Alfredo Echenique - El Huerto De Mi Amada

Здесь есть возможность читать онлайн «Alfredo Echenique - El Huerto De Mi Amada» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Huerto De Mi Amada: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Huerto De Mi Amada»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Novela ganadora del premio Planeta 2002, narra los amores entre Carlitos Alegre, un muchacho de 17 años hijo de una acaudalada familia limeña, y Natalia de Larrea, una mujer divorciada de 33 años que arrastra una leyenda de seductora. Carlitos desafiará las reglas de la obtusa sociedad limeña y se trasladará a vivir en el huerto de la finca de su amada a las afueras de Lima. Alfredo Bryce Echenique vuelve con esta historia a retratar los vericuetos de la alta sociedad de Lima que ya plasmó en una de sus obra más emblemáticas `Un mundo para Julius`. El humor nunca corrosivo, la perfecta descripción de los estados de ánimo y los guiños a este grupo social que el autor conoce tan bien se completan con la bella prosa de este escritor fundamental.

El Huerto De Mi Amada — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Huerto De Mi Amada», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No se puede decir que el arcoiris es multicolor -los corrigió Carlitos, feliz de poder humillarlos, ahí delante de su pobre hermana, feliz de poder defenderla así de la mirada de poquita cosa y tú no vales nada y como te atrevas a pasar de nuevo, que le acababan de pegar ese par de cretinos-. Es una redundancia, pedazo de ignorantes… Están en segundo año de universidad y aún no saben que un arcoiris sólo puede ser multicolor. Par de redundantes. Es como si yo dijera que los hermanos mellizos son dos. ¿O todavía no me han entendido…?

Sí. Ya le habían entendido, claro que sí, Carlitos. Es que estaban tan emocionados con lo de Carmencita y Luchita.

– ¿Sólo porque han logrado hablar por teléfono con dos chimbotanas, par de chiclayanos?

Carlitos estaba realmente furioso con lo del maltrato a Consuelo. Y como que había salido en defensa de su dama y todo, ante ese par de cretinos. Pero los pobres también… Tenían sus motivos para haberse sobreexcitado de esa manera, los Céspedes Salinas. Lo que pasa es que Carlitos ni se había enterado, primero por concentrarse en el paso desangelado de Consuelo, justo en ese momento, justo por ese lugar, justo en aquella maravillosa circunstancia. Y justo, también, cuando él, cataplum, se les vino abajo con tremendo trozo de pared y otra vez habría que arreglarle con creces a su mamá lo de ese agujeróte y lo de la tubería del agua y el cable eléctrico colgantes y cada vez más peligrosos de incendio o inundación, no, qué horror, qué espanto, Dios no lo quiera, y apiádate, Señor, de nuestra pobre madre. En fin, que, con todas estas cosas y él desbarrancándose, además, Carlitos ni se había enterado de que las hermanas Quispe Zetterling, maldito primer apellido, acababan de decidir que el próximo sábado organizaban tremendo fiestón, en honor a sus teléfonos multicolores, en fin, esto es una broma, en honor a ustedes, Raúl y Arturo, y para tener el gusto de conocerlos personalmente, y que ellos estaban dándoles todas las gracias del mundo, para que les llegaran por el gigantesco arcoiris multicolor de teléfonos, perdón, arcoiris no redundante, Carlitos, y estaban colocando ya el auricular en su lugar, estaban poniéndole punto final a esa conversación tan colorida y feliz, cuando al mismo tiempo te viniste tú abajo y apareció Consuelo, como fuera de temporada o algo así, la tipa, Carlitos, pero ya pasó, tú bien sabes que Consuelito es nuestra hermana y que, en nuestra familia, unidad y amor son palabras sinónimas…

– Pues que sea la última vez -les dijo Carlitos, aceptando sus disculpas, finalmente, despidiéndose, luego, y corriendo encantado de la vida, esta vez sí que sí, a contarle a Molina todo lo ocurrido aquella tarde. A contárselo con lujo de detalles y sin importarle que el hombre, feliz al volante del Daimler, poco a poco, y como quien no quiere la cosa, empezara a soltar los comentarios más ácidos y pertinentes acerca de los mellizos Céspedes Salinas. Era un hecho que el veterano chofer odiaba cada día más a los hermanitos esos, aunque sin que este atroz sentimiento lo llevara a perder jamás la compostura perfecta que debe guardar siempre un chofer uniformado y de lujo, servidor sin patrones, ya, y proveniente de un mundo casi desaparecido, pero, eso sí, hombre sin par a la hora de decirlo todo acerca de los mellizos, con tan sólo una sonrisa o una filuda mirada, y, de un tiempo a esta parte, verdadero especialista en la materia Céspedes Salinas y hasta en la calle de la Amargura y su resonancia magnética, si se quiere.

Pero esa noche, al desvestirse para acostarse, Carlitos descubrió en un bolsillo de su saco el papelito aquel. Lo leyó muy atentamente y fue muy grande su pena, al terminarlo. Lo firmaba Consuelo y la letra era de mujer. Sí, era su letra, sin duda alguna, pero él estaba seguro, segurísimo, de que Consuelo no le había escrito esas líneas por iniciativa propia, y mucho menos se las había metido en el bolsillo sin que él se diera cuenta. Aquello era obra y gracia de Arturo y Raúl, qué duda cabe, y lo que sí comprendía ahora Carlitos era el porqué de la breve serie de gemiditos y gemidillos que le había oído a Consuelo esa tarde, cuando él se cayó con su trozo de pared y todo, y los mellizos le ponían punto final a su norteña conversación con Lucha y Carmencita Quispe Zetterling. «Este par de desgraciados», pensó Carlitos, mientras se metía en la cama e imaginaba fácilmente a Raúl y Arturo forzando a su hermana a invitarlo a una fiesta del Rosa de América, su colegio de siempre, en el que este año se graduaba ya. Carlitos había apagado todas las luces, pero ahí, en medio de esa oscuridad, aunque ya sin el relojazo aquel del tictac y su tremenda crisis, cuando el anterior viaje de Natalia a Europa, ahí, en esa oscuridad, veía claramente cómo los mellizos le dictaban esas ridiculas palabras de invitación a la pobre Consuelo, obligándola en seguida a firmarla con esa caligrafía como debilucha y arrastrada, tremendamente tímida e incluso asustada. Carlitos encendió una lámpara, con el impulso de llamar inmediatamente a Consuelo y decirle que sí, que claro, que feliz, que por supuesto que él la acompañaría a su fiesta, que era un honor para él, Consuelo, jamás Martirio ni Soledad ni Concepción ni nada, esta vez, es una gran alegría para mí, querida amiga… Pero era ya demasiado tarde ya, para llamar a nadie, y Carlitos esperó al día siguiente para marcar el número de la calle de la Amargura y decirle a Consuelo que la acompañaría ese sábado a su fiesta, encantado de la vida.

– Yo le juro que yo no lo invité -le dijo Consuelo, avergonzadísima, llorando casi.

– ¿Entonces, no podré ir? -le preguntaba Carlitos-. ¿No tendré la gran suerte y el gusto de poder acompañarla?

– Yo le juro que sí tendrá la suerte, Carlitos.

– Así me gusta, Consuelito, pero yo creo que mejor nos tuteamos, ¿no?

– Sí, Carlitos, yo le juro que sí.

– El sábado a las ocho, en punto, paso a recogerla, Consuelito. Ah, y de paso, dígales a sus hermanos, y ríase, o ríete, mejor dicho, bastante, de mi parte, cuando se lo digas, que este sábado sí que ni sueñen con mi chofer y mi Daimler. Diles que ambos están súper reservados para ti y para mí.

– Súper reservados, sí, Carlitos -repitió, casi, Consuelo, pero sonriéndose y tuteándolo, esta vez, por fin.

Carlitos colgó, sonrió, pidió el desayuno, sonrió mucho más al imaginar a Consuelo dándoles la noticia del Daimler no disponible, a sus hermanos, y luego se aterró cuando se dio cuenta de que también él tendría que darle la noticia del Daimler a Molina. ¿Molina llevándolo a una fiesta con una chica que, encima de todo, era hermana de los mellizos? ¿El eterno chofer de la familia de Larrea y Olavegoya manejando el Daimler con Consuelo y él, sentados ahí atrás, en el saloncito posterior rodante, sin tener la absoluta certeza de que lo que estaba haciendo no le molestaba a la señora Natalia? ¿A su venerada doña Natalia?

Carlitos no soportó más tanta tensión, y, mientras desayunaba, como siempre en compañía de Luigi y Marietta, y atendido por Julia, pidió que llamaran a Molina y también a Cristóbal, el mayordomo, les soltó el largo cuento de sus temores y angustias sabatinos, y, para su gran sorpresa, fue nada menos que Molina el que les explicó a todos que el joven Carlitos estaba cumpliendo con un deber de generosidad y sensibilidad al acompañar ese sábado a una señorita que se merecía eso, y mucho más, y que, seguramente, también, ni había soñado siquiera con invitarlo a fiesta alguna, porque la señorita Consuelo era tímida de solemnidad, y, con toda seguridad, habían sido sus hermanos, ese par de…, ese par de…, los autores de esa carta. En fin, él ya les contaría, más tarde, acerca de ese par de, porque ahora acababa de desayunar y no quería amargarse una agradable digestión, pensando en la calaña de gente trepadora que puede existir en esta ciudad, en estos tiempos de… En fin, me callo. Y ya irán saliendo las cosas, poco a poco, y a su debido tiempo, pero, eso sí, de algo estoy muy seguro, y es que, al igual que sus padres, y, antes que éstos, los padres de sus padres, la señora Natalia se sentirá muy contenta cuando regrese a Lima y se entere de la buena acción cumplida por aquí el joven Carlitos. Y, de más está decirlo, yo me enorgullezco, desde ahora, de estar al volante del Daimler, este sábado, rumbo a esa fiesta del colegio Rosa de América…

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Huerto De Mi Amada»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Huerto De Mi Amada» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


libcat.ru: книга без обложки
LaVyrle Spencer
Alfredo Echenique - Cuentos
Alfredo Echenique
Alfredo Echenique - La amigdalitis de Tarzán
Alfredo Echenique
Alfredo Sanfeliz Mezquita - La democracia de las emociones
Alfredo Sanfeliz Mezquita
Alfredo Echenique - Un mundo para Julius
Alfredo Echenique
Alfredo Sánchez Gutiérrez - La música de acá
Alfredo Sánchez Gutiérrez
Alfredo Tomás Ortega Ojeda - La bruja
Alfredo Tomás Ortega Ojeda
Alfredo Gaete Briseño - El regreso del circo
Alfredo Gaete Briseño
Raquel Echenique - Yo soy un refugiado
Raquel Echenique
Felipe I. Echenique March - Una historia sepultada
Felipe I. Echenique March
Morgan Rice - Amada
Morgan Rice
Отзывы о книге «El Huerto De Mi Amada»

Обсуждение, отзывы о книге «El Huerto De Mi Amada» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x