– No lo sé -susurró ella. Se acercó a la ventana más alejada-.Ya no sé lo que siento sobre nada.
Brady conocía muy bien aquel gesto, aquel tono de voz. Era el mismo que le había visto años antes, cuando se escapaba de casa tras presenciar una de las discusiones de sus padres.
– ¿Por qué no me lo cuentas?
– No debería haber venido -susurró ella-. Es como caer en una vieja rutina…
– Mira, ¿por qué no te sientas?
– No, no puedo -musitó Vanessa. Lo único que Brady podía ver de su rostro era el pálido reflejo de éste sobre el cristal-. Mi madre me ha dicho que tuvo una aventura antes de que mi padre me llevara a Europa. Tú ya lo sabes, ¿verdad?
– No lo sabía cuando te marchaste -confesó él-. Todo salió a la luz poco después. Ya sabes lo que ocurre en localidades pequeñas como ésta…
– Mi padre sí lo sabía. Mi madre me lo confesó poco más o menos. Esa debió de ser la razón por la que me sacó de aquí del modo en el que lo hizo. Por eso mi madre no nos acompañó.
– No sé lo que ocurrió entre tus padres, Van. Si necesitas saber algo, deberías preguntárselo a Loretta.
– No sé qué decirle. No sé lo que preguntar… En todos esos años, mi padre nunca me dijo nada.
Aquello fue algo que no sorprendió a Brady, aunque dudaba que los motivos de Julius hubieran sido altruistas.
– ¿Qué más te dijo tu madre?
– ¿Qué más me podía decir? -replicó ella.
Brady guardó silencio durante un instante.
– ¿Le preguntaste por qué?
– No tuve que hacerlo. Me dijo que ni siquiera había amado a aquel hombre. Fue sólo algo físico. Sexo.
– Vaya, en ese caso supongo que deberíamos sacarla a rastras a la calle y pegarle un tiro -repuso él.
– No se trata de ninguna broma -le espetó Vanessa-. Ella engañó a su marido. Lo hizo mientras estaban viviendo juntos, mientras ella fingía ser parte de una familia.
– Todo eso es cierto. Considerando la clase de mujer que es Loretta, me parece que tuvo que tener muy buenas razones… Me sorprende que tú no hayas pensado eso.
– ¿Cómo puedes justificar el adulterio?
– No lo justifico, pero hay muy pocas situaciones que sean blanco o negro. Creo que una vez que superes la conmoción y la sorpresa que te ha causado esta noticia, querrás saber lo que hay en las zonas grises.
– ¿Cómo te sentirías tú si hubiera sido tu madre o tu padre?
– Fatal -admitió Brady. Dejó la cerveza a un lado-. ¿Quieres que te dé un abrazo?
Vanessa sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas.
– Sí -susurró a duras penas. Muy agradecida, se dejó abrazar por Brady.
El la estrechó con suavidad contra su cuerpo y comenzó a acariciarle dulcemente la espalda. Ella lo necesitaba en aquellos momentos, aunque su necesidad era sólo de amistad. A pesar de que sus sentimientos fueran por otro lado, no le podía negar aquel consuelo. Le rozó el cabello con los labios, encantado por su textura, por su aroma y por su rico color. Vanessa lo abrazaba con fuerza. Había colocado la cabeza justo debajo de la de él. Parecía encajar tan perfectamente…
Brady parecía tan sólido…Vanessa se preguntó como un muchacho tan atolondrado podía haberse convertido en un hombre en el que se podía confiar tan plenamente. Sin que ella se lo hubiera pedido, le estaba dando exactamente lo que necesitaba. Cerró los ojos y pensó lo fácil que sería volver a enamorarse de él.
– ¿Te sientes mejor?
Vanessa no sabía si mejor, pero decididamente estaba sintiendo. Las caricias hipnóticas de las manos de Brady, el firme latido de su propio corazón…
Levantó la cabeza lo suficiente para verle los ojos. Vio comprensión en ellos y una fuerza que parecía haberse desarrollado durante el tiempo que había estado sin él.
– No sé si has cambiado o si eres el mismo.
– Un poco de las dos cosas. Me alegro de que hayas regresado.
– No iba a hacerlo -suspiró ella-. No iba a volver a acercarme a ti. Cuando estuve aquí antes, me enfadé porque me hiciste recordar… y lo que recordé fue que, en realidad, nunca había olvidado.
Brady sabía que, si ella seguía mirándolo así durante unos segundos más, él se olvidaría de que ella había ido allí buscando un amigo.
– Van… creo que deberías tratar de arreglar esto con tu madre. ¿Por qué no te llevo a tu casa?
– No quiero irme a mi casa esta noche… Deja que me quede contigo -añadió, sin poder evitarlo.
– No creo que sea una buena idea…
– Pues hace unas pocas horas sí que te lo pareció -replicó ella, soltándose de él-. Aparentemente, sigues hablando demasiado sin hacer nada.
– Y tú aún sabes qué teclas apretar -repuso él, furioso.
– Y tú no.
– Eres una niña consentida. Lo que tendría que hacer es arrastrarte al dormitorio y hacerte el amor hasta que te quedaras ciega, sorda y muda.
Vanessa sintió que la excitación se mezclaba con la alarma. ¿Qué sentiría al experimentar tanta pasión? ¿Acaso no se lo había preguntado desde que volvió a verlo? Tal vez era el momento de correr riesgos.
– Me gustaría ver cómo lo intentas…
Brady sintió que el deseo se apoderaba de él. Para defenderse de lo que estaba sintiendo, dio un paso atrás.
– No me tientes, Van…
– Si tú no me deseas; ¿por qué…?
– Sabes perfectamente que te deseo -gruñó mientras se daba la vuelta para no mirarla-. Maldita sea, sabes que siempre te he deseado. Me haces sentir como si volviera a tener dieciocho años. Mantente alejada de mí -bufó, cuando sintió que Vanessa daba un paso al frente. Agarró su cerveza y le dio un largo trago-. Te puedes quedar con la cama -añadió, algo más tranquilo-.Tengo un saco de dormir que puedo utilizar aquí.
– ¿Por qué?
– El momento es el peor posible -replicó. Arrojó la botella a un contenedor metálico, donde se hizo mil pedazos-. Por Dios, si vamos a volver a intentarlo, tenemos que hacerlo bien. Esta noche, estás disgustada, confusa y triste. Estás enfadada con tu madre y no voy a consentir que me odies también a mí por haberme aprovechado de todo eso.
Vanessa se miró las manos y comprendió que Brady tenía razón.
– Los momentos nunca han sido los adecuados para nosotros, ¿verdad?
– Llegará el momento que lo será, te lo aseguro. Puedes contar con ello. Ahora, es mejor que subas al dormitorio. Comportarme de un modo tan noble me pone malo.
Vanessa asintió y empezó a subir las escaleras. De repente, se detuvo y se dio la vuelta.
– Brady, siento mucho que seas un tipo tan bueno.
– Sí, yo también.
– No me refería a lo de esta noche. Tienes razón sobre lo de esta noche. Lo siento porque me recuerda lo loca que estuve por ti.Y la razón de ello.
Brady guardó silencio. Entonces, mientras ella seguía subiendo la escalera, se apretó una mano contra el vientre.
– Muchas gracias -se dijo a sí mismo-. Eso es justo lo que necesitaba escuchar para asegurarme de que no duermo nada esta noche.
Vanessa estaba tumbada en la cama de Brady, envuelta en sus sábanas. El perro lo había abandonado a él para dormir a los pies de la joven. Mientras observaba la profunda oscuridad del bosque, podía escuchar los suaves ronquidos caninos.
¿Habría sido capaz de acostarse con él en aquella cama? Una parte de ella lo había deseado, la parte que había estado esperando todos aquellos años como si sólo él pudiera hacerla sentir.
Sin embargo, cuando se le ofreció, lo hizo en contra de su propio instinto de supervivencia. Aquella misma tarde se había alejado de él, airada, incluso sintiéndose insultada, por la arrogante insistencia de Brady en que se convirtieran en amantes. ¿Qué sentido tenía haber regresado horas más tarde para pedirle aquello precisamente?
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