Cuando el otoño dio paso al invierno, el lago Weiming se heló. Se abrió la pista de hielo. Los estudiantes, con sus gruesos abrigos acolchados, llenaban el lugar y las chicas tenían un aspecto especialmente vistoso con sus sombreros y largas bufandas de lana tejidas en casa. Dong Yi me pidió que le enseñara a patinar.
Lo intenté, pero no hacía más que caerse encima de mí, encima de otros patinadores o, simplemente, sobre el hielo.
– Es inútil, me rindo -dijo al fin, y se agarró a mí mientras yo lo arrastraba hasta la cerca.
– No te des por vencido. Aún es temprano. Podríamos dar unas cuantas vueltas más. Lo único que puede ayudarte es la práctica.
– Hoy no. Es el cumpleaños de Liu Gang. ¿Te dije que damos una fiesta en su honor? Su novia ha venido a propósito desde Hangzhou. Tengo que preparar las cosas -explicó, y se sentó para desatarse los patines y entonces dijo, casi como si se le acabara de ocurrir-: ¿Por qué no vienes conmigo a la fiesta?
Liu Gang vivía en una habitación situada unas cuantas puertas más allá de la de Dong Yi, y lo había conocido una noche que asomó la cabeza por la puerta de Dong Yi para saludar.
De modo que me fui con Dong Yi a la fiesta de cumpleaños de su amigo. La habitación de Liu Gang había sido transformada para la ocasión. Habían colocado las camas a un lado, las tres mesas juntas y un «Feliz cumpleaños» pegado en la pared. Los invitados traían comida que habían comprado en los comedores estudiantiles, coca-cola y cacahuetes tostados. Dong Yi y yo llevamos cerveza Qing Tao.
– Bienvenido, Dong Yi. ¿Cómo estás, Wei?
Liu Gang estaba contento. Era un joven de cara seria. Cuando lo conocí no me cayó bien porque parecía no sonreír nunca. Después de habernos visto un par de veces más continuaba siendo frío y antipático, y le dije a Dong Yi que, probablemente, yo no le gustaba. Pero Dong Yi me aseguró que ése no era el caso; sencillamente, Liu Gang era el tipo de persona que sólo se encuentra a gusto entre amigos íntimos. Aquella noche entendí por qué.
– Me alegro de verte, Mai Li. -Dong Yi le sonrió a una mujer delgada de voz ronca que resultó ser la novia de Liu Gang-. ¿Cuándo has llegado? Aquí hace mucho frío, ¿no te parece?
– Llegué anoche y voy a quedarme unos días -respondió Mai Li -. Para mí es una época de mucho trabajo. Liu Gang también está atareado con las clases y, además, la revista.
En aquel momento, Mai Li y Dong Yi bajaron la voz y empezaron a dirigirse a la esquina de la habitación. Yo eché un vistazo a mi alrededor preguntándome si debía marcharme. Dong Yi se dio cuenta de mi incomodidad. Me tomó de la mano y me susurró al oído: «Liu Gang es el editor de Free Talk».
Sabía que Free Talk era una revista política clandestina dedicada a la democracia, la libertad y las reformas políticas en China. La habían hecho circular discretamente, con mucho entusiasmo, durante las manifestaciones estudiantiles masivas de 1986, aunque yo nunca había leído ningún ejemplar.
Mai Li le preguntó a Dong Yi si creía que Liu Gang corría algún peligro.
– Francamente, no lo sé con seguridad. No hay duda de que Free Talk ha llamado la atención del gobierno. Hasta ahora, Hu Yaobang se ha mostrado tolerante con las protestas estudiantiles y los debates políticos. No obstante, como todos sabemos, el clima político en las altas esferas podría cambiar en cualquier momento. -Dong Yi hizo una pausa de un segundo y luego le preguntó a Mai Li -: ¿Qué has oído? Hay algo que te preocupa.
– ¿Qué ha oído de qué? -preguntó Liu Gang, quien se acercó por detrás y con los brazos rodeó a Mai Li por la cintura.
– Cambios políticos -dijo Dong Yi en voz baja.
Liu Gang miró a su alrededor; los demás invitados estaban ocupados charlando, bebiendo cerveza y llevándose cacahuetes tostados a la boca.
Nos susurró que se había enterado, por medio de una fuente fiable, que pronto iba a haber un cambio muy importante en la política hacia los estudiantes por parte del gobierno, y que éste no tardaría en prohibir todas las reuniones públicas y manifestaciones estudiantiles.
– ¿Tú que piensas de eso? -se volvió hacia mí y me preguntó de pronto. Me miró fijamente, esperando. Pero mi mente parecía haberse congelado.
– Nosotros…, nosotros, por descontado, no nos rendiremos. No vamos a asustarnos -balbucí, y me puse colorada. Me sentí como si el profesor me estuviera haciendo una prueba delante de unas personas cuyas opiniones me importaban mucho.
– Mientras tengamos a jóvenes así no hace falta que nos asustemos. Estaremos bien.
Liu Gang me sonrió por primera vez. Me sentí a gusto inmediatamente. Él miró a su novia y sonrió como si quisiera disipar cualquier preocupación que ella hubiera podido albergar.
Posteriormente, en particular durante el Movimiento Democrático Estudiantil de 1989, me di cuenta de la trascendencia del papel de Liu Gang en el Movimiento Democrático en China. Era un pionero, alguien que, a diferencia de la mayoría de dirigentes estudiantiles que aparecieron en primera línea política durante la primavera de 1989, había optado por una vida de disidente con anterioridad.
– Vamos a cenar un poco -dijo Liu Gang.
Nos dirigimos al centro de la habitación. Mai Li en seguida pasó a hablar de otras cosas. De repente le preguntó a Dong Yi por su novia, a la que llamó Lan.
– ¿Vendrá pronto a verte? -quiso saber ella.
Dong Yi siguió sonriéndole a Mai Li, pero yo me di cuenta de su incomodidad momentánea, que logró disimular casi inmediatamente. En ese punto me alejé. Al fin había oído su nombre. Su existencia había sido confirmada.
Nos sentamos a la ampliada mesa. Se preparó el té, que circuló por la mesa, se encendieron cigarrillos, se abrieron las botellas de cerveza, se destapó el arroz al vapor, el cerdo cocinado dos veces y el pollo Sichuan. La fiesta se animó.
– Probad los Huevos milenarios. Mai Li los ha traído a propósito desde Hangzhou. -Liu Gang cortó uno de ellos para abrirlo. La clara del huevo era marrón y traslúcida, la yema, negra y sólida-. A esto lo llaman oro negro. Sé que ninguno de vosotros ha comido unos Huevos milenarios tan buenos como éstos -recalcó.
Un hombre se acercó a Dong Yi cuando estábamos sentados juntos.
– ¿Cómo estás, Dong Yi? -dijo-. ¿Te acuerdas de mí, el Lou Xiang de Liu Gang?
Lou Xiang es una palabra china que no tiene traducción exacta y significa alguien de la misma provincia o ciudad natal, que, por consiguiente, puede reivindicar una relación tan estrecha como la de un pariente cercano.
– Ésta debe de ser tu novia. ¿También ha venido de Shanxi? -preguntó el Lou Xiang.
– No. Ésta es Wei -respondió Dong Yi con brusquedad-. Es una estudiante universitaria de psicología.
– ¿Rompiste con tu antigua chica? Hay mucha gente que cambia cuando viene a una gran ciudad como Pekín. Pero tú vas muy deprisa.
– Wei es sólo una amiga -insistió Dong Yi.
– ¡Ah!
El Lou Xiang vació casi media botella de cerveza de un solo trago. Le dio una palmada en la espalda a Dong Yi.
Me quedé allí sentada en medio del calor y del humo y me pregunté quién era yo para Dong Yi. Estaba enfadada. ¿Era sólo una amiga o su chica en la ciudad? ¿Significaban algo para él el tiempo que pasamos juntos, toda la ternura que le demostré?
Dong Yi se incomodó tan sólo un momento antes de relajarse con su círculo de amigos. Yo hice todo lo que pude para charlar con personas desconocidas de lo que estaba descubriendo en mi carrera sobre Freud y otros psicólogos famosos, de música o incluso del tiempo, pero ninguna de esas cosas me interesaba aquella noche. De vez en cuando miraba a Dong Yi con la esperanza de cruzarme con una mirada suya que me asegurara que seguía allí, conmigo. Pero estaba ocupado siendo feliz, estando con amigos y bebiendo.
Читать дальше