Julia Navarro - Dime quién soy

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Navarro - Dime quién soy» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Dime quién soy: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Dime quién soy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnífico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideología y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.
Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

Dime quién soy — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Dime quién soy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Doña Elena se quedó lívida. No disponía de cincuenta mil pesetas ni sabía dónde conseguirlas, pero no dijo nada.

– Si están de acuerdo, tráiganme las cincuenta mil pesetas, tres días después regresen y ya les diré algo. Mejor dicho, no vengan todas ustedes, no hace falta, la espero a usted, señorita Garayoa -dijo dirigiéndose a Amelia.

– ¿A mí? -preguntó ella, sorprendida.

– Sí, a usted, al fin y al cabo es la sobrina y no está tan directamente implicada, no es la primera vez que cuando doy malas noticias me organizan aquí un drama y eso no le viene bien a mi reputación.

Amelia enrojeció y doña Elena a punto estuvo de decirle que de ningún modo iría su sobrina, pero se calló. Estaba en juego la vida de su marido.

Albert James se indignó cuando le contaron la escena. Dijo que iría a dar un puñetazo a aquel malnacido, pero las tres mujeres le suplicaron que no lo hiciera. No podían permitirse malgastar su única posibilidad. Lo que doña Elena sí hizo, roja de vergüenza, fue pedirle a James que las ayudara a conseguir las cincuenta mil pesetas.

– No me queda nada más que lo que hay en esta casa y unas tierras en el pueblo, es todo lo que le puedo dar a cambio, pero le aseguro que cuando mi marido esté libre y vuelva a trabajar le devolveremos hasta la última peseta.

Amelia le dijo que le daría su casa; la casa de sus padres por esas cincuenta mil pesetas.

Incluso para Albert James la cantidad era excesiva, pero se comprometió a ayudarlas. Al día siguiente, con la ayuda de Edurne, las mujeres se pusieron en contacto con un estraperlista que les dio mil pesetas por un par de candelabros de plata, la cristalería veneciana, figuritas de porcelana y dos lámparas de bronce a juego. Albert James no se lo dijo pero después de muchos esfuerzos logró ponerse en contacto con sus padres, a los que convenció para que depositaran en un banco un pagaré que pudiera cobrar en España por valor de cincuenta mil pesetas. Era una cantidad tan desorbitada que su padre al principio se negó a prestársela.

– Te lo devolveré, pero desde aquí no puedo hacer nada y necesito ese dinero con urgencia para salvar una vida. Ponte en contacto con un banco, con nuestra embajada, con quien quieras, papá, pero hazme llegar ese dinero o no te lo perdonaré nunca -amenazó James a su padre.

Algunos días después de lo previsto, Amelia se presentó con el dinero en el despacho de Agapito Gutiérrez. Albert James la acompañó hasta la misma puerta del despacho, temeroso de que pudieran atracarla por la calle llevando encima tal cantidad de dinero.

Agapito tenía una secretaria nueva, en esta ocasión una joven teñida de pelirrojo con un escote aún más pronunciado que el de la anterior.

El hombre vestía el mismo traje de rayas aunque con una corbata distinta y una camisa de cuyos puños sobresalían unos gemelos de oro macizo.

– ¡Vaya, no pensé que fueran a conseguir las cincuenta mil pesetas! Muchas personas vienen aquí esperando que haga caridad con ellas, pero yo soy muy serio para los negocios y el que algo quiere algo le cuesta.

Agapito la invitó a sentarse en el sofá junto a él y mientras le hablaba le puso la mano en la rodilla. Amelia se movió, incómoda.

– ¿No serás una mojigata?

– No sé qué quiere decir.

– Una de esas señoritas remilgadas que están deseando que un tío les haga lo que le tienen que hacer pero lo disimulan aparentando ser grandes damas.

– He venido a traerle el dinero para lograr el indulto de mi no, nada más.

– ¡Vaya, te haces la estrecha conmigo! ¿Y si me niego a hacer ninguna gestión?

– ¡Pero qué es lo que pretende!

Pese a la resistencia de Amelia, que le arañó, Agapito Gutiérrez se acercó a ella y la besó.

– ¡Menuda gata estás hecha! No disimules que a ti esto te gusta tanto como a mí, te tengo calada.

Amelia se puso de pie y le miró con ira y asco, pero no se atrevió a marcharse temerosa de que Agapito se negara a hacer la gestión para conseguir el indulto de su tío Armando Garayoa.

El rufián se levantó y mirándola de frente sonrió mientras volvía a abrazarla.

– ¡Suélteme! ¡Cómo se atreve! ¡Es usted un sinvergüenza!

– No menos que tú; he preguntado por vosotras y me han contado que eres una puta que dejaste a tu marido y a tu hijo para largarte con un francés. Así que no disimules más conmigo.

– Aquí tiene el dinero -le dijo Amelia entregándole un sobre grueso de papel estraza donde estaban las cincuenta mil pesetas-. Cumpla lo prometido.

– Yo no he prometido nada, ya veremos si indultan a tu tío, que por rojo no se lo merece.

El hombre cogió el sobre, lo abrió y contó el dinero billete por billete mientras Amelia lo miraba intentando contener las lágrimas. Cuando terminó de contar la miró fríamente mientras sonreía.

– Ha subido el precio.

– ¡Pero usted dijo que nos cobraba cincuenta mil pesetas! No tenemos más…

– Lo pagarás tú. Tendrás que hacer lo que yo te pida o tu tío no saldrá de la cárcel y le fusilarán. Ya me encargaré yo de que le fusilen cuanto antes.

Amelia estuvo a punto de derrumbarse, sólo quería salir corriendo de aquel despacho que olía a sudor mezclado con colonia barata. Pero no lo hizo, sabía que en ese caso su tío Armando terminaría ante el paredón.

Él se dio cuenta de que había vencido.

– Ven aquí, vamos a hacer unas cuantas cosas tú y yo…

– No, no vamos a hacer nada. Le dejo el dinero y si mi tío sale de la cárcel, entonces…

– ¡Menuda puta estás hecha! ¿Cómo te atreves a ponerme condiciones?

– Vendré el día en que mi tío salga de la cárcel.

– ¡Claro que vendrás! No te creas que no me vas a pagar.

Amelia salió del despacho y cruzó la sala, donde la secretaria estaba hablando por teléfono al tiempo que se limaba las uñas. La pelirroja le guiñó un ojo en un gesto de complicidad.

– ¿Qué te ha pasado? -le preguntó Albert James, preocupado al verla salir del portal con las mejillas enrojecidas y los ojos llenos de lágrimas.

– Nada, nada, es que ese hombre es un sinvergüenza, ni aun dándole las cincuenta mil pesetas parece conformarse, y no da garantías del indulto de mi tío.

– Voy a subir a decirle cuatro cosas. Veremos si a mí se atreve a decirme que se va a quedar con las cincuenta mil pesetas por nada.

Pero ella no se lo permitió. Tampoco le dijo lo que aquel miserable pretendía. Sabía que la suerte estaba echada y que sólo un milagro podría salvarla de las manos de aquel hombre.

La espera se hizo eterna. Amelia y Albert James salían a primera hora para trabajar, y a veces no regresaban hasta bien entrada la tarde, siempre con algún alimento comprado de estraperlo: una caja de galletas, una docena de huevos, un pollo, azúcar… Doña Elena continuaba administrando la casa con lo poco que tenía, y yo procuraba pasar inadvertido junto a Edurne, a la que acompañaba a todas partes. En un par de ocasiones Edurne me llevó al hospital a visitar a mi abuela, pero la mujer no mejoraba, con lo que mi estancia en la casa de doña Elena se fue alargando.

Edurne también había vuelto a hablar con Águeda y la había convencido de que permitiera que Amelia viera de lejos al pequeño Javier. La mujer aceptó a pesar del temor que le infundía Santiago y Amelia cumplió el compromiso de no acercarse al niño. Le veía en la distancia dominando el deseo de correr hacia él y abrazarle.

Un día, de buena mañana, doña Elena recibió una llamada de Agapito Gutiérrez. El hombre le anunció que esa mañana iban a firmar el indulto de don Armando y que esa misma tarde podría quedar en libertad, pero que antes de eso tenía que enviarle a Amelia al despacho. Doña Elena preguntó que para qué pero Agapito no le dio razones, sólo la orden terminante de que enviara a su sobrina o de lo contrario el papel del indulto se perdería.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Dime quién soy»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Dime quién soy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Dime quién soy»

Обсуждение, отзывы о книге «Dime quién soy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x