Julia Navarro - Dime quién soy

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Navarro - Dime quién soy» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Dime quién soy: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Dime quién soy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnífico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideología y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.
Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

Dime quién soy — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Dime quién soy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Garin subió primero seguido por Konrad, y detrás Amelia.

Tal y como había acordado, Garin golpeó cuatro veces la tapa de la alcantarilla y ésta comenzó a levantarse.

– ¡Gracias a Dios que estáis aquí! -escucharon decir a Albert James.

Unos hombres aguardaban junto a dos coches aparcados al lado de la boca de la alcantarilla, y uno de ellos se acercó con una manta que puso sobre los hombros de Konrad.

– Hemos de volver -afirmó Amelia mirando a Garin.

– ¿Ha sido difícil? -quiso saber Albert.

– Sobre todo repugnante -y Garin acompañó con una risa su respuesta.

– Gracias, Amelia. -El tono de voz de Albert era sincero.

– No tienes por qué darme las gracias. Si de mí depende, no permitiré que nadie caiga en manos de la Stasi.

Amelia y Garin abrazaron a Konrad y le desearon suerte.

– Imagínate cómo se van a poner los sabuesos cuando descubran que estás aquí. -Garin parecía feliz de imaginarlo.

– Creo que deberíais de ser prudentes y no anunciarlo demasiado pronto o eso les volverá locos y empezarán a detener a gente -les aconsejó Amelia.

– No te preocupes, seremos prudentes y… bueno, un día de estos iré a verte -se despidió Albert.

Les recorrió un escalofrío cuando sintieron cómo se cerraba la rejilla de la alcantarilla sobre sus cabezas mientras bajaban a la profundidad de las cloacas.

– ¿Sabes, Amelia?, me sorprende que no estés aterrada andando por este lugar, yo he tenido ganas de gritar unas cuantas veces -admitió Garin.

– No es la primera vez que ando por las cloacas… llegué a conocer muy bien las de Varsovia. Unos amigos me enseñaron a no tener miedo.

– Siempre logras sorprenderme. Viéndote… bueno… nadie diría que eres capaz de hacer nada de lo que haces.

Tuvieron suerte y no se toparon con ninguna patrulla, aunque Garin tardó más de lo previsto en colocar las rejas para que parecieran fijas. Cuando les vi subir por la trampilla del sótano que daba a la cocina respiré tranquilo.

– Son las seis de la mañana, pensaba que os había pasado algo.

– ¿Por qué no preparas café mientras nos quitamos toda esta mierda? -me pidió Amelia.

Le dio a Garin una toalla y entró en el baño con la recomendación de que no hiciera ruido para no despertar a Max. Tuve que entrar a pedirle que saliera de la ducha para que pudiera entrar Amelia, que parecía agotada.

– Creo que tardaré años en quitarme este olor. Ahora salgo.

Mientras Garin bebía una taza de café, Amelia aprovechó su turno para la ducha.

– Lo más complicado será que salgas sin que nadie te vea -dije yo, preocupado, y sin dejar de mirar por la ventana.

– Si hubiera alguien sospechoso afuera, ya nos habrían avisado. Mi gente tenía órdenes de permanecer cerca toda la noche hasta que yo apareciera.

Se marchó un poco antes de que lo hiciéramos Amelia y yo.

– Estás agotada, hoy no deberías ir a trabajar.

– ¿Y qué excusa doy? Es mejor comportarnos con normalidad.

El camino hacia las cloacas desde nuestro sótano era un lugar demasiado importante como para que Albert James no intentara utilizarlo en otras ocasiones. Así que no había pasado un mes desde la fuga de Konrad cuando Albert James fue en busca de Amelia.

Salía del ministerio cuando un anciano que caminaba con un bastón y unas gafas oscuras tropezó con ella.

– Disculpe -le pidió el anciano.

– No se preocupe… no ha sido nada…

– ¿Puede ayudarme a cruzar la calle? -le pidió el anciano que parecía estar ciego.

– Desde luego, ¿en qué dirección va?

El se lo explicó y ella se ofreció a acompañarle un trecho hasta dejarle en un lugar seguro. No habían terminado de cruzar la calle cuando la voz del anciano se transformó en la de Albert James.

– Me alegro de verte.

Ella se sobresaltó y a punto estuvo de soltarle del brazo, pero se contuvo.

– Veo que te has convertido en un experto en disfraces.

– Bueno, tú también los has utilizado.

– ¿Qué quieres?

– Que vuelvas.

– No, ya te lo dije, no insistas.

– Ayudaste a Konrad.

– Konrad es un amigo, tenía la obligación de hacerlo. ¿Cómo está?

– Feliz, como te puedes imaginar. Dentro de unos días aparecerá públicamente y recibirá la bienvenida de nuestra universidad.

– Me alegro por él.

– Necesitamos ese acceso a las cloacas.

– Es muy peligroso, terminarán descubriendo que algunos barrotes de la reja están sueltos. Y cuando lo hagan, preparan una trampa para cogernos, y tú lo sabes.

– Debemos correr ese riesgo.

– Pero es que yo no quiero correr ese riesgo.

– Puedes salvar vidas…

– ¡Vamos, Albert! No intentes conmoverme.

– Ayúdanos, Amelia, te pagaremos bien; el doble de lo que recibías.

– No, y no insistas.

– Tengo que hacerlo.

– Pues no lo hagas, y ahora he de irme, creo que podrás encontrar el camino solo -le dijo con ironía.

– Necesito tu sótano, Amelia.

– Y Max y Friedrich me necesitan a mí. Y además no estoy dispuesta a ayudar a tus amigos alemanes del Oeste, no mientras tengan a su lado a gente que colaboró con Hitler.

Pero Amelia terminó cediendo y no por la insistencia de Albert James, sino para hacer un favor a Otto.

Otto había intimado con el ayudante de un destacado miembro del Comité Central, que decía no compartir los designios de la Alemania de la República Democrática.

El hombre gozaba de algunos privilegios, pero no había podido soportar ver cómo algunos de sus amigos habían terminado en campos de trabajo por haber mostrado alguna opinión discrepante ante oídos afectos al régimen. Tenía miedo e información, una combinación que resultaba propicia para que Otto le convenciera de que se pasara a la República Federal.

– Lleva muchos años trabajando en el Comité Central, conoce todos sus entresijos, y tiene información estratégica que puede ser muy útil -le explicó Otto a Amelia.

– ¿Y yo qué tengo que ver con esto?

– Garin me ha dicho que tú puedes ayudarme a sacarle de aquí. Albert está esperando a que te decidas.

– ¡Por Dios, Otto, me estás poniendo entre la espada y la pared!

– Veras, él es un hombre muy especial, tiene alma de artista a pesar de trabajar como burócrata. Es… bueno, es homosexual, aunque pocos lo saben; para el partido ésa es una debilidad imperdonable. Tenía un amigo escritor que un buen día desapareció. Ha podido averiguar que está en un campo de trabajo donde le están reeducando. Teme que ni siquiera su posición le salve de las sospechas de la Stasi. Ayúdame a sacarle de Berlín.

– ¿Y si es una trampa? ¿Y si te está engañando para conocer el alcance de la red y para que la Stasi os detenga a todos?

– No, no lo es. Además, no me he comprometido a nada. Sólo le he dicho que le presentaré a un amigo que le puede ayudar. Le sacaremos sin que él sepa adonde va. Cuando quiera darse cuenta, ya estará en el otro lado.

– No es tan fácil pasar al otro lado.

– Lo sé, pero en todo caso él no sabrá cuándo va a pasar. Amelia, creo que le siguen los pasos. Su amigo el escritor no se ha recatado criticando a nuestros políticos, bien es verdad que lo ha hecho en círculos restringidos, pero ya sabes que la Stasi tiene ojos y oídos en todas partes.

– Lo pensaré.

A Amelia le fastidiaba dar marcha atrás en lo que le había dicho al periodista: que nunca más trabajaría para ningún servicio secreto. Después de darle muchas vueltas llegó a un acuerdo consigo misma y con Albert.

– No cobraré ni un marco por ayudar a sacar gente de Berlín. Lo haré cuando yo quiera y dirigiré yo cada operación, desde el día y la hora hasta quién vendrá conmigo para ayudarme.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Dime quién soy»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Dime quién soy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Dime quién soy»

Обсуждение, отзывы о книге «Dime quién soy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x