• Пожаловаться

Lucía Etxebarria: Beatriz y los cuerpos celestes

Здесь есть возможность читать онлайн «Lucía Etxebarria: Beatriz y los cuerpos celestes» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

libcat.ru: книга без обложки

Beatriz y los cuerpos celestes: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Beatriz y los cuerpos celestes»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Premio Nadal 1998 Tres mujeres: Cat, lesbiana convencida, Mónica devorahombres compulsiva Y Beatriz, que considera que el amor no tiene género. Tres momentos de la vida de una mujer y dos ciudades, Edimburgo y Madrid, para una novela únicasobre el amor a los amigos, a la familia y a los amantes.

Lucía Etxebarria: другие книги автора


Кто написал Beatriz y los cuerpos celestes? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Beatriz y los cuerpos celestes — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Beatriz y los cuerpos celestes», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Cat le adoraba, de una forma muy distinta de la que quería a otros. Le admiraba profundamente; respetaba su criterio, sus ideas y sus actividades, y siempre se refería a él con una aprobación rayana en la reverencia. Barry cuidó de ella cuando llegó a la ciudad, le buscó su primer trabajo de camarera en Negotians, le presentó a la mayoría de los que acabaron siendo sus amigos. Yo sentía por Barry algo muy extraño. Le admiraba, le respetaba, le temía, le evitaba… Si hubiera existido un rival para mí, ése habría sido Barry. Pero yo contaba con una ventaja a mi favor: Que Cat no se acostaba con hombres. Ella era lesbiana, lo dejaba siempre claro. No era bisexual ni quería, en lo posible, contacto con mujeres bisexuales.

Eso es absurdo, le decía yo. No puedes ser tan drástica.

Me conozco ese tipo de gente, solía responder ella. Se aburren con sus novios, y les apetece probar cosas nuevas, pero en el fondo lo que quieren es un hombre, a ser posible un hombre que las mantenga. No se quitan de la cabeza lo que sus mamas les enseñaron, y, por absurdo que parezca, acaban mirando a las mujeres de la misma forma que nos miran los hombres: como juguetes sexuales. Pueden acostarse con ellas, pero no llegarán a amarlas.

Ella, decía, había sabido siempre, desde muy pequeña, que deseaba estar con una mujer. Nunca, nunca en la vida, habría dejado que un hombre la besara. A mí me resultaba un poco extraña esa compacta armadura de certeza sin fisuras, que no filtraba hacia el interior de Cat ni la sombra de una duda; una convicción más sorprendente, si cabe, en una mujer tan hermosa, que inevitablemente habría atraído a muchos hombres a su alrededor. No, me confirmaba ella cuando exponía mis reservas, nunca. Nunca he deseado a un hombre. Y no creas, no lo afirmo con orgullo. Al contrario, soy consciente de que se trata de una limitación; es más, cuando era más joven llegué a considerarlo como una especie de maleficio que alguien había conjurado sobre mí, porque tuve algún que otro pretendiente bastante forrado que me podía haber solucionado la vida y cuyos requerimientos no podía escuchar sin experimentar un íntimo estremecimiento de repulsión. Y cuando alguna de mis amantes me contaba que se había acostado con hombres me sentía sacudida en mi interior por una rabia furiosísima cuyo origen no podía determinar claramente, porque a veces no tenía muy claro si se trataba de celos o de envidia. Definitivamente, repetía, no me gusta acostarme con mujeres bisexuales.

Cat había tenido muchas amigas, muchas, y acababa salpicando cualquier conversación que mantuviera, respecto al tema que fuera -gastronomía, moda, jardinería, música tecno- con una referencia a alguna de ellas: by the way, I once had a girlfriend that… Una vez tuve una novia que era somelier, o modelo, o especialista en el cultivo de rosas, o camarera en un club acid de Londres. Ninguna de ellas tenía nombre, y, evocadas por la palabra de Cat, constituían meras referencias a un pasado borroso y errante del que yo nunca supe demasiado ni quise saber, a aquellos seis años transcurridos desde su llegada a Edimburgo hasta que se cruzó conmigo, una epopeya de drogas y amantes cuyo itinerario exacto sólo Cat conocía, o quizá ni siquiera Cat conocía.

Pero existía una presencia remanente de aquellos días que tenía nombre y apellido, e incluso entidad física: Katriona Mac Cabe, una rubia grandota de inmensos ojos azules y boquita de piñón, como una versión humana y femenina del pájaro Piolín, que presentaba un programa en la televisión escocesa, y que antaño fue amante de Cat, como ella misma se empeñaba en recordarme cada vez que la chica aparecía en la pantalla. Katriona Mac Cabe era espectacular y su imponente presencia catódica -aquellas piernas largas y lunares, aquella irreal sensación de poder que transmitía- me hacía sentirme, en comparación, tosca y sin pulir. Algunas veces, cuando no conseguía dormirme, las imaginaba a ambas, enlazadas, confundidas sus pieles blanquísimas, y creo que sentía lo mismo que le dolía a Cat por dentro cuando aquellas chicas le hablaban de sus novios: esa emoción universal, barata y sórdida, de los celos; y saberla un mal de muchos no me consolaba, porque quizá yo no soy tonta.

También Katriona era como Cat: no se acostaba con hombres. En fin, si Cat tenía tan claro el tipo de mujeres monocromas que buscaba, allá ella. No era yo quién para discutir sus ideas o para intentar averiguar las posibles causas de su resentimiento, pero, a pesar de que yo tampoco me había acostado con hombres -más por falta de experiencia que por una profunda convicción sobre mis preferencias-, demasiado a menudo experimentaba la sensación de haber caído en un sitio equivocado. Me hubiera apetecido, por ejemplo, descolgarme de vez en cuando por bares o clubes vulgares, en los que hinchas del Manchester abrazaran a camareritas teñidas de rubio champán, en los que el sida y los triángulos rosas no sobrevolaran todas las conversaciones, y a veces tenía la impresión de que vivíamos automarginadas en nuestro propio gueto, que habíamos renunciado, sin conocerlo, a un intercambio que quizá nos hubiera enriquecido. Nos movíamos en un universo limitado, en nuestra propia constelación de clubes de ambiente, y la gente a la que conocíamos, en general, tampoco había viajado a otras galaxias. Casi no nos relacionábamos con heterosexuales, a excepción, quizá, de Barry, cuyos gustos nunca estuvieron muy claros. Nuestros amigos y amigas hacían todo lo posible para hacerse fácilmente reconocibles: llevaban anillos en los pulgares, tatuajes en los antebrazos, pequeñas chapitas con triángulos rosas y collares con los colores del arco iris. La mayoría llevaba el pelo muy corto, sobre todo ellos, que además se lo teñían o lo remataban con un copete de Tintín. Todos los chicos tenían al menos un disco de Barbra Streisand; y las chicas, uno de K.D. Lang. Cualquier entendido hubiera identificado a cualquiera de ellos, a primera vista, como a un miembro de su minoría. Vivían de acuerdo a sus propias reglas; por ejemplo, cuando una pareja deseaba oficializar su relación lo normal era que se hicieran juntos unos análisis (para descartar la presencia del VIH) y después dejaran en el contestador un mensaje que incluyera sus dos nombres y una referencia clara a su convivencia. Entonces todo el mundo les consideraba un matrimonio.

Pero yo no desarrollé ningún tipo de intimidad con uno solo de los amigos de Cat. Mis problemas, mis dudas, mis inquietudes, me los guardaba para mí misma. Para aquel grupo variado que había hecho de nuestra casa su punto de encuentro yo no era sino La Novia De Cat, un elemento exótico y relativamente interesante. Guapa, lista y antipática. Sin comerlo ni beberlo, me había convertido en la mitad de una unidad, de una pareja; o así es como empezaba a vernos la gente: Caitlin y Bea. Yo encontraba aterradora esta noción y deseaba que una larguísima fila de puntos suspensivos se interpusiera entre nuestros nombres, que la gente dijera: Caitlin… y Bea.

Inevitablemente, y a no ser que se tenga una personalidad tan fuerte como la de Mónica, capaz de anular por completo a la de tu pareja, te acabarán definiendo por medio del otro. En cuanto te conviertes en la pareja de alguien, esa persona, y por extensión las demás, empezarán a pensar que siempre tienes que estar allí. Y yo quería definirme según mi deseo de estar allí, no según la imposición de estar.

Pero esa situación se decidió, creo que unilateralmente, desde el principio mismo de nuestra relación. Lo cierto es que, en cuanto Caitlin se metió en la cama conmigo, empezó a utilizar la palabra nosotras, y a mí me sonaba ridículo, porque no éramos «nosotras»: Cat era ella, y Bea era yo. Y yo no quería ser la mitad de una pareja.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Beatriz y los cuerpos celestes»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Beatriz y los cuerpos celestes» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Marta Cruz: La vida después
La vida después
Marta Cruz
Fernando Schwartz: El Desencuentro
El Desencuentro
Fernando Schwartz
Lucia Etxebarria: Un Milagro En Equilibrio
Un Milagro En Equilibrio
Lucia Etxebarria
Liz Fielding: El Milagro del Amor
El Milagro del Amor
Liz Fielding
Almudena Grandes: Modelos De Mujer
Modelos De Mujer
Almudena Grandes
Отзывы о книге «Beatriz y los cuerpos celestes»

Обсуждение, отзывы о книге «Beatriz y los cuerpos celestes» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.