• Пожаловаться

Diane Liang: El Lago Sin Nombre

Здесь есть возможность читать онлайн «Diane Liang: El Lago Sin Nombre» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. категория: Современная проза / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

libcat.ru: книга без обложки

El Lago Sin Nombre: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Lago Sin Nombre»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando los tanques entran en la plaza de Tiananmen, la vida de Diane Wei Liang cambia para siempre. Estudiante de la Universidad de Pekín, ella y su amigo Dong Yi participan en una demostración pacífica que provoca la respuesta sangrienta y dura del gobierno chino. La condena política en todo el mundo no cambia el hecho de que esta terrible masacre ocurrió ante los ojos de millones de personas. Los dramáticos acontecimientos del 4 de junio de 1989 pusieron fin a los sueños de una vida mejor, de democracia, libertad… y de amor de muchos jóvenes, chinos. Entre ellos, Diane y Dong Yi, que deben huir de Pekin y no vuelven a verse. Siete años más tarde, Diane regresa a su país natal para tratar de encontrarlo. Entonces recuerda su infancia y juventud, sus años universitarios y aquellos trágicos sucesos. El lago sin nombre es el relato de Diane que fue testigo de aquel traumático periodo. Nos presenta un viaje personal a su propio pasado, una historia de amor, así como un testimonio político que nos lleva desde la Revolución Cultural hasta un momento determinante en la historia reciente de China.

Diane Liang: другие книги автора


Кто написал El Lago Sin Nombre? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

El Lago Sin Nombre — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Lago Sin Nombre», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

En el vestíbulo no había nadie más aparte de él.

Primero vi el dorso de un abrigo de plumón de color beige y luego lo vi dirigirse hacia el sofá e inclinarse para contemplar una copia de un jarrón Ming que había sobre la mesita auxiliar. Luego volvió a acercarse al gran centro floral y se quedó de pie en medio del vestíbulo.

– Dong Yi -lo llamé.

Se volvió. A su espalda, las flores eran de todos los colores del arco iris.

Dong Yi había envejecido. Se le estaba cayendo el pelo y tenía entradas. Había bolsas bajo sus ojos y arrugas en su rostro. Los labios, que mostraban unas cuantas grietas, estaban embadurnados de protector labial.

– Wei, estás estupenda.

Me sonrió y se quitó el protector labial a toda prisa.

Nos dimos la mano. No sabía qué decir. De pronto me di cuenta de que había estado esperando a una persona distinta, que la imagen que tenía en la cabeza no era sino una imagen congelada en el tiempo y, como hacía tanto que me aferraba a ella, se había convertido en algo más real que la figura de carne y hueso que veía en aquellos momentos.

– Lamento el retraso. Me perdí y, a causa de todas estas calles de sentido único, me costó mucho volver atrás.

Hablaba con la misma timidez que yo recordaba.

– ¿Dónde tienes el coche? El mozo puede bajarlo al garaje.

– No hace falta. No sabía que aquí había un garaje. Lo he dejado en un aparcamiento de la calle Sesenta y dos.

– ¿Tienes apetito? He pensado que podríamos comer juntos. Espero que no hayas comido.

Noté que me costaba mucho intentar que los dos estuviéramos cómodos.

– No. Comer estará bien.

– No conozco demasiado la zona. Mi compañera de trabajo y yo hemos estado en Vong, un restaurante francotailandés que está muy bien, pero se encuentra a unas cuantas manzanas de aquí. O podríamos ir al restaurante japonés que hay al otro lado de la calle. ¿Te gusta el sushi? Si no, también tienen sopa de fideos, parrilladas…

– El japonés me vale. Me gusta el sushi. No lo como muy a menudo, es muy caro -dijo un poco avergonzado.

Advertí que las mangas del abrigo estaban gastadas. Quizá no había tenido una vida fácil. Sabía que los investigadores no cobran grandes salarios, ni siquiera en los laboratorios más distinguidos.

– Yo no he estado nunca, así que no sé cómo estará la comida. Pero si no eres quisquilloso…

– No. No soy quisquilloso -me aseguró.

De modo que cruzamos la calle. Hacía frío y el viento soplaba con fuerza.

– Parece que va a nevar pronto -dije mirando el cielo gris.

El restaurante tenía unos grandes paneles de color negro, mesas y sillas del mismo color y una tenue iluminación. No muy lejos de nosotros había otros dos clientes en una mesa.

– Y dime, ¿por qué no me escribiste? ¿No recibiste mis cartas? -le pregunté mientras él consultaba el menú.

– Regresé a la Universidad de Pekín en septiembre. Me entregaron dos cartas tuyas. En una me hablabas de tu matrimonio y en la otra…, lo he olvidado.

– Son las únicas que escribí.

– Yo no escribí en mucho tiempo ni a ti ni a nadie, estaba muy deprimido. Pero tener a mi hija fue maravilloso. Ella me animó de verdad.

Lo miré.

– Te escribí cuando llegué a Rochester -prosiguió, pero no recibí respuesta. Supongo que te habías mudado.

– Me marché de Virginia al cabo de un año y, tal como te dije por teléfono, fui a Carnegie Mellon para hacer el doctorado.

– Supongo que podía haber escrito a tu madre para que me diera tu dirección; sé que debería haberlo hecho -reflexionó.

– Ahora ya no importa -repliqué.

– Las autoridades de la Universidad de Pekín tardaron un par de meses en decidir que en realidad no podían dejarme continuar siendo un estudiante de doctorado -explicó Dong Yi tras una pausa-. Dijeron que era demasiado activo en el Movimiento Estudiantil, de modo que regresé a Shanxi.

– ¿Te sacaste el master al menos?

– Sí, eso sí. Mi antiguo profesor de la Universidad de Shanxi me inscribió como su alumno de doctorado, más que nada para que tuviera un lugar donde colgar mi expediente. Ayudé dando clases en algunos de sus cursos. Al final tardé casi dos años en abandonar China.

El camarero trajo té verde japonés. Rodeé la delicada taza con las manos e inhalé profundamente el aroma, tanto para romper con la incomodidad de nuestra conversación como para disfrutar del té.

– ¿Qué pasó entre Eimin y tú?

– Nos divorciamos, pero el matrimonio ya se había ido al garete mucho antes. Debería haberte escuchado. En cualquier caso, no tardé mucho en darme cuenta de que había cometido un error, pero sí tardé en corregirlo. Él se ha vuelto a casar, sigue viviendo en Virginia. Supe que acaban de tener un hijo.

– ¿Saben ya lo que van a comer? -preguntó el camarero.

Miré a Dong Yi. Él asintió con la cabeza.

Después de pedir lo que queríamos, Dong Yi se inclinó hacia mí por encima de la mesa.

– Y tu marido, ¿es norteamericano?

– No, es europeo. Nos conocimos en el curso de posgrado.

– ¿Eres feliz? -me preguntó Dong Yi de repente.

Lo dijo como si la conversación que acabábamos de tener no fueran más que tonterías sin importancia. Me di cuenta de que era aquello lo único que quería preguntar, el motivo por el que había venido a verme aquel día.

Aun así, su pregunta me pilló por sorpresa, así que me quedé mirándolo sin decir nada. Él no desvió la mirada; lo decía en serio. En aquel momento, todos mis sentimientos del pasado revivieron y fluyeron por mi cuerpo, ahogándome en tanto dolor que quise llorar. «¿Dónde estabas tú cuando necesitaba que me hicieras esta misma pregunta? -pensé-. ¿Qué derecho tienes ahora a preguntarme acerca de mi felicidad?»

– Sí, mucho -respondí-. Por fin he encontrado a alguien a quien amar y que me ama a mí.

Y una vez me hubo hecho la pregunta, no vi motivo por el que yo no debiera preguntarle lo mismo.

– ¿Y tú?

– Ahora tengo dos hijas. La pequeña pronto cumplirá dos años. Nació aquí, de modo que es ciudadana norteamericana -expuso en tono calmado.

– ¿Cómo te va el trabajo?

Cambié de tema porque no quería presionarlo. Entonces no había ninguna necesidad. Ya habíamos soportado bastante los dos.

– Bien. El sueldo no es muy bueno, pero me gusta lo que hago.

– ¿Cómo está Lan? ¿Qué dijo cuando le dijiste que venías a verme?

– Está en casa con las niñas. Y no, no se lo he dicho. No puedo decírselo. En realidad no puedo siquiera mencionar tu nombre.

– ¿Por qué? Han pasado muchos años.

– Bueno, tú no conoces a Lan. No puedo ni mirar a otra mujer por unos momentos.

– Bromeas.

– No. Y todo por ti. No digo que sea culpa tuya. No quiero decir eso. Siempre que discutíamos por estas cosas acababa desviando la conversación hacia ti. Lo hice una vez, ¿por qué no iba a hacerlo otra?

– ¿Lo hiciste?

– No.

Dong Yi parecía estar triste. No sabía cómo animarlo. Así pues, me alegré cuando decidió cambiar de tema y dijo:

– ¿Sabes que Ning vive a unos treinta minutos de mi casa?

– No, no lo sabía.

Había perdido el contacto con Ning hacía algunos años. Yo acababa de trasladarme a Pittsburgh e intentaba poner mi vida en orden cuando se caso y desapareció en su propio mundo doméstico.

– El año pasado aceptó un trabajo en Allied Signal. Tiene un hijo.

– ¿Lo ves a menudo?

– No. En realidad ya no tenemos muchas cosas de las que hablar. Él nunca menciona el pasado, no sé por qué. Tampoco podemos hablar de su trabajo, dice que no es profesional.

– ¿A qué se dedica?

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Lago Sin Nombre»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Lago Sin Nombre» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Josefina Aldecoa: Historia de una maestra
Historia de una maestra
Josefina Aldecoa
Diane Setterfield: El cuento número trece
El cuento número trece
Diane Setterfield
Nicholas Sparks: Un Paseo Para Recordar
Un Paseo Para Recordar
Nicholas Sparks
Diane Liang: El Ojo De Jade
El Ojo De Jade
Diane Liang
César Aira: Una novela china
Una novela china
César Aira
Отзывы о книге «El Lago Sin Nombre»

Обсуждение, отзывы о книге «El Lago Sin Nombre» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.