Alegrías que nos representan mejor ante el dolor.
En el periódico está todo. Basta con que uno lo lea con suficiente odio.
Montañas, montañas: lo estáis viendo todo y aún no habéis caído sobre nosotros.
Una única mujer joven fea: en su inútil esperanza hace que el amor, pues ya no valía casi nada, vuelva a ser algo precioso.
El 17 de enero de 1776, en Tyburn fueron ahorcados juntos dos gemelos. «Cuando les quitaron el carro de debajo de los pies, sus manos se juntaron. Así estuvieron bamboleando casi un minuto. Luego, cuando perdieron la conciencia, sus manos fueron soltándose poco a poco.
Bondad, dice él. Pero ¿qué quiere decir? No podía decirlo con más precisión. Se refiere a un estado de vigilia que no permite que le engañen en nada ni se engaña a sí mismo en nada. Se refiere a una aguda desconfianza frente a todo uso del hombre para fines que dicen ser «superiores» pero que sólo son los fines de otros. Quiere decir franqueza y espontaneidad, una incansable curiosidad por la gente a la que implica y comprende. Quiere decir agradecimiento por aquellos que en realidad no han hecho nada por uno, pero que se dirigen a uno, le miran y tienen palabras para él. Quiere decir recuerdo que no omite nada ni abandona nada. Quiere decir esperanza a pesar de la desesperación, pero que no pasa ésta en silencio. Se refiere también a los animales, aunque nosotros los comemos. Se refiere especialmente a todo aquello que es más estúpido que uno mismo. Se refiere a la impotencia y jamás al poder. El que es bueno para con éste, el que se doblega a él o lo halaga para protegerse, este es malo. Quiere decir pasión que permite también la pasión de los otros. Quiere decir asombro. Pero quiere decir también preocupación. No quiere decir majestad, arrogancia, grandeza, endiosamiento, dureza y orden con los que uno doblega a los demás. La bondad a la que el se refiere es un movimiento espiritual y lo pone todo en duda. No quiere decir la bondad que hace carrera, sino aquella que de repente está ahí con las manos vacías. Quiere decir capacidad para dejarse conmover por algo, incluso en la más avanzada edad, en la ira y en la acusación; pero sólo en el caso de que esta bondad no reporte ningún poder al iracundo o al acusador. Quiere decir también lenguaje, no quiere decir en modo alguno silencio. Quiere decir también saber, pero no un cargo, un puesto, un sueldo. Quiere decir preocupación por los hombres aquí , no intercesión por su alma.
Toda responsabilidad está oculta. Al estar oculta es indestructible.
El no es pueblo, es todos los pueblos.
Se atreven a ponerme delante a los organizadores, los managers, los delegados, cuando, al fin, arremeto contra el poder.
Dialéctica, una especie de dentadura.
«Pues ni tan sólo una de las criaturas debe ser borrada de este mundo.»
A uno, cuando se siente muy humillado, sólo le queda hacer una cosa: levantar y consolar a otro humillado.
«No se adhiere a ninguna escuela y, no obstante, no rechaza ningún pensamiento porque provenga de otro.» (Xuang-Tse.)
La realidad de lo fantástico en Xuang-Tse. Lo fantástico nunca queda reducido a algo ideal. Lo intocable es la realidad misma y no algo que está detrás de ella.
Del Taoísmo siempre me ha atraído el hecho de que conozca y apruebe la metamorfosis, sin llegar a la posición del idealismo hindú o europeo.
El Taoísmo da la máxima importancia a la longevidad y a la inmortalidad en esta vida, y las muchas y muy distintas formas que esta religión proporciona son de este mundo. Es la religión de los poetas, aunque éstos no lo sepan.
La tensión que existe entre las tres grandes doctrinas de China -entre Mencio, Mo-Tse y Xuang-Tse – la veo como algo actual; la tensión que se da en el hombre moderno no puede verse de un modo más preciso. La tensión de la tradición europea, la que existe entre lo «terreno» y lo «ultraterreno» me parece falsa y artificial.
No hay ninguna lectura que esté tan cerca del hombre de hoy como los primitivos filósofos chinos. No hay nada que no sea esencial. Estos autores, mientras es posible, le ahorran a uno la deformación debida a lo conceptual. La definición no es un fin en sí mismo. Se trata siempre de las posibles actitudes en relación con la vida y no con los conceptos.
La demostración destruye. Hasta lo más verdadero lo destruye la demostración.
Encontrar frases tan sencillas que ya no sean las propias.
Perder la posibilidad de ser reconocido, lo más difícil de todo.
Después de cien años, volver a encontrar una observación acerca de algo: ahora ya no se olvida.
No es que se cierre a la experiencia pero no actúa conforme a ella. De las últimas esquinas de lo destruido le persigue todavía el sentido de la experiencia.
Las palabras no son demasiado viejas, lo son solamente los hombres que usan las mismas palabras con demasiada frecuencia.
El quiere seguir adelante; ir adonde todavía no estuvo; cambiar de suelo, dejar aquel sobre el que andaba seguro; quiere escapar, ir a lo inseguro; salvarse allí donde todavía no ha establecido ninguna relación; establecer nuevas relaciones, juntar nuevas realidades, tener nuevos presentimientos.
Aun en el caso de que encontráramos a uno que fuera capaz de presentir en una hora más de lo que los demás presienten en toda una vida, éste no podría darse por satisfecho. Debería aprender a rechazar sus presentimientos, incluso aquellos que más ama, y encontrar otros, completamente insospechados, que todavía le amenazan .
Tu ascesis sería, más aún que el silencio: vivir sin admiración.
Napoleón, Wellington y Blücher, caballeros de una pulga en el circo.
Un día en un orden distinto , un día feliz.
Lo importante es aquello de lo que uno se d esembaraza , no tanto lo que uno hace cuanto aquello que uno aparta de sí.
¿Puede uno tener resentimiento a una lengua? Tal vez, pero sólo en esta lengua. Todo resentimiento a una lengua expresado en otra es sospechoso.
Se movía de un modo temerario en la catástrofe; mientras tanto su hermano, soñando, estaba tumbado en la playa y tomaba el sol.
Un azteca de cocinero en Hampstead. «Quetzalcoatl», le digo; no me entiende. «Steak au Poivre», digo, y una sonrisa maliciosa se dibuja en su rostro. Durante una hora estuve observando sus pensamientos; tenían lugar entre la nariz y el bigote, en forma de arrogancia y sumisión.
Me estimula no encontrar quien me escuche.
Los escritores se reconocen unos a otros por la forma generosa de hablar. Mi nuevo amigo, el sabio de Agra, de tez oscura, con su mal inglés, se entretiene hablando de avaros igual como lo haría yo: su tarjeta de visita.
El primer editor de las obras de Nestroy (uno de los dos editores) fue Ludwig Ganghofer: debió de tomar a Nestroy por un cazador furtivo.
La fama tardía de Svevo: un regalo de Joyce. El maestro a sueldo, que se sentía humillado, cubre al «burgués» con su repentina riqueza: fama.
Algunos personajes de novela poseen tal fuerza que tienen prisionero a su autor y lo estrangulan.
Disolución del personaje en la literatura de los últimos tiempos: los personajes que nuestra época necesitaría son tan monstruosos que ya nadie tiene la osadía de inventarlos.
Quitarse la ropa vieja. Recordar, sí. Pero no con la indumentaria de antes.
Céline en D'un Château l´Autre se define de un modo asombroso: su adaptación a los poderosos de Sigmaringen; su situación paranoica, de la que es siempre consciente; estaba realmente en peligro (la guerra toca a su fin. El gobierno de Pétain y sus personalidades más relevantes se encuentran huidos en Sigmaringen).
Mientras escribe este libro, sobre acontecimientos que remontan por lo menos a doce años atrás, se fragua en él un nuevo odio: contra los que le exhortan a escribir, sus editores: «Achille» es Gaston Gallimard.
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