– Tengo una petición, mis hermanos. No me traigáis aquí ¿vale? Cuando todo haya terminado, llevadme a otra parte. No quiero que Mary me vea así.
Vishous habló. -Puedes quedarte en el Pit. Butch y yo cuidaremos de ti.
Rhage sonrió. -Dos veces en menos de una semana. Podríais alquilaros como niñeras después de esto.
V le palmeó el hombro y luego se marchó. Tohr lo siguió, haciendo lo mismo. Phury le dio un abrazo cuando por delante de él.
Wrath hizo una pausa antes de salir.
Como el rey permanecía en silencio, Rhage le apretó el antebrazo. -Lo se, mi señor. Yo sentiría lo mismo si estuviera en su situación. Pero soy resistente. Puedo hacerlo.
Wrath metió las manos en la capucha y enmarcó la cara de Rhage entre sus palmas, inclinándose. Besó la frente de Rhage y mantuvo el contacto entre ellos, una promesa de respeto del rey hacia el guerrero, una nueva afirmación de su obligación.
– Me alegra que te quedes con nosotros. -Dijo Wrath suavemente. -Habría lamentado perderte.
Aproximadamente quince minutos después, ellos reanudaron la sesión en el patio junto al Escalade. Iban descalzos y vestían de negro. Con las capuchas puestas, era difícil saber quien era quien, excepto Phury. Su pie protésico se veía y é lanzó un saco con una protuberancia sobre el hombro. Sin duda había metido dentro vendas y cintas así como el arma.
Se mantuvieron en silencio mientras V los conducía a la parte posterior de la casa y a la espesa montaña de pinos y cicutas. El camino era tan solo un carril sucio, atestado por los árboles de hoja perenne.
Mientras iban rápidamente, Rhage no pudo soportar el tenso silencio un minuto más.
– Oh, por Dios, mis hermanos. No vais a matarme. ¿No podríamos aligerar el asunto un poco?
– Nadie lo miró.
– V, pon algo de Luda o Fifty ¿vale? Todo esta tan tranquilo que es muy aburrido.
La risa de Phury salió del traje de la derecha. -Solo tú podías intentar convertir esto en una fiesta.
– Bien, infiernos, todos habéis querido clavarme una buena por alguna mierda que os he reventado ¿verdad? Este es vuestro día de suerte. – Él palmeó a sobre el muslo de Phury. -Pienso, vamos, mi hermano, te he gastado bromas durante años sobre las mujeres. Wrath, hace un par de meses hice que apuñalaras una pared. V, tan solo el otro día me amenazaste con ponerme la mano encima. ¿Recuerdas? ¿Cuando te dije aquella monstruosidad sobre tu perilla?
V rió en silencio. – Tenía que hacer algo para que te callaras. Cada maldito momento que me he encontrado contigo desde que nos conocemos, me has preguntado si le di un Beso- Francés un caño de escape
– Y todavía no me has convencido sobre lo que le haces a mi GTO, bastardo.
La pelota continuó rodando. Las historias de Rhage continuaron volando a su alrededor hasta que las voces fueron tan ruidosas, que nadie podía escuchar a nadie más.
Mientras sus hermanos perdían vapor, Rhage se recostó contra el asiento, mirando hacia la noche. Esperaba por todos los infiernos que la Scribe Virgin supiese lo que hacía, por que si su bestia se soltaba en la Tomb, sus hermanos estarían de mierda hasta arriba. Y ellos tendrían que matarlo después de todo.
Frunció el ceño y miró a su alrededor. Localizó a Wrath detrás de él. Sabía que era él por el anillo de diamantes negro que llevaba en el dedo medio.
Rhage se arqueó hacia atrás y le susurró. -Mi señor, le pido un favor.
Wrath se inclinó hacia delante, su voz era profunda. -¿Qué necesitas?
– Si no salgo…de esto, por cualquier razón, le pido que cuide de Mary.
La capucha asintió. En la Vieja Lengua, el rey le dijo: “Como desees, te lo juro. La consideraré como mi propia hermana de sangre y la cuidaré como a cualquier mujer de mi propia familia”.
Rhage exhaló. -Está bien. Está…bien.
Demasiado pronto, V aparcó el Escalade en un pequeño claro. Ellos salieron y se quedaron de pie, escuchando, mirando, sintiendo.
Considerándolo todo, era una tarde agradable y era un lugar sereno para estar. La brisa serpenteaba las incontables ramas y troncos del bosque llevándoles un agradable olor a tierra y a pino. En lo alto, una gran luna brillaba entre las lechosas nubes.
Cuando Wrath hizo la señal, anduvieron cien metros hacia un juego de cuevas en la montaña. El lugar parecía no tener nada especial, incluso cuando te encontrabas dentro. Tenías que saber lo que buscabas para encontrar la pequeña grieta en la pared en la parte trasera. Si se accionaba correctamente, una losa de piedra se deslizaba abriéndose.
Cuando entraron en el interior de la cueva, la cuña de roca se cerró detrás de ellos con un susurro. Las antorchas montadas en las paredes parpadearon doradamente mientras sus llamas respiraban el aire, soplando y silbando.
El camino en la tierra era una lenta y fácil pendiente, sobre el suelo de roca que era frío bajo sus pies. Cuando entraron dentro se desnudaron y un par de puertas de hierro fundido se abrieron. El pasillo que se abría paso era de aproximadamente cincuenta pies de largo y veinte pies de alto.
Sobre los estantes, miles de tarros de cerámica de varios tamaños reflejaban la luz de diferentes formas. Cada contenedor sostenía el corazón de un lesser, órgano que Omega les quitaba durante la ceremonia de entrada en la Sociedad. Durante la existencia de un lesser como asesino, el tarro era la única verdadera posesión personal, y si era posible la Hermandad lo recogía después de una matanza.
Al final del pasillo, había otro juego de puertas dobles. Éstas ya estaban abiertas.
El Santo Sanctorum de la Hermandad había sido labrado en el lecho de la roca y adornada superficialmente en mármol negro a principio de 1700 cuando la primera migración de Europa había cruzado por casualidad el océano. La habitación estaba bien clasificada y tenía un techo de estalactitas blancas que colgaban como dagas. Velas masivas, tan gruesas como el brazo de un hombre y largas como una pierna, estaban enfundadas en negras estaciones de hierro, sus llamas casi tan luminosas como las de las antorchas.
Abajo en el frontal había una plataforma levantada, tenía acceso por una serie de bajas escaleras. El altar sobre la cima había sido hecha sobre una losa de caliza que había sido traída del Viejo Continente, su gran peso apoyado horizontalmente sobre dos dinteles de piedra de corte áspero. En el centro de la cosa había una calavera.
Detrás del altar, una pared plana tenía grabados los nombres de cada uno de los hermanos que alguna vez hubiera habido, detrás del primero había una calavera sobre el altar. Las inscripciones se encontraban en los paneles que cubrían cada pulgada de la superficie, salvo una extensión no marcad en la zona central. Esa parte lisa era de aproximadamente de seis pies de ancho y controlaba la zona vertical de la extensión del mármol. En medio de todo ello, aproximadamente cinco pies sobre el suelo, dos gruesas clavijas se elevaban, donde un hombre podría agarrarse y mantenerse en ese lugar.
El aire que se respiraba era muy familiar: tierra húmeda y cera de velas.
– Saludos, Hermandad.
Todos se giraron hacia la voz femenina.
La Scribe Virgin era una diminuta figura en la lejana esquina, su traje negro se cernía sobre el suelo. Nada de ella era visible, ni siquiera su cara, pero debajo de aquellos negros pliegues que la cubrían, la luz salía en tropel como la caída del agua.
Ella flotó hacia ella, deteniéndose delante de Wrath. -Guerrero.
Él se inclinó. -Scribe Virgin.
Ella saludó a cada uno por turno, dejando a Rhage el último. -Rhage, hijo de Tohrture.
– Scribe Virgin. -Él inclinó la cabeza.
– ¿Cómo te va?
– Estoy bien. -O lo estaría, en cuanto todo esto hubiese terminado.
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