Julia Navarro - Dime quién soy

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Navarro - Dime quién soy» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Dime quién soy: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Dime quién soy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnífico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideología y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.
Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

Dime quién soy — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Dime quién soy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– El marido de la señora de García de Vigo es la mano derecha del subsecretario de Agricultura y me ha asegurado que acudirán muchos jóvenes interesantes, algunos con buenos cargos en la Falange, y otros hijos de buenas familias, creo que hay uno que es hijo de un conde o un marqués. Los señores de García de Vigo tienen una hija, Maruchi, que ya es un poco mayorcita; ha cumplido los veintisiete, y le pasa lo que a vosotras, que aún no ha encontrado marido.

– Pues yo no pienso ir -respondió Laura.

– ¡Pues claro que irás! Lo mismo que Antonietta y Amelia, iremos todos. Tu padre nos acompañará, es una buena ocasión para presentarle al señor García de Vigo.

– Tía, ¿y yo qué he de hacer en ese baile? Al fin y al cabo ya estoy casada -apuntó Amelia, deseando librarse de la merienda.

– Estarás conmigo, le he dicho a la señora de García de Vigo que me quedaré con ella para echar un ojo a la fiesta. Tú nos acompañarás.

– No creo que sea una buena idea, ya sabes lo que piensan de mí esas señoras, para ellas soy una perdida, no creo que mi presencia favorezca a Laura y a Antonietta- continuó argumentando Amelia.

– ¡Pero qué dices! Tú eres mi sobrina, nadie dirá una palabra incorrecta, ya has visto que cuando vienen aquí son muy amables contigo.

– Pero ésta es tu casa y no se atreverían a ser groseras. No, yo no iré -replicó Amelia.

– Tiene razón Amelia -terció don Armando-. Esas señoras son capaces de decir cualquier inconveniencia, y no es que me importe que eso os obligara a marcharos, pero sí el mal rato que pasaría Amelia. Mira, lo mejor es que ella y yo nos vayamos a dar un paseo con Jesús y con Pablo.

Con paciencia y persuasión, don Armando casi se salió con la suya, porque doña Elena tuvo una ocurrencia: que Jesús y yo nos quedáramos en la fiesta.

– Vosotros no tenéis edad para bailar, pero sí para merendar, así que no vamos a desaprovechar la oportunidad. Siempre queda bien que los hermanos pequeños estén cerca de las hermanas mayores haciendo de «carabinas». Está decidido, se lo diré a la señora de García de Vigo.

Jesús y yo protestamos, pero sin éxito. Amelia se había librado de ir pero la moneda de cambio fuimos nosotros.

El sábado a las seis en punto nos presentamos en la casa de los señores de García de Vigo en la calle Serrano. Doña Paquita, que así se llamaba la señora de García de Vigo, nos recibió sonriente y nos invitó a pasar a un amplísimo salón que había dispuesto como sala de baile.

– Pasad, pasad, sois los primeros -dijo doña Paquita.

– Ya te dije que llegaría a tiempo para ayudarte -respondió doña Elena.

– He invitado en total a treinta jóvenes, ya verás qué bien lo van a pasar. Y vosotros -dijo refiriéndose a Jesús y a mí- debéis estar atentos a que nadie se propase con las señoritas, cualquier cosa rara que veáis nos lo decís. Nosotras estaremos atentas, pero por si acaso nos distrajésemos estaréis ahí vigilantes, y os encargaréis de poner música, tenemos unos pasodobles muy animados.

Jesús y yo habíamos acordado ir a lo nuestro, que no era otra cosa que merendar. No teníamos la más mínima intención de hacer de vigilantes de las chicas, salvo que alguno de los jóvenes se propasara con Laura o con Antonietta, las demás nos daban igual.

No tardaron en llegar los primeros invitados. A Jesús y a mí nos parecieron todos iguales: ellos con traje y corbata, muy repeinados, y ellas con faldas almidonadas.

Doña Paquita había dispuesto una mesa con una enorme sopera llena de ponche; al lado, platos con croquetas, tortilla de patata y embutidos dispuestos primorosamente.

Después de beber una primera copa de ponche, los jóvenes se dispusieron a bailar. Y como era de prever, en cuanto doña Elena y doña Paquita se distraían, a ellos les ocurría lo mismo con las manos que se perdían por las espaldas de las chicas. Algunas les empujaban azoradas, otras sonreían pícaramente haciendo un ademán de rechazo pero sin demasiada contundencia.

No perdíamos de vista a Laura y a Antonietta, y en cuanto alguno intentaba propasarse, nos acercábamos de manera que los chicos entendieran que con ellas era mejor no intentar nada. Laura, por su cuenta, había encontrado la manera de poner distancias: en cuanto alguno se le acercaba más de lo debido, le propinaba un fuerte pisotón.

Nosotros nos divertimos. Creo que yo me comí todas las croquetas de bacalao que, según había comentado doña Paquita, las había preparado su hija Maruchi, quien por cierto se hacía la distraída cuando algún joven se le acercaba más de lo conveniente.

Mientras, doña Paquita informaba a doña Elena de quiénes eran aquellos jóvenes.

– Mira -decía-, ése de la chaqueta gris y con bigote es el hijo del subsecretario, y, el que está al lado tiene mucho porvenir, es de Falange y tiene un puestazo en el Mercado de Abastos. Ese medio rubio se llama Pedro Molina; fíjate bien, es un buen chico, aunque huérfano de padre: al pobre hombre lo mataron en la guerra, en Paracuellos. Su madre es prima de un militar muy vinculado al Caudillo. Creo que le tienen en gran estima, y dicen que es de los pocos que le tutea. A su madre le han dado un estanco y a él le han colocado en un buen puesto en el Ministerio de Hacienda. Mira, mira cómo se fija en Laura… ¡Uy, qué suerte! Si tu hija le «pesca», os podréis sentir afortunados. ¡Menuda boda!

Antonietta vino a sentarse con nosotros. Estaba un poco cansada y aquellos muchachos la abrumaban con sus bromas y su vitalidad.

– Hija, ¿no te diviertes? -le preguntaron al alimón doña Paquita y doña Elena.

– Sí, sí, mucho, pero es que estoy un poco cansada -se disculpó ella.

– Descansa un poco, pero no mucho rato porque de lo contrario alguna chica te quitará a tus admiradores -le advirtió doña Paquita, sin darse cuenta de que para Antonietta suponía un alivio que la ignoraran.

A las diez en punto, doña Paquita dio por finalizada la merienda-baile. Regresamos a casa amenizados por la charla entusiasta de doña Elena. Para ella la velada había sido un éxito. El sobrino del militar cercano al Caudillo, que dijo llamarse Pedro, se había acercado para presentarle sus respetos y pedirle permiso para visitar a Laura. Doña Elena ignoró la mirada de espanto de su hija y le respondió al muchacho que estarían encantados en recibirle el próximo jueves por la tarde.

Laura se quejaba a su madre.

– No tenías que haberle invitado, es un repelente.

– Es un buen chico, a su padre lo mataron en Paracuellos, y ya ves… él está estudiando Comercio y su madre tiene un estanco. No es un partido que podamos desechar.

– Pues a mí no me gusta, así que no le des alas porque no pienso salir con él. Es un fascista.

– ¡Pero habrase visto! No quiero que vuelvas a decir esa palabra ¡nunca, nunca! ¿Me oyes? En España ya no hay partidos, ahora somos todos españoles.

– Sí, españoles fascistas porque al resto los han matado o están en el exilio.

– ¡Pero qué habré hecho yo en la vida para merecer esto! ¿No te das cuenta de nuestra situación? Hasta tu padre se ha dado cuenta de que no hay otro remedio que acostumbrarnos a Franco; además, digáis lo que digáis, está haciendo las cosas bien, por lo menos tenemos paz.

– ¿Paz? ¿Qué paz? ¿Llamas paz a matar a todos los que no están con el Régimen? -protestaba Laura.

– Lograrás que nos metan a todos en la cárcel, ya verás… -gimoteó doña Elena.

A pesar de las protestas de Laura, Pedro Molina comenzó a frecuentar la casa. Doña Elena se mostraba solícita con él, pero Laura no le ocultaba su antipatía. El muchacho parecía no querer darse por enterado del desdén de Laura, y cuanto peor le trataba más interesado parecía él.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Dime quién soy»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Dime quién soy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Dime quién soy»

Обсуждение, отзывы о книге «Dime quién soy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x