Marcela Serrano - Para Que No Me Olvides

Здесь есть возможность читать онлайн «Marcela Serrano - Para Que No Me Olvides» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Para Que No Me Olvides: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Para Que No Me Olvides»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Para Que No Me Olvides — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Para Que No Me Olvides», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

* * *

Despertétarde esa mañana, en mi propia cama. Todo el cuerpo me dolía tras la tensión de la noche en vela, pero no tuve tiempo para pensarlo, los niños me esperaban ansiosos.

– Mamá, la abuela nos trajo estas papas del Jumbo. Son nuevas, no son ni fritas ni duquesas… sólo se fríen un minuto en aceite hirviendo y ¡zas!, se inflan y listo. Mamá, hazlo tú con nosotros, anoche no llegaste a comer y te quedamos esperando.

No me gustó el tono del «anoche no llegaste a comer», me sentí vagamente acusada. Ellos esperándome y yo en la noche de otro mundo, triturándome con la noche de otro mundo y la voz de Jorge Ignacio irreal, lejana e irreal. Sí, las papas fritas. La culpa se apoderó de mí, mis hijos, Jorge Ignacio tan apegado a su padre y él siempre ausente.

Cansada, obedecí. Fui a la cocina con los niños; le pedí a Honoria que me hiciera un espacio. Esfuerzos por concentrarme, mecánicos gestos tratando de ser diligente. Una llamada de atención de mi hijo.

– Puchas, mamá… como que siempre estái en otra…

Cuando el aceite hervía, como lo requería la receta, el mango del sartén se deslizó de mis manos. Y el sartén se dio vueltas, derramándolo todo. El aceite cayó en mis piernas y mi salto no alcanzó a eludirlo. Me quemé, me quemé como sólo quema el aceite hirviendo.

Terminé en la clínica, con quemaduras de algún grado, no recuerdo cuál.

Mi cuerpo no estaba en otra parte.

* * *

Mifonoaudiólogo. Personaje central.

Su cara está más pálida hoy, él que acarrea esa cara simple, esa cara de bueno. Cuánto habría apreciado ese detalle antes, cuando yo misma era buena. Veo que le falta un botón a su chaleco gris. Se le debe haber caído durante el día, pues lo supongo pulcro al vestirse cada mañana. Pero igual se le ha caído un botón y no sé si para él eso es importante.

Ha pasado algo hoy día. Me dijo que yo estaba demasiado tensa, que así no podía darme la lección. Yo lo miré en blanco, como lo miro siempre. Entonces se levantó y me dijo.

– Relájese, señora Blanca. Voy a hacerle un masaje.

Enterró sus manos en mis espaldas, un solo nudo. Poco a poco los fue deshaciendo, mi alerta y mi sorpresa aflojando con ellos. Cerré los ojos y me entregué. Las manos del fonoaudiólogo me recordaron las del Gringo. A mi cuerpo no le parecieron tan distintas y fueron bienvenidas. Quizás llegado un momento, las manos de los hombres son todas iguales.

Aun así, no lo quiero. Me enseña cosas que yo sé, pero igual no las logro y lo odio. Cada día que él parte, miro hacia el infinito y me digo, soy una inválida.

Rara esta invalidez. Toda la mitad dentro.

El habla -ruidos, gorgoteos, extravagancias acústicas- ha quedado circunscrita a un solo estricto tiempo y espacio: éste de mi dormitorio, éste de mi fonoaudiólogo y yo. Sólo ahí y entonces, ningún intento que no sea el exigido en la sesión. Nunca sola, como debió haber sido para un acto íntimo. Si me sorprendieran en uno de estos balbuceos, la vergüenza me callaría de raíz. Solo frente a mi verdugo. Él siempre sentado en un sillón floreado y yo siempre en la silla delicada de mi abuela. Una pequeña mesa entre los dos, la de mi desayuno. Allí se instalan su grabadora, sus láminas, sus libros y sus juegos. Solo frente a ellos mi desmayo, mi inútil intento, mi estética por fin estropeada. Solo allí.

Juana, mi amiga de infancia, mi amiga sin brazo, es la que más me visita. Ella no comprende que en este drama su papel es sólo el de un actor de reparto. Pero le viene tan bien sentirse central. Juana tiene ojos de vaca, plácidos ojos, vaca que siempre está rumiando.

Juana me quiere. Juana me toca con su única mano, me acaricia la frente, pasa sus dedos por estos pómulos tensos. Acerca mi cabeza contra su pecho y la aprieta fuerte, hundiéndola en esa masa abundante y blanda. Me asquea esta mano y esta voluntad dadivosa.

– Ay, Blanca, nadie te comprende como yo… -suspira ella.

Mi gesto no pudo reprimirse. ¿Por qué nos hemos homologado, Juana? Ella intuyó mi rechazo y salió rápidamente de la pieza. Volvió al poco rato como si nada, con un café en la mano.

– Le está yendo estupendo a Gregorio. Si pudieras hablar, sé que me preguntarías por él, así es que te pondré al día. Dejé uno de los talleres de la parroquia para dedicarme más a su trabajo.

Yo arquié una ceja.

– Tú sabes cuánto me necesita. Como él no sabe inglés, me he dedicado a traducir los textos que necesita para su trabajo, así se ahorra pagarle horas extras a su secretaria y nada me hace tan feliz como serle útil. Debo reconocerte, Blanca, que me cuesta bastante. El inglés es técnico y jura que yo manejo más el idioma de lo que realmente lo hago. Entonces, a escondidas, estudio como loca para que no me pille y las traducciones salgan impecables… y el gerente ya le anunció…

Lejos el gerente, viene David Bowie a mi mente. Juana continúa hablando, siempre de su marido, temerosa que mi opinión sobre él no sea tan alta como la suya. ¡Cuánto me gustaba David Bowie! Quise ir a verlo al Estadio Nacional cuando vino a Chile, pero a Jorge Ignacio le dio vergüenza ir con su mamá y no tuve quién me acompañara.

– Han estado discutiendo lo del ascenso…

Su cabeza saliendo de la tierra en Furyo, su cabeza tan rubia mientras su cuerpo enterrado por los japoneses… esa imagen, y las camisas blancas con vuelos a lo Mozart.

– Para Gregorio es tan importante que su sueldo sea equivalente al de sus amigos… ¿Entiendes, Blanca, el punto? -como si fuese muy complicado entender el arribismo.

¡David Bowie! Habría sido maravilloso besarlo.

Tomo un asqueroso vaso de leche. Mi estómago no resiste la cantidad de remedios y se duele. Miro la leche. Nunca me ha gustado.

Hace algunos años, Trinidad, mi hija prematura, había recién llegado a la casa desde la incubadora. Sofía me acompañaba mientras yo la amamantaba.

De repente entró Juan Luis al dormitorio. Se veía de buen humor y comenzaba una frase cuando me vio con Trinidad colgando del pecho. Instantáneamente le vino una arcada irreprimible y tuvo que irse rápido de la pieza. Sofía frunció el ceño y yo me avergoncé por mi marido.

– ¡Dios mío! -exclamó, con los ojos muy abiertos. Como yo guardara total silencio, ella se paseó frente a mi cama y a boca de jarro, me preguntó.

– ¿Le gustan tus pechugas a Juan Luis?

Me debo haber ruborizado de pies a cabeza.

– En tiempos normales…, sí.

– ¿Me vas a decir, Blanca, que mientras das pecho no te las toca? ¿Ni te las chupa?

– No. Es que él no toca nada que tenga leche. Le da asco.

– ¿Sabías que hay hombres que se calientan con esto?

– No, no me lo imaginaba… -yo estaba turbada con el tema y Sofía se dio cuenta.

– Anda, dale papa en paz. Pero… ¡reconoce que un par de traumas tiene Juan Luis! -se quedó pensativa y agregó con malicia-. Me encantaría verlo de paciente.

Mientras Honoria me sirve el almuerzo, me cuenta de su visita al campo ese fin de semana y del pleito por los chanchos. Su hermana, la Tila, anda obsesionada por los chanchos del vecino que se pasan a su potrero, le comen su pasto y el vecino no hace nada. Ayer los agarró, con la ayuda de Honoria, uno por uno, y los llevó a la comisaría. Ahí quedaron los chanchos con los carabineros, ante el estupor de éstos.

¡Pleito! Ésa fue la palabra con que no pude dar en el último crucigrama que hice, el último antes que mi cabeza entera se cuadriculara y se convirtiera en un crucigrama propio, indescifrable.

Entonces me gustaban esos dibujos con sus espacios exactos, los negros tapados, los blancos abiertos, nada de chanzas o pillerías. Sintiéndome de antemano incapaz, reprimía el gusto, titubeaba antes de aproximarme a ellos. A veces tomaba los crucigramas de los niños, en las revistas infantiles, y ni a ésos lograba acertar. Y cuando los soltaba, había siempre -al menos una- una palabra que quedaba en blanco.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Para Que No Me Olvides»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Para Que No Me Olvides» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Para Que No Me Olvides»

Обсуждение, отзывы о книге «Para Que No Me Olvides» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x