Marc Levy - Las cosas que no nos dijimos

Здесь есть возможность читать онлайн «Marc Levy - Las cosas que no nos dijimos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Las cosas que no nos dijimos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Las cosas que no nos dijimos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Con más de 15 millones de ejemplares de sus novelas vendidos en todo el mundo, Marc Levy se ha convertido en un referente indiscutible de la literatura contemporánea. Con su nueva novela, Las cosas que no nos dijimos, Levy va un paso más al lá y arrastra al lector a un universo del que no querrá salir. Cuatro días antes de su boda, Julia recibe una llamada del secretario personal de Anthony Walsh, su padre. Walsh es un brillante hombre de negocios, pero siempre ha sido para Julia un padre ausente, y ahora llevan más de un año sin verse. Como Julia imaginaba, su padre no podrá asistir a la boda. Pero esta vez tiene una excusa incontestable: su padre ha muerto.

Las cosas que no nos dijimos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Las cosas que no nos dijimos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– ¡Y encima tienes la cara de hacer bromas!

– Ah, el humor, qué maravillosa manera de lidiar con la realidad cuando ésta te golpea en plena cara; no sé quién dijo eso, pero qué razón tenía. Vuelvo a hacerte la misma pregunta, ¿has tomado una decisión?

– No hay ninguna decisión que tomar, ya es demasiado tarde. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Deberías alegrarte, ¿no?

– Demasiado tarde es un concepto que sólo se aplica a las cosas que ya son definitivas. Es demasiado tarde para decirle a tu madre todo lo que hubiera querido que supiera antes de dejarme y que tanto me hubiera gustado que me escribiera antes de perder la razón. En lo que a nosotros dos respecta, a ti y a mí, demasiado tarde será el sábado, cuando me apague como un vulgar juguete al que se le han gastado las pilas. Pero si Tomas aún está vivo, entonces siento mucho llevarte la contraria, pero no, no es demasiado tarde. Y si recordaras, aunque sólo fuera un poco, tu reacción cuando viste ese dibujo ayer, lo que nos ha traído aquí hoy, entonces no te protegerías detrás del pretexto de que es demasiado tarde. Búscate otra excusa.

– ¿Qué es lo que quieres exactamente?

– Yo, nada. Tú, en cambio, quizá quieras a tu Tomas, ¿a no ser que…?

– ¿A no ser que qué?

– No, nada, perdóname, hablo y hablo sin parar, pero tienes razón tú.

– Es la primera vez que te oigo decir que tengo razón en algo, me gustaría saber en qué.

– No, déjalo, de verdad, no merece la pena. Es tanto más fácil seguir lamentándose, lloriqueando sobre lo que podría haber sido y no fue. Ya estoy oyendo todo el blablablá típico en estos casos, «el destino lo quiso de otra manera, qué le vamos a hacer», por no hablar de «todo es culpa de mi padre, de verdad me ha arruinado la vida». Después de todo, vivir en un drama es una manera de existir como otra cualquiera.

– ¡Qué susto! Por un momento he pensado que me estabas tomando en serio.

– ¡Dada tu manera de comportarte, el riesgo era ínfimo!

– Pues aunque me muriera de ganas de escribir a Tomas, aunque lograra dar con una dirección a la que enviarle mi carta diecisiete años después, jamás le haría algo así a Adam, sería infame. ¿No te parece que esta semana ya ha tenido su cupo de mentiras?

– ¡Desde luego! -contestó Anthony con un aire de lo más irónico.

– ¿Y ahora qué pasa?

– Tienes razón. Mentir por omisión es mucho mejor, ¡mucho más honrado! Además eso os dará la oportunidad de compartir algo. Adam ya no será la única persona a la que le hayas mentido.

– ¿Se puede saber en quién estás pensando?

– ¡En ti! Cada noche que te acuestes a su lado y tengas el más mínimo pensamiento por tu amigo del Este, hala, una mentirita que añadir a la lista; un minúsculo instante de anhelo, y hala, otra mentirita más; cada vez que te preguntes si deberías haber regresado a Berlín para arrojar luz sobre tus sentimientos, hala, otra mentirita más, y ya van tres. Espera, déjame calcular, siempre se me han dado bien las matemáticas: pongamos unos tres pensamientos a la semana, dos recuerdos fulgurantes y tres comparaciones entre Tomas y Adam, lo que hace tres más dos más tres, es decir, ocho multiplicado por cincuenta y dos semanas, multiplicadas por treinta años de vida en común, sí, lo sé, estoy siendo optimista, pero bueno… Asciende a un total de doce mil cuatrocientas ochenta mentiras. ¡No está mal para una vida en pareja!

– ¿Estás orgulloso de ti? -preguntó Julia aplaudiendo cínicamente.

– ¿Crees que vivir con alguien sin estar segura de tus sentimientos no es una mentira, una traición? ¿Tienes la más mínima idea de en qué se transforma la vida cuando la otra persona vive a tu lado como si te hubieras convertido en un extraño?

– ¿Acaso tú sí lo sabes?

– Tu madre me llamaba «señor» en los tres últimos años de su vida y, cuando entraba en su habitación, me indicaba dónde estaba el cuarto de baño, pensando que yo era el fontanero. ¿Quieres prestarme tus lápices de colores para que te haga un dibujo?

– ¿Mamá te llamaba de verdad «señor»?

– Los días buenos, sí; los malos llamaba a la policía porque un desconocido había entrado en su casa.

– ¿De verdad te hubiera gustado que te escribiera antes de…?

– No tengas miedo de las palabras exactas. ¿Antes de perder la razón? ¿Antes de volverse loca? La respuesta es sí, pero no estamos aquí para hablar de tu madre.

Anthony miró a su hija largo rato.

– Bueno, ¿qué?, ¿está buena la miel?

– Sí -dijo Julia mordiendo el biscote.

– Un poco más densa que de costumbre, ¿verdad?

– Sí, un poco más dura.

– Las abejas se volvieron perezosas cuando te marchaste de esta casa.

– Es posible -dijo ella sonriendo-. ¿Quieres que hablemos de abejas? -¿Por qué no?

– ¿La echaste mucho de menos? -¡Pues claro, qué pregunta!

– ¿Era mamá la mujer por la que saltaste en el charco de la calle?

Anthony rebuscó en el bolsillo interior de su chaqueta para sacar un sobre. Lo deslizó sobre la mesa hasta Julia. -¿Qué es?

– Dos billetes para Berlín, con escala en París, sigue sin haber vuelo directo. Despegamos a las cinco de la tarde. Puedes marcharte sola, no marcharte, o puedo acompañarte, tú decides; esto también es una novedad, ¿no es cierto?

– ¿Por qué haces esto?

– ¿Qué has hecho con tu trocito de papel?

– ¿Qué papel?

– Esa notita de Tomas que siempre llevabas encima y que aparecía como por arte de magia cuando te vaciabas los bolsillos; ese trocito de hoja arrugada que me acusaba cada vez del daño que te había hecho.

– La perdí.

– ¿Qué había escrito? Oh, déjalo, no me contestes, el amor es terriblemente banal. ¿De verdad que la has perdido? -¡Te lo acabo de decir!

– No te creo, ese tipo de cosas nunca desaparecen del todo. Un buen día vuelven a aparecer, surgen del fondo del corazón. Anda, corre a hacer la maleta.

Anthony se levantó y salió de la cocina. En el umbral de la puerta, se volvió.

– Date prisa; no necesitas pasar por tu casa, si te falta algo ya lo compraremos allí. No nos queda mucho tiempo. Te espero fuera, ya he mandado llamar un coche. Al decirte esto, tengo como una extraña sensación de haber vivido ya este momento, ¿me equivoco?

Y Julia oyó los pasos de su padre resonar en el vestíbulo de la casa.

Se llevó las manos a la cabeza y suspiró. Entre los dedos entreabiertos, miraba el tarro de miel encima de la mesa. Tenía que ir a Berlín, pero no tanto para encontrar a Tomas como para proseguir ese viaje con su padre. Y se juró, con toda la sinceridad del mundo, que no era un pretexto ni una excusa, y que seguramente Adam lo comprendería algún día.

De vuelta en su habitación, adonde fue a recoger su bolso que había dejado al pie de la cama, su mirada se dirigió a la estantería. Un libro de historia de tapas color granate sobresalía de los demás. Vaciló, lo abrió y sacó un sobre azul escondido entre las páginas. Lo guardó en su equipaje, cerró la ventana y salió del dormitorio.

Anthony y Julia llegaron justo antes de que concluyera el embarque. La azafata les entregó sus tarjetas de embarque y les aconsejó que se dieran prisa. Era tan tarde que no podía garantizarles que llegaran a la puerta antes de la última llamada.

– Pues con mi pierna, lo llevamos claro -declaró Anthony, mirando afligido a la empleada.

– ¿Tiene dificultades para desplazarse, señor? -se preocupó la joven.

– Por desgracia, señorita, a mi edad ¿quién no las tiene? -contestó muy orgulloso, presentándole el certificado que daba fe de que llevaba un marcapasos.

– Espere aquí -dijo ésta descolgando el teléfono.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Las cosas que no nos dijimos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Las cosas que no nos dijimos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Las cosas que no nos dijimos»

Обсуждение, отзывы о книге «Las cosas que no nos dijimos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x