Con el ánimo fortalecido por el impecable raciocinio lógico que acababa de producir y por la no menos impecable conclusión, regresó a la sala. La guía telefónica seguía abierta sobre el escritorio, los tres Santa-Clara no habían cambiado de sitio. Marcó el número del primero y esperó. Esperó y siguió a la espera después de saber que ya no lo atenderían. Hoy es sábado, pensó, probablemente están fuera. Colgó el teléfono, había hecho todo cuanto estaba a su alcance, de irresolución o timidez nadie lo podría acusar. Miró el reloj, era una buena hora para salir a cenar, pero el tétrico recuerdo de los manteles del restaurante, blancos como sudarios, los míseros búcaros con flores de plástico sobre las mesas, y, sobre todo, la permanente amenaza del rape, le hicieron cambiar de idea. En una ciudad de cinco millones de habitantes hay, evidentemente, restaurantes en proporción, por lo menos varios miles, y aunque excluya, por una razón, los lujosos, y por otra, los insufribles, todavía le restaría un amplísimo campo de elección, por ejemplo, ese lugar agradable donde almorzó hoy con María Paz, una casualidad al paso, pero a Tertuliano Máximo Afonso no le gustaba la perspectiva de que lo vieran ahora entrar solo cuando antes apareció tan bien acompañado. Decidió, por tanto, no salir, comería, según la expresión consagrada, cualquier cosa, y se iría a la cama temprano. Ni iba a necesitar abrirla, estaba todavía como la dejaron, las sábanas enrolladas a los pies, las almohadas sin mullir, el olor del amor frío. Pensó que sería conveniente telefonear a María Paz, decirle una palabra cordial, una sonrisa que ella sentiría al otro lado, es verdad que la relación de éstos acabará día antes día después, pero hay obligaciones tácticas de delicadeza que no pueden ni deben ser menospreciadas, sería dar muestras de una grave insensibilidad, por no decir de indisculpable grosería moral, comportarse como si, en esta casa, esta mañana, no hubiesen ocurrido algunas de esas acciones apacibles, beneficiosas y regocijantes que, aparte de dormir, suelen pasar en la cama. Ser hombre no debería significar nunca un impedimento para actuar como un caballero. No tenemos dudas de que Tertuliano Máximo Afonso actuaría como tal si, por singular que parezca a primera vista, precisamente el recuerdo de María Paz no le hubiera hecho volver a su obsesiva preocupación de los últimos días, es decir, cómo encontrar a Daniel Santa-Clara. El nulo resultado de las tentativas que había hecho por teléfono no le dejaba otro camino que escribir una carta a la empresa productora, puesto que está fuera de cuestión que se presente él mismo, en carne y hueso, arriesgándose a que la persona que le vaya a informar le pregunte, Cómo está, señor Santa-Clara. El recurso al disfraz, a los clásicos postizos de barba, bigote y peluca, aparte de superlativamente ridículo, sería de lo más estúpido, le haría sentirse como un mal intérprete de melodrama decimonónico, como un padre noble o un cínico de cuarto acto, y, como siempre había temido que la vida lo eligiera como blanco de jugadas de mal gusto en las que tanto se esmera, tenía la certeza de que el bigote y la barba se le caerían en el justo momento en que preguntase por Daniel Santa-Clara y que la persona interrogada se echaría a reír llamando a los colegas para la fiesta, Muy gracioso, muy gracioso, venid, venid a ver a Daniel Santa-Clara preguntando por él mismo. La carta era, por tanto, el único medio y a todas luces el más seguro para alcanzar sus conspirativos designios, con la condición sine qua non de no poner en ella ni su nombre ni su dirección. En este embrollo de táctica podemos jurar que venía reflexionando últimamente, aunque de tan difusa y confusa manera que a este trabajo mental no se le debería llamar con entera propiedad pensamiento, más se trata de un fluctuar, de un vagabundear de fragmentos vacilantes de ideas que sólo ahora logran ajustarse y organizarse con pertinencia suficiente, por lo que también sólo ahora se dejan aquí registradas. La decisión que Tertuliano Máximo Afonso acaba de tomar es realmente de una simplicidad desconcertante, de una meridiana y transparente claridad. No tiene la misma opinión el sentido común, que acaba de entrar por la puerta, preguntando, indignado, Cómo es posible que semejante idea haya nacido en tu cabeza, Es la única y es la mejor, respondió Tertuliano Máximo Afonso fríamente, Tal vez sea la única, tal vez sea la mejor, pero, si te interesa mi opinión, sería una vergüenza que escribas esa carta con el nombre de María Paz y dando su dirección para la respuesta, Vergüenza, por qué, Pobre de ti si necesitas que te lo expliquen, A ella no le importará, Y cómo sabes tú que no le importará, si todavía no se lo has preguntado, Tengo mis razones, Tus razones, querido amigo, son de sobra conocidas, se llaman presunción de macho, vanidad de seductor, jactancia de conquistador, Macho soy, la verdad, es ése mi sexo, pero al seductor que dices jamás lo he visto reflejado en el espejo, y en cuanto al conquistador, mejor ni hablar, si mi vida es un libro, ése es uno de los capítulos que le faltan, Gran sorpresa, Yo no conquisto, soy conquistado, Y qué explicación le vas a dar que justifique escribir una carta pidiendo informaciones sobre un actor, No le diré que estoy interesado en saber datos de un actor, Qué le dirás entonces, Que la carta está relacionada con el estudio del que le hablé, Qué estudio, No me obligues a repetirlo, Sea como sea, piensas que basta chasquear los dedos para que María Paz venga corriendo a satisfacer tus caprichos, Me limito a pedirle un favor, En el punto en que se encuentra vuestra relación has perdido el derecho de pedirle favores, Podría ser un inconveniente firmar la carta con mi propio nombre, Por qué, No se sabe qué consecuencias tendrá en el futuro, Y por qué no usas un nombre falso, El nombre sería falso, pero la dirección tendría que ser auténtica, Sigo pensando que tienes que acabar con esta maldita historia de sosias, gemelos y duplicados, Tal vez, pero no lo consigo, es más fuerte que yo, Me da la impresión de que has puesto en marcha una máquina trituradora que avanza hacia ti, avisó el sentido común, y, como el interlocutor no le respondió, se retiró moviendo la cabeza, triste con el resultado de la conversación. Tertuliano Máximo Afonso marcó el número de teléfono de María Paz, probablemente lo atendería la madre, y el breve diálogo sería una pequeña comedia más de fingimientos, grotesca y con un ligero toque patético, María Paz está, preguntaría, Quién la llama, Un amigo, Su nombre, Dígale que es un amigo, ella sabrá de quién se trata, Mi hija tiene otros amigos, Tampoco creo que sean tantos, Muchos o pocos, los que tiene tienen nombre, Está bien, dígale que soy Máximo. A lo largo de los seis meses de su relación con María Paz no han sido muchas las veces que Tertuliano Máximo ha necesitado llamarla a casa y menos las que ha sido atendido por la madre, pero siempre, por parte de ella, el tenor de las palabras y el tono de la voz fueron de suspicacia, y siempre, por parte de él, de una mal refrenada impaciencia, ella tal vez por no saber de la relación tanto cuanto le gustaría, él por la contrariedad de que supiera tanto. Los diálogos anteriores no habían diferido mucho del ejemplo que aquí se deja, sólo una muestra más de lo que podría haber sido y no fue, dado que atendió la llamada María Paz, aunque, todos, éstos y los otros, sin excepción, tendrían perfecta cabida en la referencia Incomprensión Mutua de un Breviario de Relaciones Humanas. Ya creía que no me ibas a llamar, dijo María Paz, Como ves, te has equivocado, estoy aquí, Tu silencio habría significado que el día de hoy no ha representado para ti lo mismo que para mí, Lo que haya representado, lo representa para los dos, Pero tal vez no de la misma manera ni por las mismas razones, Nos faltan los instrumentos para medir esas diferencias, si las hubiere, Sigues queriéndome, Sí, sigo queriéndote, No lo expresas con mucho entusiasmo, no has hecho nada más que repetir mis palabras, Explícame por qué no deberían servirme a mí, si a ti te sirven, Porque al ser repetidas pierden parte del poder de convencimiento que tendrían si se hubiesen dicho en primer lugar, Bravo, aplausos para el ingenio y la sutileza de la analista, Tú también sabrías esto si te dedicaras más a las lecturas de ficción, Cómo quieres que me ponga a leer ficción, novelas, cuentos, o lo que quiera que sea, si para la Historia, que es mi trabajo, me falta tiempo, ahora mismo estoy liado con un libro fundamental sobre las civilizaciones mesopotámicas, Me di cuenta, estaba sobre la mesilla de noche, Ya ves, En todo caso, no creo que andes tan apurado de tiempo, Si conocieras mi vida, no lo dirías, La conocería si tú me la dieras a conocer, No estamos hablando de eso, sino de mi vida profesional, Mucho más que una novela que leas en tus horas libres, supongo que te estará perjudicando ese famoso estudio en que andas metido, con tantas películas para ver. Tertuliano Máximo Afonso ya se había dado cuenta de que la conversación tomaba un rumbo que no le convenía, que se apartaba cada vez más de su objetivo, encajar en ella, con la mayor naturalidad posible, la cuestión de la carta, pero ahora, por segunda vez en el día, como si se tratase de un juego automático de acciones y reacciones, la propia María Paz acababa de ofrecerle la oportunidad, prácticamente, en la palma de la mano. Tendría sin embargo que ser cauteloso, no darle a entender que el motivo de la llamada era únicamente el interés, que no la llamó para hablarle de sentimientos, o de los buenos momentos que habían pasado juntos en la cama, si a pronunciar la palabra amor se le negaba la lengua. Es verdad que el asunto me interesa, dijo, conciliador, pero no hasta el punto que supones, Nadie lo diría viéndote como te vi, despeinado, en bata y zapatillas, sin afeitar, rodeado de vídeos por todas partes, no parecías el juicioso, el sensatísimo hombre que creía conocer, Estaba a mis anchas, solo en casa, entiéndelo, pero, ya que hablas de eso, se me ha ocurrido una idea que podría facilitar y acelerar el trabajo, Espero que no intentes ponerme a ver tus películas, no he hecho nada para merecer ese castigo, Tranquila, mis feroces instintos no llegan hasta ese extremo, la idea sería simplemente que escribas a la empresa productora pidiéndoles un conjunto de datos concretos, relacionados, en especial, con la red de distribución, la localización de las salas de exhibición y el número de espectadores por filme, creo que me sería muy útil y me ayudaría a sacar conclusiones, Y eso qué tiene que ver con las señales ideológicas que buscas, Puede ser que no tenga tanto cuanto imagino, en todo caso quiero intentarlo, Tú sabrás, Sí, pero hay un pequeño problema, Cuál, No querría ser yo quien escribiera esa carta, Y por qué no vas a hablar personalmente, hay asuntos que se resuelven mejor cara a cara, y apuesto a que se quedarían encantados, un profesor de Historia interesándose por las películas que producen, Es precisamente lo que no quiero, mezclar mi cualificación científica y profesional con un estudio que queda fuera de mi especialidad, Por qué, No lo sabría explicar, quizá por una cuestión de escrúpulos, Entonces no veo cómo vas a solucionar una dificultad que tú mismo te estás creando, Podrías escribir tú la carta, He ahí una idea absolutamente disparatada, explícame cómo voy a escribir una carta que trate un asunto que es para mí tan misterioso como el chino, Cuando digo que escribas la carta, lo que quiero decir realmente es que la escribiría yo dando tu nombre y tu dirección, de esa manera quedaría a cubierto de cualquier indiscreción, Que no sería tan grave, supongo que en ese caso tu honra no se pondría en causa ni en duda tu dignidad, No seas irónica, ya te he dicho que es sólo una cuestión de escrúpulos, Sí, ya me lo has dicho, Y no me crees, Te creo, sí, no te preocupes, María Paz, Sí, Sabes que te quiero, Creo saberlo cuando me lo dices, después me pregunto si será verdad, Es verdad, Y esta llamada se debe a que ansiabas decírmelo o era para que escribiese la carta, La idea de la carta ha nacido de nuestra conversación, Sí, pero no pretenderás convencerme de que la tuviste justo cuando conversábamos, Es cierto que ya había pensado en ello, pero de un modo vago, De un modo vago, Sí, de un modo vago, Máximo, Dime, querida, Puedes escribir la carta, Te agradezco que hayas aceptado, la verdad es que pensé que no te importaría, una cosa tan simple, La vida, querido Máximo, me ha enseñado que nada es simple, que a veces lo parece, y que cuanto más lo parece, más hay que dudar, Estás siendo escéptica, Nadie nace escéptico, que yo sepa, Entonces, ya que estás de acuerdo, escribiré la carta en tu nombre, Supongo que tendré que firmarla, No creo que valga la pena, yo mismo inventaré una rúbrica, Por lo menos que se parezca un poco a la mía, Nunca se me ha dado muy bien lo de imitar caligrafías, pero lo haré lo mejor que pueda, Ten cuidado, vigílate, cuando una persona comienza a falsear nunca se sabe dónde acaba, Falsear no es el término exacto, falsificar habrás querido decir, Gracias por la rectificación, querido Máximo, lo que yo pretendía era manifestar el deseo de que hubiese una palabra capaz de expresar, por sí sola, el sentido de las dos, Según mi ciencia, una palabra que en sí reúna y funda el falsear y el falsificar, no existe, Si el acto existe, también debiera existir la palabra, Las que tenemos se encuentran en los diccionarios, Todos los diccionarios juntos no contienen ni la mitad de los términos que necesitaríamos para entendernos unos a otros, Por ejemplo, Por ejemplo, no sé qué palabra podría expresar ahora la superposición y confusión de sentimientos que noto dentro de mí en este instante, Sentimientos, en relación a qué, No a qué, a quién, A mí, Sí, a ti, Espero que no sea nada malo, Hay de todo, como en botica, pero tranquilízate, no te lo conseguiría explicar, por más que lo intentase, Volveremos a este tema otro día, Quieres decir que nuestra conversación ha terminado, Ni ésas han sido mis palabras, ni ése su sentido, Realmente no, perdona, En todo caso, pensándolo bien, convendría que lo dejáramos ya, es notorio que hay demasiada tensión entre nosotros, saltan chispas a cada frase que nos sale de la boca, No era ésa mi intención, Ni la mía, Pero así está sucediendo, Sí, así está sucediendo, Por eso vamos a despedirnos como niños buenos, nos deseamos buenas noches y felices sueños, hasta pronto, Llámame cuando quieras, Así lo haré, María Paz, Sí, Te quiero, Ya me lo habías dicho.
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