Philippe Djian - Zona erógena

Здесь есть возможность читать онлайн «Philippe Djian - Zona erógena» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Zona erógena: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Zona erógena»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Zona erógena — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Zona erógena», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Crucé la puerta, atravesé el pasillo y me dirigí directamente hasta mi sillón. Marc estaba dentro. Me quedé de piedra por un segundo, y luego me dije piénsatelo bien, aparte ese tipo NO HAY MÁS QUE CHICAS en la casa, y sabes qué clase de chicas; no te hagas el héroe, no le busques las cosquillas aunque sea un imbécil cualquiera, coge la jodida mano que te tiende.

– Hola Marc -dije-. Olvidemos todo lo que nos separa.

Hizo un gesto con la mano y luego se levantó para dejarme el sillón; en realidad, tal vez no fuera tan mal tipo. Físicamente estaba mejor que yo y era más joven, pero seguro que era una total nulidad como escritor. Si fuéramos los dos únicos machos de la tierra, seguro que me llevaba de calle a todas las mujeres un poco inteligentes. Ja ja, gracias por el sillón, le dije.

– Oye, parece que necesitas descanasr, ¿no? -dijo-. ¿Qué te ha pasado?

– Una acera. Venimos de urgencias.

Cecilia vino a ver y se sentó en uno de los brazos del sillón. En ese momento Lili salió de la cocina; todo el mundo se miraba. En dos palabras le expliqué que salíamos de casa de un amigo, que tontamente me había torcido el tobillo saltando los escalones, que todo el mundo se había reído cuando me caí entre los cubos de basura, y que luego las risas pararon en seco cuando me levanté coi la cabeza abierta.

– Me parece que los dejé alucinados a todos -concluí.

– ¿Y qué hace Nina vestida así? -preguntó Cecilia.

– Recogió litros y litros de sangre con su falda -dije.

Pero sobre todo era yo quien les interesaba. Parecía un veradero desgraciado con mi vendaje. A continuación apareció, como por milagro, una botella de cerveza entre mis dedos y me la fui tomando a sorbos, entrecerrando los ojos; lentamente tuve la sensación de que todo volvía a ponerse en orden y de que pronto iba a poder dormir. Casi me sentí eufórico. Siempre he sido sensible a las cosas que dan sentido a la vida.

Nina desapareció en el cuarto de baño con Sylvie pisándole los talones. Sylvie salió sola al cabo de cinco minutos, pero yo había decidió no preocuparme por nada. Ya estaba bien por esa noche. El que no sabe desconectar a tiempo quedará aplastado como un yunque en el fondo de un precipicio. Marc hablaba de cosas tan fútiles y ligeras que entré en la conversación. Traté de agarrar unas cuantas botellas de cerveza, de paso. No me fue tan mal.

– Además -decía Marc-, desde hace años no se ha escrito nada nuevo.

Me miró de reojo.

– Por supuesto, no hablo por ti -rectificó-. Pero cuando pienso en todas las mierdas que editan y en que han rechazado mi original…

– Lo siento, chico, no lo sabía -dije.

– Esos tipos, que son incapaces de escribir una sola línea que valga la pena, me han devuelto mi original. Cristo, me parece increíble. No se ha publicado nada bueno desde hace diez años.

– De acuerdo -dije yo-, las nueve décimas partes son para echar a la basura, hay cosas buenas entre el resto. Tampoco exageres.

– Coño, a ver, nombres. Cita nombres -dijo-. Dime sólo una o dos cosas que valgan realmente la pena.

– Esta Édouard Limonov, que es soberbio, y la chica que ha escrito Una baraque rouge et moche … La he leído dos veces. En general, las mujeres no valen nada haciendo literatura, pero algunas han llegado a lo más alto.

Mientras charlábamos, me emborraché tranquilamente. Empecé a beber largos tragos sin preocuparme por nada de nada. Sabía que en algún momento iba a derrumbarme en un rincón oscuro, semiinconsciente, a la espera de que me tumbara el sueño, con los brazos y las piernas paralizados.

– Por cierto -dijo Cecilia-, ¿sabes que nunca se me ha presento la ocasión de leer un libro tuyo?

– No importa -le dije-. No era obligatorio. Trata de leer el próximo.

– Bueno, yo sí los he leído -dijo Marc-. Y me gustaría hablarte de ellos…

Mierda, ya está, pensé, se cree que somos de la misma gran familia; se cree que le debo algo, y ahí la caga, porque no tengo la impresión de formar parte de nada de eso.

– No, no sirve de nada hablar. Y me jode -dije.

También él debía de haber bebido un poco. Estaba sentado muy tieso pero peligrosamente inclinado hacia delante. Intentó taladrarme con la mirada, bajó la cabeza como si se divirtiera y volvió a mirarme de nuevo.

– ¿Así que no te interesa conocer mi opinión?

– No -dije yo-. He sido comparado con Rimbaud, Bukowski, Céline, Kafka, Faulkner y otros que no recuerdo. No puedo esperar gran cosa más en vida.

– ¡¡¿Rimbaud…?!! -exclamó.

– Sí, y me pregunto si te crees tan hacha como para darle consejos a Rimbaud…

Soltó una risita nerviosa. Lo dejé con su problema y me levanté para poner un poco de música. Siempre he tenido suerte con las casas en las que he vivido, nunca me han tocado dueños pesados, ni vecinos del tipo tarado con una escopeta o un fusil, ni viejas que apuntan todas tus idas y venidas; siempre he podido oír música, y cuando digo oír música, quiero decir hacer que tiemblen un poco las paredes y tener un buen contacto con ella. Elegí un pasaje de La Bohème un poco denso. A continuación fui decididamente hasta la cocina y me encerré con llave.

Era realmente agradable estar al fin solo y sentir el tacto de la llave en mi puño cerrado. Era verdaderamente agradable. Los había jodido a todos en un abrir y cerrar de ojos. Apagué la luz para aprovechar los reflejos de la luna, para degustar ese instante extraño; pero los otros no tardaron en dar su réplica.

– ¡Eh, oye! ¡Abre ya! ¿Qué demonios estás haciendo ahí adentro?

– Dejadme en paz.

– Pero si estás encerrado. ¿Te has vuelto loco o qué?

– Estoy en mi casa -dije.

– Mierda, abre de una vez. ¡Te has encerrado!

Siguieron así durante un rato, pero sin llegar a reventar puerta. Me senté en una silla sin pensar en nada concreto, sino en cuánta gente hay en este vasto mundo, cuántos tipos parapetados en su cocina y lanzando guiños a las gaviotas, y poco faltó para que siguiera con mi novela. Siempre debería de darse lo mejor de uno mismo, sin desaprovechar nada.

11

Esperé a Nina durante una hora larga en el aparcamiento del supermercado; hacía tanto calor que había bajado todos los cristales y me pasaba todo el rato despegándome del respaldo de skai. Prácticamente dormitaba en ese principio de tarde luminosa, con un ojo semiabierto tras las gafas de sol. La radio retransmitía íntegro un concierto de los Stranglers. Nina me había dicho quédatesi quieres oírlo, quédate, puedo arreglármelas perfectamente.

Bueno, así que al cabo de una hora larga vi llegar un mogollón de paquetes con las piernas apretadas por un tubo amarillo limón. Bajé para ayudarla a meter las cosas en el maletero.

– ¿Ha sido bueno? -preguntó.

– ¿Eh…? Ah, sí, me gustan sobre todo los últimos trozos.

– Aún tenemos que ir por la ropa -dijo ella.

– De acuerdo -dije yo.

– También tenemos que comprar cigarrillos. Luego en la tiend del italiano tardaré unos cinco minutos; compraré algunas de esas cosas con queso para esta noche…

Arrancó y luego encendió un cigarrillo mentolado.

– Espero que estés en forma, ¿eh? -me dijo.

– Claro. Los vamos a machacar.

Me quedé mirándola mientras conducía. Me tomé todo tiempo del mundo. Iba un poco de prisa, evidentemente, pero la circulación era fluida y yo no me preocupaba demasiado. A fin de cuentas era su coche, y además tenía un perfil radiante. Hasta el momento no nos los montábamos mal del todo, incluso nos lo montabamos bastante bien los dos. Yo aún no había vuelto a trabajar en mi novela; lo único que hacía era vivir con ella, ni de noche ni de día nos separábamos; yo no pensaba en nada. Está bien eso de vivir con una mujer; a veces incluso consideraba que demasiado bien, y la cosa parecía una broma.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Zona erógena»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Zona erógena» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Zona erógena»

Обсуждение, отзывы о книге «Zona erógena» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x