Julia Navarro - Dime quién soy

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Navarro - Dime quién soy» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Dime quién soy: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Dime quién soy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnífico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideología y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.
Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

Dime quién soy — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Dime quién soy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Se ha caído de un árbol, es muy inquieto y con él no hay manera -respondió Amelia.

– Usted es su madre, ¿verdad? No hace falta ni que lo diga, se parece a usted.

– Sí, es mi hijo -respondió Amelia mientras apretaba la mano de Javier.

– No, no… mi mamá es esa otra señora -dijo Javier señalando a Águeda, que acababa de entrar sudorosa con Paloma en los brazos.

– ¿Esa señora? -El médico miró con incredulidad a Águeda.

– Sí, ésa es mi mamá.

Amelia y Águeda se miraron sin saber qué hacer ni qué decir, lo cual sorprendió al médico.

– Pero bueno, ¿cuál de las dos es su madre? -preguntó enfadado.

– Yo, yo soy su madre, ella es… bueno, es como una madre para él porque lo cuida desde pequeño -respondió Amelia señalando a Águeda.

– ¡Que no, que tú no eres mi mamá! -chilló Javier.

– ¿Y su padre? ¿Dónde está?

– En el trabajo -respondió Águeda.

– Pues llámenle -ordenó el médico mientras le escayolaba la pierna y le ponía un vendaje en el brazo, que afortunadamente no estaba roto.

– Bueno, jovencito, ahora no vas a poder trepar por los árboles en una temporada, y espero que esto te sirva de lección y obedezcas a tu madre cuando te dice que tengas cuidado y no te subas tan alto.

– Sí, señor -respondió Javier, cabizbajo.

Justo cuando íbamos a salir del hospital llegó Santiago, al que Águeda había avisado por indicación del médico.

Nada más ver a Amelia se le crispó el rostro y le arrebató a Javier de los brazos. El médico le miró extrañado.

– El niño está bien, ya le he dicho a su esposa que tiene que guardar reposo y llevar la escayola cuarenta días. Pero no se preocupe, el hueso soldará bien.

– Le estoy muy agradecido, doctor, gracias -respondió secamente.

Águeda se retorcía las manos nerviosa y Amelia estaba pálida como si fuera de cera. Antonietta dijo sentirse mareada e Isabel lloraba asustada en brazos de Jesús, mientras yo estaba noqueado sin saber qué hacer.

– Águeda, explícame qué ha pasado -le ordenó Santiago.

– El niño estaba subiendo a un árbol y de repente se cayó… yo… lo siento… no pude evita… evitarlo -respondió Águeda tartamudeando.

Amelia lo miró, y su mirada era una súplica. Durante unos segundos los ojos de Santiago parecieron calmarse, pero volvió la vista, ignorándola.

– Santiago, quiero hablar contigo -le rogó Amelia.

– Esta señora le ha dicho al médico que es mi mamá -dijo de repente Javier.

Santiago apretó a su hijo con fuerza mientras se plantaba ante Amelia.

– No quiero que te acerques a Javier. No lo hagas o te arrepentirás.

– Por Dios, Santiago, estamos en la calle, ¿no podríamos hablar? No puedes negarte a que vea a mi hijo, no puedes engañarle diciéndole que tiene otra madre, no tienes derecho a hacernos esto a ninguno de los dos.

Creo que si Santiago no hubiera tenido a Javier en brazos la habría abofeteado, tal era la furia con que la miraba. Yo me coloqué al lado de Amelia intentando protegerla, aunque reconozco que temblaba ante la ira de Santiago.

– Tú no tienes hijos, no tienes nada.

– Javier es mi hijo y algún día se lo tendrás que decir. Lleva también mi apellido y eso no lo puedes cambiar. Tendrás que explicarle quién es su madre, y aunque le digas que soy lo peor de lo peor, lo que jamás le podrás decir es que no le quiero, porque le quiero con toda mi alma y estoy dispuesta a lo que sea por él.

– Papá…

– Calla, hijo. Y tú… tú no tienes vergüenza, te lo vuelvo a repetir: no te acerques a Javier, o te arrepentirás.

– Papá…

– ¡Cállate!

– ¡No le grites! El niño no tiene la culpa de nada.

– ¿Te atreves a decirme lo que puedo o no puedo hacer?

– Sí, me atrevo a decirte que no grites al niño y también a suplicarte que hables conmigo, que lleguemos a un acuerdo que le permita a Javier saber quién soy y cuánto le quiero.

– Márchate, Amelia, y no vuelvas a acercarte a nosotros o lo pagarás.

– ¿Qué más puedes hacerme? No tienes derecho a negarle a Javier su verdadera madre engañándole al hacerle creer que Águeda es lo que no es.

– ¡Cómo te atreves a decir lo que debo hacer! ¿Quién estaba con Javier cuando estaba enfermo? ¿Quién le ponía paños con vinagre en la frente para bajarle la fiebre? ¿Quién le ha limpiado los pañales, le ha vestido, bañado y le ha dado de comer? ¿Quién ha estado al lado de su cuna cuando se desvelaba por la noche? Yo te diré quién lo ha hecho: esta mujer, sí, porque tú estabas con tu amante revoleándote quién sabe dónde. Y ahora te atreves a venir aquí como si nada hubiera pasado para reclamar y decir que tú eres su madre. ¿Qué clase de madre abandonaría a su hijo por seguir a un desgraciado?

Vi que Amelia estaba a punto de llorar, herida en lo más profundo, sintiendo una vergüenza infinita por lo que Santiago le decía en presencia de su hijo.

– Necesitas destruirme para que el niño no me quiera, necesitas que me aborrezca, que piense de mí lo peor. ¿Crees que así le favoreces? Me odias y lo entiendo, pero ese odio te impide pensar que Javier tiene derecho a su madre, aunque sea una madre tan… tan imperfecta como yo.

– Pero tú no eres mi mamá -dijo Javier, irritado ante la insistencia de Amelia.

– Sí, sí soy tu mamá, claro que soy tu mamá y te quiero más que a nadie en el mundo.

– Entonces, ¿por qué no estás conmigo? No, no eres mi mamá, ella es mi mamá. -Javier señalaba con la mano a Águeda, que permanecía muy quieta sin atrever a moverse ni a decir una palabra.

– La maternidad no consiste sólo en parir, tú has parido a Javier, pero ese instante no te convierte en su madre.

Santiago dio media vuelta y comenzó a caminar con paso rápido sin esperar siquiera a Águeda, que le seguía llorosa con su hija en brazos temiendo la tempestad que se le avecinaba en cuanto llegara a casa.

Amelia se quedó muy quieta, parecía una muerta tan pálida como estaba. Antonietta le hablaba pero ella no contestaba, tampoco parecía oírnos ni a Jesús ni a mí. Antonietta la sacudió del brazo intentando que volviera a la realidad.

– Vámonos, Amelia, vámonos a casa.

Regresamos en silencio; nosotros, apesadumbrados; ella, con el alma desgarrada por el dolor.

Cuando Antonietta le contó a doña Elena lo sucedido, la buena mujer se indignó.

– ¡Parece mentira que se comporte así! Santiago olvida que es un caballero y que como madre de su hijo te debe un respeto.

– Un instante… ha dicho que Javier es sólo un instante de mi vida… y que ese instante no me convierte en su madre… -sollozaba Amelia.

– Pues le guste o no, eres la madre de Javier -le dijo Laura, muy afectada por el dolor de su prima.

Melita cogía la mano de Amelia y la apretaba intentando consolarla.

Don Armando regresó del trabajo a la hora del almuerzo y se encontró a todas las mujeres de la familia hechas un mar de lágrimas.

– Tenemos que arreglar esta situación, Santiago no puede negarte a Javier.

– ¿Y si le reclamamos en los tribunales? -propuso doña Elena.

– No, en los tribunales no, ahí tenemos las de perder. Don Manuel es un hombre influyente, y además… no podemos justificar algunas cosas… -explicó don Armando.

– Lo sé, tío, lo sé, no podemos justificar que abandonara a mi hijo y a mi marido para irme con otro hombre, que además era un comunista -dijo Amelia.

– No digas esas cosas, hija. Déjame pensar, encontraremos una solución.

– No, tío, no hay ninguna solución. Santiago me odia y no me perdonará jamás. Su venganza es negarme a nuestro hijo.

Dos días más tarde, Edurne encontró a Águeda cerca de nuestra casa.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Dime quién soy»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Dime quién soy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Dime quién soy»

Обсуждение, отзывы о книге «Dime quién soy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x