Julia Navarro - Dime quién soy

Здесь есть возможность читать онлайн «Julia Navarro - Dime quién soy» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Dime quién soy: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Dime quién soy»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La esperada nueva novela de Julia Navarro es el magnífico retrato de quienes vivieron intensa y apasionadamente un siglo turbulento. Ideología y compromiso en estado puro, amores y desamores desgarrados, aventura e historia de un siglo hecho pedazos.
Una periodista recibe una propuesta para investigar la azarosa vida de su bisabuela, una mujer de la que sólo se sabe que huyó de España abandonando a su marido y a su hijo poco antes de que estallara la Guerra Civil. Para rescatarla del olvido deberá reconstruir su historia desde los cimientos, siguiendo los pasos de su biografía y encajando, una a una, todas las piezas del inmenso y extraordinario puzzle de su existencia.

Dime quién soy — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Dime quién soy», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– No es a mí a quien debe dar cuentas. Hay cosas que puede que las señoras no quieran que salga de la familia.

– Pero por lo que voy conociendo, ¡usted es casi de la familia!

– No, no se equivoque, joven. Les estaré eternamente agradecido por lo que hicieron por mí, pero no tengo ningún derecho a saber más de lo que ellas quieran que sepa. Usted continúe montando el puzzle y cuando lo tenga completo, entrégueselo.

Don Pablo, que evidentemente poseía una memoria prodigiosa, me contó aquella visita de Amelia. Una visita que calificó de «dramática»…

«Antonietta empeoró con la tuberculosis y don Armando y doña Hiena temieron por su vida. Tuvieron que ingresarla en el hospital, y don Armando pidió a Amelia que viniera a Madrid de inmediato.

Amelia había adelgazado, pero parecía más tranquila, más segura de sí misma. En cuanto llegó insistió en que quería ir de inmediato al hospital, y sus primos, Laura y Jesús, la acompañaron. Yo también fui, en realidad allí donde iba Jesús iba yo.

Doña Elena y Edurne cuidaban de ella, relevándose, y don Armando y Laura acudían al hospital en cuanto salían de sus trabajos. A Jesús no le permitían ir demasiado a menudo porque también había estado enfermo de tuberculosis y doña Elena temía que volviera a recaer.

Amelia abrazó a su hermana meciéndola como si fuera una niña. Antonietta lloró emocionada, quería mucho a Amelia y sufría por su ausencia, aunque jamás se quejó.

– ¡Qué bien que has venido! ¡Ahora sí que voy a ponerme buena!

– ¡Pues claro que te pondrás buena o de lo contrario me enfadaré contigo!

– ¡No me digas eso, que yo te quiero mucho! -protestó Antonietta.

Amelia habló con el médico que atendía a su hermana y le conminó a salvarla.

– Haga lo que tenga que hacer, déle cuanto necesite, pero si le pasa algo a mi hermana… ¡no sé lo que le haré!

– Pero, señorita, ¡cómo se atreve a amenazarme! -respondió el doctor, con evidente enfado.

– No le amenazo, Dios me libre de proferir amenazas, es que… Antonietta es lo único que me queda. Me han dejado sin familia, ¿me van a quitar también a mi hermana?

– Aquí no quitamos nada, hacemos lo que podemos por salvar vidas, pero su hermana está muy débil y responde mal al tratamiento.

– Dígame qué es lo que hay que hacer y lo haré, no lo dude.

– Es que no podemos hacer nada más de lo que hacemos, la vida de su hermana no está en nuestras manos sino en las de Dios. Si Él decide llamarla, no hay nada que nosotros podamos hacer.

– ¿Cómo dice?

– Que la vida de su hermana, como la de todos nosotros, depende de Dios.

– Pues yo no lo creo así. ¿De verdad piensa que Dios necesita la vida de mi hermana? ¿Para qué?

– ¡Por favor, Amelia, no te enfades con el doctor! -le pidió doña Elena, nerviosa por el cariz que estaba tomando la conversación.

– No me enfado, tía, sólo espero que Antonietta reciba los cuidados que necesita para superar la enfermedad, y no soporto esa resignación de que si muere es porque Dios así lo ha decidido.

– Pero, hija, el doctor tiene razón, es Nuestro Señor quien decide la hora de nuestra muerte.

– No, tía, no. No creo que Dios decidiera que mi padre muriera fusilado, y mi madre… bien sabes que murió enferma, sin fuerzas para afrontar la enfermedad a causa del hambre, del sufrimiento, de la miseria. A mi padre lo mataron unas balas fascistas, no Dios.

– ¡No quiero que hables de política! Ya hemos sufrido bastante por la política. ¿Quieres que te recuerde a mis muertos? ¿Sabes por qué no me he vuelto loca? Te lo diré, Amelia: porque creo en Dios y admito que Él tiene razones que yo no comprendo.

– Pues yo no voy a resignarme a que muera Antonietta. La cambiaremos de hospital, buscaremos otros médicos que la atiendan y no se laven las manos diciendo que la vida de mi hermana no es cosa suya sino de Dios. No metamos a Dios en esto.

Doña Elena estaba escandalizada por lo que Amelia decía. La miró como si fuera una desconocida; en realidad lo era. Aunque Amelia parecía frágil por su físico, de repente se nos mostraba diferente.

Aquella noche Amelia se quedó a velar a Antonietta, y doña Hiena y Edurne regresaron con nosotros a casa. Doña Elena se quejó a don Armando de la actitud de su sobrina.

– Si la hubieses escuchado… Te digo, Armando, que Amelia no es la misma… No sé, tiene una amargura de fondo…

– ¿Y te extraña? Es la misma amargura que tenemos nosotros. Hemos perdido a parte de nuestra familia, nos hemos quedado sin nada, ella está en el extranjero ganándose la vida, ¿pretendes que continúe siendo la dulce jovencita del pasado?

– Pero cuestionar la voluntad de Dios… eso, Armando, es demasiado.

– ¿Acaso quieres que Amelia acepte que es la voluntad de Dios que Antonietta se muera? No, no lo dices en serio. ¿Crees que fue voluntad de Dios que a tu pobre prima monja la torturan y asesinaran una banda de fanáticos? ¿Fue la voluntad de Dios que asesinaran a mi hermano?

– ¡Hablas como ella!

– Hablo desde la razón. Bien sabes que soy creyente, pero hay cosas… Amelia tiene razón, dejemos en paz a Dios y pidámosle que nos dé fuerzas para soportar todo el mal que nos rodea.

Amelia se empeñó en buscar otro hospital donde atendieran a su hermana. Visitó a un par de médicos y les pidió consejo, pero ambos le dijeron que tanto daba un hospital como otro, que la gente moría a diario de tuberculosis y otras enfermedades, que todo dependía de la fortaleza de la enferma. Pero Amelia no se resignaba e insistía en buscar quien le diera esperanzas.

Una tarde en que habíamos ido todos a ver a Antonietta, ésta se puso peor.

Aún recuerdo la escena… fue terrible… Amelia, abrazada a su hermana, pedía a gritos que alguien la ayudara.

Jesús se puso a temblar. Era un chico muy sensible que quería mucho a su prima Antonietta, y verla en aquel estado fue demasiado para él y se desmayó. Creo que el desvanecimiento de Jesús sirvió para que volviera por unos segundos la calma. Sus padres y su hermana Laura acudieron a socorrerle. Una de las monjas que cuidaban de las enfermas de aquella sala también acudió de inmediato. No sé si era o no buena enfermera, y no recuerdo su nombre, pero cuidaba con mimo de Antonietta y se sentó al lado de Amelia.

– Tu hermana tiene un ángel de la guarda que vela por ella -susurró- y Dios la va a ayudar, ahora déjanos a nosotras atenderla. -La monja empujó suavemente a Amelia para que soltara a su hermana.

Amelia no respondía, sólo lloraba, parecía no escucharla, pero acaso la voz dulce de la monja la tranquilizaba. El médico llegó flanqueado por dos monjas y nos pidió que saliéramos de la habitación.

Me quedé con Amelia en el pasillo, esperando a que el médico nos informara del estado de Antonietta. Tardó un buen rato, lo recuerdo porque les dio tiempo a regresar a doña Elena y a don Armando con Jesús, que estaba muy pálido, agarrado de la mano de su hermana Laura.

– ¿Cómo estás, Jesús? -se interesó Amelia hecha un manojo de nervios.

– Ya me encuentro mejor…

– No ha sido nada -dijo don Armando-, es que le ha dado impresión ver así a Antonietta.

Cuando el médico salió, Amelia se plantó delante de él temblando, temía lo que pudiera decir.

– Tranquilícense, ha sufrido un ataque, pero ya está mejor. Le he puesto una inyección que le aliviará el dolor y la opresión en el pecho. Ahora lo que le conviene es descansar, es mejor que no entren todos en la habitación, pues además le quitan el aire.

– Pero yo quiero quedarme con mi hermana.

– Y no hay inconveniente en que lo haga, pero no la agobie.

Don Armando decidió que lo mejor era que regresáramos a casa y Amelia se quedara con Antonietta.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Dime quién soy»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Dime quién soy» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Dime quién soy»

Обсуждение, отзывы о книге «Dime quién soy» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x