Julia Navarro - Dime quién soy

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Navarro - Dime quién soy» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Dime quién soy: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Dime quién soy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnífico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideología y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.
Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

Dime quién soy — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Dime quién soy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Pero Amelia no parecía dispuesta a decirnos ni una palabra de más sobre quién era aquel hombre. Reiteró que era un viejo amigo al que había conocido años atrás. Todos nos preguntábamos que dónde, pero nadie dijo nada. Hablamos de generalidades y a ninguno se nos ocurrió mencionar la guerra. Explicó que era la tercera ocasión que visitaba Madrid, que años atrás había viajado por España con su padre, mencionando visitas a Barcelona, Bilbao y Sevilla. Doña Elena respondió que teníamos un otoño muy frío y lluvioso, pero que aun en invierno salía el sol en Madrid. Poco después, él preguntó cortésmente si en esas fechas había corridas de toros, a lo que respondimos que no, y doña Elena aprovechó para mostrarse contraria a la fiesta.

– No soporto que se derrame sangre innecesariamente.

Esta afirmación originó que Laura interviniera a favor de la fiesta reprochándole a su madre que no entendiera la grandeza de la lucha entre el torero y el toro. Y así, entre trivialidades, transcurrió cerca de media hora, tiempo en que llegaron don Armando y Jesús.

En el rostro de don Armando el estupor y la preocupación se reflejaron a partes iguales.

Amelia los presentó sin dar más detalles sobre su amistad con el alemán, y nos sorprendió a todos al decir que saldría con él a dar un paseo.

– Es un poco tarde, hija -le reprochó don Armando, muy serio.

– No tardaré mucho, tío, es que el barón no conoce muy bien Madrid, le acompañaré hasta su hotel, se aloja en el Ritz, de manera que regresaré pronto.

– Quizá sería mejor que fueran con él Jesús y Pablo.

– No, no, de ninguna manera. Además, tenemos que hablar, hace mucho que no nos vemos.

Don Armando sabía que Amelia estaba dispuesta a acompañar al alemán con o sin su consentimiento, de manera que prefirió no enfrentarse en aquel momento con su sobrina.

– Está bien, pero no tardes.

Nos despedimos del oficial alemán, al que nunca más volvimos a ver.

Amelia regresó dos horas más tarde y toda la familia la esperaba en la sala de estar.

– Bien, hija, cuéntanos, ¿quién es ese hombre? -preguntó don Armando.

– Le conocí hace muchos años cuando yo aún vivía con Pierre. Luego le volví a encontrar en Berlín cuando trabajé como ayudante de Albert James. Fuimos a Berlín a hacer unos reportajes y allí coincidí con él por casualidad.

– ¿Y no le habías vuelto a ver? -quiso saber doña Elena.

– Sí, nos hemos cruzado en alguna que otra ocasión.

– Es un nazi -sentenció don Armando, sin ocultar su disgusto.

– No, no lo es. Es un alemán que se ha visto atrapado en la guerra, como aquí tantos hombres se vieron atrapados en uno u otro bando.

– Es un nazi -repitió don Armando.

– No tío, no lo es. Te aseguro que es una gran persona a la que debo mucho.

– ¿Qué le debes Amelia?

– Permíteme, tío, que no te lo diga. Hay cosas de las que no quiero hablar. Lo siento. No puedo hacerlo.

– Los nazis arruinaron a tu padre, ¿es que lo has olvidado? Y tú misma nos has contado que cuando estuviste en Berlín te fue imposible averiguar qué había sido de herr Itzhak y su familia.

– ¡Cómo puedes decirme esto! -Amelia parecía a punto de llorar.

– ¡Porque no puedo comprender que tengas amistad con un hombre que viste ese uniforme y que seas capaz de olvidar lo que tu padre sufrió a causa de los nazis! Además, ¿te parece poco lo que están haciendo en la guerra? No, Amelia, no puedo aceptar a un oficial nazi en nuestra casa. Es algo que no voy a tolerar. Por la memoria de mi hermano y por nuestra propia dignidad.

Nunca habíamos visto a don Armando tan serio, tan firme. Nos quedamos todos callados sin saber qué hacer ni qué decir. Amelia se tapó la cara con las manos.

– Piensa en lo que te acabo de decir, hija, pero ten claro que no consentiré que ese hombre vuelva a poner los pies en esta casa.

Amelia miró fijamente a su tío antes de responder.

– Y sin embargo aceptas a Franco, no mueves un dedo contra el nuevo régimen.

– ¡Amelia! -Laura se había levantado de un salto de la silla plantándose ante su prima y conteniendo la ira.

– Es la verdad, todos nos hemos plegado a Franco, ninguno hacemos nada, ¿Creéis que es mejor que Mussolini o que Hitler? Pues yo no lo creo, y sin embargo aquí estamos, sin mover un dedo.

– Hemos perdido la guerra, Amelia, pero no la dignidad -dijo en voz casi inaudible don Armando.

– ¿Qué pretendes que hagamos? ¿No hemos pagado ya con creces? -dijo Laura.

– ¿Por qué juzgáis a Max si no sabéis nada de él? -protestó Amelia.

– Porque pudiendo elegir bando, ha elegido luchar para Hitler -respondió Laura con dureza.

– Es un soldado, no puede elegir -protestó Amelia.

– Sí, Amelia, sí puede hacerlo, aquí lo hicieron muchos soldados, aunque luego perdiéramos -sentenció su tío.

– No podéis comprender… no sabéis… lo siento, pero no sois capaces de ver lo que está pasando.

– Sí, claro que lo vemos, eres tú la que necesita autoengañarse por lo que significa para ti ese hombre -afirmó Laura sin piedad.

Las dos primas se miraron conteniendo las lágrimas. Era la primera vez en su vida que discutían, que se enfrentaban.

Nos quedamos en silencio. Doña Elena rompió la tensión mandándonos a la cama.

– Mañana tenemos que madrugar, dejemos las cosas desagradables para hablarlas a la luz del día, siempre es mejor que hacerlo por la noche. En la noche sólo hay oscuridad.

Nos fuimos a la cama, pero yo no tardé en levantarme; estaba convencido de que Amelia y Laura estarían hablando. Y así fue. Estaban en el salón, y más que hablar, susurraban. Me quedé muy quieto en la puerta, escuchando.

– ¡Qué cosas me has dicho, Laura! Precisamente tú…

– Pero, Amelia, ¿por qué no me quieres decir ni siquiera a mí lo que te une a ese hombre?

– Por tu bien, Laura, no te lo digo por tu bien. Hay cosas que es mejor que no sepáis por ahora, algún día te las contaré, te lo juro, pero tienes que confiar en mí.

– Me he dado un buen susto al entrar en casa y ver a un nazi. Por un momento he pensado que nos iban a detener.

– ¡Pobre Max!

– ¿Qué significa para ti?

– Ya te lo dije, es una persona muy importante, tanto como para haberme distanciado de Albert James. Si no hubiera conocido a Max seguramente seguiría con él.

– ¡No puedo creer que estés enamorada de un nazi!

– No es un nazi, Laura, te juro que no lo es. No tiene más remedio que luchar con su Ejército; es un oficial, un aristócrata, no podía desertar.

– Es mejor ser un desertor que luchar por Hitler.

– Él no lucha por Hitler.

– Sí, sí que lo hace, no te engañes, Amelia. Dime, ¿qué quiere, a qué ha venido?

– Está aquí por un asunto oficial y se le ha ocurrido venir a verme.

– No me engañes, Amelia, sé que no me dices la verdad.

– Entonces no me preguntes, Laura, no me preguntes hasta que no te pueda contar toda la verdad.

Oí que se movían y me dirigí deprisa a mi habitación. Si Amelia no se sinceraba con Laura, difícilmente lo haría con los demás, de manera que me dije que nunca sabríamos quién era aquel hombre. Y así ha sido, nunca lo hemos sabido, o al menos yo nunca lo he sabido. Puede que doña Laura lo sepa, no lo sé, no se lo he preguntado.

Amelia y el oficial alemán continuaron viéndose. Él acudía a buscarla a la mercería de doña Rosa y la llevaba a almorzar, luego ella le enseñaba sus rincones preferidos de Madrid. Incluso un domingo fueron al Escorial. Pero nunca más volvió a subir a nuestra casa, ni Amelia hizo comentario alguno sobre él. Don Armando prefería ignorar el ir y venir de Amelia y sólo doña Elena se atrevió un día a preguntarle por él.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Dime quién soy»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Dime quién soy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Dime quién soy»

Обсуждение, отзывы о книге «Dime quién soy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x