• Пожаловаться

Lucia Etxebarria: Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas

Здесь есть возможность читать онлайн «Lucia Etxebarria: Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Lucia Etxebarria Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas

Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Lucía Etxbarría ha construido una novela sobre la difícil búsqueda de la identidad femenina al margen de convenciones absurdas y esterotipadas, con un estilo personalísimo, esculpido a golpe de guiños y ambivalencias en el lenguaje de lo cotidiano. El libro reúne tres historias, donde cada una de ellas corresponde a una de las hermanas Gaena. Al principio nacieron como historias aisladas, pero luego quedaron fusionadas dando lugar a esta obra. Son tres historias de tres mujeres, tres hermanas, con personalidades muy diferentes, pero con un nexo de unión entre ellas. Cristina es politoxicómana, promiscua y a veces atenta contra su propia vida, pero desde que Lain le ha abandonado su vida ya no es la misma y se siente naufragar. No sabe dónde agarrarse. Su hermana Rosa, mayor que ella, le envidia porque su padre le prefería a ella, por eso se dedicó a hincar los brazos para ser una buena estudiante, conseguir una carrera y lograr el éxito, su única razón de ser. Es una alta ejecutiva cuya vida se cierne vacía más allá de su labor profesional. Su vida es gris y es adicta al Prozac. La mayor de todas, Ana, es una pija. Se casó con un buen marido y se dedicó siempre a tener una gran casa y una hermosa familia. No entiende a sus hermanas menores. Pero ha sufrido una pérdida y trata de comunicarse con sus hermanas, mientras tanto supera sus días con anfetaminas y somníferos.

Lucia Etxebarria: другие книги автора


Кто написал Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Allí te hacían muchísimas promesas. Se suponía que si te esforzabas lo suficiente tus méritos acabarían por ser reconocidos, que tu trabajo terminaría por traducirse en un reconocimiento en el estatus y el sueldo. Pero al cabo de un año abandonabas aquellas ilusiones infantiles, aquellas pretensiones ingenuas, y caías por fin en la cuenta de que no ascenderías nunca y de que jamás te subirían el sueldo. En cada nuevo ejercicio te negaban una revisión salarial aduciendo que el país en general y la empresa en particular atravesaban una crisis. Qué crisis ni qué niño muerto. Ellos llamaban crisis al descenso de beneficios, no a la falta de ellos. Es decir, que si en lugar de facturar chopocientos veintitrés millones como en el ejercicio anterior se facturaban sólo chopocientos, toma ya, crisis al canto. En realidad, la empresa no podía pagarte más porque el dinero que debía de pagarte por tu trabajo iba a parar a los altos ejecutivos y a sus contratos blindados de ocho cifras, de forma que a la empresa no le quedaba dinero para pagarnos a los demás. ¿Y os creéis que aquellos pisaverdes con traje de Armani y gemelos de plata firmados por Chus Burés que les habían regalado sus legítimas en su aniversario de bodas se ganaban el sueldo? Ni de coña. Mi jefe, el flamante director de márketing, que cobraba un millón de pesetas al mes, es decir, exactamente once veces mi sueldo, se pasaba el día llamando por teléfono a su amante de turno, porque las iba cambiando como cambiaba de colonia: Davidoff, Fahrenheit, Calvin Klein, Ana, Lucía, Loreto… ¡hay que estar siempre a la última! Y ni siquiera sabía hablar inglés o poner los acentos en su sitio. Si lo sabré yo, que era a la que le tocaba corregirle todos los faxes que enviaba. Pero el tío tenía cuarenta y un años, y la obtención de su master IESE (que a saber cuánta pasta les habría costado a sus papás) había coincidido con los felices ochenta, aquellos años dorados en que se contrataba a perfectos inútiles por cifras astronómicas, como si fueran jugadores de fútbol. Lo que yo te diga, que le tocó la lotería demográfica, porque si llega a nacer quince años después otro gallo le habría cantado. Y a los que veníamos por detrás nos tocaba apechugar con el desfase y cobrar unos sueldos de mierda para compensar, trabajando, eso sí, tantas o más horas que él. Porque jamás salíamos a nuestra hora, jamás cumplíamos las ocho horas reglamentarlas, y no nos pagaban horas extraordinarias, por supuesto, porque había que trabajar y sacrificarse por la empresa, y bastante afortunados podíamos sentirnos de estar allí, con un canto en los dientes nos podíamos dar, porque por cada uno de nosotros había cuatro muertos de hambre, cuatro buitres carroñeros volando en círculos alrededor de nuestras cabezas, dispuestos a hacerse con nuestro puesto a la mínima oportunidad, como el jefe de personal no perdía ocasión de recordarnos. Cuando hacías cuentas descubrías que cobrabas menos por hora que una asistenta. Yo me levantaba a las ocho de la mañana y llegaba a casa a las ocho y media de la noche, totalmente agotada, sin ganas de nada, excepto de cenar e irme a la cama. Dejé de leer, dejé de ir a conciertos, dejé de ir al cine. Los sábados por la noche estaba tan harta que me ponía los vaqueros y las botas de cuero y salía a la desesperada, a ponerme hasta las cejas de cubatas y de rayas para olvidarme de la mierda de vida que llevaba, y aquel año me agarré las peores cogorzas que me haya agarrado en todos los días de mi vida, y me follaba a cualquier cosa, de verdad, a cualquier cosa, a cualquier elemento que se me pusiera a tiro a partir de las seis de la mañana, que era aproximadamente el momento en que mi estado etílico había alcanzado el nivel en que lo mismo me daba un ejecutivo de la Sony que un estibador de Mercamadrid. Luego llegaba junio y los exámenes, y me pasaba un mes entero a base de anfetaminas, intentando aprobar como fuera, y llegaba a la facultad atiborrada de chuletas y jugándome el expediente porque no disponía de tiempo material para estudiar las asignaturas con propiedad, y encima en el curro se mosqueaban porque faltaba a mi horario y me exigían un certificado firmado por mi profesor para probar que efectivamente había estado en un examen y no de cañas con mis amigos.

No teníamos ninguna posibilidad de ganar aquella batalla, como no hubiera sido montar las barricadas y salir a hacer la revolución. Pero nos tenían tan alienados y tan agotados, tan hipnotizados a base de horas y horas de trabajo constante y de discursos apocalípticos sobre la terrible situación de la economía, que a ninguno de nosotros se le hubiera ocurrido. No disponíamos de ningún arma para luchar contra los ejecutivos cuarentones de apellidos compuestos, y lo peor, lo peor, era cuando contrataban a una mema que se apellidaba López-Santos y Martínez de Miñón, que llegaba a la oficina en su Golf GT1 pagado por su papá, que llevaba ropa de Prada y bolsos de Loewe pagados por su papá, y que estaba morenísima y súper en forma después de haber estado esquiando en Andorra, en un relajante fin de semana pagado asimismo por su papá, y que a todo el mundo le parecía tan elegante y con tanta clase, y que no sabía hacer la o con un canuto, pero como era la hija de un accionista y acababa de terminar un master en relaciones públicas y comunicación, pagado también por su papá, cómo no, te la ponían a currar en la mesa de al lado cobrando bastante más que tú y, ¡por supuesto!, ella tampoco ponía un acento en su sitio y se quedaba tan ancha después de dar por terminada una nota de prensa de quince líneas que le había llevado cuatro horas redactar y que luego te tocaría a ti reconstruir en diez minutos, de arriba abajo, porque la muy burra escribía “tú ordenador” así, con acento en la u, como suena, y repetía el verbo tener veinticinco veces en quince líneas, y en aquel momento te preguntabas, ¿qué coño hago yo aquí?, ¿QUÉ COÑO? Fue la llegada de aquella subnormal profunda, que acababa todas sus frases con un ¿sabes? y para la que todo era como muy ideal o como muy algo, lo que me convenció de que me habían estafado, de que estaban engañándome como a un burro con el viejo truco de la zanahoria y el palo, y una mañana que bajé a la farmacia a comprar buscapinas porque ya no podía con aquel dolor de espalda, el sol me dio en la cara para avisarme de que estaba malgastando mi vida, la única vida de que dispongo, porque soy una mujer y no un gato, y caí en la cuenta de que llevaba dos años sin sentir la caricia dorada del sol en la nariz, de que se me estaba yendo la juventud encerrada en un despacho de ventanales blindados, y tranquilamente subí en el ascensor parlante que había dentro de aquel edificio inteligente, planta tercera, abriendo puertas, decía el ascensor con voz tecnificada, me dirigí hacia mi mesa e introduje una orden en el ordenador: «Delete All.» El ordenador me advirtió de que toda la información del disco duro se borraría: «¿Está seguro de que desea eliminarla?», y yo tecleé, completamente segura, segura como no había estado segura de nada en la vida, tan segura como que mi nombre es Cristina, «Sí», y me sentí la mujer más libre de la Tierra, me sentí feliz, plena, extática, por primera vez en dos años y eché por tierra el principio de una prometedora carrera en el campo de la comunicación, según mi hermana Rosa.

Y ahora soy camarera. En el bar gano más de lo que ganaba en aquella oficina, y mis mañanas son para mí, para mí sola, y el tiempo libre vale para mí más que los mejores sueldos del mundo. No me arrepiento en absoluto de la decisión que tomé, y nunca, nunca jamás volvería a trabajar en una multinacional.

Antes me meto a puta.

En los escasos momentos en que la barra queda vacía cierro los ojos e intento concentrarme en los sonidos sintetizados, visualizando la música como una cebolla iridiscente a la que yo, lenta y concienzuda, voy arrancando capas, una tras otra, hasta dar con una diseñada especialmente para mí: el regalo de la rave. Y cuando la encuentro, la hago ascender a través de mis venas, mis capilares y mis arterias, recorrer mi cuerpo mezclada con mi linfa y mi sangre, ascender hacia mi cabeza, inundarme por completo. Me diluyo en música, me borro, me extiendo, me transformo, me vuelvo líquida y polimorfa. De pronto llega un roll on, un cambio radical de ritmo seguido de una secuencia prolongada que comienza muy, muy lentamente y luego se acelera de forma paulatina hasta retomar el ritmo del techno, machacón, insistente, acompasado a los latidos del corazón. La oscuridad me invita a dejarme llevar y me arrastra hacia el altavoz que vomita una música monótona, geométrica, energética y lineal, suavizada en mi cabeza por el éxtasis.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Frances Peebles: La costurera
La costurera
Frances Peebles
Adriana Trigiani: Valentine, Valentine
Valentine, Valentine
Adriana Trigiani
Lucia Etxebarria: Un Milagro En Equilibrio
Un Milagro En Equilibrio
Lucia Etxebarria
Mary Balogh: Cásate Conmigo
Cásate Conmigo
Mary Balogh
Отзывы о книге «Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas»

Обсуждение, отзывы о книге «Amor, Curiosidad, Prozac Y Dudas» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.