Miguel Asturias - El señor presidente

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Esta es la novela más famosa de Miguel Ángel Aturias (1899 – 1974), el gran escritor guatemalteco que obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1967. Recreando un mundo tropical más allá del dato sociológico o descriptivo, en la plenitud de experiencias sensuales que se vierten en él, El Señor Presidente se convierte en una aventura fascinante y única.

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– Deslenguado, vea que nos pueden oír. ¡Cállese, por Dios! Eso no es cierto…

Y algo más iba a decir el sacristán, pero un hombre pequeñito que corría por la plaza sin sombrero, vino, plantificóse entre ellos, y les cantó a gritos:

– ¡Figurín, figurero,

qién te figuró,

que te hizo figura

de figurón!

– ¡Benjamín!… ¡Benjamín!… -lo llamaba una mujer que corría tras él con máscara de romper a llorar.

– ¡Benjamín titiritero,

no te figuró…;

¿quién te fizo jura

de figurón?

– ¡Benjamín!… ¡Benjamín!… -gritaba la mujer ya casi llorando-. ¡No le hagan caso, señores, no le pongan asunto, que está loco; no se le quiere hacer a la cabeza la idea de que ya no hay Portal del Señor!

Y mientras la esposa del titiritero lo excusaba con el sacristán y el estudiante, don Benjamín corrió a cantarle el alabado a un gendarme de malas pulgas:

– ¡Figurín, figurero,

quién te figuró,

que te fizo figura

de figurón!

– ¡Benjamín titiritero,

no te figuró…;

¿quién te fizo jura

de figurón?

– ¡No, señor, no se lo lleve, no lo está haciendo de intento, sospeche que está loco -intervino la mujer de don Benjamín entre la policía y el titiritero-; vea que está loco, no se lo lleve…, no, no le pegue!… ¡Figúrese cómo estará de loco que dice que vio toda la ciudad tumbada por tierra como el Portal!

Los presos seguían pasando… Ser ellos y no ser los que a su paso se alegraban en el fondo de no ser ellos… Al tren de carretillas de mano sucedían el grupo de los que cargaban al hombro la pesada cruz de las herramientas y atrás, en formación, los que arrastraban el ruido de la serpiente cascabel en la cadena.

Don Benjamín se le fue de las manos al gendarme, que alegaba con su mujer cada vez más recio, y corrió a saludar a los presos con palabras sacadas de su cabeza.

– ¡Quién te ve y quién te vio, Pancho Tanancho, el de la cuchilla como cuero y punta con ganas en dormitorio de corcho!… ¡Quién te vio y quién te ve hecho un Juan Diego, Lolo Cusholo, el del machete colipavo!… ¡Quién te ve a pie y quién te vio a caballo, Mixto Melindres, agua dulce para la daga, mamplor y traicionero!…

¡Quién te vio con la plomosa cuando te llamabas Domingo y quién te ve sin el chispero triste como día entre semanas!… ¡La que les pegó las liendres que les destripe los piojos!… ¡La tripa bajo los trapos que no es pepián pa’la tropa!… ¡El que no tenga candados para callarse la boca, que se ponga los condedos!…

Empezaban a salir los empleados de los almacenes. Los tranvías iban que no cabía una gente. Alguna vez un carruaje, un automóvil, una bicicleta… Repentín de vida que duró lo que tardaron el sacristán y el estudiante en atravesar el atrio de la Catedral, refugio de mendigos y basurero de gente sin religión, y en despedirse a la puerta del Palacio Arzobispal.

El estudiante burló los escombros del Portal del Señor a lo largo de un puente de tablas sobrepuestas. Una ráfaga de viento helado acababa de alzar espesa nube de polvo. Humo sin llama de la tierra. Restos de alguna erupción distante. Otra ráfaga hizo llover pedazos de papel de oficio, ahora ocioso, sobre lo que fue salón del Ayuntamiento. Retazos de tapices pegados a las paredes caídas se agitaban al paso del aire como banderas. De pronto surgió la sombra del titiritero montado en una escoba, a su espalda las estrellas en campo de azur y a sus pies cinco volcancitos de cascajo y piedra.

¡Chiplongón!… Zambulléronse las campanadas de las ocho de la noche en el silencio… ¡Chiplongón!… ¡Chiplongón!…

El estudiante llegó a su casa, situada al final de una calle sin salida y, al abrir la puerta, cortada por las tosecitas de la servidumbre que se preparaba a responder la letanía, oyó la voz de su madre que llevaba el rosario:

– Por los agonizantes y caminantes… Porque reine la paz entre los Príncipes Cristianos… Por los que sufren persecución de justicia… Por los enemigos de la fe católica… Por las necesidades sin remedio de la Santa Iglesia y nuestras necesidades… Por las benditas ánimas del Santo Purgatorio…

Kyrie eleison.

Guatemala, diciembre de 1922

París, noviembre de 1925, 8 de diciembre de 1932

Vocabulario

A

¡Achis!: Interjección para expresar desprecio o repugnancia.

Aguacalado, s.: Ahuecado en forma de guacal.

Aguadarse: Aflojarse, perder fuerza y consistencia.

A la cran…: Expresión popular por «a la gran…».

A la gran Zoraida: Expresión popular idéntica a la anterior.

A la droga: Mandar a paseo.

A la pura garnacha: A pura fuerza.

A la tenta: Juego infantil.

Alberjas: Arvejas, guisantes.

Al mandado y no al retozo: A cumplir lo mandado y no a distraerse.

A manada limpia: A golpe limpio.

A memeches: Cargar a la espalda.

A miches: Expresión igual que la anterior.

Andar con esas plantas: Andar con pretextos, excusas, etc.

Angurria: De «estangurria»: Por extensión, ansiedad, ansia, congoja.

Apagarse el ocote: Disminuir el entusiasmo, perder el gusto, la alegría.

Apaste, s: Jofaina o palangana de barro sin vidriar.

Armarse: Enriquecerse. Apropiarse de algo con maña o por la fuerza.

Arrebiáteseme: De «rebiatar»: Unir en reata varias caballerías. Por extensión, pegarse, unirse, ir una cabalgadura a la cola de otra.

Asegundar la bañada: Bañarse dos veces.

Asigún: Según.

Asigunes: Razones, motivos.

!Ay, fregado!: iAy, me fastidio!

¡Ay, fuerzas!: Interjección de ánimo.

Ay, su ponte, cuánto chonte…: Juego de palabras que significa: «Date cuenta, fijate, cuánto policía.»

Ay, su pura concepción, cuánto jura…: Juego de palabras igual que el anterior, tratándose de policía rural.

Azacuán, es: Especie de milano migratorio.

B

Bartolina, s: Calabozo, mazmorra.

Bicho, s: Niño.

Bolo, s: Borracho.

Boquitas: Bocadillos que se sirven antes de beber copas de licor.

Brochota: De «hacerse brocha». Hacerse el tonto, el desentendido.

Burrión, s: Colibrí.

Buscaniguas: Cohete rastrero -a ras de tierra- usado en las fiestas populares.

C

Cachirulo, s: Remiendo que se pone en el trasero del pantalón.

Cacho, s: Cuerno.

Cadejo: Animal fantástico. Por extensión, el diablo.

Caer de leva: Caer de tonto.

Caite, s: Sandalia tosca. Por extensión, la cara en términos despectivos.

Calienta micos: Hombre que excita a las mujeres.

Canducha: Diminutivo de Candelaria.

Cantada, s: Mentira, embuste, puro canto.

Contimás: Vulgarismo por: Cuanto más.

Cara argeñada: De «argecho». Cara marchita tempranamente.

Carga-sillita: Cargar a una persona entre dos, haciéndole silla con las manos.

Casera: Concubina.

Catrín, es: Elegante, pulido, currutaco.

Caula, s: Engaño, ardid, treta.

Cava tal distancia: Abre tal distancia.

Cebón, es: Perezoso.

Cenzontle (o sinsonte): Especie de pájaro parecido al mirlo. Se distingue por lo canoro, pues se supone que canta con 400 voces diferentes.

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