Penny Vincenzi - Reencuentro

Здесь есть возможность читать онлайн «Penny Vincenzi - Reencuentro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Reencuentro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Reencuentro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una noche de 1987, alguien abandona a una niña recién nacida en el aeropuerto de Heathrow. Un año antes, tres chicas, Martha, Clio y Jocasta, se habían conocido por casualidad en un viaje y habían prometido volver a encontrarse, aunque pasará mucho tiempo antes de que cumplan la promesa. Para entonces, Kate, la niña abandonada, ya será una adolescente. Vive con una familia adoptiva que la quiere, aunque ahora Kate desea conocer a su madre biológica. Es decir, una de aquellas tres jóvenes, ahora mujeres acomodadas. Pero ¿qué la llevó a una situación tan desesperada?
La trama que desgrana este libro se sitúa allí donde confluyen entre estas cuatro vidas. Y es que Kate verá cumplido su deseo aunque, como enseñan algunas fábulas, a veces sea mejor no desear ciertas cosas…

Reencuentro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Reencuentro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

TERCERA PARTE

Capítulo 31

– Qué tía más rara -dijo Kate, recostándose en el asiento de la limusina-, rara de verdad. ¿No te ha parecido rara, Nat?

– No lo sé -dijo Nat-, no he hablado con ella. Estaba ocupado con el pobre Cal. Estaba fatal.

– ¿Ya se encuentra bien?

– Se ha dormido -dijo Bernie desde el asiento de atrás.

– ¿Quién es rara? -preguntó Kevin.

– La mujer -contestó Kate-. La que se ha desmayado.

– Sí, te puso la vista encima y se desmayó -dijo Bernie, riéndose-. En serio, hasta entonces estaba bien, se lo dije a la doctora. ¿Cómo se llama?

– Clio -dijo Kate-. Es la doctora de mi abuela.

– Ella sí es simpática -dijo Nat en tono aprobador-. Bueno, ha sido un buen fiestorro. Con todos esos fotógrafos, Kate, gritando tu nombre cuando nos marchábamos. Ahora eres famosa, te guste o no.

Parecía muy satisfecho, como si el mérito fuera todo suyo. Y no de Fergus, que había filtrado a un par de periódicos que Bianca asistiría a la celebración del año.

– A lo mejor yo también salgo en alguna de las fotos -añadió esperanzado.

Jack Kirkland estaba enfrascado en una conversación con Gideon Keeble cuando Janet se unió a ellos.

– Has tardado mucho -dijo-. ¿Está bien?

– Está muy bien. Dormida. Dios sabe qué le ha pasado, pobrecilla.

– Yo no describiría así a Martha -dijo Gideon con ligereza-. A mí me parece una mujer de piedra.

– Creo que estoy de acuerdo con Gideon -comentó Jack Kirkland-. El derecho al nivel que trabaja ella no es una opción fácil. Y encima meterse en política… es muy notable.

– Eso es lo que tienen las mujeres, Jack: pueden hacer muchas cosas al mismo tiempo -dijo Janet-. Todas.

– ¿Como criar cinco hijos y dirigir un partido político? -preguntó Gideon.

– Bueno, no es que lo dirija sola. Sólo aparezco de vez en cuando por la Cámara.

– Venga ya, Janet, podrías dirigirlo si yo no estuviera. Tal vez deberías -dijo Kirkland.

– ¿Ah, sí? ¿Qué me dices de Eliot y Chad?

– Por lo que a mí respecta, después de lo que ha pasado, eres mejor contendiente que ellos -dijo Jack.

– Bueno, por suerte para mí, sigues aquí -dijo Janet-. No me apetece nada. Lo juro.

Gideon Keeble, que había logrado salir de los arrabales de Dublín por su capacidad de oler una mentira a la legua, los miró a los dos con interés. Estaba claro que Jack la creía y, lo que era más importante, Janet lo sabía.

Antes de irse a la cama, Clio pasó a ver a Martha. Estaba profundamente dormida.

Pobre Martha. Debía de haberle sucedido algo muy traumático para sufrir un ataque de pánico tan grave.

– ¡Oh, mira esta foto de Kate! -Clio pasó el People por encima de la mesa-. Chica traviesa asomándose por la ventana de la limusina y saludando a las cámaras. Creía que la idea era quedarse bien quietecita dentro. ¿A que está mona? El chico parece guapo.

– Es bastante guapo -dijo Jocasta-. Es muy simpático. ¿A quién más han sacado? Oh, mira, ahí están Jamie Oliver y Jules. Espero que les gustara la comida. Y Jonathan Ross. Qué detalle que todos se tomaran tantas molestias.

Eran las diez y media. Gideon ya había nadado y llevaba horas haciendo café. No paraba de entrar gente en la cocina, entre ellos varios hermanos y hermanas de Gideon. Jocasta los saludó a todos con afecto, aunque ya había dejado de intentar saber quién era quién. Beatrice, que era la más desmejorada, se escondía detrás de los periódicos. Josh, injustamente rebosante de vitalidad, había dado un paseo y estaba proponiendo que dieran otro.

– Voy a ver a Martha -dijo Clio-. Me sorprende que no haya bajado.

Volvió al cabo de cinco minutos.

– Se ha largado -dijo-. Se ha ido. Qué comportamiento más raro.

– Muy raro -dijo Jocasta, mirándola-. ¿Por dónde ha salido?

– Dice que ha llamado a un taxi. Ha dejado una nota -dijo Clio, blandiendo un papel-. Es muy cortés: «Siento haberos causado tantas molestias, gracias por vuestras atenciones, pero tenía que volver a casa».

– Qué chica más rara -dijo Jocasta-. Creo que no le gustó que la viéramos tan descontrolada.

Martha había pasado todo el día haciendo un esfuerzo titánico para calmarse. Intentó convencerse de que estaba comportándose como una tonta, de que no corría ningún peligro. Janet Frean era la mujer más amable y más digna de confianza que conocía y, lo más importante, absolutamente discreta. Era imposible que hablara con nadie sobre lo que Martha le había contado. Por supuesto que no. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Qué sacaría con ello?

Estuvo así todo el día, dándole vueltas en su cabeza dolorida, en círculos concéntricos inútiles, hasta que pensó que estaba volviéndose loca. Por primera vez desde que…, bueno, desde ese día, no dominaba la situación, estaba a merced de otra persona.

Sonó el teléfono. Era Ed.

– Hola, soy yo. Llamaba para saber si lo habías pasado bien en la fiesta. He visto las fotos. ¿Por qué no hay ninguna tuya? Volveré a llamar…

Sin pensar con claridad lo que hacía, desesperada por hablar con alguien, por salir de la cárcel de su cabeza, Martha descolgó el teléfono.

– Hola, Ed, soy yo.

– Hola. ¿Estás bien?

– Sí, sí, estoy bien. Gracias.

– Estupendo. Sólo es una llamada de rutina. Para saber si estabas bien. No querrás salir a tomar algo, ¿verdad?

– No -dijo Martha rápidamente-, no, Ed, no puedo. Gracias. Hoy no, al menos.

– ¿Mañana entonces? -preguntó con voz ilusionada.

Otra cosa que Martha no debería haber dicho.

– No. No, mañana no -se apresuró a decir-. Quería decir que no.

– Martha, estás rara. ¿Te encuentras bien?

– Sí. Sí, estoy bien. Gracias.

– Pues no parece.

– Pues lo estoy. Todo perfecto. Sí.

– De acuerdo. -Martha casi le oyó encogerse de hombros-. Volveré a llamar. Seguramente mañana.

Aquello no la había ayudado mucho. Tal vez debería habérselo contado a Ed. Al menos sabía que él la amaba, y le deseaba lo mejor.

Volvió a sonar el teléfono. Ella descolgó con rapidez.

– Ed, por favor…

Pero no era Ed. Era Janet.

– Hola, Martha, soy yo. Quería saber cómo estabas.

Su tono era amable, cariñoso, de genuino interés. Martha se sintió mejor de repente. Qué absurdo había sido pensar que esa mujer tan amable quisiera hacerle algún daño.

– Hola, Janet -comentó, y ella misma notó el alivio que delataba su voz-. Qué amable eres. Estoy bien, en serio. Mucho mejor. Gracias de nuevo por lo de anoche, estuviste maravillosa.

– Cielo, no fue nada. Puse mi hombro para que lloraras, nada más.

– ¡No! Creo que me salvaste de volverme loca.

– A mí me pareces muy cuerda. Oye…, he pensado…

– Janet -dijo Martha-. Janet, no se lo dirás a nadie, ¿verdad?

– ¡Martha! Martha, por supuesto que no se lo diré a nadie. ¿Por quién me has tomado?

Vaya, la había ofendido. ¿Qué podía hacer ahora?

– No, claro que no. Es que… no sé lo que digo. Es sólo que…

– Martha… -La voz era infinitamente cariñosa-. Martha, escúchame. Necesitabas hablar. No podías guardártelo para ti sola siempre. Aunque… aunque ella no hubiera estado en la fiesta. Es una carga intolerable. No sé cómo lo has aguantado tantos años. Te está matando, eso está claro. Me gustaría pensar que hablar conmigo te ha ayudado… aunque sea un poco.

– Me ha ayudado, Janet, me ha ayudado mucho.

Mentirosa, Martha, no te ha ayudado, te ha aterrorizado.

– Es normal que te inquiete pensar que yo pueda contárselo a alguien. Lo comprendo, en serio. Pero no hablaré. Te lo juro. Sería imperdonable. Me siento muy honrada porque confiaras en mí. Porque me demostraras tanta confianza. No te traicionaré. Te lo juro, Martha. De modo que deja de preocuparte. Por favor.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Reencuentro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Reencuentro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Reencuentro»

Обсуждение, отзывы о книге «Reencuentro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x