Jung Chang - Cisnes Salvajes
Здесь есть возможность читать онлайн «Jung Chang - Cisnes Salvajes» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Cisnes Salvajes
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Cisnes Salvajes: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cisnes Salvajes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Cisnes Salvajes — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cisnes Salvajes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Al anochecer llegamos a una oscura aldea. Allí no había electricidad, y el combustible se consideraba demasiado valioso para desperdiciarlo mientras quedara algo de luz. Los pobladores, inmóviles junto a sus puertas, nos contemplaban con la boca abierta y el rostro inexpresivo; era imposible adivinar en ellos interés o indiferencia. Eran las mismas miradas con las que se encontraron numerosos extranjeros tras la apertura de China al exterior durante la década de los setenta. De hecho, nosotros éramos tan extraños para aquellos aldeanos como ellos lo eran para nosotros.
El pueblo albergaba una residencia preparada para nuestra llegada. Se trataba de una edificación construida con barro y madera que comprendía dos salas, una para nosotras cuatro y otra para los cuatro muchachos. Un pasillo conducía al ayuntamiento, donde se había instalado un fogón para que pudiéramos cocinar.
Exhausta, me desplomé sobre el duro tablón de madera que hacía las veces de cama y que habría de compartir con mi hermana. Algunos niños nos habían seguido, profiriendo pequeños gritos de excitación. Comenzaron a llamar a la puerta, pero cada vez que la abríamos salían corriendo y regresaban a golpearla de nuevo tan pronto como cerrábamos. Emitiendo extraños sonidos, atisbaban por nuestra ventana, apenas un orificio cuadrado abierto en la pared y desprovisto de persiana. Yo estaba desesperada por lavarme. Clavamos una vieja camisa sobre el ventanuco a modo de cortina y comenzamos a empapar las toallas en el agua helada de nuestras palanganas. Intenté hacer caso omiso de las constantes risitas de los chiquillos, para entonces ocupados en alzar la «cortina» una y otra vez. Nos vimos obligadas a conservar puestas nuestras chaquetas acolchadas mientras nos aseábamos.
Uno de los muchachos de nuestro grupo actuaba como líder y contacto con los aldeanos. Se nos concedían unos cuantos días, dijo, para organizar el suministro de nuestras necesidades cotidianas, tales como agua, leña y queroseno. Hecho esto, tendríamos que comenzar a trabajar en los campos.
En Ningnan todo se hacía manualmente, tal y como había sido tradicional durante al menos dos mil años. No había maquinaria, y tampoco animales de tiro. Los campesinos soportaban una escasez de alimentos que no les permitía mantener asnos o caballos. Con motivo de nuestra llegada, los lugareños habían llenado de agua un tanque redondo fabricado con barro. Al día siguiente pude advertir hasta qué punto era valiosa cada gota. Para conseguir el agua teníamos que cargar al hombro una vara de la que pendían dos barriles de madera y trepar durante media hora a lo largo de estrechos senderos hasta llegar al pozo. Una vez llenos, cada uno de los barriles pesaba más de cuarenta kilos, pero el dolor de los hombros se me hacía insoportable incluso cuando estaban vacíos. Me sentí inmensamente aliviada cuando los chicos anunciaron galantemente que el suministro del agua sería tarea suya.
También se ocupaban de cocinar, ya que tres de nosotras -yo misma incluida- jamás habíamos cocinado en nuestra vida, a causa del tipo de familias en que habíamos sido educadas. Así pues, me vi en la necesidad de aprender a cocinar por las bravas. El grano llegaba entero, y tenía que ser previamente machado en un mortero con un pesado majador que blandíamos con todas nuestras fuerzas. A continuación, la mezcla había de ser vertida en una estrecha cesta de bambú de gran tamaño que posteriormente se balanceaba con un movimiento especial de los brazos para que las cascaras -más ligeras- quedaran sobre la superficie y fuera posible retirarlas y aprovechar el arroz que quedaba bajo ellas. Al cabo de un par de minutos, los brazos comenzaban a dolerme insoportablemente y terminaban por temblarme tanto que no era capaz de coger la cesta. Cada comida se convertía en una batalla extenuante.
Por si fuera poco, teníamos que hacer acopio de combustible. Había dos horas de caminata hasta la zona del bosque que las autoridades de protección forestal habían designado para recolectar leña. Sólo se nos permitía cortar ramas pequeñas, por lo que trepábamos por los cortos pinos y blandíamos ferozmente nuestros cuchillos. Los troncos se apilaban en haces que luego transportábamos sobre nuestras espaldas. Yo era la más joven del grupo, por lo que sólo se me obligaba a llevar un cesto de plumosas agujas de pino. Sin embargo, el viaje de regreso suponía otras dos horas más de ascenso y descenso a través de senderos de montaña, y cuando por fin llegábamos solía sentirme tan exhausta que el peso de mi carga se me antojaba de al menos sesenta kilos. No podía dar crédito a mis ojos cuando situaba la cesta en la balanza, ya que apenas llegaba a pesar dos kilos y medio, una cantidad de madera que se consumía rápidamente y que difícilmente daba para hervir un wok de agua.
En una de las primeras salidas que hicimos para recoger leña me rasgué el fondillo del pantalón al bajar de un árbol. Me sentí tan avergonzada que me escondí entre los árboles y salí cuando ya todos habían emprendido la marcha para no llevar detrás a nadie que pudiera verme. Los muchachos, todos ellos perfectos caballeros, insistieron en que abriera la marcha para asegurarse de que no caminaban demasiado aprisa para mí, y me vi obligada a repetir varias veces que no me importaba en absoluto ser la última y que no lo decía por cortesía.
Ni siquiera las visitas al retrete eran tarea fácil. Para ello había que descender por una inclinada y resbaladiza ladera hasta alcanzar un profundo pozo abierto en el redil de las cabras. No había más remedio que dar el rostro o la espalda a las cabras, sumamente aficionadas a embestir al primer intruso que veían. Debido a aquello, me asaltaron tales nervios que durante varios días fui incapaz de evacuar correctamente. Después de salir del redil, había que realizar un enorme esfuerzo para trepar de nuevo por la cuesta, por lo que cada vez que regresaba llevaba conmigo una nueva colección de magulladuras extendidas por todo mi cuerpo. El primer día que trabajamos con los campesinos se me asignó transportar estiércol de cabra desde el retrete hasta unas diminutas parcelas que acababan de ser incendiadas para despojarlas de arbustos y de hierba. El terreno aparecía cubierto por una capa de ceniza que, una vez mezclada con excrementos humanos y animales, habría de servir para fertilizar el suelo antes del arado primaveral, tarea que también se realizaba manualmente.
Tras cargar el pesado cesto sobre mis hombros, me arrastré con dificultad ladera arriba, caminando a cuatro patas. El estiércol estaba ya bastante seco, pero parte de él comenzó a rezumar sobre mi chaqueta de algodón, traspasándola hasta alcanzar mi ropa interior y mi espalda; asimismo, cierta cantidad rebosó y se depositó sobre mis cabellos. Cuando por fin alcancé los campos vi cómo las campesinas descargaban hábilmente sus cestos doblando la cintura hacia un lado e inclinándolos de tal modo que todo su contenido caía al suelo. Yo, sin embargo, no lograba conseguir el mismo resultado. Desesperada por librarme del peso que oprimía mi espalda, intenté descargar la cesta. Para ello, extraje el brazo derecho de su asidero y, de repente, la cesta se desplomó hacia la izquierda con un poderoso impulso arrastrando mi hombro tras ella y precipitándome al suelo sobre el montón de estiércol que contenía. Pocos días después, una de mis amigas se dislocó la rodilla a causa de un accidente similar, pero yo sólo me torcí ligeramente la cadera.
La dureza del trabajo formaba parte de la «reforma del pensamiento». En teoría, el esfuerzo debía ser motivo de disfrute, ya que nos acercaba al día en que nos convertiríamos en seres nuevos y más parecidos a los campesinos. Antes de la Revolución Cultural, yo había aceptado con total convencimiento aquella inocente teoría, y me había esforzado deliberadamente para transformarme en una persona mejor. En cierta ocasión, durante la primavera de 1966, mi curso había sido encargado de colaborar en la construcción de una carretera. A las muchachas se nos asignaron tareas livianas, tales como separar las piedras que luego tendrían que romper los chicos. Yo me ofrecí para realizar trabajos masculinos y terminé con los brazos espantosamente hinchados de tanto romper piedras con un grueso mazo que apenas podía levantar. Ahora, apenas tres años después, mi adoctrinamiento se estaba viniendo abajo. Desaparecido el apoyo psicológico que me proporcionaban mis ciegas creencias, no pude evitar sentir un profundo odio hacia el trabajo que se me obligaba a realizar en las montañas de Ningnan, ya que se me antojaba completamente absurdo.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Cisnes Salvajes»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cisnes Salvajes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Cisnes Salvajes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.