Juan Onetti - Cuando ya no importe

Здесь есть возможность читать онлайн «Juan Onetti - Cuando ya no importe» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Cuando ya no importe: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cuando ya no importe»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando ya no importe — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cuando ya no importe», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

«Volviendo a mí, si es que en algún momento me alejé, repito que estaba, semimédico rural, rechazando abortos, meciéndome en anécdotas, aceptando que algunas anécdotas se me acercaran para incluirme.

»Allí estaba, muy ajeno a esta casa extraña a la que a veces miraba sin comprender. Era como ahora, algo así como un palacete que hizo construir un nuevo rico, asentado sobre catorce pilones o pilastras o columnas que alguna vez puede que hayan sido blancas. Por una asociación de ideas, muy vaga, y deseando darle algo de belleza, la llamaba la locura de Petrus. He sabido que el viejo ordenó construirla así porque, entonces como ahora, se recordaba que no se en que año se produjo la Crecida. Llovió en Brasil como para el fin del mundo, los ríos se encresparon y las aguas bajaron enfurecidas, hincharon el no nuestro y lo que todavía no eran más que unas cuantas poblaciones fueron anegadas, con gente ahogada, con viviendas arrastradas hasta la desembocadura, mucho más allá de Enduro. Pero nunca se repitió esa desgracia y esta casa, sin embargo, tuvo algo de recordación, de llamado silencioso a lluvias brasileras. Sé que algunos viejos memoriosos recuerdan confusos al mirarla, escupen y se persignan. Pero ya quedan pocos, si alguno queda.

»El pobre Jeremías estaba muerto o peleando en la capital con los chacales de la abogacía, con los de la justicia que se ha cegado para no ver las atrocidades que se cometen en su nombre.

»Entonces, cuando una de las dos hizo sonar el timbre, me disfracé de médico con la bata blanca y abrí la puerta a la pareja. No abundaban los clientes. Y allí estaban: la más joven y rubia era la hija de Petrus. La había atendido años atrás, cuando era una niña algo rara. Se había clavado un anzuelo en un muslo. Me pareció rara porque apenas se quejó mientras la curaba. Después, ya mayor, la vi varias veces por las calles del pueblo. Siempre acompañada por Josefina que ahora, en mi consultorio, mantenía una mano abierta en la espalda de Angélica Inés, no para empujarla sino sólo para guiar. A pesar de que apenas era dos años mayor, siempre la estuvo guiando y lo sigue haciendo hoy. Como ustéd ya habrá supuesto, la rubia estaba embarazada y la morena pedía un aborto por razones de vergüenza social. Las despaché sin violencia y les dije que abortar era delito y que si conseguían hacerlo ayudadas por curandera, médica o lo que fuera, yo haría lo necesario para que fueran a la cárcel. Mentira, claro. Y además Angélica siempre me había sido simpática. Si, empezando por aquel encuentro con un anzuelo, tan difícil de sacarle sin mayor daño, que parecía tener inteligencia y maldad.

»Angélica se escapó con un arrebato de potranca pero unos días después Josefina empezó a visitarme y conversar. Nunca sabré si ya tenía pensado el final que tuvo la historia. Es muy astuta, con alguna gota de sangre india.

»Las visitas se fueron haciendo casi diarias a la hora de la siesta, que es una hora más larga y pesada en las aldeas. La mujer me fue diciendo muchas verdades que tejía con mentiras. Me aficioné, como desenredando hilos o cordeles o piolines que sujetaron paquetes y ahora nos desafían con nudos y enredos a que les devolvamos la rectitud que habían tenido antes de la habilidad de manos y dedos.

»Pero yo creía o fui creyendo que podía eliminar los nudos de las confesiones y terminar sabiendo eso que llamamos verdad. Y, además, era necesario imponer cronología al largo folletín que Josefina, hoy José, fue recitando. Imponiéndome paciencia y quitando dramatismos y lastima.

»No sé si ustéd ha tenido oportunidad de fijarse. La José tiene una dentadura espléndida. No parece que haya nacido en Santamaría. Y sabe como usar alegría, burla, provocación, oferta, desafío. Todo en pocos minutos.

»En fin, todo lo que ustéd quiera. Mejor dicho, lo que ella quiera. Este don lo puede usar en pocos minutos. Hay mujeres que nunca llegan a dominarlo. Bueno, también hay mujeres que mueren vírgenes. Lo he comprobado, con cierto asombro, en mi trabajo de hospital.

»Y si, dijo muchas cosas en aquellas visitas de las siestas. Algo que me alarmó. Que después del almuerzo lo que hacia Angélica no era sestear, propiamente, sino, como decía la José, era dormir la mona. Porque regaba la comida con vino y más vino. El viejo Petrus estuvo formando, año tras año, una bodega que me asombro cuando llegué a inspeccionarla. Bebidas tan finas que no correspondían a Santamaría. A esta especie de palacio lacustre, si. Era para visitas de negocios, para el intento de seducir a jueces, abogados, banqueros, prestamistas y demás recua. Así que Angélica bañaba el pescado con tintos Franceses y otras incongruencias que hubieran horrorizado a cualquiera de esos que llaman gourmets.

»Y así, mientras la José me hablaba, me iba rodeando con palabras para esconder su propósito verdadero y por entonces impresentable; la José hablaba, repito, y Angélica dormía borracha.

»Nunca me pareció que mintiera. Aquella franqueza exagerada la protegía de reproches y desconfianzas. Toda su charla ansiosa estaba hecha de respuestas a preguntas no formuladas pero que ella intuía que tal vez podrían llegar.

»Si, doctor, decía, antes de mayor de edad comprendí que por ganas y salud tenia que darle gusto al cuerpo. Pero siempre supe cuidarme, pregúntele a la Tota, así la nombramos pero no es verdad del todo. Le aseguro que también puede ser muy macho, que hoy es el boticario. Claro, también a ese me lo hice y hoy no puede negarme nada.

»Ahí comenzó mi sospecha. Tal vez no se tratara sólo de vino y alcoholes. Empecé a visitar la farmacia. Barthe ya no estaba pero le había dejado al mancebo, además del negocio, un inconfundible aire mujeril. Es que en estos asuntos acaban por emparejarse el que da y el que recibe. Pero el muchacho atendía cortes, con la bata entreabierta para lucir unos excelentes pectorales halterofílicos.

»Después de fintas, amenazas, negativas y juropordioses, le recordé suavemente que yo seguía integrando la Comisión de Compras del hospital. Y que, si seguía negando… También recuerdo que relaté, con la cara impasible, que para nada me importaba saber quienes eran sus proveedores porque yo no era alcahuete de la policía.

»Bueno, supe que proveía a la José casi semanalmente. Las dosis no me parecieron peligrosas pero si la frecuencia de las papelinas. Ahora se las administro yo. Pero la José necesitaba conocer el origen de aquel embarazo de Angélica Inés Petrus Zabala. Ese era entonces su nombre complete.

»Dijo la José: "Cerré todos los cuartos, son ocho, y no los baños. Mantuve un dormitorio para las dos. Siempre dormimos juntas porque ella, pobre ángel, tiene ataques de miedo con la noche y lo oscuro. Siempre conservé mi habitación de cuando yo era sirvienta, una de las sirvientas de los tiempos en que don Petrus contrataba y siempre había peleas para cobrar. Con decirle que hasta huelgas hubo y problemas de alimentación. Siempre dicen que todo se esta arreglando y que va a funcionar el astillero y también el trencito. En fin, veremos, dijo un ciego".

»"Pero, como le estaba diciendo, doctor, supe conservar mi refugio, esa parte de la casa que sigue siendo mía hasta que Dios Brausen quiera. Se sube por una escalerita al costado de la casa. Una escalerita que tapan hojas de hiedra y de un parral, creo. Por ahí me visitan mis amigos cuando Angélica duerme. Mi lema de la vida es vive y deja vivir, gran sabiduría que no respetan todos. Lo que si, como queda comprobado, es que no podía dejarla vivir a ella. Ni se cuando se produjo mi gran descuido. Cierto que yo ya sabía que ella no era santita de yeso. Después le cuento. Quiero que sepa que mi madre me quería para fregona pero don Petrus hizo contrato con una maestra que venía a darnos educación. Unos cuantos años vino; recuerdo que Ángela no aprovecho mucho por ser muy distraída. Cuando desapareció la maestra me entró la picazón de saber más y empecé a sacar libros de la Biblioteca Municipal. Y le digo que hoy sigo con los libros y la cultura.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Cuando ya no importe»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cuando ya no importe» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Cuando ya no importe»

Обсуждение, отзывы о книге «Cuando ya no importe» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x