Paul Auster - La Noche Del Oráculo

Здесь есть возможность читать онлайн «Paul Auster - La Noche Del Oráculo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Noche Del Oráculo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Noche Del Oráculo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Sidney Orr es escritor, y está recuperándose de una enfermedad a la que nadie esperaba que sobreviviera. Y cada mañana, cuando su esposa Grace se marcha a trabajar, él, todavía débil y desconcertado, camina por la ciudad. Un día compra en El Palacio de Papel, la librería del misterioso señor Chang, un cuaderno de color azul que le seduce, y descubre que puede volver a escribir. Su amigo John Trause, también escritor, también enfermo, también poseedor de otro de los exóticos cuadernos azules portugueses, le ha hablado de Flitcraft, un personaje que aparece fugazmente en El halcón maltés y que, como Sidney, sobrevivió a un íntimo roce con la muerte, creyó comprender que no somos más que briznas que flotan en el vacío del azar, y abandonó, sin despedirse, mujer, trabajo, identidad y se inventó otra vida en otra ciudad. En la novela que Sidney Orr está escribiendo en su cuaderno azul, Flitcraft se ha convertido en Nick Bowen, un joven editor que, tras salvarse por un pelo de la muerte cuando una gárgola de piedra se desprende de un viejo edificio y cae donde él había estado un segundo antes, también parte sin despedidas rumbo a Kansas, llevándose el manuscrito de una novela inédita y perdida durante mucho tiempo de una escritora famosa en los años veinte, y cuyo título es La noche del oráculo. Y en paralelo a la novela de Nick, Orr va contando la novela de su propia vida, de su encuentro y su matrimonio con Grace, una mujer cuyo pasado desconoce.

La Noche Del Oráculo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Noche Del Oráculo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

»Se trataba de Richard, no lo olvidéis, una persona sin poesía alguna, un hombre con la sensibilidad de un picaporte; pero que cuando encontró esas fotografías, no podía pensar en otra cosa. El estereoscopio era como una linterna mágica que le permitía viajar en el tiempo y visitar a los muertos. Miraba las fotografías por la mañana, antes de salir a trabajar, y las miraba de nuevo por la tarde, cuando volvía a casa. Siempre en el garaje, a solas, lejos de su mujer y sus hijas, volviendo obsesivamente a aquella tarde de 1953, incapaz de cansarse de verlas. El hechizo duró dos meses, y luego una mañana Richard fue al garaje y el visor no funcionaba. El aparato se había atascado, era imposible apretar el botón para que se encendiera la luz. A lo mejor es que lo había utilizado demasiado, me dijo, y como no sabía arreglarlo supuso que se había terminado la aventura, que se había quedado de un plumazo sin aquella cosa maravillosa que había descubierto. Fue una pérdida catastrófica, la más cruel de las privaciones. Ni siquiera podía mirar las diapositivas poniéndolas a contraluz. Las transparencias en tres dimensiones no son diapositivas convencionales, y se necesita el estereoscopio para traducirlas a imágenes coherentes. Sin aparato, no hay imagen. Sin imágenes, se acabaron los viajes al pasado. Sin viajes al pasado, se terminó la alegría. Otro periodo de luto, otro tiempo de dolor; como si después de traer a los muertos de vuelta a la vida tuviera que enterrarlos otra vez.

»Ésa era la situación cuando lo vi hace dos semanas. El aparato estaba roto y Richard seguía tratando de entender lo que le había sucedido. No podéis imaginar lo que me emocionó su historia. Ver a aquel individuo inculto y vulgar convertido en un filósofo soñador, en un espíritu angustiado en busca de lo inalcanzable. Le dije que estaba dispuesto a hacer cuanto estuviera en mi mano para ayudarlo. Estamos en Nueva York, le recordé, y como en esta ciudad se puede encontrar cualquier cosa que exista en el mundo, tiene que haber alguien que sea capaz de arreglarlo. Richard pareció sentirse un tanto incómodo por mi entusiasmo, pero me agradeció el ofrecimiento y ahí dejamos el asunto. A la mañana siguiente, me puse en movimiento. Hice unas cuantas llamadas, investigué un poco y al cabo de un par de días localicé al dueño de una tienda de cámaras en la calle Treinta y uno Oeste que creía que podía arreglar el estereoscopio. Richard ya había vuelto a Florida, y cuando lo llamé aquella noche para darle la noticia pensé que se entusiasmaría, que enseguida empezaríamos a hablar de cómo embalar el aparato y mandarlo a Nueva York. Pero entonces hubo una larga pausa al otro extremo de la línea. "No sé, John", dijo Richard al cabo. "Lo he estado pensando mucho desde que nos vimos, y a lo mejor no es tan buena idea que me pase el tiempo mirando esas fotografías. Arlene estaba muy preocupada y yo no prestaba mucha atención a las niñas. Quizá sea mejor así. Hay que vivir en el presente, ¿no es verdad? El pasado, pasado está, y por mucho que mire esas fotos, jamás podré recuperarlo."

Y así acababa la historia. Un final decepcionante, según John, pero Grace no estaba de acuerdo con él. Después de estar dos meses comunicándose con los muertos, Richard se había puesto en peligro, afirmó ella, y quizá corría el riesgo de caer en una grave depresión. Yo estaba a punto de decir algo en aquel preciso instante, pero justo cuando abría la boca para exponer mi punto de vista, me empezó a sangrar otra vez la nariz. Eso me ocurría desde un par de meses antes de ingresar en el hospital, y aun cuando habían desaparecido casi todos los demás síntomas, aquellas infernales hemorragias persistían, se presentaban siempre, al parecer, en los momentos más inoportunos y nunca dejaban de causarme un fastidio considerable. No soportaba perder el dominio de mí mismo, encontrarme tranquilamente sentado en una habitación como lo estaba aquella noche, por ejemplo, tomando parte en una conversación, notar de pronto que me salía sangre a borbotones y ver cómo se me manchaban la camisa y el pantalón, sin poder hacer ni puñetera cosa por remediarlo. Los médicos me habían dicho que no me preocupara -no había secuelas clínicas, ni señales de problemas inminentes-, pero eso no hacía que me sintiera menos desvalido y avergonzado. Cada vez que me salía sangre de la nariz, me sentía como un niño que se mea en los pantalones.

Me levanté de un salto de la butaca y, llevándome un pañuelo a la cara, me precipité hacia el baño más próximo. Grace me preguntó si necesitaba ayuda, y debí de darle una respuesta un tanto desagradable, aunque no recuerdo lo que dije. «No te molestes», quizá, o «Déjame en paz». Algo con la suficiente mala uva como para que hiciese gracia a John, en cualquier caso, porque recuerdo claramente que oí cómo se reía cuando yo salía de la habitación. «Otra vez la fiel compañera», comentó. «La napia menstruante de Orr. No te deprimas por eso, Sidney. Al menos tienes la seguridad de que no estás embarazado.»

La casa tenía dos baños, uno en cada nivel del dúplex. En circunstancias normales habríamos pasado la tarde abajo, en el comedor y la sala de estar, pero la flebitis de John nos había obligado a subir a la segunda planta porque allí era donde él pasaba ahora la mayor parte del tiempo. La habitación del piso de arriba era una especie de salón suplementario, una estancia pequeña, cómoda y agradable, de amplios ventanales, estanterías con libros a lo largo de tres paredes y espacios empotrados para la televisión y el equipo de sonido estereofónico: el enclave perfecto para la convalecencia de un inválido. El cuarto de baño de aquella planta estaba junto al dormitorio de John, y para llegar a él tuve que cruzar el estudio, el cuarto donde escribía. Encendí la luz al entrar, pero estaba demasiado preocupado por la hemorragia para prestar atención a otra cosa. Debí de pasar unos quince minutos en el baño, con la cabeza echada hacia atrás y comprimiéndome las fosas nasales, pero cuando esos antiguos remedios empezaron a surtir efecto ya había perdido tanto líquido que me pregunté si no tendría que acudir al hospital para que me hicieran una transfusión de emergencia. Qué impresión producía el rojo de la sangre contra el blanco del lavabo de porcelana, pensé. Con cuánta viveza llegaba aquel color a la imaginación, vaya sacudida estética. En comparación, los demás fluidos que segregábamos eran pálidos, chorritos apagados. Babas blancuzcas, semen lechoso, meados amarillos, mocos verdosos. Excretábamos colores de otoño e invierno, pero corriendo invisible por nuestras venas, la esencia misma que nos mantenía con vida, estaba el carmesí de un pintor enloquecido: un rojo brillante como pintura fresca.

Cuando cedió el acceso, me quedé un rato frente al lavabo, haciendo lo posible por recuperar un aspecto presentable. Era demasiado tarde para quitarme las salpicaduras de la ropa (se habían solidificado, formando unos circulitos herrumbrosos que embadurnaron el tejido cuando intenté quitarlos), pero me lavé bien la cara y las manos y me mojé el pelo, peinándome después con el peine de John para rematar la tarea. Ya no me daba tanta lástima de mí mismo, me encontraba algo menos maltrecho. Seguía teniendo la camisa y los pantalones adornados con horribles lunares, pero el torrente ya no fluía, y felizmente se me había mitigado el escozor de la nariz.

Al cruzar la habitación de John y entrar en su cuarto de trabajo, eché una mirada al escritorio. No directamente, en realidad, sino abarcando la totalidad de la estancia mientras me dirigía a la puerta, pero allí, rodeado de un surtido de plumas, lápices y desordenados montones de papeles, saltaba a la vista un cuaderno azul de tapa dura bastante similar al que me había comprado en Brooklyn aquella misma mañana. La mesa de un escritor es un lugar sagrado, el santuario más íntimo del mundo, y está prohibido que los extraños se acerquen a él sin permiso. Nunca había estado en el estudio de John, pero me llevé tal sorpresa y sentí tal curiosidad por saber si el cuaderno era igual que el mío, que olvidé la discreción y me acerqué a echar un vistazo. El cuaderno estaba cerrado, puesto sobre un diccionario pequeño, y en el momento en que me agaché para examinarlo, vi que era exactamente igual que el que yo tenía en casa encima del escritorio. Por motivos que sigo sin explicarme, el descubrimiento me produjo una enorme agitación. ¿Qué más daba el tipo de cuaderno que utilizara John? Había vivido un par de años en Portugal, y sin duda aquellos cuadernos serían allí un artículo normal y corriente, fácil de conseguir en cualquier papelería. ¿Por qué no iba a escribir en un cuaderno azul de tapa dura hecho en Portugal? No había razón ni motivo alguno, y sin embargo, dadas las agradables y deliciosas sensaciones que había experimentado por la mañana al comprarme el cuaderno azul, y teniendo en cuenta que aquel mismo día me había pasado varias y fructíferas horas escribiendo en él (mis primeras tentativas literarias en casi un año), sin olvidar que había estado pensando en esos esfuerzos durante toda la noche en casa de John, aquello me pareció una conjunción asombrosa, un numerito de magia negra.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Noche Del Oráculo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Noche Del Oráculo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Paul Auster - Invisible
Paul Auster
Paul Auster - Lewiatan
Paul Auster
Paul Auster - Mr. Vértigo
Paul Auster
Paul Auster - Sunset Park
Paul Auster
Paul Auster - Timbuktu
Paul Auster
Paul Auster - Leviatán
Paul Auster
Paul Auster - City of Glass
Paul Auster
Lourdes Celina Vázquez Parada - La noche del fin del mundo
Lourdes Celina Vázquez Parada
Отзывы о книге «La Noche Del Oráculo»

Обсуждение, отзывы о книге «La Noche Del Oráculo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x