Paul Auster - La Noche Del Oráculo

Здесь есть возможность читать онлайн «Paul Auster - La Noche Del Oráculo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La Noche Del Oráculo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La Noche Del Oráculo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Sidney Orr es escritor, y está recuperándose de una enfermedad a la que nadie esperaba que sobreviviera. Y cada mañana, cuando su esposa Grace se marcha a trabajar, él, todavía débil y desconcertado, camina por la ciudad. Un día compra en El Palacio de Papel, la librería del misterioso señor Chang, un cuaderno de color azul que le seduce, y descubre que puede volver a escribir. Su amigo John Trause, también escritor, también enfermo, también poseedor de otro de los exóticos cuadernos azules portugueses, le ha hablado de Flitcraft, un personaje que aparece fugazmente en El halcón maltés y que, como Sidney, sobrevivió a un íntimo roce con la muerte, creyó comprender que no somos más que briznas que flotan en el vacío del azar, y abandonó, sin despedirse, mujer, trabajo, identidad y se inventó otra vida en otra ciudad. En la novela que Sidney Orr está escribiendo en su cuaderno azul, Flitcraft se ha convertido en Nick Bowen, un joven editor que, tras salvarse por un pelo de la muerte cuando una gárgola de piedra se desprende de un viejo edificio y cae donde él había estado un segundo antes, también parte sin despedidas rumbo a Kansas, llevándose el manuscrito de una novela inédita y perdida durante mucho tiempo de una escritora famosa en los años veinte, y cuyo título es La noche del oráculo. Y en paralelo a la novela de Nick, Orr va contando la novela de su propia vida, de su encuentro y su matrimonio con Grace, una mujer cuyo pasado desconoce.

La Noche Del Oráculo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La Noche Del Oráculo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No pareces muy contenta -observé al cabo.

– No sé cómo reaccionar. Siempre hemos hablado de tener niños, pero éste parece el peor momento posible.

– No necesariamente. Si la prueba da positivo, ya se nos ocurrirá algo. Eso es lo que hace todo el mundo. No somos idiotas, Grace. Ya encontraremos el modo.

– El apartamento es muy pequeño, no tenemos dinero y dentro de tres o cuatro meses tendré que dejar de trabajar. Si estuvieras completamente recuperado, nada de eso tendría importancia. Pero estás muy lejos de haberte repuesto del todo.

– Te he dejado embarazada, ¿no? ¿Quién dice que no estoy recuperado? En todo caso, no me pasa nada en las tuberías.

Grace sonrió.

– De modo que tú votas que sí.

– Pues claro.

– Eso hace un sí y un no. Y, ahora, ¿cómo hacemos? -No lo dirás en serio.

– ¿Qué quieres decir?

– Abortar. No estarás pensando en quitártelo de en medio, ¿verdad?

– No sé. Es una idea horrible, pero lo mejor sería olvidarnos de niños durante un tiempo.

– Los casados no matan a sus hijos. Cuando se quieren, no.

– No digas cosas horribles, Sidney. No me gusta.

– Anoche dijiste: «Sigue queriéndome, y todo lo demás se arreglará solo.» Eso es lo que intento hacer. Quererte y cuidar de ti.

– Eso no es amor. Es tratar de saber qué es lo mejor para nosotros.

– Ya lo sabes, ¿verdad?

– ¿Qué tengo que saber?

– Que estás embarazada. No es que creas que estás embarazada. Ya sabes que estás embarazada. ¿Cuándo te has hecho la prueba?

Por primera vez desde que la conocía, Grace apartó la vista al hablarme: incapaz de mirarme a los ojos, dirigía sus palabras a la pared. La había pillado en una mentira, y la humillación le resultaba casi insoportable.

– El sábado por la mañana -confesó en voz casi inaudible, apenas más alta que un susurro.

– ¿Y por qué no me lo has dicho, entonces?

– Porque no podía.

– ¿Que no podías?

– Estaba demasiado afectada. No quería aceptarlo, y necesitaba tiempo para asimilar la noticia. Lo lamento, Sid. Lo siento mucho.

Seguimos hablando y al cabo de un par de horas logré debilitar su resistencia, insistiendo una y otra vez hasta que al final se dio por vencida y me prometió que tendría el niño. Probablemente se trataba de la peor discusión que habíamos mantenido en nuestra vida en común. Desde cualquier punto de vista práctico, ella tenía razón en no estar segura con respecto a su embarazo, pero la misma lógica de sus dudas parecía suscitar en mí un miedo morboso e irracional, y continué atacándola con argumentos exageradamente emocionales que no tenían mucho sentido. Cuando llegamos al aspecto económico del asunto, mencioné tanto el guión como la historia que estaba bosquejando en el cuaderno azul, omitiendo añadir que el primer proyecto no era más que una tentativa vacilante, la más vaga promesa de un trabajo futuro, y que el segundo ya había llegado a un punto muerto. Si no salía ninguno de los dos, le aseguré, solicitaría una plaza de profesor en todos los departamentos de creación literaria de Estados Unidos, y si no conseguía nada por ese lado, volvería a mi puesto de profesor de historia en el instituto, sabiendo perfectamente que aún carecía del aguante físico necesario para cumplir con un trabajo fijo. En otras palabras, le mentí. Mi único objetivo era convencerla de que no abortara, y para defender mi causa estaba dispuesto a emplear toda clase de falsedades. La cuestión era por qué. Incluso cuando la hostigaba con mis interminables justificaciones y una retórica tan cruda como eficaz, echando por tierra cada uno de sus argumentos sosegados y perfectamente razonables, me preguntaba por qué estaba batallando tan duramente. En el fondo, yo no me sentía muy preparado para ser padre, y era consciente de que Grace tenía razón al sostener que no nos encontrábamos en el mejor momento, que no debíamos empezar a pensar en niños hasta que yo me hubiera recuperado del todo. Pasaron meses antes de que llegara a comprender mis verdaderas intenciones de aquella noche. No se trataba de tener un niño; se trataba de mí. Desde el momento en que conocí a Grace, había vivido con un miedo mortal a perderla. Ya la había perdido una vez antes de casarnos, y después de caer enfermo y quedarme hecho casi un inválido, había ido sucumbiendo poco a poco a una especie de desesperanza extrema, a la secreta convicción de que Grace estaría mejor sin mí. Tener un hijo borraría esa ansiedad y le evitaría pensar en levantar el campo. Y, a la inversa, el hecho de que ella presentara argumentos en contra de tener el niño era señal de que pensaba abandonarme, de que ya se me estaba escapando. Supongo que eso explica por qué puse tanto empeño aquella noche, por qué me defendí con una ferocidad digna de cualquier abogaducho sin escrúpulos, llegando incluso a sacar de la cartera aquel horrendo recorte de periódico y dárselo para que lo leyera. TIRA AL NIÑO A LA BASURA TRAS DAR A LUZ EN EL RETRETE. Cuando llegó al final del artículo, Grace me miró con lágrimas en los ojos y dijo:

– No es justo, Sidney. ¿Qué tiene que ver con nosotros esta…, esta pesadilla? Me has hablado de niños muertos en Dachau, de parejas que no pueden tener hijos, y ahora me enseñas esto. ¿Qué es lo que te pasa? Yo sólo hago lo que puedo para que estemos siempre juntos. ¿Es que no lo entiendes?

A la mañana siguiente, me levanté temprano, hice el desayuno para los dos y luego lo llevé a la habitación un minuto antes de que sonara el despertador. Dejé la bandeja encima de la cómoda, desactivé el despertador y me senté en la cama junto a Grace. En cuanto abrió los ojos empecé a besarle la mejilla, el cuello y el hombro, apretando la cabeza contra ella y disculpándome por las estupideces que había dicho la noche anterior. Le dije que era libre de hacer lo que le viniera en gana, que era ella quien decidía y que la apoyaría en cualquier resolución que tomara. La preciosa Grace, que jamás parecía embotada ni tenía los ojos apagados por la mañana, que siempre surgía del sueño con la presteza del recluta en el campamento o la vivacidad de un niño pequeño, pasando de la inconsciencia profunda a la actitud más alerta en cuestión de segundos, me atrajo hacia sí con un fuerte abrazo, sin articular palabra, pero emitiendo una serie de murmullos desde el fondo de la garganta que me transmitían el perdón, que daban por olvidada nuestra discrepancia.

Desayunamos en la cama. Primero zumo de naranja, luego una taza de café con un poco de leche, seguido todo ello de un par de huevos cocidos durante dos minutos y medio y una rebanada de pan tostado. Tenía buen apetito, sin rastro de malestar ni náuseas matinales, y mientras yo me tomaba mi café y mi tostada pensé que nunca la había visto con un aspecto tan espléndido corno aquella mañana. Mi mujer es una criatura luminosa, dije para mis adentros, y que me parta un rayo si alguna vez olvido la suerte que tengo de estar a su lado ahora mismo.

– He tenido un sueño de lo más extraño -anunció Grace-. Uno de esos frenéticos maratones donde todo se mezcla y una cosa se convierte en otra sin parar. Pero muy claro…, más real que la vida misma, no sé si entiendes lo que quiero decir.

– ¿Te acuerdas de lo que era?

– De la mayor parte, creo que sí, pero ya se está empezando a difuminar todo. No alcanzo a ver el principio, pero en un momento u otro estábamos los dos con mis padres. Buscábamos otro sitio para vivir.

– Un apartamento más grande, supongo.

– No, un apartamento, no. Una casa. Íbamos en coche por una ciudad. No era Nueva York ni Charlottesville, sino otro sitio, un lugar en el que nunca había estado. Y mi padre dijo que debíamos ir a ver una casa en la Avenida del Pájaro Azul. ¿De dónde crees que me he sacado eso? Avenida del Pájaro Azul.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La Noche Del Oráculo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La Noche Del Oráculo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Paul Auster - Invisible
Paul Auster
Paul Auster - Lewiatan
Paul Auster
Paul Auster - Mr. Vértigo
Paul Auster
Paul Auster - Sunset Park
Paul Auster
Paul Auster - Timbuktu
Paul Auster
Paul Auster - Leviatán
Paul Auster
Paul Auster - City of Glass
Paul Auster
Lourdes Celina Vázquez Parada - La noche del fin del mundo
Lourdes Celina Vázquez Parada
Отзывы о книге «La Noche Del Oráculo»

Обсуждение, отзывы о книге «La Noche Del Oráculo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x