Philippe Djian - Zona erógena
Здесь есть возможность читать онлайн «Philippe Djian - Zona erógena» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Zona erógena
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:3 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 60
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Zona erógena: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Zona erógena»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Zona erógena — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Zona erógena», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Decidí afeitarme. Me gusta hacerlo en casas ajenas, para probar productos nuevos y tocarlo todo; me jode mucho menos. Había empuñado el spray de espuma y estaba agitándolo como dicen que debe hacerse, cuando entró ella. Era la misma, la Reina de los Huevos, y me pregunté si me perseguía o si realmente existía el azar. Pero como el azar no existe, había venido para fastidiarme. Esperé a que arrancara.
– Voy a darme una ducha -dijo.
– ¿Fría? -le pregunté.
Se encogió de hombros y yo le sonreí, pero sin pensar en ella para nada. Acababa de ponerme una bola de espuma en la mano y tenía una suavidad increíble, era más bien una sonrisa dedicada al sabor del mundo, a esos instantes de pureza que te hacen estremecer durante el tiempo que dura un chispazo. Ella se quedó plantada a mi lado; creo que pensaba en lo que iba a hacer y no quería estorbarla. Me sentía bien, el cerdo de Yan tiene el cuarto de baño de mis sueños, podría encerrarme ahí dentro durante quince días con el último cassette de Leonard Cohén y unas cuantas botellas. Estoy dispuesto a hacer la prueba, una de las ventanas da al sol naciente, sí, es por eso, lo sé.
A continuación, ella tomó una buena decisión, se quitó su camiseta y sus pantalones, sin mirarme, y tiró de sus bragas pero sin1 la menor elegancia. Es una lástima, pensé, es una lástima que una chica no te haga la boca agua, es una lástima que olvide su fuerza. Eché sólo un vistazo a sus pelos pero ella cerró los muslos; en cualquier caso, no iba por ahí, no quería complicarme la vida porque sí. Me pasé la espuma por las mejillas mientras ella entraba en la bañera y hacía correr el agua a tope, como si hubiera hecho saltar una presa.
Me afeité tranquilamente, sin que cambiáramos ni una palabra. Ella parecía relajada en su baño, con los ojos apenas abiertos. La miraba de cuando en cuando pero sólo era un cuerpo estirado en el agua. No era nada del otro mundo, aunque podría haberlo sido si hubiera jugado con sus tetas o se hubiera metido un dedo, pero estaba allí sin moverse, simplemente haciendo el muerto en el primer piso de una casa.
Creí que íbamos a quedarnos allí. Me enjuagué la boca con una cosa supernueva perfumada con canela. Venía directamente de las islas. Aquellos cerdos conocían montones de secretos para conservar la belleza y la salud del cuerpo: aceite de no sé qué, perfumes, raíces, cosas de esas que hacen furor en los diez países más ricos del mundo y se ponen en todas partes. La cuestión con canela no era del todo mala.
– Bueno -dijo la tía-, pero tienes que saber que aún me jode más que a ti.
Me volví hacia ella. No había acabado de entender lo que quería decirme. Tampoco esperaba que abriera la boca, pero igualmente la miré de frente. Mi posición era mejor que la suya.
– Depende -dije.
Se irguió lentamente, quedó sentada en el agua con las rodillas bajo la barbilla y me miró fijamente durante un buen minuto. La verdad es que aquello podía soportarlo, no tenía nada que hacer y la dejé que siguiera con su numerito.
– Aja, no acaba de gustarme, no sintonizamos realmente -añadió.
– No es frecuente que sintonice con la gente -le dije-. No lo hago a propósito.
Luego su cara empezó a cambiar, una especie de arruga le atravesó la frente y las comisuras de los labios le bajaron ligeramente. Es lo mismo que cuando ves llegar una tormenta a un campo de parasoles, y la cosa pronto se convierte en una pesadilla,
– Sin embargo tendremos que hacerlo juntos. Tendremos que hacerlo los dos -dijo.
Noté que no bromeaba y supe que iba a salirme con un montaje increíble. No cabía ninguna duda, y hundí imperceptiblemente la cabeza entre los hombros.
– Tengo noticias de Nina -aseguró-. Y no son demasiado buenas…
Mi párpado derecho empezó a temblar, me lo froté pero fue imposible detenerlo; sentía un suave olor de crepés que se deslizaba por el pasillo y lo que hubiera debido hacer era dar un portazo y bajar para comerme unas cuantas, beber un poco y decir gilipolleces con los demás. Pero me quedé plantado ante esa chica en un mundo de dolor. Realmente no elegí, y además siempre he sido de reacciones lentas, así que mi actitud no me sorprendió.
– ¿Te interesa, eh? -me preguntó.
Me acerqué a ella y me apoyé en el borde de la bañera.
– Venga -le dije-, te estoy escuchando.
– Bueno, pero esa no es razón para que le des gusto a la vista. Échate para atrás…
– Vale, de acuerdo -le dije-, pero, mierda, suéltalo ya. No intentaré echarte un polvo, si eso es lo que temes. Así que deja de joderme con ese asunto.
– Los tíos siempre tratan de hacerlo en un momento o en otro -soltó.
En aquel instante quiso entrar un tipo, pero lo eché. ¡Está completo!, le dije, y cuando me volví mi compañera ya había salido del baño y se secaba con una toalla roja. Me senté en un rincón y recordé que se llamaba Sylvie.
– Oye, Sylvie… Intenta explicarme un poco qué pasa. No te preocupes si te miró porque en realidad no te veo. Sólo te escucho, Sylvie.
Su culo merecía un cero, pero tenía las caderas muy redondas y en realidad no habría estado del todo mal si hubiera tenido el alma un poco más tierna. Se friccionó metódicamente y luego se puso las bragas pero no, no, decididamente no sabía hacerlo, lo hacía verdaderamente mal.
– Bueno -siguió-, sé dónde está y conozco al tipo que está con ella. ¿Qué me dices, eh?
– Que sabes muchas cosas.
– Tú lo has dicho. Se conocieron en mi casa y me siento un poco responsable.
– Claro, claro -comenté-, pero dime, Sylvie… ¿Tú qué buscas?
– ¿Eh? -articuló.
– Pues eso, que te he preguntado qué buscas. ¿Por qué me explicas todo esto?
Al decir esas palabras, trataba de mantener la calma, pero no era fácil. Pensaba en Nina, pensaba que había dejado a su hija en mis brazos para poder hacerse humo tranquilamente con un chorbo. Era un coñazo y estaba en aquello porque a veces creía en la gente, prestaba un poco de atención a todas sus memeces, así que no podía lamentarme.
La tía hacía durar el placer, pero yo no tenía ningunas ganas de jugar a las adivinanzas, así que le presenté mi cara de los peores días con un ojo ligeramente cerrado. Lo entendió y se vistió rápidamente. Me levanté, la agarré por la camiseta antes de que hubiera terminado de ponérsela, aún tenía un brazo fuera. La verdad es que nunca le he pegado a una mujer aunque sí haya zarandeado a algunas. Sé cómo hacerlo. Hay que encararlas decididamente, hay que meterles aunque sea un poco de miedo en el cuerpo, si no, ni siquiera vale la pena hacer la prueba, porque uno sale mal parado. Lo dosifiqué bien, la hice venir hasta veinte centímetros de mi nariz; la verdad es que tenía los ojos bonitos, pero me importaban un huevo sus ojos. Lanzó un pequeño grito, lo que me excitó.
– Coño -le dije-, no me hagas esperar más. Encima, estoy cansado.
Bueno, ella sabía tan bien como yo que sus ojos no lanzaban precisamente navajas afiladas, así que no se pasó y en conjunto la cosa me pareció más bien positiva. Ya había tenido que enfrentarme a esta especie de chaladas, parece que van a explotarte entre los dedos y uno sólo piensa en sus ojos. También he conocido a chicas que tenían una fuerza inimaginable y a otras que conocían llaves mortales, sí, unos números increíbles, chicas a las que nada puede detener. Afortunadamente, Sylvie no era de este tipo. La solté. Estaba seguro de que había entendido. Había hecho lo necesario para que fuera así. Su camiseta ya no se parecía a nada.
– Lo que me molesta -dijo- es que conozco al tipo que está con ella. Es un asunto personal. Pero puedo ayudarte a encontrar a Nina.
– No sé si realmente tengo ganas de encontrarla -dije.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Zona erógena»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Zona erógena» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Zona erógena» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.