Array Array - Historia de Mayta
Здесь есть возможность читать онлайн «Array Array - Historia de Mayta» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Современная проза, на русском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Historia de Mayta
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:4 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 80
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Historia de Mayta: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Historia de Mayta»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Historia de Mayta — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Historia de Mayta», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
—No, no he estado nunca en el Montón —contestó Juanita.
—Yo sí, muchas veces, de chico, cuando era muy católico —dijo Mayta, y ella advirtió que tenía una expresión abstraída, ¿nostálgica?—. Con unos muchachos de la Acción Católica. Había en esa barriada una Misión canadiense. Dos curas y varios laicos. Me acuerdo de un Padre joven, alto, coloradote, que era médico. «Nada de lo que he aprendido sirve», decía. No soportaba que los niños murieran como moscas, la cantidad de tuberculosos, y que en los periódicos hubiera páginas y páginas dedicadas a fiestas y banquetes, a los matrimonios de los ricos. Yo tenía quince años. Regresaba a mi casa y en las noches no podía rezar. «Dios no escucha, pensaba, se tapa los oídos para no oír y los ojos para no ver lo que ocurre en el Montón.» Hasta que un día me convencí. Para luchar de veras contra todo eso tenía que dejar de creer en Dios, Madre.
A Juanita le pareció sacar una conclusión absurda de premisas justas y se lo dijo. Pero la impresionó la emoción que notó en Mayta.
—Yo también he tenido muchos momentos de angustia en lo que respecta a mi fe — dijo—. Aunque, felizmente, no me ha dado hasta ahora por pedirle cuentas a Dios.
—No hablamos sólo de teoría, también de cosas prácticas —prosiguió Vallejos. Caminaban por la carretera, rumbo a Lima, la metralleta escondida en el bolsón, tratando de parar a todos los camiones y ómnibus.
—¿Cosas prácticas como preparar cócteles Molotov, petardos de dinamita y bombas? —se burló Mayta—. ¿Cosas prácticas como tu plan revolucionario del otro día?
—Todo a su debido tiempo, mi hermano —dijo Vallejos, siempre en tono jovial—. Cosas prácticas como ir a las comunidades, a ver de cerca los problemas del campesinado. Y sus soluciones. Porque esos indios han comenzado a moverse, a ocupar las tierras que reclamaban hacía siglos.
—A recuperarlas, querrás decir—susurró Mayta. Lo miraba con curiosidad, desconcertado, como si, a pesar de estar viéndose hacía tantas semanas, estuviera descubriendo al verdadero Vallejos—. Esas tierras eran de ellos, no te olvides.
—Exacto, las recuperaciones de tierras quiero decir —asintió el Subteniente—. Vamos y conversamos con los campesinos, y los muchachos ven que esos indios, sin ayuda de ningún partido, empiezan a romper sus cadenas. Así van aprendiendo cómo llegará la revolución a este país. El Frote Ubilluz me ayuda algo con la teoría, pero tú me ayudarías muchísimo más, mi hermano. ¿Vendrás a Jauja?
—Me dejas con la boca abierta —dijo Mayta.
—Ciérrala, te vas a atorar con tanta arena —se rió Vallejos—. Mira, ese colectivo va a parar.
—O sea que tienes tu grupo y todo —repitió Mayta, frotándose los ojos irritados por la polvareda—. Un círculo de estudios marxistas. ¡En Jauja! Y has hecho contacto con bases campesinas. O sea que…
—O sea que mientras tú hablas de la revolución, yo la hago —le dio un palmazo el Subteniente—. Sí, carajo. Yo soy un hombre de acción. Y tú, un teórico. Tenemos que unirnos. La teoría y la práctica, compadre. Pondremos en marcha a este pueblo y no habrá quien lo pare. Haremos cosas grandes. Chócate esos cinco y júrame que vendrás a Jauja. ¡Nuestro Perú es formidable, mi hermano!
Parecía un chiquillo exaltado y feliz, con su uniforme impecable y su mechón de mohicano. Mayta se sintió contento de estar otra vez con él. Se sentaron en una mesa del rincón, pidieron al chino dos cafés y a Mayta se le ocurrió que, si tuvieran la misma edad y fueran niños, habrían sellado su amistad con un pacto de sangre.
—Ahora hay en la Iglesia muchos curas y monjas como ese Padre canadiense del Montón —dijo la Madre, sin acomodarse—. La Iglesia conoció la miseria desde siempre y, diga usted lo que diga, siempre hizo lo que pudo por aliviarla. Pero, ahora, es cierto, ha entendido que la injusticia no es individual sino social. Tampoco la Iglesia acepta ya que unos pocos tengan todo y la mayoría nada. Sabemos que en esas condiciones, la ayuda puramente espiritual se vuelve una burla… Pero, lo estoy apartando del tema.
—No, ése es el tema —la animó Mayta—. La miseria, los millones de hambrientos del Perú. El único tema que cuenta. ¿Hay una solución? ¿Cuál? ¿Quién la tiene? ¿Dios? No, Madre. La revolución.
Ha ido atardeciendo y cuando miro el reloj veo que llevo allí cerca de cuatro horas. Me hubiera gustado oír eso que Juanita oyó, oír de boca de Mayta cómo perdió la fe. En el curso de la conversación, a veces asoman chiquillos a la puerta entreabierta de la vivienda: meten la cabeza, espían, se aburren, se van. ¿Cuántos de ellos serán reclutados por la insurrección? ¿Me habló alguna vez mi condiscípulo de sus idas al Montón a ayudar a los curitas de la Misión canadiense? ¿Cuántos de ellos matarán o morirán asesinados? Juanita ha salido un momento al dispensario contiguo, a ver si hay novedades. ¿Iba cada tarde, después de las clases del Salesiano, o sólo los domingos? El dispensario funciona de ocho a nueve, con dos médicos voluntarios que se turnan, y, en las tardes, vienen un enfermero y una enfermera a poner vacunas y a hacer curaciones de urgencia. ¿Ayudaba Mayta al curita pelirrojo, desesperado y colérico, a enterrar a las criaturas abatidas por el ayuno y las infecciones y se le llenaban los ojos de lágrimas y su pequeño corazón latía con fuerza y su imaginación enfebrecida de niño creyente volaba al cielo y preguntaba por qué, por qué permites, Señor, que pase esto? Junto al dispensario, en una casita de tablas, funciona la Acción Comunal. Con la posta médica, es la razón de la presencia de Juanita y María en la barriada. ¿Era así la Misión canadiense donde hacía Mayta trabajo voluntario? ¿También iba allá un abogado a asesorar gratuitamente a los vecinos sobre problemas legales y un técnico cooperativista a aconsejarlos sobre la formación de industrias? Iba allí, se zambullía en esa miseria, su fe comenzaba a trastabillear y, en el Colegio, no nos decía una palabra. Conmigo seguía hablando de las seriales y de lo bueno que sería que hicieran una película sobre El conde de Montecristo. Durante algunos años, me cuentan, Juanita y María trabajaron en la planta embotelladora de San Juan de Lurigancho. Pero desde que la planta quebró, se dedican exclusivamente a Acción Comunal; sus respectivas congregaciones les pasan una pequeña mensualidad que les permite vivir. ¿Por qué se confió así con alguien a quien veía por primera vez? ¿Porque era una monja, porque le inspiró afecto, porque la monja era hermana de su nuevo amigo, o porque, de pronto, tuvo un arrebato de melancolía recordando su fe ardiente de alumno salesiano?
—Cuando comenzaron los atentados sí tuvimos miedo —dice María—. De que nos pusieran una bomba y destruyeran todo esto. Pero ha pasado tanto tiempo ya que ni nos acordamos. Hemos tenido suerte. A pesar de que unos y otros han hecho correr tanta sangre en el barrio, hasta ahora nos han respetado.
—¿Son muy católicos en su familia? —preguntó Mayta—. ¿No tuvo usted problemas para…?
—Lo son por rutina más que convicción —sonrió la monja—. Como la mayoría de la gente. Claro que tuve. Se quedaron atónitos cuando les dije que quería profesar. Para mi mamá fue el fin del mundo, para mi papá como si me enterraran viva. Pero ya se acostumbraron.
—Un hijo al Ejército y una hija al convento —dijo Mayta—. Era lo típico de todas las familias aristocráticas en la Colonia.
—Ven, ven —lo llamó Vallejos, desde la mesa—. Conversa también un poco con el resto de la familia y no te acapares a mi hermana, que nunca la vemos.
Ambas dan clase en la mañana en la escuelita que funciona en Acción Comunal. Los domingos, cuando viene el cura a decir la misa, el local hace las veces de capilla. Últimamente no viene mucho: le pusieron un petardo de dinamita en su parroquia y ha quedado mal de los nervios.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Historia de Mayta»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Historia de Mayta» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Historia de Mayta» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.