor que si hablaran sin miedo a despertar o a decir algo que alguien no tiene que enterarse.
Contaban que de un tiempo a esta parte la mujeres estaban diciendo "ponete en mi lugar" cada vez que protestaban por algo. Que era una manera de hablar que empezó en el teatro de los corrales, y enseguida copiaron las damas de la catedral.
– Las mas putas de todas…
– Unas mas, otras menos… Todas igual son.
– Dice mi mama que mas ricas son, mas fácil se le hace hacerse putas, porque tienen criadas que les preparan baños todos los días…
– ¿De veras?
– Dijo mi mama… Cosas que dicen las mujeres…
– A mi me daba por culiar lavanderas si había morenas o mulatas…
– Nunca yo…¿De veras son mas limpias?
– Vaya a saber… Yo nunca me fijé.
– ¡Pero yo te vide unas nochecitas ir con las chinas de las carretas…!
– Y a quién no lo videron…
– Al cura… Al loco Clueco.
– El loco Clueco se culia ovejas y yeguas… Nada mas.
– El animal tiene de bueno el no pedir plata…
– Y es mas limpio… Ellos mismo se lamen entre ellos…
– Las chinas mismo se lamen entre ellas…
– Pero al ratito se vuelven a empuercar…
– Se lavan nomás cuando tienen la sangría…
– ¡Que chinas puercas…! ¿Sintieron el jedor que largan cuando les viene la sangría?
– Hay quien llega a tirarle ese jedor…¡Les calienta el jedor!
– Hay loco para todo…
– A mi me gustaba culiarme lavanderas y ni pensé que eran mas limpias o menos sucias…
– Ponete en su lugar…
– ¡Ponete un dedo en el bujero donde no te dio el sol y deja de hablar guevada…! -De nuevo se escuchó al que quería dormir.
– Disculpemé paisano… ¡Ni se me había cruzado la idea de que mañana tiene que madrugar para alzar la cosecha del máis…! -Le contestú uno y cantó:
A dormir… A dormir
dijo uno sin saber
que se iba a morir…
Ahora empezaban dichos de pulpería pueblera. Recitó otro:
Negrito Negrito,
dijo el abuelo,
quedate dormidito
aqui en el suelo
antes que el perro ladre
y antes que empiece
a culiar tu madre…
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