Julia Navarro - Dime quién soy

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Navarro - Dime quién soy» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Dime quién soy: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Dime quién soy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnífico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideología y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.
Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

Dime quién soy — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Dime quién soy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No, no puede. Lárguese por donde ha venido. ¿No ve que estoy trabajando?

– Siento molestarle, pero insisto en hablar con usted. Me envía un amigo suyo de Madrid.

– ¿De Madrid? No tengo amigos allí, o a lo mejor sí, pero ahora lo único que quiero es que se largue. Vuelva otro día.

– Si no le importa, esperaré aquí hasta que termine -respondió Amelia con terquedad.

Rudolf Webel se volvió enfurecido para mirarla. Nunca había permitido que nadie le contrariara en lo más mínimo. Se extrañó al encontrar a una mujer joven que le plantaba cara, dispuesta a no ceder.

– No es bienvenida, ¿cómo quiere que se lo diga?

– No pretendo que me dé la bienvenida, sólo que me escuche.

– Pero ¿por qué no la escuchas? -le gritó Renata.

– ¡Porque sólo hablo cuando quiero y con quien quiero!

– No lo creo, señor Webel, estoy segura de que hasta usted a veces tiene que hablar con quien no lo desea. Y no me haga insistir más. Tengo algo urgente que comentarle. Le aseguro que si por mí fuera nunca le habría elegido como interlocutor.

– ¡Me ha cortado la inspiración! -gritó él.

Amelia se encogió de hombros al tiempo que la modelo se ponía en pie envuelta en la tela púrpura.

– Habla con la signorina y déjame descansar un rato. Además, tengo frío. Quizá deberías hacer las esculturas de desnudos en verano.

– Pero ¿tú te crees que un artista se tiene que adaptar a las exigencias de la modelo? ¡Si tienes frío te aguantas, para eso te pago!

– ¿Pagarme? Pero si la pasta que hemos comido hoy la ha traído mi madre. Si fuera por ti, estaríamos muertos de hambre.

Renata salió de la sala y los dejó a solas. Webel siguió sin prestar atención a Amelia, observando el bloque de mármol que estaba convirtiendo en el cuerpo pálido de la modelo.

– ¿Me va a escuchar o no? -insistió Amelia.

– ¿Qué quiere?

– Jim Finley me dijo que viniera a verle si no tenía otra opción, y desgraciadamente no la tengo.

– Ese Finley es un liante.

– Dígaselo a él, lo que me extraña es que confíe en usted.

– Y no lo hace, digamos que no tiene demasiadas opciones en esta ciudad, de manera que tendrá que arreglárselas conmigo. Y ahora dígame qué quiere.

– Tiene usted que llevar una carta a Suiza, hoy mismo.

– Hoy no puedo -respondió, desafiante.

– Señor Webel, a mí no me impresiona nada su actitud, de manera que deje de interpretar su papel de artista y haga lo que le estoy pidiendo. Esto no es un juego y usted lo sabe.

A Webel le sorprendió el tono enérgico de Amelia. Le clavó los ojos y lo que vio fue a una mujer joven, sí, pero con una mirada que reflejaba lo mucho que había vivido.

– Está bien, llevaré su carta a Berna. ¿La tiene aquí?

Amelia le entregó la carta, pero Weber ni siquiera la miró. Se la guardó en el bolsillo del pantalón.

– ¿Dónde la buscó si hay respuesta?

– Le buscaré yo a usted. Si le parece, pasaré por aquí dentro de unos días.

– No me gusta que vengan a husmear en mi casa.

– No siento ningún deseo de husmear nada y menos si tiene que ver con usted. Y ahora le repito que no se entretenga, es necesario que esa carta llegue cuanto antes a su destino.

Web el le dio la espalda mientras se perdía en el fondo de la estancia. Amelia salió cerrando la puerta y preguntándose cómo Finley podía confiar en un hombre como aquél.

En la madrugada del 28 de octubre, el embajador italiano en Atenas se presentó en la residencia del presidente Metaxas para entregar una notificación formal instando a que autorizaran la entrada de tropas italianas en el territorio heleno. La respuesta del presidente griego fue inequívoca: No.

Pero el general Metaxas hizo algo más que decir «no» a la demanda de los italianos: también solicitó la ayuda de Gran Bretaña. Mientras tanto, la División Julia cruzaba la frontera entre Albania y Grecia. El plan del Estado Mayor italiano consistía en enviar a parte de sus fuerzas a través de la cordillera del Pindó en dirección a la Tesalia, al tiempo que otras divisiones se dirigían directamente hacia Ioánnina para, desde allí, controlar el Épiro, las restantes tropas iniciaron la marcha hacia Macedonia.

Mussolini estaba eufórico. Por fin podía presentarse ante el Führer y presumir de la iniciativa tomada.

Con lo que no contaba el Duce era con que los griegos lucharan heroicamente para defender la independencia de su patria. El jefe del Estado Mayor griego, el general Alexandro Papagos, había concentrado en Macedonia el grueso de sus tropas e hizo retroceder a las unidades italianas. Aunque las fuerzas italianas avanzaban en el Épiro, Papagos consiguió cercar a la famosa División Julia, diezmándola.

A principios de noviembre la ayuda británica se materializó atacando y destruyendo parte de la flota italiana que estaba fondeada en el puerto de Tarento.

La Royal Navy mandó despegar del portaviones Illustrious a algunos de sus biplanos, los Fairey Swordfish, que se apuntaron un gran éxito al destruir buena parte de los barcos de la Marina Real Británica.

A mediados de noviembre ya era evidente que el Duce podía perder su guerra contra Grecia.

Carla Alessandrini continuaba su recuperación, pero ya en su casa de Roma. Amelia permanecía a su lado mientras seguía cultivando la amistad del matrimonio Gallotti. Cecilia se había convertido en una inagotable fuente de información y Guido parecía contento de la amistad de su mujer con la española, a la que consideraba una franquista convencida. En realidad lo dio por supuesto porque Amelia siempre evitaba hablar de política, prefería hacerles creer que no le interesaba demasiado.

Inesperadamente, una mañana, Albert James se presentó en la casa de Carla en Roma. Amelia sintió una gran alegría al verle. Carla, generosa como era, insistió en acogerlo como invitado. Albert se resistió cuanto pudo, deseaba estar a solas con Amelia, pero pronto él comprendió que para Carla era importante tener cerca a Amelia, a quien quería como si fuera una hija.

Cuando por fin pudieron estar a solas Albert le confesó que estaba allí para llevarla de vuelta a Londres.

– Ahora no me puedo ir -se excusó Amelia-; no sólo es por mi misión, también por Carla.

– Creo que mi tío Paul debe de tener otros planes. No me los desveló, pero me envió al comandante Murray con una carta para ti.

– ¿Y has venido por eso?

– No, he venido para verte, para estar contigo, porque te quiero. Nada más. Pero debo confesarte que me alegra que te ordenen regresar a Londres, aunque conociendo al tío Paul y a Murray, supongo que no te van a dejar mucho tiempo tranquila.

Amelia presentó a Albert a los Gallotti, quienes se mostraron entusiasmados de conocer al famoso periodista a pesar de que Guido había leído algunos de sus artículos y sabía de sus críticas a Hitler y al propio Mussolini. Aun así, la pareja parecía complacida de poder mostrarse con un periodista norteamericano. Guido incluso le gestionó una entrevista con el ministro de Exteriores yerno de Mussolini, Galeazzo Ciano.

Amelia no pudo ignorar las órdenes recibidas en la carta del comandante Murray. Tenía que regresar a Londres por más que le costase separarse de Carla.

– ¿Por qué no lo dejas todo y vives con nosotros? -le propuso ésta.

– ¿Me vas a adoptar? -respondió Amelia riendo.

– ¡Ojalá! No me importaría, ni tampoco a Vittorio. Eres la hija que nos hubiera gustado tener. Vamos, piénsatelo, puedes hacer muchas cosas a mi lado, y ser igual de útil a tus amigos de Londres desde Roma. En cuanto a Albert… no te propondría que te quedaras si supiera que estás enamorada de él, pero no lo estás, le quieres, sí, pero no como quisiste a Pierre.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Dime quién soy»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Dime quién soy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Dime quién soy»

Обсуждение, отзывы о книге «Dime quién soy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x