Incluso aunque la gente me creyera, lo primero que me preguntarían es: «¿Qué poema?».
Enséñanoslo. Demuéstranoslo.
La pregunta no es: «¿Se filtraría el poema?».
La pregunta es: «¿Cuánto tardaría en extinguirse la especie humana?».
He aquí el poder de decidir entre la vida y una muerte fácil, limpia y sin sangre a disposición de cualquiera. De todo el mundo. Una muerte de Hollywood, instantánea y sin sangre.
Incluso si no lo cuento, ¿cuánto tiempo tardará Poemas y rimas del mundo entero en llegar a un aula? ¿Cuánto falta para que la canción sacrificial de la página 27 sea leída a cincuenta niños antes de la hora de la siesta?
¿Cuánto falta para que alguien se la lea por la radio a miles de personas? ¿Para que le pongan música? ¿Para que la traduzcan a otros idiomas?
Joder, no hace falta que la traduzcan para que funcione. Los bebés no hablan ningún idioma.
Hace tres días que nadie ha visto a Duncan. Miller cree que Kleine ha llamado a Duncan a casa. Kleine cree que lo ha llamado Fillmore. Todo el mundo está seguro de que ha llamado otro, pero nadie ha hablado con Duncan. No ha contestado sus e-mails. Carruthers dice que Duncan ni siquiera se ha molestado en llamar para avisar de que estaba enfermo.
Una taza de café más tarde, Henderson viene a mi mesa con una impresión de prueba de la sección de Ocio. Está doblada de forma que se ve un anuncio de tres columnas por seis pulgadas de alto. Henderson me mira mientras yo me doy golpecitos en el reloj de pulsera y me lo acerco al oído, y él dice:
– ¿Has visto este anuncio en la edición matinal?
El anuncio dice:
atención, pasajeros de primera clase
de las líneas aéreas regent-pacific
El anuncio dice:
«¿Ha sufrido pérdida de cabello y/o molestias relacionadas con ladillas después de tener contacto con el tapizado, las almohadas o las mantas de estas líneas aéreas? De ser así, por favor, llame al siguiente número para entablar un pleito por demanda colectiva».
Henderson dice:
– ¿Ya has llamado por esto?
Le digo que por qué no se calla y llama él.
Y Henderson dice:
– Tú te encargas de los Artículos Especiales. -Y dice-: Esto no es la cárcel. Yo no soy tu puta.
Esto está acabando conmigo.
No te haces periodista porque se te dé bien guardar secretos.
Ser periodista consiste en contar. En transmitir las malas noticias. En extender el contagio. La mejor historia de la Historia. Esto podría ser el fin de los medios de comunicación de masas.
La canción sacrificial podría ser una plaga propia de la Era de la Información. Imaginen un mundo donde la gente huye de la televisión, de la radio. De las películas, de Internet, de las revistas y de los periódicos. Donde la gente tiene que llevar tapones en los oídos igual que uno se pone condones o guantes de goma. En el pasado, a nadie le preocupaba mucho tener relaciones sexuales con desconocidos. Y antes todavía, nadie se preocupaba por las mordeduras de las pulgas. Ni por el agua sin tratar. Ni por los mosquitos. Ni por el amianto.
Imaginen una plaga que se transmita por los oídos.
Los palos y las piedras te pueden romper los huesos, pero es que ahora las palabras también te pueden matar.
La nueva muerte, esta plaga, puede venir de cualquier parte. De una canción. De un anuncio que has oído sin prestar atención. De un noticiario. De un sermón. De un músico callejero. Un vendedor telefónico te puede matar. Un profesor. Un archivo de Internet. Una tarjeta de felicitación por tu cumpleaños. Una galleta de la suerte.
Un millón de personas pueden ver un programa en la tele y a la mañana siguiente estar muertos por culpa de una melodía publicitaria.
Imaginen el pánico.
Imaginen una nueva Edad de las Tinieblas. La exploración y las rutas comerciales llevaron las primeras plagas de China a Europa. Con los medios de comunicación de masas, tenemos un montón de canales nuevos de transmisión.
Imaginen los libros ardiendo. Y las cintas y los archivos, las radios y los televisores, todo yendo a la misma hoguera. Todas las bibliotecas y librerías resplandeciendo en medio de la noche. Gente asaltando las estaciones repetidoras. Gente armada con hachas atacando los cables de fibra óptica.
Imaginen gente entonando oraciones, cantando himnos, para ahogar cualquier sonido que pudiera traer la muerte. Tapándose los oídos con las manos, imaginen a la gente rehuyendo cualquier canción o discurso donde la muerte pudiera estar codificada igual que un lunático envenenaría un frasco de aspirinas. Cualquier palabra nueva. Cualquier cosa que no entendieran sería sospechosa, peligrosa. Evitada. La comunicación en cuarentena.
Y si este es un hechizo letal, un conjuro, entonces habrá más. Si yo conozco la página 27, alguien más la conoce. Yo no soy el cerebro pionero de nada.
¿Cuánto falta para que alguien diseccione la canción sacrificial y cree otra variante, y otra, y otra? Hasta que Oppenheimer inventó la bomba atómica, era algo imposible. Ahora tenemos la bomba atómica y la bomba de hidrógeno y la bomba de neutrones, y la gente sigue desarrollando esa idea. Nos vemos impelidos a un nuevo paradigma de miedo.
Si Duncan está muerto, era una víctima necesaria. Él ha sido mi prueba nuclear atmosférica. Ha sido mi Trinity. Mi Hiroshima.
Con todo, Palmer, del departamento de Redacción, está convencido de que Duncan está en Composición.
Jenkins, de Composición, dice que lo más probable es que Duncan esté en el departamento de Arte.
Hawley, de Arte, dice que está en el Archivo de Prensa.
Schott, del Archivo, dice que Duncan está en Redacción.
Por aquí, esto es lo que te venden como realidad.
Imaginen que las mismas medidas de seguridad que ahora tienen en los aeropuertos, las instauran en todas las bibliotecas, escuelas, cines y librerías, después de que se filtre la canción sacrificial. En cualquier sitio donde se pueda diseminar información uno encontrará guardias armados.
Las ondas estarán tan vacías como una piscina pública durante una alarma de polio. Después, solamente se emitirán unos pocos comunicados del gobierno. Solamente noticias y música higienizados. Después, cualquier música, libro o película será probada con animales de laboratorio o convictos voluntarios antes de publicarse.
En lugar de máscaras de cirujano, la gente llevará auriculares que les proporcionarán la protección constante y tranquilizadora de música segura o de cantos de pájaros. La gente pagará por recibir noticias «puras», por fuentes de información y entretenimiento «seguras». Igual que se inspecciona la leche, la carne y la sangre, imaginen que se tienen que filtrar y homogeneizar los libros y la música. Que certificar. Que aprobar para el consumo.
La gente renunciará con gusto a la mayor parte de su cultura para estar seguros de que la poca que reciba es limpia y segura.
Ruido de fondo.
Imaginen un mundo en silencio donde esté prohibido cualquier ruido lo bastante fuerte o lo bastante largo como para albergar un poema letal. Se acabaron las motocicletas, las cortadoras de césped, los aviones a reacción, las licuadoras eléctricas, los secadores de pelo. Un mundo donde la gente tenga miedo a escuchar, miedo a oír algo detrás del estruendo del tráfico. Palabras venenosas enterradas en la música a todo volumen que suena en el piso de al lado. Imaginen una resistencia cada vez mayor al lenguaje. Nadie hablará porque nadie se atreverá a escuchar.
Los sordos heredarán el mundo.
Y los analfabetos. Los que viven aislados. Imaginen un mundo de ermitaños.
Otra taza de café y tengo que mear como un cabrón. Henderson, de Información Nacional, me pilla lavándome las manos en el lavabo de hombres y me dice algo.
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