Javier Cercas - La Velocidad De La Luz

Здесь есть возможность читать онлайн «Javier Cercas - La Velocidad De La Luz» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Velocidad De La Luz: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Velocidad De La Luz»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Ésta es la historia de una amistad, una amistad que empieza en 1987 cuando el narrador, un joven aspirante a novelista, viaja a una universidad del Medio Oeste estadounidense y conoce a Rodney Falk, su compañero de despacho, un ex combatiente de Vietnam huraño e inabordable, ferozmente lúcido y corroído en secreto por su pasado. Pero ésta es también la historia de una experiencia radical en el abismo indescifrable del mal y la culpa, que el propio narrador sólo logrará entender y asumir años más tarde, como en una fulguración, cuando conozca el éxito y lo que éste tiene de corrupción insidiosa. Para entonces la figura imprecisa de Rodney y su historia devastadora acabarán imponiéndosele con la fuerza de lo necesario, como un emblema de su propia historia, y acaso de la condición humana.

La Velocidad De La Luz — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Velocidad De La Luz», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cuando aquella mañana llegué a Urbana yo ya había elaborado un plan bastante preciso de lo que iba a hacer en los próximos meses, o más bien en los próximos años; como es lógico, ese plan contemplaba el riesgo de que la realidad acabara por desvirtuarlo, pero no hasta volverlo irreconocible. Eso, para bien o para mal -nunca sabré si más para bien que para mal-, es lo que sin embargo ha ocurrido.

Regresé a España después de cumplir con impaciencia con los compromisos que tenía pendientes en Urbana y en Los Ángeles, y lo primero que hice al aterrizar en Barcelona fue ponerme a buscar un nuevo piso, porque apenas entré en el apartamento de Sagrada Familia comprendí que aquello era un muladar sin redención. Lo encontré enseguida -un apartamento pequeño y con mucha luz situado en la calle Florida-blanca, no lejos de la piaza de España- y en cuanto acabé de instalarme en él me puse a escribir este libro. Desde entonces apenas he hecho otra cosa. Desde entonces -y va ya para seis meses- siento que llevo una vida que no es de verdad, sino falsa, una vida clandestina y escondida y apócrifa pero más verdadera que si fuera de verdad. El cambio de piso me permitió borrar con facilidad mis huellas, de manera que hasta hace poco nadie sabía dónde vivo. No veía a nadie, no hablaba con nadie, no leía periódicos, no veía la televisión, no oía la radio. Estaba más vivo que nunca, pero era como si estuviera muerto y la escritura fuese el único modo de evocar la vida, el cordón último que me unía a ella. La escritura y, hasta hace poco, Jenny. Porque a mi vuelta de Urbana, Jenny y yo empezamos a escribirnos casi a diario. Al principio nuestros correos electrónicos trataban en exclusiva del libro sobre Rodney que yo estaba escribiendo: le hacía preguntas, le pedía detalles y aclaraciones, y ella me contestaba con diligencia y aplicación; luego, poco a poco y de forma casi insensible, los correos empezaron a tratar de otras cosas -de Dan, de Rantoul, de su vida y la de Dan en Rantoul, de mí y de mí vida invisible en Barcelona, alguna vez de Paula y de Gabriel- y al cabo de algunas semanas yo ya había comprobado con satisfacción que aquella forma de comunicarnos toleraba o propiciaba una mayor intimidad que cualquier otra. Fue así como empezó un largo, lento, complejo, sinuoso y delicado proceso de seducción. Quizá la palabra no sea exacta: quizá la palabra exacta sea persuasión. O tal vez demostración. No sé qué palabra elegiría Jenny. No importa; lo que importa no son las palabras: son los hechos. Y el hecho es que, mientras me empleaba tan a fondo en ese proceso como en el libro que estaba escribiendo, yo no dejaba de imaginar mi vida cuando ambos hubiesen concluido y yo viviese con Dan y con Jenny en Rantoul. Imaginaba una vida plácida y provinciana como la que alguna vez temí y luego tuve y más tarde destruí, una vida también apócrifa y verdadera en medio de ninguna parte. Me imaginaba levantándome cada día muy temprano, desayunando con Dan y con Jenny y llevándolos luego al colegio y al trabajo y luego encerrándome a escribir hasta que llegaba la hora de ir a buscarlos, primero a Dan y después a Jenny, los iba a buscar y volvíamos a casa y preparábamos la cena y cenábamos y después de cenar jugábamos o leíamos o veíamos la televisión o charlábamos hasta que el sueño nos iba derrotando uno a uno sin que ninguno de los tres quisiera admitir, ni siquiera ante sí mismo, que aquella rutina cotidiana era en realidad una suerte de sortilegio, un pase de magia con el que queríamos volver reversible el pasado y resucitar a los muertos. Otras veces me imaginaba tumbado en una hamaca, en el jardín trasero, junto al cobertizo en el que en un tiempo tan remoto que ya no parecería real se colgó Rodney, en una tarde de sábado o de domingo de finales de primavera o principios del verano ardiente de Rantoul, con Dan y sus amigos gritando y jugando a mi alrededor mientras yo leía azarosamente a Hemmgway y a Thoreau y a Emerson, alguna vez incluso a Mercé Rodoreda, mientras escuchaba a Bob Dylan y compartía sorbitos de whisky y caladas de marihuana con Jenny, que iría y vendría entre la casa y el jardín: desde allí la muerte de Gabriel y de Paula quedaría…muy lejos, Vietnam quedaría muy lejos, el éxito y la fama quedarían tan lejos como las nubes minúsculas que de vez en cuando cegarían el sol, y entonces me vería a mí mismo como el hippy que hace más de treinta años debió de ser Rodney y nunca quiso dejar de ser. Me vería así, me imaginaba así, feliz y un poco ebrio, convertido de algún modo en Rodney o en el instrumento de Rodney, mirando a Dan como si en realidad estuviera mirando a Gabriel, mirando a Jenny como si en realidad estuviera mirando a Paula. Y mientras en estos meses de Barcelona imaginaba mi vida futura y feliz en Rantoul y continuaba la larga y lenta y sinuosa seducción o persuasión de Jenny en la intimidad del correo electrónico, ní un solo día dejé de sentarme a este escritorio y de dedicarme de lleno a cumplir el encargo tanto tiempo postergado de escribir esta historia que tal vez Rodney me adiestró desde siempre para que contara, esta historia que no entiendo ni entenderé nunca y que sin embargo, según imaginé a medida que la escribía, estaba obligado a contar porque sólo puede entenderse si la cuenta alguien que, como yo, nunca acabará de entenderla, y sobre todo porque es también mi historia y también la de Gabriel y la de Paula. Así que durante mucho tiempo escribí y seduje y persuadí y demostré e imaginé, hasta que un día, cuando sentí que el proceso de seducción estaba maduro y que, aunque aún ignoraba cuál era el final exacto de este libro, ya estaba sin duda avistándolo, decidí exponerle abiertamente mis planes a Jenny. Lo hice sin temor y sin rodeos, igual que si estuviera recordándole un compromiso contraído por los dos tiempo atrás como quien acepta una fatalidad dichosa, porque a aquellas alturas, después de meses de escribirla casi a diario y de insinuarle de forma cada vez menos críptica mis intenciones, yo estaba seguro de que mis palabras no podían sorprenderla, y también de que ella iba a acogerlas con alegría.

No fue así. Increíblemente -al menos increíblemente para mí-, ambas seguridades eran falsas. Jenny tardó en contestar mi correo electrónico, y cuando por fin lo hizo fue para agradecer mi propuesta y para rechazarla a continuación de forma afectuosa pero taxativa. «No funcionaría», me escribió Jenny. «No basta con prever que las cosas vayan a ocurrir para que ocurran, ni basta con desearlo. Esto no es álgebra ni geometría: cuando se trata de personas dos más dos nunca suman cuatro. Quiero decir que nadie puede sustituir a nadie: Dan no puede sustituir a Gabriel, yo no puedo sustituir a Paula; tú, por más que quieras, no puedes sustituir a Rodney.» «Termina el libro», concluía Jenny. «Se lo debes a Rodney. Se lo debes a Gabriel y a Paula. Nos lo debes a Dan y a mí. Sobre todo te lo debes a ti. Termínalo y luego, si te apetece, ven a pasar con nosotros unos días. Te estaremos esperando.» La respuesta de Jenny me dejó anonadado, sin capacidad de reacción, como si acabaran de abofetearme y no supiera quién m cómo ni por qué me había abofeteado. La releí, volví a releería; entendía todas sus palabras, pero me resultaba imposible asimilarla. Yo estaba tan convencido de que mi futuro estaba en Rantoul, con Dan y con ella, que ni siquiera había imaginado un futuro alternativo por si ése era ilusorio o fracasaba. Por lo demás, la negativa de Jenny era tan inequívoca y sus argumentos tan invulnerables que no me sentí con fuerzas para tratar de rebatirlos e insistir en mi propuesta.

No contesté el correo de Jenny: no iba a haber ningún pase de magia, no iba a haber ningún sortilegio, no iba a recuperar lo que había perdido. De repente me vi volviendo a mi vieja vida de subsuelo; de repente me pareció comprender que era absurdo continuar escribiendo este libro. Y ya estaba a punto de abandonarlo definitivamente cuando descubrí cuál era su final exacto y por qué tenía que terminarlo. Ocurrió poco después de que una tarde, al salir de mi casa para comer, descubriera un paquete de tabaco lleno de porros de marihuana sobresaliendo por la ranura de mi buzón. No pude evitar sonreír. A la mañana siguiente telefoneé a Marcos, y dos días después quedamos a tomar una cerveza en El Yate.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Velocidad De La Luz»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Velocidad De La Luz» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Javier Cercas - The Speed of Light
Javier Cercas
Javier Cercas - Outlaws
Javier Cercas
Javier Cercas - Soldiers of Salamis
Javier Cercas
Javier Cercas - El Móvil
Javier Cercas
Javier Cercas - Soldados de Salamina
Javier Cercas
Francisco Javier González - Vida después del covid-19
Francisco Javier González
Javier González Alcocer - Claroscuro
Javier González Alcocer
Javier González Sanzol - Poder y destino
Javier González Sanzol
Facundo Javier Frattini - De la logística
Facundo Javier Frattini
Отзывы о книге «La Velocidad De La Luz»

Обсуждение, отзывы о книге «La Velocidad De La Luz» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x