Khaled Hosseini - Cometas en el Cielo

Здесь есть возможность читать онлайн «Khaled Hosseini - Cometas en el Cielo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Cometas en el Cielo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Cometas en el Cielo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Sobre el telón de fondo de un Afganistán respetuoso de sus ricas tradiciones ancestrales, la vida en Kabul durante el invierno de 1975 se desarrolla con toda la intensidad, la pujanza y el colorido de una ciudad confiada en su futuro e ignorante de que se avecina uno de los periodos más cruentos y tenebrosos que han padecido los milenarios pueblos que la habitan. Cometas en el cielo es la conmovedora historia de dos padres y dos hijos, de su amistad y de cómo la casualidad puede convertirse en hito inesperado de nuestro destino. Obsesionado por demostrarle a su padre que ya es todo un hombre, Amir se propone ganar la competición anual de cometas de la forma que sea, incluso a costa de su inseparable Hassan, un hazara de clase inferior que ha sido su sirviente y compañero de juegos desde la más tierna infancia. A pesar del fuerte vínculo que los une, después de tantos años de haberse defendido mutuamente de todos los peligros imaginables, Amir se aprovecha de la fidelidad sin límites de su amigo y comete una traición que los separará de forma definitiva.
Así, con apenas doce años, el joven Amir recordará durante toda su vida aquellos días en los que perdió uno de los tesoros más preciados del hombre: la amistad.

Cometas en el Cielo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Cometas en el Cielo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Algunos sábados por la mañana me levantaba temprano y me dirigía al sur por la autopista diecisiete, para luego ascender renqueando por la sinuosa carretera que atravesaba las montañas hasta llegar a Santa Cruz. Aparcaba junto al viejo faro y contemplaba los bancos de niebla que se levantaban desde el mar poco antes de la salida del sol. En Afganistán sólo había visto el mar en el cine. Sentado en la oscuridad, junto a Hassan, me preguntaba si sería cierto lo que había leído, que el aire del mar olía a salado. Yo le decía a Hassan que algún día pasearíamos por una playa llena de algas, hundiríamos los pies en la arena y veríamos el agua retirándose de nuestros talones. La primera vez que vi el Pacífico casi me eché a llorar. Era tan grande y tan azul como los océanos de las películas de mi infancia.

A veces, a primera hora de la tarde, aparcaba el coche y me subía al paso elevado de una autopista. Presionaba la cara contra la valla y, forzando la vista al máximo, intentaba contar las parpadeantes luces traseras que pasaban por debajo. BMW. Saab. Porsche. Coches que nunca había visto en Kabul, donde la mayoría de la gente conducía Volga rusos, Opel viejos o Paikan iraníes.

Habían pasado casi dos años desde nuestra llegada a Estados Unidos y aún seguía maravillándome el tamaño del país, su inmensidad. Más allá de cualquier autopista había otra autopista, más allá de cualquier ciudad, otra ciudad, colinas más allá de las montañas, y montañas más allá de las colinas, y más allá de éstas, más ciudades y más gente.

Mucho antes de que el ejército roussi invadiera Afganistán, mucho antes de que incendiaran los pueblos y destruyeran las escuelas, mucho antes de que se plantasen minas como si de semillas de muerte se tratara y se enterrasen niños en tumbas construidas con un montón de piedras, Kabul se había convertido para mí en una ciudad de fantasmas. Una ciudad de fantasmas de labios leporinos.

América era distinta. América era un río que descendía con gran estruendo, inconsciente del pasado. Y yo podía vadear ese río, dejar que mis pecados se hundieran en el fondo, dejar que las aguas me arrastraran hacia algún lugar lejano. Algún lugar sin fantasmas, sin recuerdos y sin pecados.

Aunque sólo fuera por eso, aceptaba América.

El verano siguiente, el verano de 1984, cuando cumplí los veintiuno, Baba vendió su Buick y compró por quinientos cincuenta dólares un desvencijado autobús Volkswagen del 71 a un antiguo conocido afgano que había sido profesor de ciencias en Kabul. El vecindario entero volvió la cabeza la tarde en que el autobús hizo su entrada en la calle, chisporroteando y echando gases hasta llegar a nuestro aparcamiento. Baba apagó el motor y dejó que el autobús se deslizara en silencio hasta la plaza que teníamos asignada. Nos hundimos en los asientos, nos reímos hasta que nos rodaron las lágrimas por las mejillas y, lo que es más importante, hasta que nos aseguramos de que los vecinos ya no nos miraban. El autobús era una triste carcasa de metal oxidado, las ventanillas habían sido sustituidas por bolsas de basura de color negro, los neumáticos estaban desgastados y la tapicería destrozada hasta el punto de que se veían los muelles. Pero el anciano profesor le había garantizado a Baba que el motor y la transmisión funcionaban, y, en lo que a eso se refería, no le había mentido.

Los sábados Baba me despertaba al amanecer. Mientras él se vestía, yo examinaba los anuncios clasificados de los periódicos de la zona y marcaba con un círculo los de ventas de objetos usados. Luego preparábamos la ruta en el mapa: Fremon, Union City, Newark y Hayward; luego San Jose, Milpitas, Sunnyvale y Campbell, si nos daba tiempo. Baba conducía el autobús y bebía té caliente del termo, y yo lo guiaba. Nos deteníamos en los puestos de objetos usados y comprábamos baratijas que la gente ya no quería. Regateábamos el precio de máquinas de coser viejas, Barbies con un solo ojo, raquetas de tenis de madera, guitarras sin cuerdas o viejos aspiradores Electrolux. A media tarde habíamos llenado de objetos usados la parte trasera del viejo autobús. Después, los domingos por la mañana a primera hora, nos dirigíamos al mercadillo de San Jose, en las afueras de Berryessa, alquilábamos un puesto y vendíamos los trastos a un precio que nos permitía obtener un pequeño beneficio: un disco de Chicago que el día anterior habíamos comprado por veinticinco centavos podíamos venderlo por un dólar, o cinco discos por cuatro dólares; una destartalada máquina de coser Singer adquirida por diez dólares podía, después de cierto regateo, venderse por veinticinco.

Aquel verano, una zona entera del mercadillo de San Jose estaba ocupado por familias afganas. En los pasillos de la sección de objetos de segunda mano se oía música de mi país. Entre los afganos del mercadillo existía un código de comportamiento no escrito: saludar al tipo del puesto que estaba frente al tuyo, invitarlo a patatas bolani o a qabuli y charlar con él. Ofrecerle tus condolencias, tassali , por el fallecimiento de un familiar, felicitarlo por el nacimiento de algún hijo y sacudir la cabeza en señal de duelo cuando la conversación viraba hacia Afganistán y los roussis …, algo que resultaba inevitable. Pero había que evitar el tema de los sábados, porque podía darse el caso de que quien estaba enfrente de ti fuera el tipo al que casi te habías cargado a la salida de la autopista para ganarle la carrera hasta un puesto de venta de objetos usados prometedor.

En los pasillos sólo había una cosa que corría más que el té: los cotilleos afganos. El mercadillo era el lugar donde se bebía té verde con kolchas de almendra y donde te enterabas de que la hija de alguien había roto su compromiso para fugarse con un novio americano, o de quién había sido parchami , comunista, en Kabul, y de quién había comprado una casa con dinero negro mientras seguía cobrando el subsidio. Té, política y escándalos, los ingredientes de un domingo afgano en el mercadillo.

A veces me quedaba a cargo del puesto mientras Baba deambulaba arriba y abajo, con las manos respetuosamente colocadas a la altura del pecho, y saludaba a gente que conocía de Kabul: mecánicos, sastres que vendían abrigos de lana de segunda mano y cascos de bicicleta viejos, antiguos embajadores, cirujanos en paro y profesores de universidad.

Un domingo de julio de 1984, por la mañana temprano, mientras Baba montaba el puesto, fui a buscar dos tazas de café en el de la dirección y cuando volví me encontré a Baba charlando con un hombre mayor y de aspecto distinguido. Deposité las tazas sobre el parachoques trasero del autobús, junto a la pegatina de «Reagan/Bush para el 84».

– Amir -dijo Baba, indicándome que me acercara-, te presento al general sahib , el señor Iqbal Taheri. Fue general condecorado en Kabul. Entonces trabajaba en el ministerio de Defensa.

Taheri. ¿De qué me sonaba ese nombre?

El general se rió como quien está acostumbrado a asistir a fiestas formales donde hay que reír cualquier gracia que hagan los personajes importantes. Tenía el cabello fino y canoso, peinado hacia atrás; la frente, sin arrugas y bronceada, y cejas tupidas con algunas canas. Olía a colonia y vestía un traje con chaleco de color gris oscuro, brillante en algunas zonas de tanto plancharlo; del chaleco le colgaba la cadena de oro de un reloj.

– Una presentación muy rimbombante -dijo con voz profunda y cultivada-. Salaam, bachem . Hola, hijo mío.

Salaam , general sahib -dije, estrechándole la mano. Sus manos finas contradecían el fuerte apretón, como si detrás de aquella piel hidratada se ocultara acero.

– Amir será un gran escritor -comentó Baba. Yo hice de aquello una doble lectura-. Ha finalizado su primer año de licenciatura en la universidad y ha obtenido sobresalientes en todas las asignaturas.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Cometas en el Cielo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Cometas en el Cielo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


César Vidal - El Fuego Del Cielo
César Vidal
Khaled Khalifa - In Praise of Hatred
Khaled Khalifa
Khaled Hosseini - Y las montañas hablaron
Khaled Hosseini
Khaled Hosseini - Drachenläufer
Khaled Hosseini
Khaled Hosseini - Mil Soles Espléndidos
Khaled Hosseini
Khaled Hosseini - A Thousand Splendid Suns
Khaled Hosseini
Khaled Hosseini - The Kite Runner
Khaled Hosseini
Khaled Khalifa - Death Is Hard Work
Khaled Khalifa
László Benedek - Khaled tanzt
László Benedek
Khaled Alesmael - Selamlik
Khaled Alesmael
Отзывы о книге «Cometas en el Cielo»

Обсуждение, отзывы о книге «Cometas en el Cielo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x