Almudena Grandes - Las Edades De Lulú

Здесь есть возможность читать онлайн «Almudena Grandes - Las Edades De Lulú» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, Эротические любовные романы, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Las Edades De Lulú: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las Edades De Lulú»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Sumida todavía en los temores de una infancia carente de afecto, Lulú, una niña de quince años, sucumbe a la atracción que ejerce sobre ella un joven, amigo de la familia, a quien hasta entonces ella había deseado vagamente. Después de esta primera experiencia, Lulú, niña eterna, alimenta durante años, en solitario, el fantasma de aquel hombre que acaba por aceptar el desafío de prolongar indefinidamente, en su peculiar relación sexual, el juego amoroso de la niñez. Crea para ella un mundo aparte, un universo privado donde el tiempo pierde valor. Pero el sortilegio arriesgado de vivir fuera de la realidad se rompe bruscamente un día, cuando Lulú, ya con treinta años, se precipita, indefensa pero febrilmente, en el infierno de los deseos peligrosos.

Las Edades De Lulú — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las Edades De Lulú», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Es para ti -contestó-. Te voy a afeitar el coño.

– ¡Ni hablar! Me eché hacia adelante con todas mis fuerzas, intentaba levantarme, pero no podía. El era mucho más fuerte que yo.

– Sí -parecía tan tranquilo como siempre-. Te lo voy a afeitar y te vas a dejar. Lo único que tienes que hacer es estarte quieta. No te va a doler. Estoy harto de hacerlo. Sigue hablando.

– Pero… ¿por qué?

– Porque eres muy morena, demasiado peluda para tener quince años. No tienes coño de niña. Y a mí me gustan las niñas con coño de niña, sobre todo cuando las voy a echar a perder. No te pongas nerviosa y déjame. Al fin y al cabo, esto no es más deshonroso que calzarse una flauta escolar, dulce, o como se llame…

Busqué una excusa, cualquier excusa.

– Pero es que en casa se van a dar cuenta y como Amelia me vea se lo va a cascar a mamá, y mamá…

– ¿Por qué se va a enterar Amelia? No creo que os hagáis cosas por las noches.

Yo -me había puesto tan histérica que ni siquiera tuve tiempo de ofenderme por lo que acababa de decir-, pero ella y Patricia me ven cuando me visto y cuando me desnudo, y los pelos se transparentan

– aquello me tranquilizó, creí haber estado brillante.

– Ah, bueno, pero no te preocupes por eso, te voy a dejar el pubis prácticamente igual, sólo pienso afeitarte los labios.

– ¿Qué labios?

– Estos labios -dejó que dos de sus dedos resbalaran sobre ellos. Yo había pensado que haría exactamente lo contrario, y me pareció que el cambio era para peor, pero ya había decidido no pensar, por enésima vez, no pensar, al paso que íbamos el cerebro se me fundiría aquella misma noche.

– Ábretelo tú con la mano, por favor… -lo hice-, y sigue hablando. ¿Qué hiciste cuando te vio Amelia?

Noté el contacto de la hoja, fría, y sus dedos, estirándome la piel, mientras volvía a hablar, a escupir las palabras como una ametralladora.

– Bueno, pues, no sé… Cuando quise darme cuenta, ella ya estaba allí delante, chillando mi nombre. Salió corriendo de la habitación, con el paraguas, dando un portazo… -la hoja se deslizaba suavemente, encima de aquello que acababa de aprender que se llamaban también labios. No sentía dolor, era más bien como una extraña caricia, pero no lograba quitarme de la cabeza la idea de que se le podía ir la mano. Apenas le veía la cara, sólo el pelo, negro, la cabeza inclinada sobre mí, y yo salí corriendo detrás de ella. No fue al cuarto de estar, menos mal, se fue directamente por la puerta de la calle, con el paraguas, debía de haber venido solamente a buscarlo. Entonces pensé que no tenía a nadie más que a Marcelo, y fui a contárselo, todavía llevaba la flauta en la mano… -la cuchilla se desplazó hacia fuera, me estaba rozando el muslo-, él estaba en su cuarto, tenía un montón de papeles encima de la mesa y no sé qué hacía con ellos, se rió, se rió mucho, y me dijo que no me pusiera nerviosa, que él le taparía la boca a Amelia, que no se chivaría por la cuenta que le traía, y me habló como tú hace un rato…

Yo pensaba que no me escuchaba, que me hacía hablar a lo loco, como cuando me operaron del apéndice, para tenerme ocupada en algo, pero me preguntó qué me había dicho exactamente.

– Pues eso, que era normal, que todo el mundo se hacía pajas y que no pasaba nada.

– Ya… -su voz se hizo más profunda-. ¿Y no te tocó?

Recordé lo que había dicho antes por teléfono -yo en tu lugar me la hubiera follado sin pensarlo-, y me estremecí.

– No… -debía de haber dado por concluido mi labio derecho porque noté el escalofrío helado de la hoja sobre el izquierdo.

– No te ha tocado nunca?

– No. ¿Pero tú qué te has creído? -sus insinuaciones me sonaban como a ciencia ficción.

– No sé, como os queréis tanto…

– ¿Tocas tú a tu hermana? -me respondió con una carcajada, tuve miedo de que le temblara la

mano.

– No, pero es que mi hermana no me gusta…

– ¿Y yo sí te gusto? -mis amigas decían que jamás se debe preguntar eso a un tío directamente, pero yo no lo pude evitar. El se echó para atrás y me miró a los ojos.

– Sí, tú me gustas, me gustas mucho, y estoy seguro de que le gustas a Marcelo también, y quizás hasta a tu padre, aunque él jamás lo reconocería -sonrió-. Eres una niña especial, Lulú, redonda y hambrienta, pero una niña al fin y al cabo. Casi perfecta. Y si me dejas acabar, perfecta del todo.

Fue en aquel momento, a pesar de lo extravagante de la situación, cuando mi amor por Pablo dejó de ser una cosa vaga y cómoda, fue entonces cuando comencé a tener esperanzas, y a sufrir. Sus palabras -eres una niña especial, casi perfecta- retumbarían en mis oídos durante años, viviría años, a partir de aquel momento, aferrada a sus palabras como a una tabla de salvación.

Él se inclinó nuevamente sobre mí e insistió en voz muy baja.

– De todas maneras, creo que nos lo deberíamos montar alguna vez los tres, tu hermano, tú y yo…

– la cuchilla se volvió a desplazar hacia fuera, esta vez al lado contrario-. Muy bien, Lulú, ya casi está.

¿Ha sido tan terrible?

– No, pero me pica mucho.

– Lo sé. Mañana te picará más, pero estarás mucho más guapa -se había echado un instante hacia atrás, para evaluar su obra, supongo, antes de esconderse otra vez entre mis piernas-. La belleza es un monstruo, una deidad sangrienta a la que hay que aplacar con constantes sacrificios, como dice mi madre…

– Tu madre es una imbécil -me salió del alma.

– Indudablemente, lo es… -su voz no se alteró en lo más mínimo y ahora estáte quieta un momento, por favor, no te muevas para nada. Estoy terminando.

Podía imaginar perfectamente la expresión de su cara aun sin verla, porque todo lo demás, su voz, su manera de hablar, sus gestos, su seguridad infinita, me eran muy familiares.

Estaba jugando. Jugaba conmigo, siempre le había gustado hacerlo. El me había enseñado muchos de los juegos que conocía y me había adiestrado para hacer trampas. Yo había aprendido deprisa, al mus éramos casi invencibles. El solía hacer trampas, y solía ganar.

Cogió una toalla, sumergió un pico en otra taza y la retorció por encima de mi pubis que, fiel a su palabra, estaba casi intacto. El agua chorreó hacia abajo. Repitió la operación dos o tres veces antes de comenzar a frotarme para llevarse los pelos que se habían quedado pegados. Me di cuenta de que yo misma podría hacerlo mucho mejor, y más deprisa.

– Déjame hacerlo a mí.

– De ninguna manera… -hablaba muy despacio, casi susurrando, estaba absorto, completamente absorto, los ojos fijos en mi sexo.

Me besó dos veces, en la cara interior del muslo izquierdo. Luego, alargó la mano hacia la bandeja y cogió un bote de cristal color miel, lo abrió y hundió dos dedos, el índice y el corazón de la mano derecha, en su interior.

Era crema, una crema blanca, grasienta y olorosa.

Rozó con sus dedos mis labios recién afeitados, depositando su contenido sobre la piel. Sentí un nuevo escalofrío, estaba helada. Entonces pensé que quedaba todavía mucho invierno y que los pelos tardarían en crecer. No iba a ser muy agradable. Pablo recopilaba tranquilamente todos los objetos que habían intervenido en la operación, devolviéndolos a la bandeja, que empujó a un lado.

Entonces, también él se desplazó hacia mi derecha, desbloqueando el espejo que tenía delante.

Mi sexo me pareció un montoncito de carne roja y abultada. A ambos lados de la grieta central, se extendían dos largos trazos blancos. La visión me recordó a Patricia, de bebé, cuando mamá le ponía bálsamo antes de cambiarle los pañales.

Pablo me miraba y sonreía.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las Edades De Lulú»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las Edades De Lulú» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Las Edades De Lulú»

Обсуждение, отзывы о книге «Las Edades De Lulú» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x