Philippe Djian - Zona erógena
Здесь есть возможность читать онлайн «Philippe Djian - Zona erógena» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Zona erógena
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Zona erógena: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Zona erógena»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Zona erógena — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Zona erógena», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
– Oye -lanzó-, que no se trata de eso. Que conozco al tipo y es un poco especial, ¿sabes?
Lo había dicho bajando los ojos y con un tono de voz extraña Evidentemente, alrededor de las seis de la mañana las cosas siempre tienen un aire un poco extraño y no acababa de entender lo que había querido decirme.
– ¿Qué quiere decir eso de que es un poco especial?
– Nada -me dijo-. Pero es preciso que vayamos a buscar a Nina.
– ¡Me cago en la puta! ¿De qué estás hablando? Eres una pobre imbécil, ¿a dónde quieres ir a parar?
– Oye, no voy a repetirlo. Tenemos que actuar de prisa.
Di un paso en su dirección. Tenía unas ganas locas de trabajarla. Sé que todo tiene un principio pero en aquel momento hice una cosa inteligente, di media vuelta y me largué dándole un portazo a toda esa historia de mierda.
El problema fue que me alcanzó en la escalera. La mandé a paseo, bajé dando tumbos los últimos escalones y salí. La calle ya ardía. Parpadeé, a veces dos o tres pasos bastan para que uno se encuentre al borde del abismo, y sentí su mano en mi hombro.
Me solté sin decir una palabra y empecé a caminar por la acera. No llegaba a pensar en nada.
Al cabo de un momento entré en un bar. Fui hasta el fondo y me senté. Mierda, me dije, aún soy joven, si quisiera no tendría el menor problema, estoy solo en la vida; podría tratar de vivir únicamente de mi talento y pasarme días enteros sin dar golpe, entonces ¿por qué era incapaz de mandar al carajo a aquella tía, por qué no me salía de una puta vez de esa historia?
Cinco minutos después apareció ella. Se sentó frente a mí. Le pregunté qué iba a tomar. Un bourbon doble, dijo. No pude impedir que me apareciera una sonrisa. La miré.
– Vaya, tienes buen aguante, ¿eh? -comenté.
Levantó la mirada hacia mí. Ponía cara de funeral.
– Mira, Sylvie, toda esta historia me aburre mortalmente. Pero no impedirá que nos tomemos una copa juntos y hablemos de otra cosa. Fíjate, no hemos cerrado un ojo en toda la noche y hemos visto nacer el día, me gustaría saber qué piensas de todo esto, de este regalo de día…
– ¿Estás jiñado? -me preguntó.
– Sí -le dije.
– Pero ni siquiera sabes de qué.
– No importa, con muy poco me basta. Además, me siento de buen humor, así de repente, y no voy a romperme la cabeza. Me entiendo bien con Lili, no me molesta en absoluto, no me importa que esté conmigo aunque sea un año y lo de Nina es una historia vieja. Lamento mucho que no se haya ido con el hombre de sus sueños y estaré de acuerdo con ella si le parece que la cosa es dura.
Sylvie esperó a que llegara el tipo con el bourbon. Lo vació de un trago echando la cabeza hacia atrás. Era un número perfectamente estudiado, valía la pena verlo porque era muy bonito; yo siempre tengo confianza por las mañanas, estoy de humor contemplativo. A continuación me agarró del brazo. Creí que un águila acababa de aterrizar allí.
– De verdad -dijo-, ¿lo haces a propósito?
– Están permitidos todos los golpes -aseguré.
– Mierda, no tengo ganas de que esta historia acabe mal. Tenemos que ir a buscarla…
Me solté y me apoyé bien erguido en el fondo del asiento. Había demasiada luz en aquel chiringuito, no podía concentrarme. Me retorcí un poco las manos y me eché a reír.
– Vamos a ver, ¿qué rollo es ese? -pregunté.
– Sé de qué estoy hablando -dijo ella.
Levanté la cabeza para mirar la sala por encima de su hombro, para mirar a los tres tipos silenciosos pegados a la barra, a la chica que bostezaba en un rincón y a la vieja que devoraba un croissant. Luego, en aquel mismo momento, entró alguien. Dejó la puerta abierta durante uno o dos segundos y penetró en aquel antro un poco de vida, una nube de polvo invisible. No sé bien qué, no Puedo explicarlo, pero el mundo pesó mucho menos y dejé de sentirlo. Crucé los brazos sobre la mesa y me incliné hacia ella.
– Bueno, de acuerdo, tía. A ver, dime exactamente qué vamos a hacer.
9
Volví a casa y encontré una nota: «Marc ha venido a recogernos. Vamos de paseo y cenaremos fuera. Cariño, podrás estar tranquilo. Besos.» Me serví una copa tratando de no pensar en nada y me dejé caer hacia atrás en la cama. Sonó el teléfono pero no me levanté. Seas quien seas cuelga, no puedo hacer nada por ti, y me serví una segunda copa. Iba descalzo, me gusta ir descalzo cuando me invade el furor, me gusta respirar hondo y afilar mi cerebro como una navaja barbera. Qué locura me había contado, qué gilipollez, cómo Nina iba a enrollarse con un tipo medio enfermo. El cuento apenas se tenía en pie. Di una vuelta en la cama, encendí la radio, oí dos o tres horteradas de un vacío tan desarmante que no fui consciente del paso del tiempo, y me calmé.
Hacia mediodía me arrastré hasta la cocina y la verdad es que aquellas dos no se mataban yendo de compras. No encontré en la nevera más que cosas descremadas y cartones de leche. Puse a sal tear un poco de maíz y volví a la habitación. El tipo de la radio chillaba A TI TE QUIERO… OHOHOOOO A TI TE QUIERO NO SERÍA NADA SIN TI, pero había que esperar hasta el fin de la canción para comprender que se refería a su madre. Me pregunté qué gusto le puede uno encontrar a la vida en ciertas ocasiones, y suspirando me comí un puñado de palomitas.
Luego me puse a trabajar en mi novela y durante una hora machaqué una pequeña frase. No tolero bromas respecto del estilo y nunca me dejo vencer por la facilidad, por eso tardo una enormidad en escribir un libro y eso me consume, me acerca a la muerte. cs duro decirme a mí mismo que tal vez tendré cuarenta años cuando me lean en las escuelas, y un chorbo escriba una tesis sobre mí.
Me dejé ganar por la noche. La luna entró por la ventana, por el pequeño cristal de más arriba. Eran las nueve y ella había dicho tendremos que salir hacia las diez, pasaré a recogerte, se tarda alrededor de una hora en llegar, conozco el camino. Así que no había prisa y me lo podía tomar con calma. Estuve en el baño un poco más de lo previsto y salí con la piel de los dedos arrugada y blanquecina, como si un vampiro me hubiera besado la mano. Pero uno nunca está realmente vivo al cien por ciento, así que no me inquieté.
Volví a instalarme ante mi máquina y tecleé como un loco durante una media hora. La cosa iba bien, tecleaba tan rápido como una mecanógrafa, con el culo tieso y un cigarrillo en los labios. Me caían las lágrimas pero no pensaba en quitarme esa mierda de los ojos, y me fastidió que ella llamara a la puerta. Siempre me fastidia que vengan a molestarme cuando estoy escribiendo pero no digo nada, sonrío. Fui a abrir.
– ¿Qué tal? ¿Te ha costado mucho llegar? -le pregunté.
– Bueno, vamonos -me dijo.
– Pero al menos tomarás algo, ¿no?
– Me gustaría estar ya de vuelta.
Estaba nerviosa y evitaba mirarme. Tomé dos cervezas para el viaje, dos buenas, y cerré la puerta tras ella.
Me había tomado una buena delantera. Era una chica en la noche azul, con los puños hundidos en los bolsillos de su cazadora, y me tomé mi tiempo para mirarla. La calle estaba desierta y a veces ellas tienen ángel para atravesar la pureza, para marcar todo lo que las rodea. Se detuvo y se volvió hacia mí:
– Bueno, ¿vienes o qué? -dijo-. Iremos en mi coche. Conduciré yo.
– De acuerdo -le contesté-. De acuerdo, no me importa, tú eres la que conoce el camino.
Arrancó con las luces largas encendidas, el break dio un salto hacia delante y salimos de la ciudad circulando exactamente por el centro de la calzada. No dije nada cuando apareció un coche en sentido contrario; ella se apartó gruñendo y luego volvió a ocupar su lugar en plena mitad de la carretera. No dije nada porque no hubiera servido para nada y me destapé una cerveza. La verdad es que me gusta creer en el destino.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Zona erógena»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Zona erógena» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Zona erógena» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.