¡Soldados! Éste es el Hombre que nos ordenó utilizar gas mostaza y fosgeno contra salvajes armados con lanzas. Éste es el Mamarracho cuyos bandidos y pirómanos camisas negras huyen del campo de batalla pero matan a nuestros padres y tíos haciéndoles beber aceite de ricino rociado con gasolina. Éste es el Hombre que ha destrozado la economía y nos ha sumido para siempre en la vergüenza.
¡Soldados! Bien dicen que cada país tiene los líderes que se merece. VIVA IL BUFFONE! VIVA IL BALORDO! VIVA IL ASSASSINO! VIVA IL DUCE!
Los muchachos habían hecho un kokoretsi con las menudencias de la cabra que le habían quitado al resentido monarca del pueblo, y estaban mirando cómo chisporroteaba sobre las pavesas. A todos se les había abierto el apetito, y para pasar el rato hasta que la comida estuviera lista Héctor decidió beneficiarles una vez más con sus conocimientos. Algunos de los andartes bostezaban con mal disimulado aburrimiento. Otros, que se habían visto forzados a unirse al grupo a falta de otra alternativa, aguantaban enfurruñados de resentimiento mientras pensaban que estaría bien llenarle de mierda la boca a aquel patán. Por la noche dos de ellos cogerían sus armas y desaparecerían en busca de una cuadrilla que combatía a los alemanes en lugar de a sus compatriotas griegos. Sabían que serían fusilados si los capturaban, pero incluso eso parecía mejor que quedarse allí. Un monárquico escribió «Erkhetai» en el polvo del camino y luego se esmeró en taparlo con agujas de pino para que Héctor no lo viera; era un canto de esperanza («Él vendrá») que no podía ser sino secreto. Cuatro republicanos venizelistas escucharon a Héctor y se preguntaron amargamente cómo todos los grupos habían terminado de algún modo en un comité de tres líderes comunistas y contrarios a los británicos, los únicos extranjeros que habían intentado hacer algo por ellos desde el inicio de la guerra. Cuando Héctor decía algo, era lógico suponer que la verdad era lo contrario de lo que decía; así se enteraba uno de las cosas, escuchando a Héctor y dándole la vuelta. Únicamente Mandras y otros dos líderes nominales le escuchaban con atención mientras él se paseaba arriba y abajo con su venerado ejemplar de ¿Qué hacer? bajo el brazo. Un búho ululó a lo lejos, como burlándose de su discurso, y la noche se hizo más fría a medida que el viento del norte agitaba las ramas de los pinos. Detrás de ellos, la cumbre de la montaña parecía meditar entre dos brillantes estrellas, sobresaliendo despóticamente sobre aquel bosque sin límites con su extrañamente entremezclada población de héroes, martas, jabalíes, bandoleros y ladrones.
«Y ahora, camaradas, quiero hablaros porque creo que muchos de vosotros no habéis aprendido todavía que sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario, y que el papel de vanguardia sólo puede llevarlo a cabo un partido que se guíe por la más avanzada teoría. La cuestión es que muchos de vosotros no tenéis una idea clara de cómo analizar nuestra experiencia histórica, lo cual conduce a un economicismo, a un concesionismo y a un democratismo estrechos de miras. Ahora bien, es cierto que este socialismo burgués, social reformismo burgués o socialismo oportunista es concienciación en un estado embrionario, pero no tiene en cuenta el necesario e irreconciliable antagonismo entre los intereses del proletariado y los intereses del oscurantismo reaccionario. No logra comprender la dialéctica de las contradicciones sociales. Veréis, los intereses del proletariado son diametralmente opuestos a los intereses de la burguesía. No es sólo la teoría sino también la praxis la que lo demuestra, y no hace falta que intente dar pruebas de ello porque es evidente. Lo que debemos tener siempre en mente es que el significado históricomundial de la lucha exige la intervención directa del proletariado en la vida social, y no cierto tipo de republicanismo parlamentario o de semiabsolutismo militar. El caso es que el comunismo siempre está a la cabeza a la hora de procurar la valoración más revolucionaria de cualquier acontecimiento, y que es siempre el más inconciliable en la lucha contra toda defensa del atraso. Y no quiero que penséis que podemos repudiar a los revisionistas y a los ideólogos eclecticistas de las clases dominantes organizando huelgas y constituyendo sindicatos, porque la política sindicalista de la clase obrera no es ni más ni menos que una política pequeñoburguesa de la clase obrera. Nosotros vamos mucho más allá.
»Es completa y científicamente cierto que lo que pretendemos es la emancipación política y económica de las masas, pero también sabemos perfectamente que el proletariado necesita ser guiado por una intelligentsia con la suficiente cultura y tiempo libre para teorizar; Marx, Engels, Plejanov y Lenin eran intelectuales burgueses que sacrificaron sus intereses de clase para despertar la conciencia del proletariado mundial, que aún no ha comprendido del todo la naturaleza de las estructuras que han de ser instauradas. A lo que apuntamos es a eliminar toda distinción entre obrero e intelectual, de ahí que necesitemos líderes con la suficiente experiencia y preparación para saber apartar a las masas espontáneamente concienciadas de teorías erróneas que se desvían de la necesaria e ineludible naturaleza de la concepción materialista de la historia.
»Necesitamos dirigentes que no sean susceptibles de lameculismo, líderes que no se rindan a las aspiraciones de la clase obrera sino que ayuden a los proletarios a formular aspiraciones correctas. Teniendo líderes adecuados no es necesario elevar al obrero a la categoría de intelectual, pues lo único que el obrero ha de hacer es depositar su confianza y su fe en los líderes que proporcionarán la organización estable que mantendrá la continuidad y logrará una comprensión científica de las condiciones objetivas.
»Sé que algunos de vosotros os habéis quejado de que no sometemos las decisiones al voto democrático, pero tenéis que entender que nos enfrentamos a un ejército de revanchistas, reincidentes, chovinistas y reaccionarios, y nuestra jefatura no puede dar la cara abiertamente. Y si no puede dar la cara, ¿cómo puede entonces llamarse democrática? La democracia implica una sinceridad que en nuestro caso sería suicida. Es evidente, ¿verdad? O sea que dejémonos de electoralismos. No es más que un juguete inútil y peligroso.
»Otra cosa. Cualquiera que piense un poco entenderá que la jefatura es una especialización funcional y que, por lo tanto, presupone una inevitable centralización. Así que basta de quejarse de que no luchamos lo suficiente contra los alemanes, y basta de quejarse de que haya que luchar contra el EDES y la EKKA. La jefatura central sabe exactamente lo que se hace. Ellos ven la situación en conjunto mientras nosotros sólo vemos una esquinita, y ésa es la razón de que nunca debamos actuar por iniciativa propia; si tratamos de hacernos los oportunistas podemos estropear algún plan de mayor envergadura. Oportunismo quiere decir falta de principios firmes y definidos. Entre los revolucionarios debe existir una absoluta confianza mutua, debemos mantenernos constantemente unidos ante la lucha decisiva. Y si alguien piensa lamentarse otra vez de tener que hacer frente a esos fascistas y reaccionarios de la así llamada guerrilla del EDES, dejadme que os recuerde que una mala paz no es mejor que una buena batalla. Ellos dicen que tienen el mismo enemigo que nosotros, pero nos debilitan al reclutar a gente que debería haberse afiliado a nosotros y al inculcarles una falsa conciencia del verdadero carácter de la lucha a nivel mundial. Es nuestro primordial deber histórico purgarlos, porque un partido, si se purga, va ganando en fuerza.
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