Alain Robbe-Grillet - La Casa De Citas

Здесь есть возможность читать онлайн «Alain Robbe-Grillet - La Casa De Citas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Casa De Citas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Casa De Citas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La Casa De Citas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Casa De Citas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Lo sé, por supuesto, pero no lo dejo translucir. Compongo mi actitud y mi fisonomía a imitación de las suyas y le pregunto brevemente cómo ha ocurrido la cosa. Habla deprisa, con una voz sin timbre que no le había oído nunca y en la que asoma la turbación y tal vez hasta la ansiedad. No, no ha podido aún saber nada sobre las circunstancias del drama: la acaba de telefonear un amigo que ignoraba igualmente dónde, cuándo y de qué modo había ocurrido aquello. Por lo demás, Lady Ava no puede prolongar más esta conversación, reclamada por todas partes por sus invitados. Se vuelve con movimiento vivo hacia una pareja de recién llegados y, relajada, sonriente, perfectamente dueña de sus facciones, los acoge con una frase cálida de bienvenida: «¡Han venido ustedes, queridos amigos! No estaba segura de que Georges pudiera regresar a tiempo…, etc.» Probablemente hay más personas, entre esta concurrencia alegre y despreocupada, que conocen también la noticia, incluso algunas para las cuales ningún detalle del asunto es un secreto. Pero éstas, como las demás, hablan en grupitos de cosas anodinas: de sus gatos o sus perros, sus criadas, sus hallazgos en las tiendas de antigüedades, sus viajes o los últimos chismorreas sobre los amores episódicos de los ausentes, o las llegadas y las salidas producidas en la colonia.

Los corros se forman y se disuelven al azar de los encuentros. Cuando vuelvo a hallarme en presencia de la señora de la casa, me dirige una sonrisa amistosa y natural para preguntarme si tengo algo que beber: «No, todavía no, pero voy a ocuparme de ello», le digo en tono satisfecho, sin segundas intenciones, y me acerco al buffet del gran salón. Esta noche, los que sirven las bebidas son camareros de chaqueta blanca, y no las jóvenes criadas eurasiáticas, como ocurre en las reuniones más íntimas. El mantel blanco inmaculado que cubre los caballetes, colgando hasta el suelo, está provisto de numerosas bandejas de plata, repletas de sandwiches variados en miniatura y pastelitos. Tres hombres, en animada conversación, beben a pequeños sorbos las copas de champán que acaba de servirles el camarero. Justo en el momento en que llego al alcance de sus voces (hablan bastante bajo), cojo algunas palabras de su diálogo: «… cometer un crimen de ornamentos inútiles, barrocos, y es un crimen necesario, no gratuito. Nadie más que él…» Por un momento me pregunto si estas palabras pueden tener alguna relación con la muerte de Manneret, pero, pensándolo bien, parece del todo improbable.

Por otra parte, el que había pronunciado la frase se ha callado enseguida. Ni siquiera podría precisar con certeza de cuál de los tres hombres se trata, hasta tal punto se parecen en el traje, la estatura, el porte, la expresión. Ninguno de ellos dice nada más. Los tres saborean el champán a pequeños sorbos. Y, cuando reanudan la conversación, es para hacer algunas observaciones sin interés sobre la calidad de los vinos recientemente importados de Francia. Mientras se alejan, pido a mi vez una copa; el champán es en efecto muy seco, burbujeante, pero sin aroma. Otros dos invitados se acercan a beber. Aquí se sitúa la escena del camarero de chaqueta blanca que se agacha para recoger del suelo una ampolla inyectable y la deja a su lado al borde de la mesa.

La orquesta vuelve a tocar. La gente baila de nuevo. Hay muchas parejas que giran cadenciosamente. Hay muchas mujeres guapas, entre las cuales cuento, esta noche, por lo menos cinco o seis que figuran en el grupo de jóvenes protegidas de Lady Ava. Esta se halla precisamente con una chica a quien veo hoy por primera vez, que tiene hermosos cabellos de un rubio dorado, una boca agradable y una carne satinada, ampliamente ofrecida a la mirada por el escote de un vestido que deja los hombros desnudos, así como la espalda y el inicio de los pechos. De pie, cerca de un sofá rojo en el que está sentada su interlocutora de más edad, parece una alumna aplicada que atiende a las recomendaciones de su maestra. Un hombre de estatura alta, con smoking oscuro, se acerca hasta ellas y se inclina ante Lady Ava, que intercambia con él unas palabras lánguidas; después señala con la mano derecha a la joven, haciendo comentarios bastante largos sobre su persona, como lo indican los movimientos del brazo que desplaza a diferentes niveles, mientras el hombre contempla sin decir nada a la interesada, que baja los ojos con modestia. Obedeciendo una señal que acaban de dirigirle, la joven gira sobre sí misma, con un movimiento ágil de danzarina, pero con bastante lentitud para dar tiempo a que la vean por todos los lados; vuelta a su posición inicial, me parece (pero es difícil afirmarlo desde esta distancia) que su rostro se ha sonrojado ligeramente; y, en efecto, ladea un poco la cabeza, con lo que podría ser una expresión de incomodidad o de pudor. Lady Ava ha debido de pedirle en el acto que no sea esquiva, ya que vuelve sin tardanza la cara hacia adelante y hasta sube los párpados, mostrando entonces dos inmensos ojos agrandados por un estudiado maquillaje. Y he aquí que Sir Ralph le tiende la mano; será para invitarla a bailar, porque ahora se dirigen juntos hacia la pista. Cruzo esta parte del salón para acercarme a mi vez al sofá amarillo -o mejor dicho, a franjas amarilelas y rojas, como compruebo de más cerca-. Lady Ava sigue vuelta, de perfil, hacia donde acaba de alejarse la pareja. Tras un momento de espera, y como ella no se decide a interrumpir su vigilancia, pregunto: «¿Quién es?» Pero no me contesta enseguida y deja pasar un momento antes de mirar hacia mí, diciendo por fin, con un imperceptible fruncimiento de los ojos: «Esa es la cuestión.»

Empiezo con precaución: «¿No estará…» Pero callo; mi interlocutora da ahora la impresión de estar pensando en otra cosa y concederme una atención de simple cortesía. Ese fragmento de música que dura ya desde hace rato, o incluso desde el inicio de la velada, es una especie de cantinela con repeticiones cíclicas, en la que se reconocen siempre los mismos pasajes a intervalos regulares. «… en venta?», dice Lady Ava completando mi frase, y, contestando luego, aunque de modo muy evasivo:

– Creo que ya tengo algo para ella -dice.

– Mejor -digo yo-. ¿Interesante?

– Un habitual -dice Lady A va.

Me explica entonces que se trata de un americano llamado Johnson, y finjo enterarme ahora mismo por boca suya (aunque conozco esta historia desde hace tiempo), y no saber siquiera a ciencia cierta quién es el personaje en cuestión. Nuestra anfitriona se toma, pues, la molestia de describírmelo y contarme brevemente el asunto de los campos de adormideras blancas instalados en los límites de los Nuevos Territorios. Después vuelve otra vez la cara hacia la pista de baile, donde no se ven ya ni el hombre ni su pareja. Y añade como para sus adentros: «La chica estaba a punto de casarse con un buen muchacho, que no habría sabido qué hacer con ella.»

– ¿Y qué ha pasado? -pregunto.

– Que lo ha dejado -contesta Lady Ava.

Un poco más tarde, el mismo día, añade: «La verá esta noche en la obra, si asiste a la función. Se llama Lauren.»

Pero entretanto ha tenido lugar el episodio de la copa rota cuyos fragmentos de cristal cubren el suelo, y las parejas que han dejado de bailar y luego se han apartado poco a poco para formar un corro bastante irregular, contemplando sin decir nada, con espanto, con horror, como si fueran objeto de escándalo, los diminutos fragmentos cortantes a los que se adhiere la luz de las arañas con mil reflejos, azules y helados, centelleantes, y la criada eurasiática que cruza el corro sin ver nada, como una sonámbula, haciendo crujir los cristales en medio del silencio bajo las suelas de sus finos zapatos, cuyas tiras de piel dorada sujetan con tres cruces el pie desnudo y el tobillo.

Y las parejas prosiguen, como si nada pasara, las figuras complicadas del baile, ella bastante separada del caballero, que la dirige a distancia, sin necesidad de tocarla, la hace volverse, llevar el compás, mecer las caderas sin moverse, para, luego -volviéndose rápida-, mirar de nuevo hacia él, hacia aquellos ojos negros que la observan con intensidad, o que se pierden más allá, sin detenerse en ella, por encima de la cabellera rubia y los ojos verdes.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Casa De Citas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Casa De Citas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La Casa De Citas»

Обсуждение, отзывы о книге «La Casa De Citas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x