[51]La montonera “nace en escampado como los remolinos. Arremete, brama y troza como los remolinos, y se detiene, repentina, y muere como ellos” (Dardo de la Vega Díaz, La Rioja heroica, Mendoza, 1955).
José Hernández, que fue soldado de la causa federal, cant6 en el Martin Fierro, el más popular de los libros argentinos, las desdichas del gaucho desterrado de su querencia y perseguido por la autoridad:
Vive el águila en su nido,
el tigre vive en la selva,
el zorro en la cueva ajena,
y en su destino inconstante,
sólo el gaucho vive errante
donde la suerte lo lleva.
Porque:
Para él son los calabozos,
para él las duras prisiones,
en su boca no hay razones
aunque la razón le sobre,
que son campanas de palo
las razones de los pobres
Jorge Abelardo Ramos observa (Revolución y contrarrevolución en la Argentina, Buenos Aires, 1965) que los dos apellidos verdaderos que aparecen en el Martín Fierro son los de Anchorena y Gaínza, nombres representativos de la oligarquía que exterminó al criollaje en armas, y en nuestros días ambos se han fundido en la familia propietaria del diario La Prensa.
Ricardo Güiraldes mostró en Don Segundo Sombra (Buenos Aires, 1939) la contracara del Martín Fierro: el gaucho domesticado, atado al jornal, adulón del amo, de buen uso para el folklore nostalgioso y la lástima.
[52]Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde, Felipe Varela contra el Imperio Británico , Buenos Aires, 1966. En 1870, también caía bañado en sangre por la invasión extranjera Paraguay, único Estado latinoamericano que no había entrado en la prisión imperialista.
[53]José Rivera Indarte realizó, en sus célebres Tablas de sangre , un inventario de los crímenes de Rosas, para estremecer la sensibilidad europea. Según el Atlas de Londres, la casa bancaria inglesa de Samud Lafone pag6 al escritor un penique por muerto. Rosas había prohibido la exportación de oro y plata, duro golpe al Imperio, y había disuelto el Banco Nacional, que era un instrumento del comercio británico. John F. Cady, La intervención extranjera en el Río de La Plata, Buenos Aires, 1943.
[54]Discurso de Gervasio A. de Posadas. Citado por Dardo Cúneo, Comportamiento y crisis de la clase empresaria, Buenos Aires, 1967. En 1876, el ministro de Hacienda dijo en el Congreso: “…No debemos poner un derecho exagerado que haga imposible la introducción del calzado, de una manera que mientras cuatro remendones aquí florecen, mil fabricantes de calzado extranjero no pueden vender un solo par de zapatos.
[55]Francia integra, como uno de los ejemplares muy honrosos el bestiario de la historia oficial. Las deformaciones ópticas impuestas por el liberalismo no son un privilegio de las clases dominantes en América Latina; muchos intelectuales de izquierda, que suelen asomarse con lentes ajenos a la historia de nuestros países, también comparten ciertos mitos de la derecha, sus canonizaciones y sus excomuniones. El Canto general, de Pablo Neruda (Buenos Aires, 19"), espléndido homenaje poético a los pueblos latinoamericanos, exhibe claramente esta desubicación. Neruda ignora a Artigas y a Carlos Antonio y Francisco Solano López; en cambio, se identifica con Sarmiento. A Francia lo califica de “rey leproso, rodeado por la extensión de los yerbales”, que “cerró el Paraguay como un nido / de su majestad y “amarro / tortura y barro a las fronteras”. Con Rosas no es más amable: clama contra los “puñales, carcajadas de mazorca / sobre el martirio de una «Argentina robada a culatazos / en el vapor del alba, castigada / hasta sangrar y enloquecer, vacía, / cabalgada por agrios capataces”.
[56]Los fanáticos monjes de la Compañía de Jesús, “guardia negra del Papa”, habían asumido la defensa del orden medieval ante las nuevas fuerzas que irrumpían en el escenario histórico europeo. Pero en la América hispánica las misiones de los jesuitas se desarrollaron bajo un signo progresista. Venían para purificar, mediante el ejemplo de la abnegación y el ascetismo, a una Iglesia católica entregada al ocio y al goce desenfrenado de los bienes que la conquista había puesto a disposición del clero. Fueron las misiones del Paraguay las que alcanzaron el mayor nivel; en poco más de un siglo y medio (1603-1768) definieron la capacidad y los fines de sus creadores. Los jesuitas atrajeron, mediante el lenguaje de la música, a los indios guaraníes que habían buscado amparo en la selva o que en ella habían permanecido sin incorporarse al proceso civilizador de los encomenderos y los terratenientes. Ciento cincuenta mil guaraníes pudieron, así, reencontrarse con su organización comunitaria primitiva y resucitar sus propias técnicas en los oficios y las artes. En las misiones no existía el latifundio; la tierra se cultivaba en parte para la satisfacción de las necesidades individuales y en parte para desarrollar obras de interés general y adquirir los instrumentos de trabajo necesarios, que eran de propiedad colectiva. La vida de los indios estaba sabiamente organizada; en los talleres y en las escuelas se hacían músicos y artesanos, agricultores, tejedores, actores, pintores, constructores. No se conocía el dinero; estaba prohibida la entrada a los comerciantes, que debían negociar desde hoteles instalados a cierta distancia. La Corona sucumbió finalmente a las presiones de los encomenderos criollos, y los jesuitas fueron expulsados de América. Los terratenientes y los esclavistas se lanzaron a la caza de los indios. Los cadáveres colgaban de los árboles en las misiones; pueblos enteros fueron vendidos en los mercados de esclavos de Brasil. Muchos indios volvieron a encontrar refugio en la selva. Las bibliotecas de los jesuitas fueron a parar a los hornos, como combustible, o se utilizaron para hacer cartuchos de pólvora. (Jorge Abelardo Ramos: Historia
de la nación latinoamericana, Buenos Aires, 1968).
[57]Solano López arde todavía en la memoria. Cuando el Museo Histórico Nacional de Río de Janeiro anunció, en septiembre de 1969, que inauguraría una vitrina dedicada al presidente paraguayo, los militares reaccionaron furiosamente. El general Mourao Filho, que había desencadenado el golpe de Estado de 1964, declaró a la prensa: «Un viento de locura barre al país… Solano López es una figura que debe ser borrada para siempre de nuestra historia, como paradigma del dictador uniformado sudamericano. Fue un sanguinario que destruyó al Paraguay, llevándolo a una guerra imposible».
[58]Poco antes de la elecciones de principios de 1968, el general Stroessner visitó los Estados Unidos. «Cuando me entrevisté con el presidente Johnson -declaró a France Presse -, le manifesté que ya hace doce años que desempeño funciones de primer magistrado por mandato de las urnas. Johnson me contestó que eso constituía una razón más para continuar ejerciendo el período venidero.»
[59]Muchos de los campesinos han optado finalmente por volverse a la región minifundista del centro del país o han ido camino del nuevo éxodo hacia Brasil, donde sus brazos baratos se ofrecen a los yerbales de Curitiba y Mato Grosso o a las plantaciones cafetaleras de Paraná. Es desesperada la situación de los pioneros que se encuentran de cara a la selva, sin la menor orientación técnica y sin ninguna asistencia crediticia, con tierras concedidas por el gobierno, a las que tendrán que arrancar frutos suficientes para alimentarse y poder pagarlas -porque si el campesino no pasa el precio estipulado, no recibe el título de propiedad.
[60]«El capital del Estado asume d riesgo inicial… La ayuda oficial a los ferrocarriles no solamente facilita la reunión de capitales, sino que además reduce los costos de construcción. En algunos casos, entre otros para las líneas marginales. Los fondos públicos hicieron posible la construcción de ferrocarriles que no hubieran podido nacer de otra manera. En otro número de casos aún más importante, aceleraron la realización de proyectos que la utilización de capitales privados hubiera ciertamente demorado.» (Harry H. Pierce, Railroatds of New York, A Study of Govenrnment Aid, 1826-1875, Cambridge, Massachusetrs, 1953).
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